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Latinoamérica

La responsabilidad de Chile y la guerra en Irak

por Daniela Ponce (EE.UU.)

En el debate global sobre Irak, Chile mantiene una posición clave no sólo como miembro electo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sino también como un país que, con fuertes recuerdos de la intervención estadounidense, tiene un papel histórico que cumplir.
Vivo a quince minutos del Pentágono-en la calle donde mataron a Orlando Letelier-y trabajo a una cuadra de la Casa Blanca. Si se trata de aprender del pasado para mejorar el presente, vivo en la ciudad indicada ya que es aquí donde se engendra lo más nocivo en políticas mundiales. Nosotros, los mismos chilenos que recién brotáramos en el mapa cuando Allende llegó al poder como "amenaza mundial," pareciéramos haber olvidado la responsabilidad que asumimos cuando Washington derrocó nuestra democracia. Hoy la amenaza es claramente otra y está lejos de nuestra tierra. Sin embargo, no debiera estar lejos de nuestra memoria.
Con los pocos chilenos que hay, lo aislados que estamos, y lo tercermundista que somos (me he conformado con el apelativo), pocas veces nos encontramos en las posiciones adecuadas y en los momentos precisos para poder ejercer voz y voto en arenas internacionales. Este es uno de ellos.
Chile es ahora una pieza fundamental si se quiere evitar la guerra contra Irak. Pero más importante aún, Chile es clave en evitar que el sistema internacional se quiebre a favor de Estados Unidos y en consecuencia, colapse en cenizas.
Como parte del Consejo de Seguridad y como, de alguna forma, representante de los sudamericanos, Chile tiene la obligación no sólo de actuar de acuerdo a sus mayorías, sino que también de acuerdo a sus principios.
Demás está decir que Estados Unidos tratará de comprar el voto chileno, si es que no lo ha hecho aún. El tratado de libre comercio, así como la "amistad² con Estados Unidos, parecieran ser la coima. Sin embargo, y en contraste con muchos otros países de la región, Chile ha abrazado la idea de la legalidad y la justicia. Es éste el momento adecuado para demostrar lo que somos y en lo que creemos. Como bien señaló el embajador Juan Gabriel Valdés, sólo el resultado de las inspecciones así como las sugerencias para un plan de desarme, lograrán que la comunidad internacional pueda llegar a un acuerdo mayoritario, legítimo y sin las actuales presiones -incluyendo espionaje- a los miembros electos del Consejo de Seguridad.
Estas presiones a los países más pequeños responden a asuntos de intereses vitales para los países más poderosos. Estados Unidos quiere obtener hoy los contratos prioritarios de petróleo en el Medio Oriente (los que actualmente le pertenecen a Francia y Rusia) y así jugar con sus precios en el mercado internacional. Y esto no sería tan espantoso si ellos pudieran asegurarle al mundo que las bombas asignadas para sacar a Saddam Hussein del poder no caerán -como cayeron las sanciones económicas- sobre los sistemas básicos de sobrevivencia iraquíes. Todo esto no sería tan grave si el mundo pudiera dormir tranquilo sabiendo que a causa de la guerra, miles y miles de niños no morirán en Irak ni por el bombardeo, ni por las enfermedades que, indignas de ser definidas en enciclopedias del siglo XXI, son causadas por la destrucción de infraestructuras civiles. Pero a pesar de e-bombs y smart weapons, Estados Unidos no garantiza este desarrollo.
Tampoco puede Estados Unidos explicarnos exactamente porqué es que debemos desechar el sistema internacional que sostiene las Naciones Unidas y que intenta prevenir conflictos violentos donde, como ya sabemos, no mueren más que inocentes. El mismo sistema que, a través de cortes internacionales de justicia, busca evitar que dictadores como Saddam Hussein sigan abusando de sus pueblos. Y el mismo sistema que proclama la esperanza de un desarme completo y no sólo el de algunos.
Entonces, ¿por qué es que Estados Unidos llama a la guerra para evitar que los iraquíes sigan sufriendo con Saddam y, al mismo tiempo, desacredita a la única organización capaz de llevarlo a la Justicia? ¿Por qué no es Estados Unidos parte del Tribunal Penal Internacional, si son los derechos humanos lo que le interesan? ¿Por qué Estados Unidos se refiere al desarme de Irak como un paso para establecer una área libre de armas de destrucción masiva en el Medio Oriente y es a su vez, el proveedor de armas más grande en esta región? La manipulación feroz que sigue ejerciendo EE.UU. en la ONU para el cumplimiento de sus objetivos hegemónicos es devastadora. De la misma forma en que lo es un nuevo precedente de una guerra preventiva -claramente ilegal si se lleva a cabo sin el apoyo del Consejo de Seguridad. Esto sólo significa que a partir de hoy la guerra va a ser la forma de acción rutinaria en la resolución de conflictos y que cualquier país con básicamente cualquier argumento, podrá invadir a otro. Y aún peor, nadie, absolutamente nadie, podrá hacer nada al respecto -a menos que lo haga EE.UU. en función de sus intereses.
Sin embargo, hay alternativas aún no exploradas en este conflicto. Entre otras, la reconstrucción y el fortalecimiento del sistema de derecho internacional. Y esto no es del todo utópico, porque como bien indica el New York Times, existen nuevamente dos potencias mundiales: Estados Unidos y la opinión mundial.
En el Institute for Policy Studies en Washington DC, hemos organizado varias campañas con vistas a que las autoridades escuchen a la opinión pública. En estos últimos meses, hemos estado ocupados con foros políticos, informes, publicaciones, y una campaña singular que intenta asistir a ciudades en cada estado de EE.UU. a pasar resoluciones en contra de la guerra.
Chile puede y debe hacer algo parecido. El activismo a todo nivel es esencial en deslegitimar la acción unilateral y las presiones a base de coima a países como el nuestro. Esta turbia historia puede ser cambiada, y es nuestra propia historia. Ella que no merece menos.