A 30 años de los comunicados 4 y 7
El día en que las Fuerzas Armadas tomaron el poder
Brecha / Rodelu
Cronología básica
No es por casualidad que todavía se discute si el golpe de Estado de 1973 fue en junio o en febrero. ¿Cuál fue el hecho culminante? ¿La disolución del Parlamento o el sometimiento definitivo al poder militar de un presidente surgido de una elección democrática? Hoy, viernes, se cumplen tres décadas de la carta abierta en la que Amílcar Vasconcellos anunció la inminencia de los hechos que marcaron aquel "febrero amargo": los comunicados 4 y 7 -cuyo texto se transcribe íntegramente- y el pacto de Boisso Lanza.
Miércoles 31 de enero
En una "Carta al pueblo uruguayo", el senador colorado Amílcar Vasconcellos, advirtió la irrupción de las Fuerzas Armadas en la conducción política del país.
"Nadie, (...) salvo por cobardía, por comodidad o por ceguera histórica tiene el derecho de ignorar que hay en marcha en este nuestro Uruguay -más allá de las declaraciones que se hayan hecho y que se puedan hacer- un movimiento que busca desplazar a las instituciones legales para sustituirlas por omnímoda voluntad de los que pasarían a ser integrantes de la 'internacional de las espadas'", señalaba Vasconcellos. "El pueblo tiene que saberlo porque él, y sólo él, es capaz de evitar que esta afrenta, vergonzosa y ultrajante, pueda ocurrir", sostenía el dirigente colorado, quien relataba a continuación algunos de los hechos en que fundaba sus afirmaciones.
Aseguraba, por ejemplo, que "los mandos militares han hecho publicaciones enjuiciando al propio presidente de la República, sin conocimiento del ministro y naturalmente sin conocimiento del enjuiciado, y el ministro Malet -a quien se llevaron por delante dichos mandos- se solidariza con la crítica del Poder Ejecutivo e increíblemente se mantiene en la cartera ministerial". Y escribía también que "la prensa hace referencia a declaraciones de jerarcas militares que en esencia intentan justificar la subversión señalando: ella es la consecuencia de la corrupción, y para hacerlo, al señalar que en tales o cuales sectores de la administración esta corrupción existe, no vacilan en incurrir en actos que son de por sí básicamente corruptores porque son subversivos al llevarse por delante sus mandos naturales y al entrar en declaraciones y valoraciones políticas que les están vedadas". Más adelante expresaba: "Que alguien pretenda justificar la existencia de la subversión porque en algunos sectores aparezcan elementos de corrupción sólo puede explicarse si existe -como existe y lo hemos probado con lecturas de documentos en el Parlamento-, un deliberado propósito de ir capitalizando hechos para justificar el progresivo desplazamiento del control de la administración -por ahora- para pasar en el momento que se estime oportuno al control del gobierno prescindiendo de las normas constitucionales vigentes".
Y culminaba Vasconcellos su carta en estos términos: "El dilema para nosotros es muy claro: o defendemos las instituciones contra quien sea -subversión de donde venga y cualquiera que sea el pretexto que adopte y el nombre o condición del subversor-, o dejamos, los gobernantes por el pueblo, de cumplir con nuestra obligación y entregamos el país al caos, a la dictadura que siempre lleva consigo todas las corrupciones, todas las arbitrariedades y todos los latrocinios. Estamos a tiempo: que se movilicen los partidos políticos, que se adopten medidas a nivel gubernamental para que los ministros hagan respetar su investidura y no marchen al son que toquen sus subordinados; que cada uno actúe dentro de las atribuciones que le marca la ley. No tenemos duda de clase alguna de que, para la defensa de las instituciones -salvo algunos sectores de espaldas al país- todos los partidos políticos responsables están dispuestos a aportar su esfuerzo. Todo es todavía simple con un poco de decisión; todo es inmensamente difícil ya si no hay ánimo y voluntad de decirle a la República: en el Uruguay sólo mandan las instituciones, fiel reflejo de la voluntad popular, a través de sus gobernantes electos por la ciudadanía en función de las normas que regulan nuestro ordenamiento jurídico. Los demás, están de más. Y si entre su ambición personal y el país, prefieren la primera, que le hagan un gran bien a la República, a sí mismos y a sus descendientes: que se retiren, todavía con honor, a la vida privada.
Que nadie se haga ilusiones: Latorre llega y nadie ha olvidado cómo se tuvo que ir; los 'latorritos' que tratan de llegar -aunque puedan lograrlo mediante la ayuda de cobardes y traidores-, que no olviden la lección histórica".
Jueves 8 de febrero
Con el propósito de controlar la efervescente situación militar, a primera hora el presidente Juan María Bordaberry sustituye al abogado Armando Malet por el general retirado Antonio Francese al frente del Ministerio de Defensa Nacional.
En la mañana de ese día el nuevo ministro se reúne con los mandos de las tres fuerzas y sólo encuentra respaldo en la Armada.
A las ocho de la noche, desde el canal oficial -en el espacio reservado a las Fuerzas Conjuntas- los jefes del Ejército y la Fuerza Aérea anuncian que desconocerían las órdenes de Francese y reclaman a Bordaberry su relevo.
A las diez y media de la noche, desde Canal 4, Bordaberry anuncia que mantendrá a Francese en el ministerio y convoca a la ciudadanía a reunirse en la plaza Independencia, frente a la Casa de Gobierno. Allí le acompañaban los ruralistas Juan José Gari y Olga Clérici (viuda de Benito Nardone) y varios otros dirigentes blancos y colorados de poco peso. A la convocatoria a la plaza responden unos 200 ciudadanos.
Viernes 9
En las primeras horas de la madrugada los fusileros de la Armada, mediante barricadas, cierran la entrada a la Ciudad Vieja. En respuesta, el Ejército saca sus tanques a las calles.
Por la mañana, el Ejército ocupa varias emisoras de radio, desde las cuales exhorta a los miembros de la Armada a unirse a sus planteos.
Se emite el comunicado número 4, firmado sólo por los mandos del Ejército y la Fuerza Aérea, cuyo contenido es evaluado, según la primera lectura de varias agencias de prensa, como de contenido "peruanista". Esa interpretación también fue la de varios sectores y dirigentes de la izquierda, en particular el Partido Comunista, que observaron con expectativa muchos de los postulados del documento. La controversia se extendió en los días y semanas siguientes a la prensa de izquierda: los editoriales de El Popular, por un lado, y de Marcha, por el otro, expresaron puntos de vista antagónicos al respecto.
En la noche, en un acto celebrado en la Unión -y que estaba previsto antes de esos acontecimientos-, el presidente del Frente Amplio reclamó la renuncia de Bordaberry, pidiéndole que en "un gesto patriótico" se fuera para su casa.
El presidente acepta el planteo castrense y releva al general Francese como ministro de Defensa Nacional.
Sábado 10
En nombre de Bordaberry, tres miembros de su gabinete -entre ellos Juan Carlos Blanco- intentan un acercamiento con las posiciones de los mandos militares insurrectos, que le permita conservar el cargo.
Por la noche, los comandantes del Ejército y la Fuerza Aérea emiten el comunicado número 7, una especie de agregado al de la víspera.
Domingo 11
La Armada se pliega a la posición del Ejército y la Fuerza Aérea.
Lunes 12
Bordaberry concurre a la base Boisso Lanza, acepta todas las exigencias de los mandos militares y pacta su continuidad en la Presidencia. Cuatro meses y medio después dispondrá la disolución del Parlamento y transcurrirán exactamente 40 meses hasta que sea relevado por Alberto Demicheli, a su vez sustituido, un mes después, por Aparicio Méndez. Años más tarde, el lugar que inauguró Bordaberry será ocupado por el general Gregorio Álvarez.
Comunicado número 4