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Latinoamérica

La voluntad de soñar del joven José*

Hermanos y hermanas:


Deseo agradecer al Movimiento Social por la Integración Centro Americana (MOSICA) por esta oportunidad para exponer nuestra visión sobre el papel de los jóvenes en el cambio social. Pensamos que es un tema de mucha actualidad e importancia.
Para nosotros el criterio básico, la orientación fundamental de nuestras posiciones las derivamos del estudio de la Biblia, de las Sagradas escrituras, que relatan la historia de un pueblo que camina hacia su liberación. Por lo tanto me voy a permitir leerles parte del primer libro de la Biblia, del libro llamado Génesis. En especial vamos a concentrarnos en la historia del joven José. Voy a leerles los versículos del 17 al 20 del capítulo 38 del Génesis.
"José salió a buscar a sus hermanos y los encontró en Dotán. Al verlo desde lejos y antes de que llegara se pusieron de acuerdo para matarlo. Dijeron: "Allí viene el soñador. Vamos, pues, y matémoslo, echándolo en un hoyo cualquiera y diremos que un animal feroz lo devoró. ¡Ahí vamos a ver en qué quedan sus sueños!
José fue un joven que se atrevió a soñar, a ser diferente en aquella época. José fue un soñador, un joven que tuvo la osadía de imaginarse que otro mundo era posible. Y por eso sus mismos hermanos lo rechazaron, y lo odiaban y hasta decidieron darle muerte, matarlo. Sus hermanos habían internalizado el odio y el temor de los poderosos hacia los cambios, hacia las transformaciones.
El espíritu de Caín que es el espíritu de la opresión se había apoderado de sus corazones y mentes. Y veían en José un peligro para sus intereses. Los hermanos de José decidieron matarlo porque era un soñador. En todas las épocas y naciones los poderosos han asesinado a los jóvenes que sueñan.
En nuestro país los poderosos han matado y continúan matando a los que sueñan y luchan, a los soñadores, porque sigue siendo subversivo soñar. Y los poderosos de este país asesinaron a Monseñor Romero en los 80 porque se atrevió a soñar un país donde se respetaran los derechos humanos y viviéramos como hermanos.
Los poderosos fusilaron a Farabundo Martí en el 32 porque se atrevió a desafiar el poder de los terratenientes y organizó a los campesinos y a los obreros para que tomaran el poder y se enfrentaran a la dictadura militar. Monseñor Romero y Farabundo, banderas de nuestras luchas, fueron ambos soñadores, y fueron asesinados, pero ambos viven en la memoria de nuestro pueblo porque no pudieron matar su Espíritu de lucha.
Porque la muerte, el odio, la envidia, no han logrado nunca detener los sueños, los poderosos, los imperios, los explotadores pueden interrumpirlos o atrasarlos pero nunca detenerlos porque los sueños vuelan como los pájaros o las nubes en el horizonte de la historia. Y miles de jóvenes como el José bíblico han seguido soñando. La vida necesita de los sueños para respirar y de la lucha para caminar por las estrellas de la tierra.
Durante la dictadura militar, en los años setenta, cuando era joven como ustedes, nosotros soñábamos con una sociedad diferente, en la cual los cuarteles no nos definieran la vida, y no tuviéramos que humillarnos ante ningún uniformado y esto era un sueño, pero lo logramos, alcanzamos la victoria, derrotamos a la dictadura militar.
Durante la guerra, soñábamos con la paz, con conquistar una paz con justicia social, con construir una sociedad democrática en la que no se castigara a los que sueñan, a los que piensan diferente. Una sociedad basada en la tolerancia. Una sociedad en la que se respetaran los derechos humanos. Y en gran parte lo logramos. Aquí estamos. Nuestra sociedad cambió y necesita cambiar más. Hoy necesitamos cambiar la economía. Hace once años los poderosos se vieron obligados a sentarse a la mesa de negociaciones y depuramos al ejercito y establecimos el derecho de la izquierda a participar en el sistema político.
Hoy la situación es mucho más compleja. Esta generación enfrenta nuevos desafíos. Vivimos en un mundo globalizado. Con teléfonos celulares y computadoras con internet. Hoy hay una sola superpotencia que actúa como un imperio. Y nos obligan como colonias a defender sus intereses, por eso es que tenemos tropas en Irak. Jóvenes soldados salvadoreños que están en Irak para defender los recursos petroleros del imperio.
Y obligan, expulsan a nuestros jóvenes de nuestro país a buscar un empleo en Los Angeles, en Washington, en Chicago. Esto hace que la lucha sea a nivel mundial. Y es por eso que cada reunión de los poderosos, de los banqueros, de los dueños de las corporaciones, de las agencias financieras, del Banco Mundial y de la OMC encuentren el repudio el rechazo de los pueblos, y principalmente de los jóvenes, en Seattle y en Barcelona, en Cancún y en Miami.
Esta generación, ustedes, enfrentan el desafío de no dejarse manipular por la tecnología y entender que esta pueda ser utilizada para oprimir pero también para liberar. Enfrentan el desafío de no dejarse engañar por las toneladas de mentiras y deformaciones surgidas desde las cadenas de noticias como la CNN; enfrentan el desafío de no dejarse influenciar por el discurso único que legitima los actos del imperio e impone una sola forma de ver el mundo, de comer, de vestirse, de bailar, de pensar y hasta de vivir. Pretenden que vivamos vidas individualistas, egoístas, superficiales, irrelevantes.
Tenemos el desafío de ser diferentes en un mundo que establece la uniformidad. De ser solidarios en un mundo que nos empuja hacia el individualismo. De luchar por la justicia en un mundo que nos quiere de rodillas. De soñar, de siempre soñar en mundos nuevos. Y de luchar. De vivir y morir luchando, la única manera de morir con dignidad. Ese es el espíritu de José. Ese es el espíritu de Jesús de Nazaret. Ese es el Espíritu que no puede ser destruido. Y es ese Espíritu de Dios el que nos permite siempre soñar, nunca claudicar, siempre esperar un nuevo amanecer y el nacimiento de una nueva flor, de cielos nuevos y tierras nuevas. Amén.

* Ponencia realizada por Rev. Roberto Pineda, en Foro sobre "El papel de los Jóvenes en las transformaciones sociales" realizado el pasado 28 de noviembre de 2003, en la Universidad de El Salvador, organizado por el Movimiento Social de Integración Centro Americana (MOSICA).