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Uruguay

A treinta años del golpe, Nunca Más

Fredy González

"Anoche escuché varias explosiones,
tiros de escopeta y de revólver,
autos acelerados, frenos, gritos,
ecos de botas en la calle,
toques de puertas, por dioses, platos rotos"
(Rubén Blades)


Hace treinta años medio país perdía la inocencia, otro medio país consentía en su silencio y la otra mitad de país conspiraba.
Era tan feroz la realidad que con dos mitades no alcanzaba para abarcar un país entero, y tuvieron que crear una tercera mitad, imposible pero cierta, atormentadora, prepotente, avasallantemente real.
Y con esa tercera mitad dividieron a las otras dos; así de fácil y concreto.
El terror ocupó el Parlamento y la casa del vecino, se promulgó en comunicados desde el número uno, encerró al amigo de mi padre, a la tía de mi compañero de clase, a la esperanza y la bronca de Pedro y María, de Juan y José, a los teléfonos de las agendas, a los paraderos desconocidos, a las casas equivocadas y las ciertas, a las bocas, a las calles, a los tiempos conjugados en futuros imperfectos pero con ganas de ser.
Hace hoy treinta años llovían discursos desde los medios cómplices, intervenidos, sumisos o avasallados.
Era tal el descontento de ese tercio mitad del continente entero que debieron regar pólvora país por país para apagar tanto fuego, tres meses antes de que Salvador no se rindiera fusil en mano y algunas pocas semanas después de que un sector de nuestra clase política negociara con el poder real, ese que hacía ya catorce años nos venía cobrando los intereses de la deuda impagable.
Las cartas de intención exigían obsecuencia y cobraban con sangre, la sangre era la nuestra y la obediencia por decreto gasta todavía su paga de impunidad a cambio de algunos muchos centenares de nombres, reales o inventados, pero todos culpables de lesa patria por las cincuenta familias dueñas de la mitad tercio del país entero.
Y el hormiguero, atacado, tomó el rumbo que pudo o le dejaron.
Las hormiguitas de Daniel apuntaban sus canciones chuecas desde Holanda, otras hormigas labradoras aprendían clave morse en el penal de Libertad y algunas otras ya no estuvieron en ninguna parte, como Elena sin Venezuela y a manos del canciller Blanco.
Lo de los niños de José ya fue otra cosa, y nacieron sin nacer.
La resistencia era puertas adentro y en familia, procurando no perder la historia no oficial, transmitiendo entre susurros, contando de tal o cual, del zafe, de la coartada, del que no aguantó y cantó, del cómo se sale de esta, del la que se viene y se ve venir.
Se prohibió la juventud y los sindicatos, la canción y las pancartas, la contraguerra a la guerra, el ejercicio de toda certidumbre, la denuncia porque a quién.
En cada esquina un delator a sueldo, en cada carta un sobre abierto, en cada guiño un mensaje subliminal que le escapaba a la censura, ese segundo lenguaje que supimos aprender para no morir atragantados por el silencio.
Se hizo lo que se pudo, y lo que no se pudo lo hicieron ellos.
Los años se medían según la circunstancia, eran décadas en los afueras del país o en los adentros del aljibe, pero pasaron, como todo pasa, Wassen y Roslik mediante.
Claro que también hubieron alegrías, en los limpiaparabrisas de los autos que gritaron su no a la legalización de la infamia en el '80, en los 50.000 que nos juntábamos en el Centenario a cantar popular, en las razzias evadidas, en los poemas de las hojillas para armar y en la sonrisa dolorida de los que crecían sabiendo.
No hay mucho más, no vale la pena, hoy hace treinta años y el tango decía veinte, con farol y todo, con ocho tumbas NN, con todavía hoy no se sabe no contesta, con comisiones para la paz, con declaraciones de una añoranza indignante, con gobernantes que todavía no han aprendido ese de qué se trata el ejercicio pleno de la democracia.
Hace treinta años nos golpearon y dolió, hoy el hambre golpea igual de duro pero ya no duele tanto como cuando el hambre no existía; hace treinta nos privaron de la infancia, hoy la alimentan con pasto fresco y curado por la helada; hace todos estos años perdíamos los trabajos, hoy directamente no los tenemos.
Se están cumpliendo 10.957 días del golpe cívico-militar-imperialista y ya somos adultos de ciudadanía.
Sepamos ejercerla desde el hecho y la palabra; seamos capaces del derecho a ejercer nuestros derechos y que nadie, nunca más, en tres mitades pueda disolver nuestro futuro.
Fredy González
fredygon@adinet.com.uy