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Latinoamérica

22 de mayo del 2003

América Central: El triunfo de William Walker

José Steinsleger
La Jornada

Sam Zemurray, un inmigrante de Besarabia que a principios del siglo pasado amasó su fortuna comprando plátanos podridos a la United Fruit Company (UFC) para venderlos al menudeo en Nueva Orleans, solía decir que en Honduras "una mula vale más que un diputado".

No por ofensivo el comentario del magnate bananero deja de cuadrar bien a los cinco presidentes que el 10 de abril pasado, sentados al lado de George W. Bush, y a la misma hora en que las tropas yanquis ocupaban Bagdad, firmaron un acuerdo de "libre comercio" entre América Central y Estados Unidos, país que se niega a comprar los productos primarios de la subregión.

Revelando a qué especie pertenecen los monigotes de su casta, el presidente de Guatemala, Alvaro Portillo, declaró: "Somos cinco naciones muy pequeñas negociando con la más poderosa nación del planeta. Lo hacemos para garantizar el bienestar de nuestros pueblos y la seguridad de la región a la que pertenecemos (El Diario de Hoy, San Salvador, 11/4/03)".

¿De qué tamaño debería ser un país para negociar con "la más poderosa nación del planeta"? Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica abarcan, respectivamente y con una población inferior, territorios más extensos que los de Corea del Sur, Austria, Israel, Hungría y Holanda.

¿Qué de "superiores" tendrían estos países en comparación con los centroamericanos? ¿La disciplina, la nieve, la fe, la cultura, los tulipanes o las políticas de distribución de la riqueza, educación, salud, nutrición y baja mortalidad materno-infantil que hacen al orgullo nacional?

"Cinco naciones muy pequeñas..." Pero al emanciparse de España, estos países, que primero se adhirieron al efímero imperio mexicano de Iturbide (1821-23) y después se dieron una organización federativa, nacieron con formas republicanas desde mucho antes de que existieran Corea del Sur, Austria, Israel, Hungría y Holanda.

La política balcanizadora de Inglaterra y el expansionismo estadunidense acabaron con la Federación Morazánica (1829-39). Los pueblos centroamericanos perdieron el rumbo integracionista y para festejar el fracaso de la unidad, los "padres fundadores" de los partidos tradicionales vendieron en 50 dólares (cincuenta) la ciudad maya de Copán a John Lloyds Stephens, embajador de Washington en la región.

El mejor ejecutor de la doctrina Monroe (América para los americanos, 1823) fue William Walker, fanático religioso a sueldo de los políticos esclavistas de Estados Unidos.

En 1853 Walker ocupó Baja California y se proclamó "presidente" de Sonora y Sinaloa. Dos años después, al frente de la llamada "Falange de los inmortales" (mercenarios reclutados en los puertos de Nueva Orléans y San Francisco), tomó la ciudad nicaragüense de Granada, juró en inglés sobre una alfombra roja en la catedral de la ciudad, restableció la esclavitud y asumió como "presidente" de Nicaragua.

De aquellos años data su libelo En defensa de la esclavitud, escrito con un estilo más honesto y preciso que los documentos que en nuestros días redactan los tecnócratas del ALCA. Dice Walker: "El verdadero campo para ejercer la esclavitud es la América tropical; allí está el natural asiento de su imperio y allí puede desarrollarse con sólo hacer el esfuerzo..."

Walker fue derrotado y fusilado por los patriotas centroamericanos. No obstante, los pueblos del istmo perdieron el rumbo integracionista y vivieron a la deriva institucional. Hasta que en 1895, Honduras, Nicaragua y El Salvador suscribieron un acuerdo sobre política exterior común (Pacto de Amapala), que fuera torpe-deado durante la invasión yanqui a Corinto (Nicaragua, 1896), en tanto que un Consejo de los Estados Unidos de Centro América (1898) fuera asimismo liquidado por sendas invasiones de marines a San Juan del Norte y Bluefields (Nicaragua, 1899).

En 1908 empezó a funcionar en Costa Rica la primera Corte Centroamericana de Justicia, suprimida en 1923 por las presiones de Washington. En 1921, no bien las cinco repúblicas celebraron un Pacto de Unión Provisional y Guatemala impulsó la República federal tripartita con Honduras y El Salvador, la United Fruit y la American Banana Co. empujaron a Costa Rica y Panamá a la guerra en el valle del Coto. De Sandino en adelante, la historia es mejor conocida.

Es claro que en meros términos geográficos y demográficos, las cinco naciones centroamericanas encierran un potencial de desarrollo que podría tener tanta fuerza como el de España, con una población inferior y en un territorio también inferior, aunque con más afinidad nacional y sociocultural que la existente en la "madre" patria.

¿Qué falla entonces? Fuera del negocio de las mulas de Zemurray, falla aquello de lo que no se quiere hablar: de un lado, el patriotismo y la dignidad nacional; por el otro, el crónico servilismo estructural de las clases dominantes centroamericanas.

Los presidentes de América Central creen haber retomado la "unidad" con formas de "libre comercio" que no podrán ser ni libres ni impulsoras del desarrollo social. El ALCA centroamericano, anticipo de lo que le espera a América Latina a partir de 2005, surge de la subordinación estatal, la dependencia económica y la alienación cultural.