Sobre la entrevista de Caras y Caretas al líder senderista
"Feliciano": metamorfosis en la base naval del Callao
Luis Arce Borja
El Diario internacional
La revista Caretas, en su edición del 10 de abril ha publicado un reportaje a Oscar Ramírez Durand (Feliciano). Esta entrevista se ha realizado con el "visto bueno" de la Marina de Guerra y del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Estas dos instituciones represivas del estado peruano fueron las intermediarias entre el entrevistado y la revista limeña. Las "declaraciones" escritas (respondió a un cuestionario presentado por la periodista Patria Caycho) no tienen ninguna validez política y su tono bien podría competir con la más vulgar jerga policial. Su blanco es el presidente Gonzalo, a quien insulta con palabras de grueso calibre. Su objetivo es arrastrarse a los pies de lo que ahora gobiernan el país, y su dirección no va allá de capitular de las ideas más elementales de la revolución. Patricia Caycho, la periodista de Caretas que realizó la entrevista a Feliciano, nos invitó a comentar dicho reportaje. Aquí nuestra opinión.
Dos hipótesis sobre la "Entrevista exclusiva con 'Feliciano' (Revista Caretas, 10 abril 2003) realizada por Patria Caycho: Una que sea auténtica y que en verdad refleje las ideas políticas de Oscar Ramírez Durand. En ese caso, habría que admitir el brusco viraje (la capitulación) respecto a su posición política anterior cuando era "combatiente" del Partido Comunista del Perú (PCP). La otra hipótesis es que la respuesta al cuestionario enviado por la periodista de Caretas haya sido traficada en el penal de la Marina y que ella haya salido del mismo laboratorio que en 1993 se fabricó las "cartas de paz" que la mafia fujimorista adjudicó a Abimael Guzmán. En cualquiera de los casos, es visible que el propósito principal de que las autoridades hayan autorizado que Feliciano hable para una revista limeña, es reeditar la traición en los penales del país, y confundir a los maoístas que se mantienen firmen en proseguir la lucha armada en Perú.
1. Las respuestas que se suponen de Feliciano, resultan una retahíla de falsedades e insultos y no aportan absolutamente nada para comprender el fenómeno y la historia de la lucha social de las dos últimas décadas en Perú. La entrevista privilegia viejos argumentos policiales contra Abimael Guzmán. De la misma manera que antes lo hizo el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) manejado por Montesinos, sindica a Guzmán de haber usado a las masas como "carne de cañón" bajo el objetivo de satisfacer sus apetitos personales. Recurre también al arsenal de la propaganda policial para calificar a Guzmán de felón, psicópata, cobarde y traidor. Cualquiera de estos calificativos se encuentran en abundancia en la propaganda antisuversiva fabricada de desde 1980 en los cuarteles de la policía y del ejército.
Los ataques de Feliciano contra Guzmán, son incongruentes y se perfilan no para afirmar una posición de izquierda, sino más bien para arrastrarse a los pies de los que ahora gobiernan el Perú. Así, acusa a Guzmán de que este se "vendió a la dictadura" fujimorista y que fue "engañado por Montesinos", pero al mismo tiempo él se declara partidario de una "reconciliación nacional". Para este propósito, el entrevistado de Caretas, se ofrece como "puente para un diálogo que lleve a una solución no militar" al conflicto armado en Perú. Como se conoce el discurso en torno a una "solución no militar" al problema de la guerra popular, fue la esencia de las discutidas "cartas de paz" que en octubre de 1993 el gobierno anterior difundió desde la sede de la Organización de las Naciones Unidas. Estas cartas, en las que estampó su marca Montesinos, fueron la médula de la criminal política contrainsurgente del gobierno fujimorista y ellas objetivamente sirvieron entre otras cosas para acentuar la militarización del Estado.
2. Feliciano, ya sea como "combatiente", "apoyo", o simplemente simpatizante" (como dice en Caretas) da muestras de su absoluto arrepentimiento y capitulación de las ideas más elementales de la revolución social en Perú o en cualquier parte del mundo. Su metamorfosis política lo convierte en un elemental apologista de las gastadas ideas políticas y del sistema decadente de la burguesía. Feliciano se empeña en aplicar un servilismo a ultranza. Así dice, que la democracia, "pese a todos sus problemas, es el mejor sistema político". ¿De qué democracia se trata?. Si se refiere al Perú basta ver el "gobierno democrático" instaurado por el señor Toledo para saber que este tipo de sistema político, sustentado en la corrupción y en la creciente militarización del Estado, es sinónimo de miseria y hambre de millones de peruanos. Como le consta a la mayoría de ciudadanos peruanos, el régimen toledista, no es otra cosa que la continuación del fujimorismo bajo otra máscara. En lo fundamental, los mismos personajes que desde el parlamento, las empresas privadas, los bancos, los medios de comunicación, y hasta de la iglesia, que sostuvieron el régimen anterior, ahora prestan sus servicios al gobierno de "todas las sangres" de Toledo.
Feliciano, dice también, que las "guerras son deshumanizadoras" y que "Sendero" debería convertirse en "partido democrático" con "dirigentes renovables". Las guerras no se dividen en guerras "inhumanas" o "humanas". Las guerras son justas o injustas. Así una guerra para acabar con el hambre y la dictadura de una clase dirigente lumpenizada como la que dirige el Estado peruano, es una guerra justa y liberadora. Así una guerra criminal y de conquista como la que acaba de realizar los Estados Unidos contra Irak es una odiosa guerra injusta y exterminadora. Ni la sociología burguesa ni los ideólogos reaccionarios, pueden ocultar que en los sistemas capitalistas las organizaciones políticas (partidos) tienen carácter democrático. Mismo en los Estados Unidos, se publican serias criticas sobre la naturaleza dictatorial de los dos partidos (El Demócrata y el Republicano) que se turnan en el poder desde hace más de 50 años. En Perú, la situación es más desastrosa, y basta mirar el panorama de los partidos tradicionales o también a esas caricatura de "partidos políticos" (El Partido de Fujimori, el Partido de Toledo, o pequeños conglomerados electorales), para anunciar que el cuento sobre el "partido democrático" es algo parecido al cebo de culebra que se vende en los mercados populares.
3. Las declaraciones de Feliciano, auspiciadas por la Marina y el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) (fueron los que aprobaron la entrevista), aparte de pretender implantar una versión aún más traidora y de derecha de las "cartas de paz", busca en lo inmediato distorsionar la situación actual del Partido Comunista del Perú (PCP). El lío de callejón, entre un ridículo Feliciano y un Gonzalo que junto con capitular jugaba cartas con Montesinos, presenta un cuadro surrealista de la organización maoísta. Y en ese aspecto se oculta que el PCP, dirigido ahora por militantes de base, hace grandes esfuerzos para lograr dotarse de una organización capaz de ponerse al frente de la aguda lucha de clases en Perú y potenciar la lucha armada bastante debilitada por el momento. En efecto, los camaradas que la propaganda denominan "grupo proseguir", y que en teoría y práctica rechazan la negociación de la lucha armada, se proponen en lo inmediato realizar un intenso trabajo (ideológico-político) en el seno de las masas pobres, reorganizar y fortalecer los instrumentos de la revolución (Partido, Ejército y Frente) aparte de reconstruir los diversos organismos generados del PCP. El hambre y la miseria, cada vez más aguda en el país, depara todas las condiciones materiales para la agudización de la lucha de clases. La crisis del sistema político peruano no tiene salida dentro de los esquemas de las élites políticas que dirigen el Estado. La situación nacional y los efectos de la crisis internacional, impondrá la necesidad histórica de un cambio radical de la sociedad peruana, y es en este contexto que los maoístas peruanos actúan y se preparan para las contingencias armadas en perspectivas.
En la nueva situación del Perú (mayor crisis, mayor represión, más desigualdad entre pobres y ricos, más hambre y pobreza, más desocupación, más corrupción, etc.) y en el futuro de las luchas populares y en especial de la lucha armada, ni Feliciano ni el supuesto Gonzalo que escribía cartas de paz desde la prisión, ni los demás prisioneros que se pasaron a trabajar con Montesinos (Osman Morote, María Pantoja, Magie Clavo, Cox Beauzeville, y otros) no tienen ningún rol que cumplir, salvo el que la propaganda y la policía les ha deparado en el terreno de la contrarrevolución.