VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

Ser de izquierda

Emir Sader ALAI-AMLATINA, Río de Janeiro.

Desde que la palabra izquierda fue utilizada para designarla como corriente política, la izquierda estuvo siempre vinculada a la idea de justicia social, de igualdad, de solidaridad, de libertad y de democracia. Múltiples variantes -más reducidas o más diluidas- buscaron dar cuenta de lo que significaría ser de izquierda, todas ellas vinculadas al proyecto de construcción de otro tipo de sociedad. Así la izquierda ganó proyección en la crítica y en el rechazo al capitalismo, considerado responsable de la explotación, la opresión y la alienación.
Por oposición, el socialismo siempre asumió un carácter libertario, de lucha por una sociedad sin clases y sin Estado, sin dominación y sin explotación, donde los hombres conquistasen la capacidad de ser dueños de su propio destino.
¿Qué significa hoy ser de izquierda en un país como Brasil? La mayor brutalidad que vivimos en nuestro país es la desigualdad, ya que somos sistemáticamente electos y reelectos por la ONU como el país más injusto del mundo, esto es, aquel donde los bienes están peor repartidos. Como Brasil es la 11ª economía del mundo en términos de producto bruto, no se trata de carencia absoluta de bienes, sino de su pésima distribución. Por eso, las utopías de izquierda en el Brasil de hoy tienen que estar íntimamente vinculadas a la construcción de una sociedad justa, de universalización de derechos, donde el trabajo esté asegurado para todos, en condiciones básicas de dignidad en las condiciones de trabajo y en la remuneración, donde todos puedan vivir de su trabajo y nadie viva del trabajo ajeno.
Tres etapas sucesivas de formas de organización de la sociedad produjeron y reprodujeron sucesivamente las desigualdades que se acumularon y persisten hasta hoy, reforzándose unas a otras. La primera viene de la colonización de Brasil y de su sustento en el trabajo esclavo durante siglos. Se produjo la concentración de la tierra, la exclusión de los trabajadores rurales del acceso a las condiciones mínimas de sobrevivencia, incluso después del término formal de la esclavitud. Rescatar los derechos básicos de la población rural significa por lo tanto, ante todo, la realización de una reforma agraria que abarque la totalidad del país. Es parte integrante de la utopía de la igualdad en el Brasil de hoy la extensión y consolidación de los derechos al trabajo, a la educación, a la salud, a la vivienda, a la afirmación de las identidades culturales de las poblaciones rurales del país.
La segunda etapa de desigualdades fue producida por la forma como se dio la industrialización, como la producción fue básicamente volcada a la exportación y al consumo suntuario, a expensas de las necesidades básicas del conjunto de la población. Un mercado concentrado demanda bienes de lujo y la producción, a su vez, se vuelca hacia quien dispone de capacidad de consumo. Se generó así un círculo vicioso que alimenta la concentración de renta y la exclusión de la mayoría de la población de los bienes indispensables a su bienestar. Luchar por la igualdad significa, en este caso, luchar por la democratización de la producción, de la comercialización y del consumo.
Pero recientemente se sumaron las desigualdades producidas por la financierización de la economía, fundada en las tasas de interés más altas del mundo. El Estado, vio deteriorarse su prestación de servicios para la masa de la población, mientras los recursos básicos recaudados por los gobiernos fueron drenados para la esfera financiera, el capital productivo migraba hacia la especulación, la masa de los trabajadores y de las pequeñas y medianas empresas se endeudaba. Este proceso se extendió y se profundizó de tal forma que definirse de izquierda -un gobierno, un partido, una persona- es ante todo, luchar contra la hegemonía del capital financiero sobre la economía y todos sus efectos perversos sobre el conjunto de la sociedad brasileña. Es luchar por el triunfo del mundo de la producción y del trabajo sobre el mundo de la especulación.
La utopía de la igualdad pasa, hoy, por lo tanto, en primer lugar, por la lucha contra las raíces de los privilegios: la propiedad improductiva en el campo, las grandes corporaciones industriales y comerciales orientadas privilegiadamente hacia la exportación y el consumo de las elites, y el capital especulativo. La construcción de un Brasil justo y solidario comienza por ahí. (Traducción ALAI)