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Latinoamérica

Paraguay: La crisis en tiempos de la sequía

Por Adolfo Giménez

Una niña indígena de diez años murió a mediados de diciembre por beber agua contaminada de un charco en Casanillo, a poco menos de 400 kilómetros al norte de Asunción. Una prolongada sequía endureció aun más la llanura seca y calurosa del chaco paraguayo. Meses atrás murieron otras siete criaturas por el mismo motivo. El desierto está insoportable inclusive para sus más antiguos habitantes quienes ya no tienen medios para sobrevivir y se encuentran abandonados en medio de una miseria que asusta. Luego de varios meses sin lluvia, el sol calienta la tierra y convierte la pampa seca en una desolación. En algunos puntos el suelo blanco se endurece casi como una piedra y en otros se convierte en talcales donde la polvareda tarda varias horas en desaparecer por falta de viento.
Pero solucionar el problema de agua es simple, no se necesita de mucha inversión, sin embargo, el largo abandono hace que muchos pueblos indígenas se vayan extinguiendo lentamente a causa del desarraigo, el hambre, las enfermedades y el alcohol en los pequeños pueblos a los que son empujados a vivir casi como animales, sin futuro y sin esperanza.
Los aborígenes sufren el mayor peso de la grave crisis que atraviesa Paraguay, aunque la peor parte de la historia todavía no está contada. 2003 será un año aún peor que el anterior. Trece años de apertura política luego de una dictadura de 35 años llegó a un punto límite de deterioro económico y crisis política. El Estado se encuentra en una situación de quiebra y nada podrá sostenerse si es que en forma urgente no se declara una moratoria a la deuda externa, se recortan gastos innecesarios del Estado y se aplica un control inmediato sobre el sistema financiero.
Técnicos de todos los sectores destacan la gravedad del momento pero no hay un consenso sobre los pasos a seguir como expresión de una destartalada clase dominante que se mantuvo en el poder mediante abusos e impunidades (y sobre una estructura atrasada de producción y co! mercio ilegal de todo tipo); sostenida sobre el privilegio y la exclusión hoy cada grupo quiere defender su parte de la torta con el arma a su alcance. Operadores políticos, empresarios, capo mafiosos de todos los niveles y colores, delincuentes comunes y simples arribistas abundan las campañas de los partidos con vistas a los comicios generales del mes de abril venidero y la imagen que representan es grosera cuando el hambre y la exclusión se acrecientan como nunca antes.
¿Y el pueblo qué? Sin embargo, el pueblo trabajador hizo escuchar su protesta con marchas, huelgas, bloqueos de rutas y reclamos urgentes, aunque no todavía con la intensidad y la fuerza requeridas para torcer el rumbo. Las principales organizaciones sindicales, campesinas, barriales, de estudiantes, mujeres, jóvenes e indígenas se articularon en dos instancias: La Plenaria Popular Permanente (PPP) y la Coordinadora por la Defensa de los Bienes Públicos que encararon una campaña unitaria en los meses de mayo y junio en contra de la privatización de la empresa telefónica estatal Copaco, conformando el Congreso Democrático del Pueblo (CDP).
Como experiencia fue lo más importante de los últimos años porque representa un signo de recuperación luego de la desarticulación de las centrales sindicales y marca la nueva forma de articulación del movimiento popular en su conjunto, de acuerdo a su composición y a sus demandas actuales (democráticas).
Esta experiencia tiene que ser retomada en 2003 para que la masa de explotados y oprimidos se exprese con más fuerza en esta coyuntura de grave crisis que tiene consecuencias profundas sobre el nivel de vida de todos/as.
Naturalmente un conglomerado de organizaciones gremiales en torno a un programa específico requiere de una expresión política que lleve adelante el proyecto histórico de liberación y de construcción de una nueva sociedad.
Pero es justo reconocer en este punto que las organizaciones de izquierda poco han avanzado hacia la unidad en torno a un ! frente y un programa común. Resulta evidente que la izquierda en Paraguay sigue siendo embrionaria, sin restar méritos a muchos honestos y combativos militantes que por décadas han intentado construir una herramienta genuina de lucha del pueblo.
¿Un nuevo período? Hoy el proceso político vive una contradicción clave porque no puede avanzar más pero tampoco puede retroceder al pasado como pretenden muchos sectores ligados al partido de gobierno que enarbolan la bandera de la vuelta de Strossner o de un militar de sus mismas características para cumplir de nuevo el papel de arbitro en la puja por la torta.
Si la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) ya no era 'funcional' a los intereses de amplios bloques de la clase dominante, el nuevo régimen abierto - contradictoriamente- tampoco lo es.
Se quebró un aparente consenso asumido a finales de la década de los años 80 para iniciar un proceso de cambio (de transición) de acuerdo a la receta neoliberal, de apertura comercial, libre circulación de capital y una institucionalidad nueva basada en la repartija 'democrática' de cargos en los poderes del Estado, un cronograma electoral y una utilización 'adecuada' del aparato represión policial y militar.
Pero la traba principal que tuvo este esquema fue que la forma de la acumulación y la estructura económica se mantuvieron iguales, por lo tanto, se empantana y no puede avanzar y además no tiene una fuerza política nueva que lo pueda empujar hacia adelante. El hecho de que el Partido Colorado (en el gobierno hace m s de 50 años) continúe siendo la 'alternativa' produce más incertidumbre que certeza de lo que ocurrirá en los próximos años.
Es por ello que hoy se puede hablar de un nuevo periodo, el más difícil en mucho tiempo, en el cual las organizaciones socialistas deben plantear la alternativa de salida inmediata a la crisis, con un proyecto definido, con una fuerte intervención política, mostrando al pueblo que se puede, que es posible avanzar; que se puede! empujar el carro hacia adelante con la decisión y la unidad necesaria, para evitar que cada año que pasa sea un golpe que anuncia la llegada de otro peor.