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Latinoamérica

1 de abril del 2003

Crimen y castigo del neoliberalismo boliviano

Andrés Soliz Rada
Rebelión .

En los primeros tres meses que transcurrieron del año 2003, el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL), ya tiene en su haber 200 heridos graves y 56 muertos. Treinta y uno de estos últimos corresponden a los enfrentamientos armados entre policías y militares, ocurridos los días 12 y 13 de febrero últimos, en las proximidades del Palacio de Gobierno, de la ciudad de La Paz, y los veinticinco restantes a víctimas de la represión en protestas recientes, en diferentes puntos del país. La insólita cantidad de muertos simboliza, de manera precisa, los resultados de las políticas neoliberales, aplicadas en Bolivia, desde hace 17 años, iniciadas en el último gobierno de Víctor Paz Estenssoro (1985 - 1989)..
Paz Estenssoro inició las medidas de ajuste estructural con el decreto 21060, de 29 de agosto de 1985, precedido de un mensaje que se inició con estas palabras: "Bolivia se nos muere". El 9 de febrero de 2003, GSL, en otro mensaje, en el que anunció el denominado "impuestazo" y que consistía en arrebatar a empobrecidos asalariados entre el 12 y el 25 por ciento de sus ingresos, utilizó una expresión similar: "Bolivia está en bancarrota". Lo grave es que entre el "Bolivia se nos muere", de Paz Estenssoro, y el "Bolivia está en bancarrota", de Sánchez de Lozada, el país ha perdido el control de sus hidrocarburos, de su Banca estatal, de sus ferrocarrilles, de sus plantas de energía hidroeléctrica, de su compañía aérea, de sus empresas de servicio (agua, luz electricidad) y de sus telecomunicaciones. Y lo más grave de todo: Ha perdido su autoestima y su fe en el porvenir..
El pretexto para impulsar la debacle consistió en afirmar que era necesario cambiar la locomotora del desarrollo económico, ya que el Estado nacional estaba imposibilitado de seguir cumpliendo esa tarea. Se dijo entonces que la locomotora Estado sería reemplazada por el capital trasnacional, el cual debía traer al país tecnología, capitales y fuentes de trabajo. Diecisiete años después, se comprueba que las trasnacionales no eran la luz al final del túnel, sino el reflector de una locomotora que avanzaba en sentido contrario a los intereses nacionales, con la que se removió los pilares defensivos de la República..
GSL, en su campaña electoral de 1993, mediante la cual accedió a su primer mandato presidencial, presentó el denominado "Plan de Todos", que aseguró que, al liquidarse las empresas estratégicas del Estado, el país generaría 500 mil empleos en cinco años y un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), del 8 por ciento, en los años venideros. Los resultados económicos son tan desastrosos como los muertos y heridos de las últimas semanas. El propio presidente ha ofrecido "obras con empleos", financiados con la casi inexistente inversión pública, ya que las ofertas de inversión de las trasnacionales se asemejan a promesas de astrólogos inescrupulosos e irreponsables. Igual destino corrieron los ofrecimientos de empleo y tecnologías de punta..
La succión del excedente causó la virtual quiebra de las finanzas públicas y un incremento del déficit fiscal del 8.5 por ciento del PIB, que el FMI ordenó rebajar al 5 por ciento en los próximos 365 días. Es en ese contexto que el régimen "sanchezlozadista" pretende cubrir el desface con un "impuestazo", que alcanza inclusive a los policías, cuyo amotinamiento, por razones salariales, contó con el respaldo de movilizaciones populares. Todo lo anterior culminó con la matanza antes mencionada..
Sólo ahora, cuando la economía boliviana es un barco a la deriva, sin timón y sin esperanzas, arrepentidos neoliberales criollos, entre quienes se encuentran muchos desesperados empresarios nacionales, advierten que en países tan débiles y dependientes como Bolivia, sólo el Estado nacional es capaz de contener las arremetidas trasnacionales. Ese Estado nacional necesita, a su vez, controlar, a través de empresas públicas, sectores estratégicos de la economía, como Petrobras en el Brasil o Codelco, en Chile..
Lo cierto es que construir un proyecto de desarrollo autónomo, en el marco de lo posible, en países semicoloniales, como Bolivia, articulado por el Estado, el movimiento popular y empresarios nacionales, cuesta Dios y su ayuda. La tarea se asemeja al alpinista que trata de subir un cerro escarpado. Cada paso es un triunfo sacrificado. Pero caer en el trayecto, a veces es cuestión de minutos. Basta un conjunto de leyes antinacionales, como las que aprobó GSL, para que Bolivia esté otra vez en el abismo..
Quizás uno de los mayores defectos de las fuerzas populares y contestatarias de América Latina resida en que, salvo pocas excepciones, no saben defender el territorio conquistado. Debería quedar claro que la existencia de empresas estatales, siempre susceptibles de mejorar su eficiencia y de erradicar los intentos de corrupción que las asechan, es una victoria frente al imperialismo. Defender las que existen y reconquistar las que se perdieron es una de las tareas prioritarias de la coyuntura. Esa es una de las líneas central en las que coinciden las fuerzas políticas y los movimientos sociales que resisten al suicida neoliberalismo de Sánchez de Lozada.