Injerencia de EE.UU. en Latinoamérica refuerza presencia militar
 Las nuevas hipótesis de conflicto del capitalismo - Región: 
  América Latina 
  Por Odalys Buscarón de Prensa Latina 
  
  A pesar de los preparativos para una próxima campaña bélica, 
  en este caso, contra Irak, Estados Unidos persiste hoy en mantener y velar por 
  sus intereses en América Latina mediante una abierta y cada vez más 
  intensa presencia militar en este continente. En los últimos tiempos, 
  y sobre todo, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 Washington 
  encontró una nueva razón para desplegar sus fuerzas en la región: 
  combatir el terrorismo, y seguir con la vieja retórica de 'golpear' al 
  narcotráfico. 
  El hecho más reciente es el anuncio -que ahora intenta desvirtuar- del 
  envío a Colombia de unos 150 soldados, miembros de las tropas elites, 
  pertrechados de la mejor tecnología para ayudar en las labores de rescate 
  de tres estadounidenses retenidos por las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias 
  de Colombia (FARC). 
  La confirmación sobre el alistamiento del comando fue reportada el pasado 
  sábado por el cotidiano estadounidense The Washington Post que asegura 
  la autorización del presidente George W. Bush para ese despliegue, el 
  cual sobrepasó los límites establecidos por el Congreso para el 
  caso de Colombia. El incidente, provocado tras el derribo de la avioneta Cessna 
  -propiedad de Estados Unidos- en que viajaban cuatro oficiales de inteligencia 
  norteamericanos y un suboficial del Ejército colombiano es sin duda otro 
  capítulo de la injerencia de ese país. Analistas de la nación 
  andina advierten de que en caso que Estados Unidos persista en una participación 
  de sus efectivos significaría un involucramiento directo de ese gobierno 
  en el conflicto armado que vive Colombia desde hace más de cuatro décadas. 
  
  Este hecho que acapara hoy la atención de la opinión pública 
  colombiana, sin embargo, no es nuevo, y es sólo otra de las aristas que 
  muestra el Plan Colombia, diseñado precisamente desde el Pentágono 
  y puesto en marcha en 1999. Nacido como una estrategia antidrogas y con un financiamiento 
  aportado por Estados Unidos de mil 300 millones de dólares, el programa 
  pasó a ser un importante puntal para combatir a la insurgencia, tras 
  la asunción del presidente Alvaro Uribe. Para tal misión se trasladaron 
  hacia Colombia unos 500 asesores militares y 300 civiles, que se suman a otros 
  70 soldados que entrenan a sus pares colombianos en la supuesta protección 
  de la infraestructura petrolera en el departamento de Arauca. De acuerdo con 
  las leyes estadounidenses, los militares de ese país tienen la autorización 
  para asesorar en la temática contrainsurgente, pero no pueden participar 
  en operaciones conjuntas ofensivas. 
  Criticado incluso por gobiernos vecinos, el Plan Colombia no es el único 
  propósito marcado de Washington, están también la iniciativa 
  Andina y los juegos de guerra Nuevos Horizontes y Ejercicios Unitas. Más 
  de una vez, la Casa Blanca ha retomado el lenguaje tradicional de 'seguridad 
  nacional' para justificar los movimientos de sus tropas y el envío de 
  funcionarios de los servicios de inteligencia a cualquier punto de Latinoamérica 
  (y del planeta, en general), en el ejercicio de creerse también los mensajeros 
  de la justicia. Tal concepto quedó claro en un documento del Departamento 
  de Estado circulado en 1999, 'Síntesis de la estrategia de Seguridad 
  nacional' en que se dice 'haremos lo que sea necesario para defender esos intereses, 
  incluso usaríamos nuestro poder militar en forma unilateral y decisiva 
  si fuera necesario'. Enmascarados como presuntos contingentes humanitarios y 
  de asesoramiento, centenares de efectivos del Comando Sur del Ejército 
  estadounidense desembarcan varios meses en el año en diferentes cantos 
  del hemisferio, con arsenal bélico de alta tecnología, comida 
  y hasta el agua para beber. 
  Sin embargo, el peligro que advierten opositores políticos y analistas 
  es el hecho de que los boinas verdes estadounidenses ingresan a esos países 
  en la gran mayoría de los casos, sin el consentimiento de la comunidad 
  legislativa y con un pasaporte de inmunidad, en plena violación de las 
  soberanías nacionales. 
  Medios de prensa de la República Dominicana y opositores del gobierno 
  denunciaron esta semana la llegada al territorio de unos 62 soldados estadounidenses 
  como avanzada de una tropa mayor, que se instalará en ese país 
  caribeño durante tres meses en la realización bilateral de maniobras 
  de guerra Nuevos Horizontes. Por el puerto de Santo Domingo, desembarcaron además 
  52 militares para acompañar una carga de 36 contenedores y 40 equipos 
  de campaña. 
  El diputado dominicano Pelegrín Castillo, quien preside una comisión 
  legislativa para investigar el asunto consideró de muy grave la llegada 
  de tropas extranjeras sin fundamento legal, e incluso, desconocida por la cancillería. 
  El Pentágono ha desperdigado asimismo bases militares y estaciones de 
  vigilancia satelital por toda la región con el pretexto de combatir el 
  terrorismo y el narcotráfico, desde Centroamérica hasta la Tierra 
  del Fuego, en territorio argentino. Entre los más conocidos y criticados 
  por su impacto en la estabilidad regional están los enclaves de Manta 
  (Ecuador), Tres Esquinas, Larandia (Colombia), Iauareté y Alcalá 
  (Brasil). Sin dejar de mencionar a las bases de Aruba y Curazao; y otras. Con 
  los atentados del 11 de septiembre, la Triple Frontera, compartida por Brasil, 
  Paraguay y Argentina, volvió a ser noticia para Estados Unidos, que asegura 
  'existen grupos extremistas que actúan en la región para proveer 
  financiamiento al terrorismo internacional': El salvoconducto para la injerencia 
  
  Intervención española