¿QUE OCURRE EN EL ECUADOR DE HOY?
Por Guido Proaño
OPCION
Un ambiente de agitación social vive el Ecuador en estos días. Los maestros finalizaron veinte y siete días de un paro nacional, que abarcó una huelga de hambre en la que participaron junto a ellos, estudiantes y padres de familia. Fueron más de doscientos huelguistas de hambre en todo el país.
El paro incluyó, además, cierre de carreteras y toma de dependencias públicas. Los trabajadores de la salud, por su lado, mantienen constantes reclamos debido a los bajos salarios que reciben y el exiguo presupuesto estatal para este sector. A dicho reclamo ahora se unen los médicos dependientes del Ministerio de Salud que también amenazan con paralizar sus actividades. Los trabajadores petroleros reclaman por la política hidrocarburífera anunciada por el Ministro de Energía, Carlos Arboleda, que pretende concesionar al capital extranjero la explotación del petróleo. Antes los estudiantes secundarios se movilizaron para rechazar la firma de la Carta de Intención con el FMI y la elevación en el precio de los combustibles al tiempo que demandaron la promulgación de un carné estudiantil que les garantice un tarifa especial en la transportación urbana e interprovincial, lo que se encuentra en trámite. En general, aumentan el descontento y los reclamos de distintos sectores.
¿Qué ocurre en el país, si se pensó que el gobierno de Lucio Gutiérrez marcaría una diferencia con sus antecesores y podría ser el gestor de cambios que beneficien a los pueblos del Ecuador? Es fácil decir que en el Ecuador no ha cambiado nada, que se aplica el neoliberalismo a raja tabla, o que gobiernan los mismos grupos económicos y sociales de siempre. Una visión elemental, lineal y simplista del fenómeno político actual esconde, intencional o ingenuamente, la presencia de fenómenos nuevos en el acontecer político, y no ayuda al movimiento popular a madurar su conciencia y a comprender la naturaleza de las tareas que debe empujar en la búsqueda de un cambio social.
Como un hecho inédito en la historia ecuatoriana puede calificarse la presencia, en el gabinete ministerial y en otras funciones gubernamentales, de sectores democráticos, progresistas y de izquierda, pertenecientes a las filas de Pachakutik y del Movimiento Popular Democrático MPD, agrupaciones que, a su vez, tienen una fuerte presencia entre los sectores populares.
En alguna ocasión afirmamos la existencia de dos polos referenciales en el movimiento popular ecuatoriano: El Frente Patriótico (que reúne a las principales centrales sindicales y cuyo sector más dinámico es el Frente Popular, influenciado por el MPD) y el movimiento indio, en el que la CONAIE es la principal organización. Estas agrupaciones y partidos -que prácticamente engloban a todo el sector social organizado y que pelea- han sido arietes fundamentales en los levantamientos populares de los últimos años; en la lucha en contra de las privatizaciones, de las políticas fondomonetaristas, de las intenciones norteamericanas de regionalizar el Plan Colombia o de implantar el ALCA, para citar pocos elementos. De hecho -reiteramos- la presencia política y social de estos sectores en un gobierno es nueva.
Por supuesto, Gutiérrez no solo cuenta en su gabinete con elementos provenientes de aquellas fuerzas. Incluye también, y en los más importantes puntos, a personajes que nada tienen que ver con la naturaleza del proyecto político encabezado por el actual presidente ecuatoriano en la campaña y que mereció el apoyo de las organizaciones populares y el voto de los trabajadores y el pueblo. El Ministro de Finanzas, Mauricio Pozo; el Ministro de Gobierno, Mario Canessa; la Ministra de Industrias, Ivón Bakki, son neoliberales vinculados a la banca y a los industriales.
El Presidente Gutiérrez saltó a la palestra pública en el levantamiento popular del 21 de enero de 2000 que destituyó al demócrata popular Jamil Mahuad; se convirtió en referente del combate a la corrupción y contó con el respaldo de todas las organizaciones populares. Sus pronunciamientos iniciales, en lo fundamental, lo ubicaron como una personalidad progresista y democrática, mas no en la condición de un hombre de izquierda. Rechazó la regionalización del Plan Colombia y la presencia norteamericana en la base de Manta, expresó reparos frente a la aplicación del ALCA, habló de buscar mecanismos para salir de la dolarización, mostró su desacuerdo con la privatización de las empresas estatales. En campaña, enarboló un Programa que planteaba la atención de las necesidades materiales de las masas, junto a una política soberana.
Su discurso en la primera vuelta y la coalición de fuerzas políticas que le apoyaron en la campaña (entre las que estaban las principales organizaciones de izquierda, salvo el Partido Socialista que, con León Roldós como candidato, constituyó un frente de Partidos constituido por el Partido Conservador, la Democracia Popular de Mahuad y Fuerza Ecuador, que promulga tesis abiertamente reaccionarias) produjo el duro combate de parte de la oligarquía que lo calificó de comunista. Con la bandera del anticomunismo lo enfrentaron en la segunda vuelta electoral y fueron derrotados. Sin embargo, fue notorio también que en esta etapa de la confrontación electoral, Gutiérrez bajó el tono de su discurso, abriendo espacio a puntos de vista que antes dijo no compartirlos. Dicho sea de paso, su candidatura nunca contó con el aval de la embajada norteamericana.
El comportamiento político tras el triunfo electoral y en los primeros meses de su gestión evidencia una clara inconsistencia política. Cuando tomó posición de su cargo dijo que si ser de izquierda es atender las necesidades del pueblo, entonces él era de izquierda; pero, si poner atención al desarrollo de la producción es ser de derecha, él lo era. No son pocas las ocasiones que ha señalado que su aspiración es hacer un gobierno 'para todos los ecuatorianos'; cosa imposible de cumplir en una sociedad en la que los intereses de los sectores dominantes son totalmente contradictorios a los que tienen los trabajadores y el pueblo.
Ese es el pensamiento de Gutiérrez, y, su compresión de la política y del manejo estatal puede entenderse solamente si se parte de un análisis de clase. Lucio Gutiérrez no ha sido un burgués, pero tampoco proviene de la clase trabajadora. Él, como buena parte de quienes lo rodearon en la constitución de su movimiento político, Sociedad Patriótica, provienen y representan a los sectores de la pequeño burguesía y ésta es, por naturaleza, 'voluble', arribista y dispuesta a ceder ante las presiones, si ellas se muestran fuertes. La presencia de este sector de clase pequeño burguesa en las altas esferas gubernamentales es otro elemento nuevo, pues, por vez primera, la oligarquía perdió un proceso electoral presidencial.
La derecha en la oposición
Con la asunción presidencial de Lucio Gutiérrez, inició también la oposición y la conspiración de la derecha. Por supuesto, la burguesía es hábil y juega a varias cartas. Empuja la oposición, por ahora, básicamente desde el Congreso Nacional y a través de varios medios de comunicación. En el Congreso existe una mayoría de derecha, en la que el Partido Social Cristiano (del ex presidente Febres Cordero) marca la pauta, y con el que Gilmar Gutiérrez, hermano del Presidente, fácilmente llega a 'acuerdos legislativos'. Desde un principio han trabajado por atar las manos del gobierno, pues, tienen la voluntad de impedir que 'pase' cualquier proyecto que afecte los intereses de los poderosos grupos económicos y torpedear el cumplimiento de la propuesta levantada por el proyecto político que lo llevó al poder. El cerco lo han ido cerrado, apoderándose del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremos Electoral, para cuyo efecto, cosa increíble (¿?), contaron con los votos de Sociedad Patriótica y Pachakutik.
La estrategia de la derecha no solo tiene en cuenta desgastar al gobierno. Trabajan también por ganarlo. Presionan y chantajean en ese sentido. Buscan recuperar lo perdido y, a su vez, propinar un duro golpe a los trabajadores y al pueblo que confiaron en la posibilidad de conquistar el cambio por el que tanto han luchado y mirarían cómo son traicionados sus ideales. Las presiones son externas e internas. Actúa la embajada norteamericana, el FMI, los grupos económicos y los elementos de derecha existentes en el gabinete, que se consolidan frente a una tibia respuesta de un grupo ideológicamente débil, que cede ante las presiones, con el argumento de que es necesario evitar el estrangulamiento fiscal y las nefastas repercusiones sociales, confiando en que la buscada estabilidad económica permita iniciar profundas transformaciones.
La carta de la conspiración no ha sido abandonada. Con ella están comprometidos algunos miembros de las Fuerzas Armadas, militantes socialcristianos y hasta algún sector que apoyó inicialmente a Gutiérrez. A pesar de que busquen darle la forma de una 'sucesión constitucional', no es fácil esta salida porque al imperialismo y a la oligarquía ecuatoriana no les interesa mostrar la crisis de la institucionalidad.
En medio de este escenario Lucio Gutiérrez ha ido cediendo posiciones, se ha ido derechizando, chocando con sus electores y con el pueblo en general.
Las fuerzas del proyecto político
El triunfo de Gutiérrez no fue el resultado de una exitosa campaña electoral o de la confluencia de fenómenos circunstanciales. Respondió a la acción, a la lucha desatada por el pueblo en contra de varios años de aplicación del neoliberalismo. En esos combates la conciencia política de los trabajadores y el pueblo fue avanzando y configurándose una tendencia democrática, progresista y de izquierda. El anhelo de cambio se afirmó, y en la búsqueda de esa transformación, los sectores más empobrecidos votaron por Lucio.
Las principales organizaciones populares y de izquierda llamaron a votar por ese proyecto político, esperando contar con un gobierno democrático y progresista. Nunca se pensó que asistíamos ya a un gobierno de izquierda. Sin duda, para el movimiento popular fue un reto llegar a la condición de ser gobierno, y más difícil sabiendo las debilidades políticas de Lucio Gutiérrez y la presencia de neoliberales en el gabinete, que no se hicieron presentes en campaña.
Abandonar el proyecto antes de que este inicie su gestión, para no 'mancharse' de unos aliados neoliberales que el MPD y Pachakutik no los buscó, era una posibilidad. Pero operar de esa forma, simplemente significaba entregar en bandeja a la derecha, a la oligarquía y al imperialismo -sin resistencia y sin lucha-, un gobierno por el que el pueblo trabajó. Hubiera sido no solo un grave error sino una verdadera traición, con efectos enormes en la conciencia de los trabajadores y el pueblo, y al interior de las propias fuerzas políticas y populares que lo respaldaron. Y para que ello ocurra trabajó la derecha. Sus líderes y los grandes medios de comunicación 'llamaban la atención' o mostraban su extrañeza porque los indios y el MPD compartan en el gabinete con el neoliberal ministro de Economía, Mauricio Pozo. Inclusive, cuando Gutiérrez, con la oposición del bloque democrático del gobierno, elevó el precio de los combustibles, invocaron a que el MPD y la CONAIE pongan su contingente en las calles y que abandonen el gobierno. La oligarquía que siempre ha condenado la movilización popular, ahora la aupaba. La cosa estaba clara.
Lo correcto fue la decisión de pelear para que el proyecto político cumpla con sus propósitos, hacer del gabinete un espacio -nó el único- para enfrentar las propuestas y medidas empujadas por el sector de derecha, y para pelear la ejecución de medidas progresistas. Sin embargo de que Pachakutik y el MPD han coincidido en esa línea de conducta, hay notorias diferencias en su comportamiento. Pachakutik, durante los primeros meses, peleó con fuerza... para conseguir cargos en la administración. Parecía que esa era su primordial preocupación.
Tanto sus principales dirigentes, como los de la CONAIE amenazaron en varias ocasiones en abandonar la alianza si no se les daba más 'cuotas de poder'. Varias reuniones nacionales de estas organizaciones terminaban con el mismo reclamo, al punto que su comportamiento tenía un desagradable tufo a chantaje. Cuando se elevó el precio de los combustibles, las tarifas del transporte, o cuando se firmó la Carta de Intención con el FMI, las críticas fueron duras, las amenazas subieron de tono, pero sus pronunciamiento no estuvieron acompañados con la movilización del sector indígena.
A medida que el gobierno se aleja del programa de campaña, el descontento en las bases indígenas ha ido en aumento, poniendo en riesgo la unidad al interior de la CONAIE que, para proteger su organización y, de cara al reclamo de las bases por la desatención gubernamental, hace poco decidió retirar el apoyo al gobierno, pero manteniéndose en los cargos gubernamentales. Difícil de entender, por supuesto. Se retira el apoyo como expresión de desconfianza, pero se continúa colaborando.
La CONAIE siempre ha reivindicado que Pachakutik es su brazo político, mas éste en ningún momento ha expresado su voluntad de abandonar el gobierno y sus militantes siguen en sus puestos, salvo Virgilio Hernández, que renunció a la Sub Secretaría del Ministerio de Gobierno, con fuertes críticas a la gestión gubernamental, en especial a la oscura labor que realiza el coronel Patricio Acosta, Secretario de la Administración Pública, y hombre de confianza de Gutiérrez.
Por su lado el comportamiento del MPD y del Frente Popular, es distinto. No se ha quedado en la crítica a los errores cometidos por el gobierno, sino que junto a ello ha organizado la protesta popular. Los estudiantes secundarios agrupados en la FESE, fueron los primeros en tomarse las calles del país para protestar por las medidas económicas que afectaban a los hogares populares. Pero su protesta tuvo una particularidad, al tiempo que rechazaron aquello, en el Congreso Nacional exigieron se aprueben leyes que obliguen pagar más impuestos a los sectores adinerados, se disminuya el pago de la deuda externa, se confisque los bienes de los banqueros corruptos, entre otras medidas para enfrentar la crisis, expresando que en esa línea apoyarán la gestión gubernamental. Los estudiantes universitarios se movilizaron para que se entregue el presupuesto para las universidades.
Los campesinos demandaron atención al Seguro Social Campesino. Luego el magisterio realizó un paro preventivo que forzó la entrega de más recursos para la educación y, cuando se pretendió burlar aquello, vino el paro nacional que culminó con éxito para beneficio de los maestros y la educación.
El comportamiento político de las organizaciones del Frente Popular e influenciadas por el MPD, pretendió ser deslegitimado por la burguesía, calificando de 'incongruente' que, 'siendo parte del gobierno, a su vez, levanten la oposición'. Adentrándose en el análisis formulado por el MPD, puede entenderse su conducta: actúan, presionan, pelean para impedir que el gobierno abandone el proyecto político que apoyaron y caiga en manos de la derecha.
Este sector prefiguró tres posibles desenlaces o escenarios de lo que podría ser el gobierno de Lucio Gutiérrez:
a. Que frente a las presiones de la oligarquía y el imperialismo, éste ceda y traicione a las aspiraciones populares sometiéndose a la ejecución de un programa neoliberal, antipopular y antinacional. Aún, que asuma posiciones represivas frente al reclamo popular.
b. Que, para no agudizar las contradicciones con las clases dominantes, realice un gobierno mediocre, sin entregarse abiertamente a la oligarquía y atendiendo una que otra necesidad popular, pero en lo fundamental las deje postergadas.
c. Una tercera opción era que se radicalice y asuma plenamente la ejecución del Programa de Gobierno levantado en campaña, iniciándose un proceso de transformaciones sociales democráticas. Por supuesto, esta circunstancia agudizaría las contradicciones de clase al interior del país (entre explotados y explotadores) y las que se presentan frente a la dominación imperialista, con lo que el desenlace político tendría connotaciones cualitativamente diferentes. Esta tercera opción estaba (o está) condicionada no solamente a factores internos del gobierno, sino sobre todo a uno: a la fortaleza y la capacidad de movilización y presión del movimiento de masas que le obligue al gobierno a mantenerse en línea y a frenar la maquinación de la derecha.
Es decir, se ha planteado disputar al gobierno de la acción que sobre él efectúa la burguesía. Las organizaciones del Frene Popular y el MPD han venido actuando con ese criterio, peleando en las calles el cumplimiento de reivindicaciones populares, combatiendo las medidas y posturas antipopulares y antinacionales, obligando al gobierno que ejecute su programa, denunciando los errores y a los portadores de propuestas contrarias a la naturaleza del proyecto político.
El ministro Pozo ha sido uno de los blancos de desenmascaramiento, y es unánime en el movimiento popular la exigencia de su renuncia. Igualmente se presiona en el caso del Ministro de Energía, Carlos Arboleda. No obstante los esfuerzos que el movimiento popular ha hecho para impedir que Gutiérrez se derechice, es notorio que en su gestión presidencial existe un saldo negativo en contra del pueblo. Gutiérrez cree que no puede gobernar sin el aval del FMI y sin la venia de la oligarquía.
Para las organizaciones políticas y populares gestoras del proyecto político en mención y que forman parte del gobierno, el momento político les impone analizar si aún existen condiciones o elementos para pelear -desde dentro- la rectificación del gobierno, o si ha llegado el momento de abandonarlo y continuar el accionar en otras circunstancias.
No es sencilla la respuesta, debe pensarse multilateralmente para no cometer errores y hay que hacer un seguimiento diario. En todo caso, existe una experiencia muy importante obtenida por el movimiento popular ecuatoriano. Éste se decidió a transitar por senderos antes no conocidos y ha ido aprendiendo en el camino. Su vocación de poder lo llevó a dar un paso grande y debe sistematizar la experiencia, pues, si este proyecto queda trunco, de ninguna manera pone fin al anhelo de cambio.
Y el pueblo continuará luchando por ello.