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Latinoamérica

Los dos saqueos

Juan Carlos Mas C.

Quienes comparan las imágenes de los dos saqueos, de Bagdad y de Panamá, podrá pensar que se trata de puras coincidencias. No se trata de ello, salvadas las distancias en términos de comparación geográfica y poblacional, el saqueo de Iraq ya es y será mucho mayor. Pero no es coincidencia. Hay dos saqueos secuenciales: uno estructurado y otro no estructurado. El saqueo no estructurado, pero permitido y fomentado, en abierta violación criminal de las disposiciones de las convenciones de Ginebra sobre el comportamiento de las naciones ocupantes en tiempos de guerra, ya es causa que sin lugar a dudas motivará a los juristas a demandar a los Estados Unidos. No obstante este era un saqueo necesario a la luz de la programación bélica de los Estados Unidos., es la segunda parte del programa psicológico de la guerra: aquel que empezó con el llamado shock de pavor que buscaba intimidar la resistencia. En esta nueva fase del combate psicológico ahora se trata de infundir el sentido de dependencia en el vencido haciéndole pedir por favor que se encarguen de sus vidas.
No es casual que las dependencias saqueadas sean todas estructuras del Estado: No se trata de ocupar un país y proseguir su forma de administración estatal, sino de reemplazarlo todo y para ello, que mejor que dejar que las estructuras del Estado sean consumidas por el fuego, así no habrá que hacer otra cosa sino sustituirlas planamente.
Pero al referirnos a los dos saqueos no estamos hablando de los dos ámbitos geográficos de Panamá e Irak, sino de los dos saqueos secuenciales que esperan a los iraquíes. Así como después del saqueo de la urbe capitalina panameña - aquel saqueo no estructurado - después se impuso el saqueo estructurado, es decir el que tiene un plan y ejecución sistemática. Se trata de las privatizaciones regaladas, la desregulación de salarios, la desregulación de precios, la desregulación de fronteras arancelarias, después vendrá un largo horizonte de miserias evidenciadas -como en Panamá- por la expansión de la línea de pobreza, y los iraquíes sentirán que la riqueza que mana de sus tierras en forma de petróleo, así como son arrancadas del suelo, desangrarán la esperanza de las generaciones venideras. Pero todo tiene un pro y un contra. Los iraquíes podrán ahora encontrarse con las posibilidades de encontrarse nuevamente con el legado de la revolución popular de julio de 1958, aquella que fuera interrumpida por la maquinaciones de la CIA y sus aliados baasistas de entonces, que con el señuelo del nacionalismo exclusivista postergaron la gran unidad necesaria de todos los pueblos de la región.
Hoy los medios noticiosos recogen el coraje de la población civil iraquí que sale a las calles para decirle a los ocupantes que el petróleo de su suelo no es ni será norteamericano, ni privatizado a favor de los intereses de Bush y Cheney. Las gentes reclaman sus servicios de Salud - que los tenían-,y la seguridad ciudadana que la tenían. ¡Ni Saddam ni Bush! es el clamor de la calles ¿Qué tal? Al establecimiento norteamericano le ha resultado la maniobra como al perro goloso que se engulle un sapo y no sabe como deshacerse de la carga toxica. Siempre ha de salir el sol tras esa larga noche de las bombas, anunciada para todo el mundo en la primera estrofa del himno norteamericano: ¡Oh, si pudieras ver la resplandeciente aurora de las bombas!