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Latinoamérica

20 de mayo del 2003

Entrevista con Sergio Antonio Gorgen, uno de los fundadores del Movimiento de los Sin Tierra, de Brasil
Con Lula "no nos hacemos ilusiones"

Jesús Ramírez Cuevas
Masiosare

El MST es hoy el movimiento social más importante de Brasil. Durante más de 20 años ha movilizado a miles de campesinos sin tierra para combatir la injusticia agraria de una nación donde 1% de los propietarios acapara 43% de su territorio. En este tiempo ha conquistado la tierra para más de 350 mil familias. El MST, organizado sobre una democracia de base y con autonomía de los partidos, también ha ganado espacios institucionales. Frente al triunfo de Luis Inacio Lula da Silva, que ha sido su aliado histórico, el MST enfrenta el desafío de apoyar su gobierno sin renunciar a la movilización y a su lucha. Por eso, uno de sus dirigentes, Sergio Gorgen, afirma: "Ganamos el gobierno, pero no el poder"

La vida de Sergio Antonio Gorgen, un sacerdote franciscano que eligió la opción por los pobres, está ligada a la historia del Movimiento de los Sin Tierra, de Brasil (MST), del que es uno de sus fundadores. Fue designado por el movimiento para participar como director de la reforma agraria durante el gobierno de Olivio Dutra en Río Grande do Sul. Actualmente es diputado del Partido de los Trabajadores por ese estado. Hace unos días visitó México y concedió una entrevista a Masiosare, en la que aborda la trayectoria de este movimiento social, uno de los más importantes del continente.

Brasil tiene una de las concentraciones de tierra más grandes del mundo: tan solo 1% de los propietarios es dueño de 43% del territorio del país. Por esa razón, las luchas por la tierra marcaron el siglo XX. Los campesinos buscaron apropiarse de las tierras del Estado, pero cuando éstas se agotaron comenzaron a invadir los latifundios.

Sergio Gorgen explica que en 1964 la dictadura militar sofocó al movimiento campesino; muchos de sus dirigentes fueron asesinados o partieron al exilio. Pero en 1975, en pleno régimen militar, un grupo de obispos y sacerdotes de la Iglesia católica creó la Comisión Pastoral de la Tierra. Esa instancia apoyó las luchas de campesinos sin tierra y de pequeños agricultores.

En 1979, un grupo de campesinos protagonizó la primera ocupación de tierras en Río Grande do Sul. "A pesar de la persecución de los militares, la Iglesia católica protegió a los sin tierra, que terminaron ganando su lucha", recuerda el fraile franciscano.

En ese campamento -Encrucijada Natalino- surgió el MST hace 24 años. "Primero dentro de la Comisión Pastoral; luego declara su autonomía, pero sigue manteniendo una buena relación con los religiosos", dice.

A partir de entonces, el MST se fue extendiendo por todo el país. "Las luchas urbanas, importantes al inicio de los ochenta, prácticamente dejaron de existir por la crisis económica, el desempleo y las presiones contra los sindicatos. Eso ayudó a que el MST tuviera gran visibilidad en los medios y en la sociedad brasileña. Más aún cuando los latifundistas intentaron reprimirnos", indica Gorgen.

En 1996 ocurrió la matanza de 19 campesinos sin tierra en Dorado de Caraias, estado de Pará. "Este hecho provocó una revuelta nacional. El MST hizo una larga marcha de Sao Paulo a Brasilia (2 mil 500 kilómetros). Al entrar a la capital eran más de 100 mil personas; esto tuvo un gran impacto nacional. Ahí se consolidó el movimiento, que amplió su presencia a 22 de los 27 estados de la federación".

Durante estos años, el MST ha logrado el asentamiento o recolocación de más 350 mil familias campesinas, de los 5 millones que no tienen tierra en el país.

Los pobres hacen política

Darcy Ribeiro, uno de los más reconocidos antropólogos brasileños, escribió que el MST era "la primera irrupción de los excluidos en la política nacional, un volcán que de repente aparece".

Al respecto, Sergio Gorgen afirma que "en el MST la política es hecha por personas pobres, por una ciudadanía popular". A diferencia de los partidos políticos, incluso los de izquierda, "donde los intelectuales de clase media detentan el poder interno, el MST es construido y dirigido por los propios sin tierra".

En pocos años, cientos de campesinos han adquirido una formación política notable, expone Gorgen. "La sociedad se impresiona cuando ve a campesinos sencillos discutir con el Presidente, con funcionarios, diputados o intelectuales. Es así como las clases populares entraron a la escena política".

Todo esto ha sido posible, aclara su dirigente, porque el MST es una organización descentralizada. Cada campamento decide su forma de organización política, económica o comunitaria. Es una red cimentada en la democracia de base que articula una estructura estatal y nacional.

Pero el crecimiento del movimiento, dice Gorgen, lo obligó "a comprender que no bastaba con la movilización, que es necesario combinar la lucha social directa con la búsqueda de mayores espacios institucionales para aumentar la capacidad de influir en los centros de decisión".

Por eso, el MST propone regidores, alcaldes, diputados y senadores, "para defender sus posiciones en el escenario nacional", puntualiza . El MST también propone funcionarios a los gobiernos de izquierda cuando van a aplicar programas "de interés estratégico para el movimiento, como la reforma agraria".

Consciente de los riesgos que esto significa, Sergio Gorgen apunta que "es una nueva forma de hacer política, que contradice el esquema clásico. Para el MST, los movimientos no deben ser correa de transmisión de ningún partido, mucho menos del Estado. Deben mantener su autonomía y, desde ahí, negociar sus demandas. Que existan miembros del MST que participen en partidos o sean legisladores o funcionarios no significa una cooptación del movimiento. A ellos no se les trata como compañeros, sino como cuadros del Estado. Eso es algo completamente nuevo", subraya el dirigente brasileño.

"Construir un control popular sobre el poder nacional"

Tras el triunfo de Luis Inacio Lula da Silva, aliado histórico del MST, éste encara varios dilemas. "Lula ganó el gobierno aliado con sectores liberales y empresariales. No fue una victoria pura de la izquierda. Y aunque el MST lo ha acompañado en sus cuatro campañas, no va abandonar las movilizaciones", advierte Gorgen.

"La lucha del MST no es contra el gobierno, sino contra una estructura social, económica y cultural de Brasil: el latifundio. Y vamos a continuar tomando tierras y haciendo marchas. La presión popular es también parte de la democracia", asevera.

Entre las contradicciones que enfrenta el MST, Gorgen señala que "la izquierda tuvo un enorme avance con Lula, pero no va a poder hacer las grandes transformaciones que prometió al principio, su espacio de maniobra es pequeño. Esa es la paradoja: tenemos el gobierno, pero no el poder. No nos hacemos ilusión sobre eso".

"La democracia en el neoliberalismo es una fantasía", asegura Gorgen. "Aunque elijamos Presidente, quien decide es el Banco Mundial y las grandes trasnacionales. Por eso, el MST busca construir un control popular sobre el poder nacional. No se trata de ocupar el gobierno para hacer las mismas cosas que los otros han hecho siempre. Nuestra propuesta es construir espacios de decisión controlados democráticamente por la población".

En este panorama, dice Sergio Gorgen, la reforma agraria no es sólo una cuestión económica; implica la defensa de un modo de vida, la agricultura campesina. Al mismo tiempo, es otra forma de poder, porque las multitudes campesinas se apropian de la tierra que estaba en manos de los grandes latifundistas".

En síntesis, concluye, "esto es lo que planteamos movimientos como el MST o los indígenas de Chiapas: proponemos alternativas democráticas y una resistencia organizada contra un modelo económico que deja fuera a los pobres. Ese es el desafío que enfrentamos ahora".