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Latinoamérica

Los tibios y la política

Juan Pablo Cárdenas S.

Pasaron los tiempos en que los políticos eran admirados por la fortaleza de sus convicciones y su firme resolución a cumplir con sus propuestas.
En Chile, los líderes que la historia recuerda con admiración defendieron tenazmente sus ideas y hasta dieron la vida antes de transarlas. Lo mismo ocurre con las figuras internacionales, con el espíritu visionario de Bolívar, con la voluntad inclaudicable de un De Gaulle y la intransigencia heroica de Ghandi y Mandela.
Hoy, en cambio, se celebra el oportunismo y la habilidad en discurrir explicaciones para incumplir con las promesas electorales. Los ministros mejor evaluados no son los que cumplen con sus tareas y encomiendas ciudadanas, sino los que pasan por simpáticos y contemporizadores con las ideas de sus adversarios o de la prensa rectora. Antes se celebraba al dirigente de vida sobria; hoy se admira al político vestido a la moda, bien movilizado y con recursos para financiar a esa serie de personajes que pululan en torno al poder.
En el pasado, los canales de televisión avivaban la polémica.
Buscaban a los panelistas de buen verbo y sólidas posiciones.
Hoy, se prefiere a los personajes livianos y tibios.. Importa más la corbata del invitado que lo que trae dentro de la cabeza. Por lo mismo, esos espacios obtenían antes buena sintonía y eran comentados tanto o más que el fútbol o el tenis que, curiosamente, hoy también languidecen como la política y el Festival de Viña del Mar.
En estos días, por ejemplo, el político común evita un pronunciamiento frente a la posible guerra que se fragua contra Irak y el control del petróleo. Muy pocos toman posición y los que están obligados a emitirla tratan, vanamente, de quedar bien con Bush y con el Papa. En la farándula estival hay quienes se han olvidado, incluso, de los escándalos y la crisis económica interna y andan ya afanosamente preocupados de descubrir nuevos "rostros" para las próximas elecciones, como si nada hubiese acontecido.
Es en la pobreza de convicciones, tibieza o falta de coraje de nuestros dirigentes que la política deviene en corrupción, desinterés popular y, lo peor, en la inconsistencia moral de los propios pueblos. ¿Acaso nos son ahora las organizaciones civiles las que nos exhiben su descomposición? Sobornos millonarios dispuestos por las empresas para corromper a los empleados públicos, malversaciones de fondos hasta en los voluntariados e instituciones de beneficencia, pedofilia y otras aberraciones en los sacerdotes. Además del pavoroso crecimiento de las mafias del narcotráfico, de las redes de prostitución de menores y otras terribles lacras.
¡Qué validez adquiere, después de 2 mil años, esa máxima evangélica de que en el juicio final los tibios serán vomitados! jueves 27 de febrero de 2003 ############################################### De: Luis Eduardo Garzon <
info@luchogarzon.com> DESHOJANDO LA MARGARITA...
Por Lucho Garzon* No envidio al presidente Uribe con las decisiones que en esta etapa de su gobierno tiene que asumir. Si pide la renuncia a su ministro del Interior, como muchos sectores de la opinión le solicitan, primero, daría incumplimiento a su promesa de tener los mismos ministros en su cuatrienio, y de colofón le daría la razón a quienes ven que cada vez éste Gobierno tiene más parecido con Ernesto Samper y por consiguiente, muchos de sus electores, que ven en él una nueva forma de hacer política, se verían frustrados. Pero si no lo cambia, seguirá el deterioro de sus relaciones con el poder judicial, corre el riesgo de perder a su Cancillera, difícilmente logrará un acuerdo nacional contra el terrorismo dado el carácter y disolvente de Londoño, y menos podría acercar al Partido Liberal en su estrategia de fortalecer su gobernabilidad.
Así mismo, en el tema del Referendo, si se baja, como le han sugerido algunos parlamentarios gobiernistas, dos de sus principales consignas -ajuste fiscal y reforma política- quedarían en veremos, mientras que si persiste, pondría en peligro su alta popularidad e incluso, la meta de votos correspondientes al mínimo para sacar adelante su iniciativa.
También tiene el gran dilema de qué hacer con las elecciones locales, pues el calendario debe comenzar en marzo y si se dan indicios de que éstas se realizarán, le estaría enviando el mensaje de tumbar el punto de la prórroga a la Corte Constitucional. Y de no hacerlo, las elecciones dependerían no sólo de esa decisión, sino de la votación en el referendo.
De igual forma, si se concreta la propuesta de suspender el período de gracia establecido para aplicar el Tribunal Penal Internacional por delitos de guerra, pondría en riesgo la negociación con las autodefensas. Y de no hacerlo, generaría la impresión de que les está haciendo concesiones a la inmunidad y a la impunidad de esos delitos atroces. Es más, si le da zona de despeje sólo al sector que encabeza Castaño implicaría una mayor fragmentación de las Auc. Y de no dárselas, no podremos los colombianos saber qué, con quién y para qué se está haciendo esa negociación.
El Presidente debe estar deshojando la margarita para tomar las decisiones trascendentales para el futuro de su gestión y del país.
En el plano internacional, si continúa con su intención de hacer acuerdos bilaterales con EU en relación con medidas arancelarias, pondrá en grave riesgo la solidaridad que requiere en la región para su lucha contrainsurgente. Y si no persiste en ese tipo de acuerdos, tendrá la presión de los empresarios colombianos, que sienten que este cuarto de hora es el de ellos para que muchos de sus productos tengan unas preferencias especiales. Si le sale a la camorra que se ha planteado de aquí para allá y de allá para acá con el Gobierno venezolano, podemos salir damnificados económicamente, pues bien sabemos que hoy ese país, además de las exportaciones tradicionales, depende de muchos de nuestros alimentos para sobreaguar su profunda crisis. Por el otro lado, si no pelea con Chávez, tiene la presión de los sectores que verían en ésa, una actitud blandengue.
En la medida en que acepte participación de tropas extranjeras para una eventual solución de la guerra en Colombia, pondría en evidencia que su política de seguridad democrática es un fracaso y que las Fuerzas Armadas colombianas no son lo suficientemente idóneas para asumir esa responsabilidad.
Y de no aceptarla, tendría la presión de quienes se sienten con derecho, en nombre de defender a sus connacionales, a intervenir en el rescate, generando un precedente en relación con otros países cuyos ciudadanos están también secuestrados. De no tener éxito en la recuperación de éstos y no aceptar la ocupación, estaría sometido a la presión del canje.
Así como se toma los tiempos para nombrar el reemplazo de Juan Luis en el Ministerio de Protección Social, el Presidente debe estar deshojando la margarita para tomar las decisiones trascendentales para el futuro de su gestión y del país. En el lo hago...no lo hago...lo hago..., ojalá la decisión final sea la más acertada.
-- *Polo Democrático