VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

EE.UU.-Centroamérica

La libre atadura.
Orlando Oramas León.

SIN HABER concluido su proceso integracionista, y con verdadera prisa, los gobiernos centroamericanos negocian un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, en lo que para Washington constituirá la antesala y prototipo deseado del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)..
Aderezado ante sus pueblos como meta imprescindible para resolver los acuciantes problemas nacionales, el proyecto ganó en aceleración luego de que el Congreso estadounidense aprobara en agosto pasado el fast track, facultad otorgada al presidente George W. Bush para establecer acuerdos comerciales con terceros países..
Washington busca apresurar las discusiones del TLC con América Central para sentar un precedente al ALCA -cuya entrada en vigor está prevista para el año 2005-, cuando crecen en el continente las voces que alertan o se oponen a ese proyecto neocolonizador..
El Premio Nobel de Economía, el estadounidense Joseph Stiglitz, aseguró hace unos días que el ALCA no será un Área de Libre Comercio, pues, subrayó, Estados Unidos no abre completamente sus mercados, sigue subsidiando la agricultura y mantiene tarifas arancelarias que inhiben futuras incursiones en sus mercados..
Las opiniones de Stiglitz sirven para ilustrar lo que puede ocurrir respecto a la nueva vinculación que establecerá Estados Unidos con las repúblicas centroamericanas. La asimetría es tal entre las partes que difícilmente América Central tendrá real capacidad competitiva..
Si quedaban dudas de las intenciones estadounidenses, ya lo confirmó el negociador Robert Zoellick. Al defender ante el Congreso lo que llamó como nueva doctrina de la administración Bush, el funcionario aseguró sin cortapisas que Washington busca "ventaja total" en sus negociaciones con otros países y para ello adelantó "presiones agresivas para asegurar los beneficios de la apertura comercial para familias, hacendados, empresas, operarios y consumidores" de Estados Unidos..
"Usar todos los medios legales y necesarios", "conquistar el máximo de ventajas", "forzar y controlar lo que sea posible", "liderazgo comercial de Estados Unidos en todo el planeta" son algunas de las frases que utilizó Zoellick ante los congresistas para explicar una visión imperial que otorga al resto del mundo un papel secundario, subordinado y dependiente..
AFLORAN LAS DIFERENCIAS.
Hace unos días concluyó en Cincinatti, Ohio, la segunda ronda negociadora para el TLC EE.UU.-Centroamérica. Allí apareció lo que los despachos cablegráficos califican como la primera gran diferencia en las discusiones entre norteamericanos y centroamericanos..
"Las propuestas estadounidense en torno al comercio de textiles, medicinas y agro-químicos no reflejan nuestros intereses", según declaró la negociadora costarricense Anabel González. El diario tico La Nación suscribió que tal propuesta "levantó los primeros chispazos de conflicto entre sectores productivos"..
Washington pretende imponer salvaguardia para los textiles, medicinas y agroquímicos que se producen en el istmo. Centroamérica deberá presentar su contrapropuesta, durante la tercera ronda negociadora que tendrá su sede en El Salvador, del 31 de marzo al 4 de abril..
Para Salomón Cohen, jefe de la delegación negociadora guatemalteca, "no tiene sentido negociar un tratado para quedar igual o peor de lo que estamos". Cohen hacía referencia a la restricción en los textiles por la cual esos productos solo podrán ingresar al mercado estadounidense si son confeccionados con materias primas norteamericanas..
El diputado costarricense Rodrigo Carazo abrió el debate en la Asamblea Legislativa de esa nación al cuestionar la velocidad con que tienen lugar las negociaciones del tratado, con vistas a su firma para fines de este año..
Carazo criticó que el TLC esté discutiéndose "sin que haya un mandato del pueblo", mientras -reveló- el salario de los negociadores ticos es pagado por Washington a través de una fundación privada..
Un enfoque diferente es el del presidente salvadoreño, Francisco Flores, el más fiel aliado de EE.UU. en el área. Flores considera que el TLC será la mejor política migratoria, pues preconiza que hará disminuir la emigración ilegal hacia territorio estadounidense..
Pero el mandatario salvadoreño olvida que los tratados comerciales impulsados por la potencia del Norte solo estipulan el tránsito de bienes, capital y mercancías, pero no liberalizan el movimiento de ciudadanos de terceros países. Así lo demuestra el TLC de América del Norte (NAFTA, por su sigla en inglés), cuya implementación trajo consigo el reforzamiento de los controles fronterizos de Estados Unidos con México, la construcción de muros y alambradas, la deportación de indocumentados mexicanos y la reticencia a establecer un acuerdo migratorio con el Gobierno del presidente Fox..
Sectores productivos y sociales de América Central han exteriorizado sus preocupaciones de que el TLC beneficie solo a la parte norteamericana, en detrimento de la región. Los arroceros, por ejemplo, temen ser desplazados y arruinados, y ello podría ocurrir con otras producciones, particularmente de la mediana y pequeña empresas..
El TLC no solo no tiene en cuenta el componente de desarrollo humano, sino que limita todavía más a los Estados nacionales en su capacidad y prerrogativas de establecer políticas con sentido social..
Centroamérica llega a la negociación con Estados Unidos cuando sus gobiernos enfrentan, a nivel regional, diferencias y contradicciones que conspiran contra el proceso interno de integración..
El hecho de que las autoridades del istmo se adelanten al resto del continente, lejos de demostrar unidad o fortaleza, pudiera ser un indicio de que Washington se abalanzó sobre el eslabón más débil, y alista para Centroamérica un tratado de libre atadura y subordinación, que luego, con el ALCA, intentará extender a toda América Latina. .