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Latinoamérica

Ese mundo vasto y ajeno

Emir Sader ALAI-AMLATINA

Nunca la humanidad tuvo tantos medios para transformar el mundo según sus decisiones y nunca el mundo pareció escapar tanto a su control. El mundo fue hecho por los hombres, no conforme a su voluntad, a partir de las condiciones que encuentra, es cierto, pero al final de cuentas fueron las relaciones humanas que produjeron el mundo tal cual es. Y sin embargo se mata, se invade, se destruye en nombre de la humanidad, de la soberanía, de la libertad, de la democracia, de la civilización -en última instancia-, en nuestro nombre.
No importa que la opinión pública mundial esté manifiestamente en contra. Tropas imperiales invaden un país para -como decía Kissinger de Chile- salvar a los iraquíes de sus propias locuras y es claro que no son recibidos como libertadores, incluso porque libertad y democracia no se entregan ni se exportan.
Democratizarse liberarse o son conjugados en la primera persona del singular y del plural, o son su opuesto. El mundo parece, más que nunca, vasto y ajeno -en la palabras del escritor peruano Ciro Alegría-.
Pero si el mundo fue hecho por el hombre, ¿como descifrarlo? El gran desafió del pensamiento humano es descifrar esa contradicción para que el pensamiento y la práctica humanas orienten esa reconciliación del hombre con su mundo, con el mundo que creó y en el cual no se reconoce.
Por eso los conceptos de explotación, de dominación y de alienación siguen siendo centrales para comprender nuestro mundo. "Ellos hacen, pero no saben" -escribía Marx en el prefacio del "Capital", para referirse a ese gigantesco proceso reiterado cotidianamente de los hombres produciendo los bienes sin conciencia de hacerlo, sin definir cómo, ni cuánto, ni para quién lo hacen y siendo expropiados del valor que producen a favor del capital. Ese mismo proceso, de otra forma, se reproduce cotidianamente, cuando tejemos las relaciones de un mundo que se nos escapa, que parece tener vida propia, vivir por sí mismo, -en la TV, en los noticieros, en las declaraciones de los que gobiernan en nuestro nombre.
La dominación -que tantas veces asume la forma directa de la discriminación- en sistemas políticos que incitan la pasividad, que más nos despojan de nuestra voluntad de lo que nos representan y la fortalecen, -es otro de los ejes fundamentales para comprender este mundo en que vivimos y que nos aflige tanto. Minorías que gobiernan en nombre de la mayoría, blancos que gobiernan en países de mayoría indígena, verdaderos dominadores legitimados por los medios de comunicación y por mecanismos vacíos de perpetuación política de las elites.
Alienar es entregar al otro lo que es nuestro, en términos jurídicos, y tiene que ver directamente con la forma como ese conjunto de procesos se reflejan en nuestra situación, en un mundo que miramos como si lo viésemos por la ventana, cuando en la realidad es nuestro espejo, por más deformada que sea su imagen.
Nuestra alineación en el mundo de hoy está, ante todo, en nuestra incapacidad de comprender el mundo en que habitamos. Redescubrir los orígenes de esa alineación es conseguir comprender las raíces de nuestra impotencia ante de la guerra, de nuestra perplejidad ante la violencia cotidiana que se extiende de forma aparentemente irreversible, de la desesperación de tanta gente que busca resolver su situación de forma desesperada, por la violencia individual, en fin, del mundo vasto y ajeno tal cual lo vivimos hoy.
Apropiarnos de nuestro destino es el humanismo de hoy.
El saber producido en nuestras escuelas, en nuestras universidades, de nada vale si no ayuda al pueblo a tomar conciencia de sí mismo, a saber quién es, o qué hace, por qué lo hace, para ayudarle a tomar conciencia de sí mismo y construirse como sujeto de su vida. Los medios de comunicación, tienen sentido, si ayudan a las grandes mayorías desvalidas a entenderse como seres humanos, a fortalecer su voluntad de hacer de sus vidas movimientos transparentes de sentido, de solidaridad, que vuelvan a las personas más humanas.
Aprender de la guerra, de la victoria de la truculencia, de la mentira, de la intolerancia, para aumentar nuestra capacidad de indignarnos con todo eso, con todo el que nos acostumbra al absurdo de un mundo que se basa en la violencia, en la rapiña, en la expropiación -material y espiritual- de gran parte de la humanidad. Que el mundo vasto y ajeno se vuelva transparente, lleno de significados, asumidos concientemente. Que el mundo sea remodelado por los hombres, conciente y democráticamente, para que nunca más vivamos en un mundo ajeno a los valores humanistas como este en que vivimos.
Un mundo sin exploración, sin dominación y sin alineación.
(Traducción de ALAI)