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Latinoamérica

16 de mayo del 2003

Uruguay y Argentina comienzan a rescribir otra historia

El éxtasis y las dificultades
Carlos Santiago

El camino es duro, difícil, plagado de obstáculos y el éxito de la izquierda no está asegurado. En octubre del 2004, los uruguayos tendrán que enfrentar una decisión trascendente, sin duda histórica, de romper en las urnas la hegemonía de blancos y colorados que sucesivamente, con la única excepción relativa del período de facto, encabezaron todos los gobiernos que tuvo el país. Las más recientes encuestas difundidas por las distintas empresas que miden el estado de la opinión dan cuenta de una mayoría absoluta de ciudadanos que han manifestado su intención de votar al Encuentro Progresista - Frente Amplio. Sin embargo todavía no está todo dicho, especialmente cuando la línea de separación de las aguas está dada por elementos nuevos, que exigen visiones no tradicionales y estrategias para nada clásicas.
Todavía existe mucha agua para que corra bajo los puentes y, además, alternativas políticas que, de alguna manera, pueden determinar una consolidación de las tendencias o cambios espectaculares en esa correlación de fuerzas. Elementos que siguen haciéndose presentes pero que difieren en mucho de los históricos. El politólogo Oscar Botinelli sostiene, en uno de sus últimos trabajos, que la defensa de la revolución cubana no es, a esta altura de la historia del país, una de esas líneas que establezca una separación de las aguas. En ese tema, según lo que surge de del análisis de su opinión, parecería que la polémica ha quedado circunscripta a un grupo de "dirigentes" ideológicos y políticos que participan de un choque casi religioso con elementos venidos desde el pasado. A su frente la derecha trata de sacar astillas del árbol caído con una argumentación efectista pero más que perimida, utilizando los mismos fantasmas que abundaban durante la llamada guerra fría.

La misma estrategia cuestionadora de siempre, tratando de entreverar la defensa que se hace de la dignísima y ejemplar oposición de la isla a los intentos hegemónicos de los EE.UU., con su organización interna, de partido único, de gobernantes eternizados en un poder absoluto y, ahora, del encarcelamiento de opositores y disidentes, hecho que moralmente nos afecta más que la aplicación de otros extremos de la ley penal, pese a la repugnancia que nos provoca la aplicación de la pena de muerte.

Esa misma confusión antojadiza, fuera de época, que tienen los personeros de la derecha cuando encaminan sus dardos a la izquierda, la manifiestan muchos militantes populares para los que todo lo que se concreta en aquella latitud del Caribe está justificado por esa heroica y histórica oposición, de cuarenta años, al "imperialismo" de los EE.UU. Para ellos está todo justificado y no son aceptables los reparos morales de personalidades como Eduardo Galeano, José Saramago, Gabriel García Márquez, etc., sin valorar que han tenido una militancia de cuarenta años en defensa de la revolución. No existe en esos militantes populares ni siquiera una aceptación de la polémica, porque no conciben como consecuencia de su pensamiento mágico la confrontación de ideas. En ellos hay una alineación automática confundiendo el simbolismo antiimperialista de Cuba con las alternativas políticas que protagoniza su gobierno.

El éxtasis

Este es un ejemplo. Por ello es bueno que reflexionemos en conjunto, advirtiendo en un análisis a pincelada gruesa, las alternativas que pueden sostener las tendencias actuales de la opinión pública que, como ha ocurrido en otras oportunidades, podría determinar cambios dramáticos como el ocurrido en la última elección en la cual el Encuentro Progresista ganó en la cancha pero perdió en la liga. Recordemos que, como consecuencia de una habilísima estrategia de los partidos de la derecha, se estableció la instancia del balotaje que determinó que por primera vez en la historia del país el sector más votado no accediera al gobierno y se encaramara en el poder un contubernio coaligado de blancos y colorados, iniciándose un período que, sin lugar a dudas, ingresará en las páginas de la peor historia del país.

En el interesante trabajo que citamos Botinelli (El Observador, 27 de abril del 2003), este mete su dedo en el ventilador, abriendo una polémica que sin duda los sectores de la izquierda deben comenzar a plantearse, porque tener una visión lo más parecida a la realidad, acotada en el marco de una afinada lógica política, es el basamento necesario para dar los pasos adecuados en el camino correcto.

El analista indica, para referirse al tema de Cuba, que mucha gente "incurre en el mismo error en que cae el Frente Amplio", que implica creer que la sociedad uruguaya se corre fuertemente hacia la izquierda (si por izquierda se entiende al conjunto de creencias y valores de la clásica izquierda latinoamericana) "Ello no es así - afirma Botinelli - lo que crece es un Frente Amplio que simboliza hoy las más arraigadas creencias de los uruguayos, las mismas que representaron tiempo atrás los partidos tradicionales y que se identifican con un Estado fuerte y paternal. Porque la mayoría de los votantes frenteamplistas (o por lo menos los que han manifestado su intención de voto), no tienen ni una particular fascinación por la isla (Cuba) y su revolución, ni buscan un cambio radical de régimen político y social"

Por supuesto que las afirmaciones de Botinelli, que es un agudo analista, pueden ser cuestionadas desde diversos perfiles, y seguramente lo serán, pero que los temas planteados son de atención central es innegable. Sabemos que esa concepción no es compartida en varios de los escalones éticos - ideológicos en que se parapetan los distintos sectores frenteamplistas y encuentristas que, semana a semana, se expresan en los ámbitos de las distintas instancias de debate y decisión que tiene la coalición de izquierda.

Lo que ocurre en la llamada Mesa Política es una espectacular demostración de ello, en la cual los perfiles que allí se delinean posteriormente llegan a la sociedad produciendo en la misma diversos efectos que determinan reacciones cambiantes estableciendo (o tratando de hacerlo) nuevas fronteras en el marco de lo que denominamos la polémica permanente. Esta frase, quizás oscura, tiene una explicación y trataremos que la misma se entienda.

En las últimas semanas dos elementos han servido para dividir esas aguas y mostrar el evidente antagonismo de las diferencias que se expresan al interior de lo que llamaremos izquierda. El tema cubano y las denuncias públicas contra el secretario privado del intendente de Montevideo y toda la polémica consiguiente, actuaron en nuestra opinión y más allá de la valoración que hagamos de los hechos en si mismos, como una divisoria de aguas. Una cosa fue la posición de la CI y el 26 de Marzo sobre estos temas, y muy otra que las que tuvo la Vertiente Antigüista o, en tercer lugar, el propio Partido Socialista.

La opinión pública se enfrentó a los espectaculares hechos, especialmente voceados por la totalidad de la prensa, como incidencias que trascendieron, en un caso, a los ámbitos de la justicia y que, por sus características, fueron motivo de une un fuerte encontronazo en el marco de la interna frenteamplista.

El escenario en que se dilucidó la polémica en torno a las denuncias contra el funcionario municipal, se magnificó en el marco de un "espectáculo" innecesario que se podría haberse evitado. Y para peor con un resultado todavía incierto que, obviamente, no aclaró varias posiciones y que tampoco mostró algo que quería ver la gente en el marco de un gobierno de izquierda; la puesta en funcionamiento de un reflejo moralizador fulminante. No dudamos que la mayoría de quienes han manifestado su intención de voto, quisieran su aplicación en un gobierno conducido por coalición de izquierda.

Para mucha gente, abrumada por los sucesivos hechos de corrupción propios de los impulsos del modelo perimido que la derecha nos ha querido imponer, quisieran haber visto una acción ejemplarizante. Este tema, evidentemente, también divide las aguas.

Es que históricamente la izquierda no solo a hecho punta en el combate de la corrupción utilizando el mecanismo de la denuncia pública. También (recordemos los casos de los Bancos de Seguros y Comercial), ha llevado temas ante la justicia que ha actuado en juicios ejemplares que provocaron, como era razonable esperar, fuertes reacciones políticas.

La visión ética que se debería consolidar en el imaginario de la sociedad es la de una intransigente defensa de las normas administrativas, elemento que, obviamente, aparece como fundamental para la consolidación de esa presunta mayoría electoral del Frente Amplio. No es un tema estratégico menor y cuya problemática puntual no puede resolverse, a nivel de un gobierno, con actitudes adoptadas en base a una solidaridad amistosa, personal, más acorde con mecanismos de club de barrio, rueda de amigos o, incluso, al accionar de un sector político que de por sentado que se comete una injusticia flagrante. El reflejo del gobierno municipal, que es el de todos los montevideanos, debiera haber sido otro, aunque sus responsables creyeran que todas y cada una de las acusaciones eran infundadas.

Eso aparece además como un hecho que hubiera sido oportuno y correcto, especialmente cuando después de dos juicios públicos en que los temas en danza, en lugar de desaparecer ante la contundencia de las pruebas, mostraron la certeza de impericias funcionales, errores no visualizados anteriormente, "gauchadas" y problemas administrativos con calificación indefinida.

Ya no existen muchas opiniones que difieran sobre la necesidad de tener en claro cuando se debe disparar el resorte - ante una denuncia o comprobación - del reaseguro moralizante que debe estar presente en un gobierno para quién la limpieza administrativa es uno de los basamentos de su existencia.

Las dificultades

La primera vuelta de las elecciones argentinas es un ejemplo a atender. Mostró que allí también el punto en la divisoria de las aguas está marcado por la corrupción, elemento al parecer determinante dentro de estas sociedades en crisis. Masivamente, dentro de diversas opciones emocionales e ideológicas que se presentaron en la primera vuelta electoral, el voto se definió mayoritariamente en contra de la corrupción. Si bien la opción encabezada por Carlos Menem obtuvo una importante votación en referencia con otras alternativas, es evidente que la definición en el balotaje mostrará con mayor claridad este elemento, que entendemos, es decisivo.

La formalidad electoral no estuvo dada por proyectos de gobierno mayormente desconocidos. El propio Menem advertido de la situación está tratando de separar de su entorno a los íconos más aberrantes. Pero quizás esa decisión de "limpieza" es tardía. Su rival, Néstor Kirchner, el gobernador de Santa Cruz, es la antitesis de la imagen del ex presidente argentino. Es gobernador de una provincia relativamente próspera, bien administrada, que ha hecho su campaña electoral sin ostentaciones discursivas ni basándose en glamorosas definiciones destinadas a enganchar a los incautos que creen que la Argentina todavía está en condiciones de ingresar en el "primer mundo".

Claro, impulsando esa candidatura está el "aparato" justicialista que maneja el duhaldismo en la provincia de Buenos Aires, lo que no es poca cosa. Sin embargo las alineaciones, cuando el país se encamina al balotaje, se están planteando por dos temas excluyentes: el primero es el de la corrupción. Kirchner está logrando el explícito apoyo de quienes han planteado una lucha frontal contra ese flagelo. El otro tema, sin duda menor a nivel de la conciencia popular, es la visión de cada uno de los candidatos en torno a los mecanismos para la reactivación económica. Menem quiere aplicar, obviamente, a pie juntillas la recetas fondomonetaristas mientras que Kirchner advierte, en el marco de un discurso que denota realismo, que nada es posible sin una reactivación del mercado interno.

Como se verá no están en juego otros elementos distintos. No se plantean, por ejemplo, cambios drásticos en la propiedad y menos en las relaciones de producción. Ni se busca un cambio radical de régimen político y social. Las aguas se dividen en otras coordenadas.

Un proceso parecido al que señala Botinelli y que está ocurriendo en el Uruguay.
Carlos Santiago es
Periodista, secretario de redacción del suplemento Bitácora.