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Latinoamérica

12 de diciembre del 2003

A 20 años de su irrupcion en Chile
Hablando con el FPMR

Una calurosa noche de diciembre de 1983, los chilenos se preparaban para ver algún programa de la televisión oficialista del régimen pinochetista, cuando súbitamente el país quedó a oscuras. Los teléfonos de la entonces compañía estatal de electricidad no paraban de sonar, exigiendo respuestas por parte de los usuarios, hasta que a los principales diarios y agencias noticiosas llama un hombre joven que pausadamente entregó una inesperada explicación… Así surgía el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en la escena nacional chilena, con un apagón generalizado a lo largo y ancho del territorio, que hace exactos 20 años empezaba a despertarse contra el régimen dictatorial que entonces cumplía diez en el poder. En medio de las incipientes protestas antidictatoriales, el Frente estrenaba un método de lucha que en lo sucesivo se haría común en la ascendente organización de este pueblo para derrocar a Pinochet.

Ya en el hoy, exactamente este año 2003, junto con conmemorarse el vigésimo aniversario de esta organización, acaban de finalizar su Primer Congreso, que es calificado por sus protagonistas como "un paso histórico dentro de la la construcción propia". En este contexto, y para conocer más a fondo en qué está el Frente en la actualidad, hemos entrevistado a un miembro de su recién electa Dirección Política Nacional, la que públicamos sintetizadamente a continuación

¿En términos breves, cuáles son las principales resoluciones de este Primer Congreso?

En este evento histórico para nuestra organización, lo fundamental es que hemos sancionado el nuevo Proyecto Político del FPMR, cerrando un ciclo que comenzó el año 1992, cuando el Frente enfrentó una severa crisis en el marco de la caída de los llamados socialismos reales y luego de instalados los gobiernos civiles en nuestro país. Este proyecto lo hemos caracterizado como Revolucionario, Patriótico y Popular, y tiene como objetivo fundamental enfrentar al actual sistema de dominación en Chile y en Latinoamérica. Es un proyecto Revolucionario, ya que pretende aportar a resolver la contradicción fundamental que limita el progreso y el desarrollo de nuestro país, mediante un proceso de lucha encabezada por el pueblo y sus organizaciones, para erradicar el capitalismo y construir el socialismo en Chile.

El carácter Patriótico está dado por la orientación de construir una verdadera soberanía del pueblo en los asuntos políticos y económicos del país, usurpados hoy por el capital financiero transnacional aliado con los grupos económicos locales. Junto a lo cual se encuentra el carácter antiimperialista de nuestra propuesta de transformaciones destinados a conquistar una auténtica independencia nacional, que nos permita recuperar el control de nuestros recursos naturales y reconstruir la capacidad productiva, enfrentando así la dependencia financiera creada por la deuda externa y el Fondo Monetario Internacional, y terminar con la intervención del imperialismo en nuestra patria.

Su carácter Popular por otra parte, lo fundamentamos en que nuestra propuesta se sostiene en la fuerza de la clase trabajadora, de los pobladores, estudiantes y todos quienes se sientan identificados, buscando aportar a construir la alternativa de poder del pueblo, en una perspectiva de desarrollo independiente y soberano.

Junto a estas definiciones hemos sancionado también, un conjunto de políticas particulares ya sea internas y del trabajo político en la base social en función de construir este proyecto de lucha.

¿En qué fundamentan la vigencia de sus postulados en un período marcado por la derrota del socialismo, la dispersión de la izquierda y el escepticismo a la militancia política?

Más que fundamentar la vigencia del Rodriguismo, habría que fundamentar por qué no sería válida nuestra propuesta en una realidad como la nuestra, y tomando sólo a lo económico como parámetro, tenemos un país marcado por las contradicciones propias del capitalismo: explotación y cesantía estructural de millones de trabajadores y trabajadoras, que ven sus derechos pisoteados por la legislación laboral, jornadas de trabajo que se extienden a más de 12 horas, explotación de niños, distribución injusta del ingreso, sistemas de salud y educación excluyentes y orientados hacia el lucro; y una sistemática usurpación de las tierras del pueblo mapuche para favorecer el desarrollo del capitalismo en el sector rural.

El bloque dominante de Chile no ha hecho más que fortalecer las cadenas de la dependencia, manteniéndonos en el subdesarrollo al acentuar el crecimiento desigual como país exportador de materias primas, proceso controlado precisamente por un puñado de multinacionales y grupos económicos. El poder de los monopolios es más amplio que en ninguna fase anterior del capitalismo chileno, menos de 10 grandes grupos del capital financiero dominan el conjunto de la economía, la cual se ha puesto a los pies de las multinacionales, tanto norteamericanas como europeas y asiáticas, y también de la deuda externa y el Fondo Monetario Internacional, haciendo que el nuestro sea un país dependiente neocolonial, carente de poder de decisión real para trazar sus líneas de desarrollo, donde de nada sirve votar por parlamentarios o presidentes cuando las decisiones trascendentales se toman en reducidos círculos patronales criollos o extranjeros.

A lo cual hay que agregar un régimen político muy coherente con este modelo económico, es decir, un sistema elitista, consagrado en una Constitución dictatorial como la del 80, que es un blindaje institucional al neoliberalismo donde el poder se concentra en dos grandes conglomerados que con pequeños matices defienden el neoliberalismo: la Concertación y la Derecha tradicional.

Sin embargo, también es parte de la realidad el escepticismo y la desconfianza de muchos sectores populares en la militancia y las organizaciones políticas, debido a las deformaciones o el dogmatismo de la izquierda en estos últimos años…

Creemos que con el pretexto de combatir el dogmatismo se está generando otro dogma, que plantea la contraposición entre movimiento social y organización política, estamos concientes de la existencia de este discurso surgido en nuestro país en los últimos 12 años a causa del vacío de conducción dejado por la crisis de la izquierda luego de la caída del llamado socialismo real. A lo cual debemos sumar la vivencia de muchos ex-militantes de organizaciones políticas que tuvieron experiencias traumáticas propias de la mencionada crisis, las que se transmiten o reproducen en el seno de las organizaciones sociales como un rechazo a priori a la militancia política, planteando que "los partidos" son innecesarios y perjudiciales por la manipulación, los intentos de cooptación, etc., y así los que en un momento fueron los más incondicionales e incluso fanáticos militantes hoy han dado un giro de 180 grados renegando de la política y los partidos en general. Pensamos que esta situación sólo beneficia a la clase dominante, que previendo el potencial revolucionario de los organizaciones sociales fomenta en ellas, y por múltiples vías, el escepticismo y la desconfianza en la política o la militancia en general, y estimula la dependencia financiera de éstas ya sea del Estado o de otros organismos ligados indirectamente a partidos afines al sistema, perpetuándose así la dispersión y pérdida de autonomía del campo popular.

Estamos convencidos que la izquierda y los sectores populares que luchan por la verdadera transformación social no pueden ni deben prescindir de un instrumento político organizador (llámese partido, movimiento, frente, etc.), ya que las transformaciones no vendrán espontáneamente, menos hoy con el predominio ideológico del sistema gracias al control de los medios de comunicación de masas; y además porque se tiene al frente a un enemigo poderoso y bien organizado que se opondrá por todos los medios a esta transformación. Lo anterior se ha visto corroborado en los hechos durante las masivas explosiones de lucha social ocurridas estos últimos años en Ecuador, Argentina y Bolivia, luego de las cuales el sistema (no confundir con los gobiernos de turno) ha logrado en general mantener su estabilidad.

Lo fundamental de la organización política son sus contenidos, su proyecto y estrategia, su esfuerzo de construcción y articulación de diversas fuerzas sociales bajo una propuesta de carácter nacional, esa es la esencia de la organización política, lo demás son rótulos y si una organización que se autoconcibe como "social" realiza la labor mencionada, ya está haciendo un trabajo político que necesariamente derivará en una forma de organización y estructuración a la altura de esos desafíos.

¿Cómo ven entonces el socialismo como alternativa?

En el marco de la presente realidad mundial, latinoamericana y nacional, no existe ninguna posibilidad de que la situación de las grandes masas explotadas mejore, ni mucho menos que exista una salida alternativa a la miseria y la degradación por la que atraviesa gran parte de la humanidad en el contexto de dominación del imperialismo, ni mucho menos con las recetas de "paz y bienestar social" que el gran capital nos ofrece. Frente a este cuadro, la única alternativa sigue siendo la lucha por el socialismo y el comunismo.

El socialismo lo entendemos como la liberación del pueblo de la explotación del capital, o tal cual lo definiera Federico Engels, como una actividad consciente de los hombres y mujeres, como un producto de la inteligencia y creatividad humana, un sistema donde se asegure a todos los miembros de la sociedad su existencia, que además de satisfacer sus necesidades materiales garantice la libertad y pleno desarrollo de sus capacidades físicas y espirituales.

Y a pesar de la caída de proyectos políticos y sociales en el mundo y en consideración por lo demás a la cruda realidad instalada luego de estas fallidas experiencias, aspiramos con igual certeza al socialismo en oposición al carácter injusto y cruelmente desigual del capitalismo. Por eso el proyecto del rodriguismo contempla un camino permanente de perfeccionamiento y búsqueda de un modelo de socialismo con plena y absoluta participación de todo el pueblo en las grandes y pequeñas decisiones del país, región, provincia, localidad. Un proceso revolucionario que asegure la participación de las mayorías como una de las principales garantías de éxito en la construcción de una nueva sociedad. Ello implica el más amplio y democrático debate de ideas sin sectarismos, dogmatismos ni sobre ideologizaciones, que dentro de los objetivos de esta construcción unirán al pueblo tras aspiraciones comunes, y donde las formas estarán en permanente discusión y rectificación. Un socialismo fundado y erigido sobre la confluencia de las grandes mayorías, las cuales serán representadas por sus respectivas organizaciones políticas, sociales o territoriales que el propio pueblo tenga o construya.

Por lo tanto, el poder popular constituye la columna vertebral del socialismo, superando anteriores experiencias burocráticas y paternalistas con el protagonismo de todos los sectores representativos del pueblo chileno a través de diversos organismos de base que garanticen su participación, reafirmado en un tipo de Estado dotado de todos aquellos organismos, poderes e instituciones que requiera para la construcción y defensa de este poder revolucionario desde su génesis.

El socialismo es una larga búsqueda y construcción, no sólo una meta a alcanzar en un hipotético momento histórico, por lo cual debe ser permanente dentro de nuestro programa la aplicación de contenidos y acciones que viabilicen dicha opción en el tiempo y espacio, más allá del eventual triunfo de las fuerzas revolucionarias. Incluso es mucho más que sus aspectos económicos y políticos, es participación, trabajo colectivo, solidaridad, y muchos otros principios y valores que de ser aplicados de manera permanente y creativas, dotan de armas inconmensurables al pueblo en su enfrenamiento diario con la ideología que lo aliena y oprime.

¿Cuál es su posición actual sobre los métodos armados y electoral como caminos para la transformación revolucionaria?

La respuesta a esta cuestión no se encuentra en nuestra voluntad o en disquisiciones teóricas, sino en la misma historia, que una y otra vez revela que cada vez que el pueblo impulsa cambios a favor de las mayorías inevitablemente encuentra la más feroz y violenta resistencia del bloque dominante, su Estado y en última instancia del imperialismo; esa es la experiencia del golpe militar de 1973 y lo que tocó vivir al pueblo chileno en la década de los años 80. La historia de nuestra Patria y de otros pueblos enseña que tales transformaciones sólo serán posibles con un camino de lucha ascendente para resolver a favor del pueblo el problema del poder político, destruyendo el viejo poder para conquistar la plena soberanía económica y política. Por lo mismo no nos hacemos ilusiones de cambios reales con el consentimiento de la clase dominante dentro de su marco institucional.

Por eso nuestra estrategia se define de carácter Político Militar, porque entendemos que en la perspectiva de la confrontación del pueblo con el sistema dominante, se deberá transitar por diversos períodos en la acumulación y movilización de fuerzas, con modalidades y énfasis particulares de combinación de formas de lucha, tomando en cuenta por supuesto los escenarios concretos y la correlación de fuerzas sociales, sin perder la perspectiva estratégica de que es necesario construir fuerzas populares con capacidad de expresarse materialmente en pos del cambio estructural y responder ante cualquier forma de lucha o grado de violencia.

Nuestra concepción tiene como parámetro fundamental, que somos una organización revolucionaria y por tanto debemos estar preparados para una lucha violenta en defensa de los intereses de las grandes mayorías. No hacemos de la violencia un fin, pero consideramos una irresponsabilidad no tenerla en cuenta y no estar preparados cuando el momento lo exija, como decíamos, la historia demuestra de forma inequívoca que la oligarquía y el imperio no dudan en masacrar al pueblo si ven amenazados sus intereses políticos y económicos. Por tanto los revolucionarios debemos estar dispuestos ideológica y técnicamente para hacernos participes de tales niveles de confrontación, haciendo de la violencia revolucionaria un medio determinante en la defensa o avance de las fuerzas populares.

¿Entonces descartan de plano las estrategias electorales o de cambio desde dentro de la legalidad?

Al igual que en la respuesta anterior, no se trata aquí de definiciones a priori, abstractas o principistas, sino que tomamos en cuenta la realidad concreta del sistema en Chile, y nuestros objetivos como organización. En función de nuestra construcción de fuerzas es que hemos descartado la inserción en la institucionalidad (alcaldías, parlamento o presidencia), como paso posible para la mencionada reconstrucción. El régimen político imperante está en general diseñado para cerrar el paso o bien absorber y cooptar expresiones políticas distintas a la del bloque en el poder, situación que en un contexto de desventaja o desorganización de los sectores populares y revolucionarios a escala nacional, vuelve estériles los diferentes intentos de enfrentarlo "desde adentro", tanto así que dichas políticas no han logrado siquiera hacer pestañar al modelo.

¿Cuál es entonces la propuesta rodriguista?

Justamente revertir la mencionada falta de organización de los sectores populares, como eslabón fundamental para cualquier proyecto que aspire a lograr cambios en nuestra sociedad, y esto determina el objetivo fundamental de nuestra política del período, que es la reconstrucción de Movimiento Popular, teniendo como fuente de esta práctica territorios y sectores sociales reales. Concebimos a este Movimiento Popular como una amplia fuerza del pueblo, conciente y politizada, organizada en torno a sus demandas sectoriales y nacionales, para enfrentar las políticas neoliberales y sus efectos en los diferentes sectores, ya sean estos poblacionales, estudiantiles o de trabajadores.

Para construir movimiento popular nuestra política en el período sostiene ejes sociales, políticos y militares de nuestro quehacer en estos tiempos que podemos llamar de construcción de un proceso hacia la revolución. Estos tres ejes no los vemos de manera aislada, sino de forma combinada y como tareas permanentes de la organización.

En el plano social, nuestra propuesta apunta al fortalecimiento de la autonomía e independencia política de las organizaciones populares en relación con los gobiernos y Estado capitalista en cualquiera de sus formas, al desarrollo de la convergencia de las organizaciones sociales en torno a la lucha reivindicativa y a objetivos comunes relativos a los trabajadores, pobladores, estudiantes, la mujer, la cultura, etc.; a la generación de plataformas de lucha a nivel territorial y sectorial, a la participación del pueblo en todos los asuntos que le atañen. La futura expresión organizativa de este desarrollo es la creación de focos o embriones de Poder Popular a través de la acción directa de los organismos sociales y políticos en un sector, mediante asambleas, control territorial, construcción de espacios alternativos de desarrollo social, cultural y económico, entendiendo como espacio territorial a todos los sectores sociales coordinados de una zona o región: pobladores, estudiantes y trabajadores.

En cuanto a lo político, nuestra política busca la convergencia de las organizaciones revolucionarias, la cual deberá lograrse a partir de nuestro propio desarrollo como organización, y en una correcta y sana política de alianzas con todos los que luchen en contra del sistema establecido. Por ello creemos que flexibilidad debe ser la base de nuestra política de relaciones para con todos aquellos que desde distintas posiciones adopten objetivos inmediatos y estratégicos similares a los nuestros.

Además, la autodefensa y el trabajo combativo de masas representa una de las formas de actividad política militar más importantes para el momento, acompañando nuestro desempeño en el plano general de la construcción, formando, planificando y desarrollando la lucha callejera, la protección, la información, etc.

Aparte, ¿Qué significa o qué es el Rodriguismo?

Hay que partir señalando que el pensamiento del FPMR tiene como base ideológica la concepción materialista de la sociedad, asumimos la teoría del marxismo leninismo como nuestro principal instrumento de análisis y guía para la acción, siendo el Rodriguismo la forma y la experiencia concreta de aplicación de esta herramienta en la lucha, de acuerdo a la realidad política, histórica y cultural del país.

Entonces podríamos decir que el Rodriguismo es la síntesis entre la idea, la práctica, y la organización política, el FPMR, que se nutre y se identifica con la historia de las luchas sociales de nuestro país y el continente, que en nuestro caso están representados en Manuel Rodríguez, el guerrillero que luchó contra el colonialismo español, pero también nos identificamos con otras expresiones populares como la Tupac-Amarista, Bolivariana, Martiana, Sandinista, entre otras, que con sus particularidades, reflejan también esa voluntad irrestricta de no dejarse someter a ninguna fuerza imperial, a ningún tipo de explotación y dominación.