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Latinoamérica

12 de marzo del 2003

Explanada de los ministerios

Frei Betto
Traducido para Rebelión por Hugo Scotte

Desde la Plaza de los Tres Poderes, donde trabajo, contemplo la Explanada de los Ministerios.

Mi mirada va hacia el pasado y retorna al presente, ahora, como si la realidad fuese un sueño.

Allí está la ministra Marina Silva, recolectora de caucho, analfabeta hasta los 14 años, militante de las CEBs (Comunidades Eclesiásticas de Base) del estado de Acre que, por invitación del obispo Moacyr Grecchi, asesoré a mediados delos años setenta.

Al lado, Benedita da Silva, Ministra de Asistencia y Promoción Social, líder comunitaria del morro Chapéu Mangueira, que quedaba atrás de nuestro convento dominicano de Leme, en Rio de Janeiro. La conocí cuando estaba casada con Bola y participaba del movimiento Fé e Política.

José Fritsch, Ministro de la Pesca, integrante de las CEBs de Chapecó y discípulo de don José Gomes.

En el monolito negro del Banco Central, me reencuentro con Henrique Meirelles, militante de la JEC (Juventud Estudiantil Católica) de Anápolis, movimiento del cual fui dirigente nacional en los años 60. Estuvimos juntos, en aquella época, en un congreso en el Colégio São José, en Tijuca, Rio.

En el Ministerio de Minas y Energía está Dilma Roussef, mi vecina de calle en la infancia, compañera de cárcel en el presidio Tiradentes, en São Paulo, en los años 70.

José Graciano da Silva, Ministro Extraordinario de Seguridad Alimentar y Combate al Hambre, también fue mi compañero en la JEC, responsable por la coordinación provincial en São Paulo. En 1964, participamos del encuentro de los militantes en el Colégio Notre Dame, en la capital paulista.

Olívio Dutra, Ministro de las Ciudades, militante de la Pastoral Obrera, compartió con Lula la alfombra de la sala de la casa de mis padres, en 1980, cuando retornábamos de una actividad sindical en el Vale do Aço, Minas Gerais.

Dentro del Palácio do Planalto, el viaje al pasado me trae de regreso a José Dirceu, líder estudiantil que estuvo escondido en nuestro convento de São Paulo en los años 60. Intenté avisarle del cerco policial al congreso de la UNE (Unión Nacional de Estudiantes), en Ibiúna, pero él prefirió correr el riezgo de ser preso antes que salvarse solo. Más tarde, cuando emergió de la clandestinidad, se lo presenté a Lula.

El gabinete personal del Presidente de la República es comandado por mi compañero de la Pastoral Operária, Gilberto Carvalho, que fue dirigente nacional del movimiento. Místico, jamás pierde la dimensión de los detalles y sabe tratar a cada persona con afectuosa atención.

Al frente de la Secretaría de Prensa está Ricardo Kotscho, con quien fundé los Grupos de Oración, activos desde hace 23 años.

Junto a mi sala está el gabinete presidencial. Lula trabaja de las siete de la mañana a las once de la noche. Él supo capitalizar nuestros sueños de juventud, darles consistencia política y, gracias a su carisma, transformarlos en realidad.

Ahora, en la Explanada de los Ministerios, somos una comunidad responsable por el gobierno de Brasil. Despierto del sueño y me quedo perplejo. Tengo un gabinete en el Palácio do Planalto? Cómo fue posible si no subimos a la Sierra de la Mantiqueira, ni disparamos un único tiro, si no hicimos una revolución? Pero sí, hicimos una revolución, con otros métodos: el de la organización popular, de la conquista progresiva de espacio en la política, teniendo como mentor a Paulo Freire; como arma la ética; como principio, la fidelidad a los pobres; repensando y, ahora, promoviendo la refundación del Brasil por la via de la participación ciudadana y del fortalecimiento de la democracia.

Fue árduo el camino que nos trajo hasta esta explanada. Como semillas, muchos compañeros cayeron. Otros se desanimaron o fueron cooptados por la seductora desesperanza del neoliberalismo.

Y sin embargo, estar en el gobierno no es lo que supone la vana imaginación. Las salas son pequeñas, el control ético de nuestros pasos es rígido, nada de privilegios. En los restaurantes internos, la comida es por kilo. Y se trabaja mucho, 12 horas por día como promedio. Son pocos días dentro de la máquina del gobierno. Pero una sola cosa me molesta: los pedidos de empleo, como si el Estado debiera mantener su tradición clientelista de perchero para los correligionarios y amigos. Felizmente, el nuevo gobierno se pauta por respetar a los funcionarios de carrera, preservar a los de notoria competencia, nombrar para funciones estratégicas y de confianza a profesionales de relevante capacidad en sus respectivas áreas.

Los ojos del Brasil están en la Explanada de los Ministerios. Desde allá adentro, los nuestros están en el pueblo brasileño, sobretodo en los que más sufren. Desde la amplias ventanas del Planalto, no son las audaces líneas arquitectónicas de la obra de Niemeyer lo que contemplamos, sino el rostro de aquellos que jamás tuvieron un gobierno a su servicio, empeñado en el rescate de la dignidad y la soberanía nacional.

Quiera Dios que podamos corresponder a tanta expectativa.

Pero una cosa es segura: no tendremos éxito si la población no se asume como nuestra compañera en este desafío histórico.

* Frei Betto es escritor, autor, entre otras obras de "Hotel Brasil" (Editorial Ática) y asesor especial del Presidente de la República