El investigador documentó que soldados han retomado posiciones en la zona zapatista
Cada vez más miembros del Ejército reciben instrucción contrainsurgente brindada por EU
Hermann Bellinghausen Enviado
San Cristobal de Las Casas, Chis., 9 de mayo. La conducción del conflicto en Chiapas por parte del gobierno "muestra que el régimen de (Vicente) Fox sigue manteniendo la salida militar como una opción", expuso el investigador Juan Manuel Sandoval Palacios, durante el primer Encuentro Hemisférico Frente a la Militarización, realizado esta semana en San Cristóbal de las Casas.
"El Ejército ha retomado posiciones en la zona zapatista. Las patrullas militares recorren los caminos, instalan controles, se internan en las comunidades, interrogan a campesinos. Los helicópteros y aviones militares siguen sobrevolando las comunidades. Las localidades en resistencia viven entre los patrullajes y la amenaza continua de grupos de priístas o de paramilitares". Sandoval afirma que "en los hechos, el gobierno de Vicente Fox ha adoptado la misma estrategia de contrainsurgencia y endurecimiento contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que puso en práctica el gobierno zedillista".
El cerco militar impuesto es "acompañado de una táctica de saturación militar". La "saña" que refleja el gobierno mexicano contra el zapatismo "muestra intolerancia hacia un movimiento que contiene gérmenes de una verdadera democracia participativa", el ejercicio de la soberanía popular, y un proyecto económico alternativo al modelo neoliberal. "Las tropas del gobierno mantienen sus posiciones en la selva y los Altos. La salida militar siempre ha sido una opción del gobierno, que sigue reforzando su visión autoritaria al considerar este conflicto como un problema de seguridad nacional".
En el trabajo La contraguerra a la guerra de red social del movimiento zapatista: la nueva estrategia contrainsurgente del Pentágono, el también coordinador del Seminario Permanente de Estudios Chicanos y de Fronteras señala que los estadunidenses "otorgan a México un lugar prioritario en su seguridad económica y nacional. El gobierno estadunidense busca un control absoluto de las regiones fronterizas, militarizándolas y aplicando en ellas las estrategias de la guerra de baja intensidad y de la guerra de redes sociales. En esta perspectiva, hemos visto que el Estado mexicano ha enfrentado el conflicto chiapaneco como un problema de seguridad nacional que pone en riesgo la soberanía del país". Lo cual "implica una salida autoritaria, cuando lo que se requiere es una salida política que reconozca las demandas del EZLN y del pueblo en general".
Las contraofensivas gubernamentales
Haciendo historia, Sandoval Palacios documenta que en la preparación de la contraofensiva político-militar gubernamental después del levantamiento se contó con asesoría de Estados Unidos. "En 1994 el general Gordon Sullivan, jefe del estado mayor del ejército de Estados Unidos, realizó dos visitas al entonces secretario mexicano de la Defensa Nacional, Antonio Riviello Bazán. Se proponía recopilar información sobre el conflicto chiapaneco, así como vender artículos 'no letales' para el Ejército Mexicano". Además, Sullivan vino a ofrecer un incremento de los recursos del Programa Internacional de Educación y Entrenamiento Militar para México, que en dos años pasó de 400 mil a 700 mil dólares.
Más adelante se registraría la presencia de "agregados militares" estadunidenses en la zona ocupada por el Ejército federal el 9 de febrero de 1995: "El asesoramiento mencionado también provino de Guatemala (entrenamiento a los soldados mexicanos por parte de kaibiles), y especialistas de Argentina, denunciados en medios informativos de su país. Y aun de israelíes, o con técnicas israelíes aplicadas por los militares guatemaltecos".
En el estudio detalla que "durante casi un año se incrementaron los efectivos militares en Chiapas para completar el cerco alrededor de los zapatistas". Por puertos marítimos y aéreos entró al país "tonelada tras tonelada", de armamento adquirido por el gobierno mexicano en el extranjero.
La ofensiva de febrero de 1995, como lo han señalado múltiples autores, se basó en la nueva estrategia militar de guerra de baja intensidad (GBI). En esencia, dice Sandoval, "una doctrina para la contrarrevolución", la cual se plasma en el Manual de guerra irregular: operaciones de contraguerrilla o restauración del orden, editado por la Secretaría de la Defensa Nacional en 1995.
"Este manual es la expresión de una profunda metamorfosis que la cúpula militar puso en marcha en 1995 como resultado directo de este conflicto. Según un documento confidencial elaborado por Sedena en 1995, en el corto y mediano plazos las fuerzas armadas del país centrarían sus tareas en la contrainsurgencia y lucha antinarcóticos", revela el autor. Para tal restructuración se contó con apoyo material, asesoría y adoctrinamiento de Estados Unidos. Bajo la supervisión y con entrenamiento del Pentágono se crearon entre 1996 y 1997 los Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales (GAFE), unidades de elite especializadas en asalto aéreo.
"Muchos de los mandos superiores han recibido educación militar en Estados Unidos; y a partir del primero de enero de 1994 un número creciente de militares mexicanos ha recibido entrenamiento contrainsurgente en la Escuela de las Américas y otras instalaciones militares estadunidenses". En este contexto ubica el autor los crecientes apoyos a las fuerzas armadas y policías de México y otros países de América Latina, y específicamente en el caso de Chiapas, "un mayor involucramiento militar en tácticas y equipo de contrainsurgencia (de acuerdo con veteranos de Vietnam como Brian Wilson, y militares como Donald Schulz, experto en América Latina del US Army War College)".
Guerra en la red: guerra a la red
"Chiapas es el vivo ejemplo de revolución que no existiría sin una red de colaboración internacional. Pero posiblemente 'la red' tampoco existiría sin la experiencia de Chiapas. Aquí es donde, de forma más clara, se configura el modelo: la revolución es la red", cita el estudio a la periodista española Pepa Roma (Jaque a la globalización. Cómo crean su red los nuevos movimientos sociales y alternativos, Grijalbo-Mondadori, Barcelona, 2001). Según dicha autora "casi todos los movimientos de lucha actuales han aprendido de Chiapas la importancia de conectarse en la red. Y no sólo mediante Internet, sino de cualquier canal de comunicación con el exterior".
Ante el fenómeno mediático y de redes que fue el zapatismo desde su origen, la estrategia de guerra en su contra no podía ignorarlo. El gobierno de México "busca aislar cada vez más a los zapatistas, con mecanismos que se inscriben claramente dentro de la estrategia contrainsurgente de la contraguerra a la 'guerra de red social'".
En su extensa exposición, Sandoval Palacios describe la ofensiva gubernamental que se inició en febrero de 1995 y que se incrementó a partir del ataque paramilitar en Acteal en 1997. Esto, sumado a "la eliminación de la Comisión Nacional de Intermediación y la marginación de la Comisión de Concordia y Pacificación", permitió al gobierno "actuar más libremente; cercar, aislar, desestructurar, inmovilizar, y posiblemente aniquilar al EZLN y sus organizaciones y frentes de apoyo", en el contexto de una nueva estrategia político-militar, denominada por los analistas y estrategas estadunidenses John Arquillas y David Ronfeldt, de la Rand Corporation (vinculada al Pentágono), como 'guerra de red', y particularmente en el caso del movimiento zapatista, como guerra de red social". El movimiento de los indígenas chiapanecos fue considerado por los estrategas de la Rand como "el nuevo paradigma para caracterizar los conflictos sociales en el nuevo orden mundial, una vez que la guerra fría llegó a su fin".
En el análisis del movimiento zapatista que Arquillas y Ronfeldt realizaron para el secretario de la Defensa de Estados Unidos, "la estrategia de la guerra de red social se enfoca no solamente al EZLN, sino a todas las organizaciones, frentes, redes e individuos que forman parte de la red de apoyo al zapatismo".
Así, guerra de red no puede verse como la acción desarrollada por "un nuevo actor social o antisocial, sin que haya una contraguerra de red para confrontarla". El concepto, de acuerdo a Arquillas y Ronfeldt (2001) "fue acuñado por el subcomandante Marcos en 1999, cuando afirmó que 'netwar' describía al movimiento zapatista, y que 'Counternetwar' instruía la estrategia de sus oponentes militares y paramilitares". Los autores dedujeron que "tanto los zapatistas como el liderazgo del Ejército Mexicano habrían leído su informe, que analizaba al movimiento zapatista como un caso de guerra de red social". Por su parte, el alto mando militar mexicano habría manifestado "admiración por el concepto" en el año 2000.
¿Con qué grado de éxito pueden aplicarse estas propuestas en el caso de México?, se preguntan los analistas estadunidenses. "El gobierno, el Ejército, el Partido Revolucionario Institucional, y ahora el Partido Acción Nacional enfrentan dificultades para combatir a un conjunto de actores enlazados mediante redes". El gobierno ha tenido que organizar sus propias redes entre dependencias y gobiernos "para prevalecer frente a las redes pro zapatistas". En el caso de Chiapas, los militares "han respondido innovadoramente, refinando la organización y la actuación de pequeñas unidades y vinculándolas en redes en toda la zona".
Estos mismos estrategas plantean que "para asegurarse de que la guerra de red no afecte la estabilidad o capacidad de transformación de México, el gobierno deberá mejorar su capacidad para librar una contraguerra de red", sin descuidar "la imperiosa necesidad de mantener un ritmo creíble de reformas".
En esta perspectiva, Juan Manuel Sandoval Palacios considera "que la contraguerra a la guerra de red social que lleva a cabo el gobierno mexicano está enfocada a analizar y contener, aislar, desestructurar, inmovilizar y aun aniquilar a las redes sociales que forman parte del llamado movimiento zapatista". En contra de ellas se llevan a cabo acciones y tácticas, "desde las clásicas de corte contrainsurgente del conflicto de baja intensidad, hasta campañas desinformativas, de espionaje y creación de organizaciones no gubernamentales financiadas por el gobierno para contraponerlas a los grupos independientes, a los cuales se intenta poner freno y control".