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Latinoamérica

11 de noviembre del 2003

La recuperación del neoliberalismo en el gobierno Lula

Carlos Eduardo Carvalho
Correspondencia de Prensa
1. Una guiñada espectacular

Transcurridos ocho meses de su instalación, en enero del 2003, el gobierno Lula es hasta ahora, un triunfo espectacular del neoliberalismo. Más allá de mantener lo esencial de la política económica y profundizarla, el nuevo gobierno encaminó proyectos de reformas institucionales antes denunciadas como neoliberales y designó a economistas afines con el mainstream norteamericano en posiciones estratégicas, no sólo en el Ministerio de Hacienda, sino también en los ministerios responsables por las políticas sociales. Para coronar esta guiñada increíble, el discurso del presidente Lula, de los líderes del gobierno y de la dirección del Partido de los Trabajadores (PT) sintoniza con la despolitización y con los valores neoliberales tan criticados antes.

El símbolo mayor es el Programa Hambre Cero y el slogan que lo acompaña, "el Brasil que come ayudando al Brasil que no tiene que comer". La acción del gobierno traslada los derechos de los ciudadanos hacia la caridad, la responsabilidad del Estado frente a los trabajadores por el llamado a la bondad individual y el auxilio mutuo entre las personas, y la "asociación" con las "organizaciones de la sociedad civil". No es por casualidad, que el gobierno de Estados Unidos, el FMI, el Banco Mundial y los centros de pensamiento norteamericanos se deshacen en elogios al gobierno, de la misma forma que banqueros, políticos e intelectuales conservadores y la mayoría de la prensa en Brasil.

El alineamiento del gobierno del PT a los principios, propuestas, y políticas que criticó durante años, aparece como una gran sorpresa, todavía más, por darse luego de un acontecimiento histórico tan singular como fue la victoria holgada del candidato de las izquierdas en las elecciones presidenciales del 2002. Que un hijo de campesinos pobres, trabajador metalúrgico y dirigente sindical llegara a la presidencia de la República, era algo que se suponía casi imposible de ocurrir en Brasil, casi tan imposible como que el personaje se transformara en figura ejemplar para la derecha y los conservadores.

La conversión de Lula y de los principales dirigentes del PT, es la mayor victoria del neoliberalismo en América Latina desde que el inicio del gobierno Menen en Argentina, en 1989, marcó un giro histórico del peronismo en dirección a las "relaciones carnales" con Estados Unidos y con el gran capital. El neoliberalismo venía a la defensiva en el continente y también a escala mundial, situación agravada por la desmoralización de valores e instituciones que siguió a loa grandes desastres financieros en Estados Unidos. Surgieron fracturas importantes hasta en su propio campo, con las fuertes críticas del economista Joseph Stiglitz al FMI y al Banco Mundial. La conversión de Lula y el PT, es un tremendo contrapeso a lo que parecía ser una declinación progresiva del neoliberalismo y lo reubica en una posición de fuerza en el continente, después de derrotas sustanciales, como lo fue la debacle argentina.

Si Lula y el PT persistieran en este rumbo, se cristalizará el mayor cimbronazo electoral de la historia política brasilera, caso notable de elegirse por la izquierda y gobernar por y con la derecha. Lo que está aconteciendo desafía el análisis político, y exige un gran esfuerzo de reflexión de parte de quien no acepta el recetario neoliberal y continúa creyendo en las mismas ideas y proyectos que el gobierno hoy instalado en Brasilia trata con desprecio.

Hay elementos suficientes para creer que la afiliación de Lula y el PT al neoliberalismo es una conversión estratégica, de fondo, que deberá dar el tono a su gobierno. Esta convicción surge del análisis de las políticas, de los documentos y del discurso del propio Lula y de figuras centrales de su gobierno. La política de Lula es ortodoxa y liberal, como en otros momentos se intentó hacer en nuestros países. Su afiliación a los valores neoliberales aparece en cuestiones más profundas y probablemente más duraderas, cuestiones que componen la esencia de la ideología neoliberal. Caso que la coyuntura internacional mejore y el gobierno encuentre un espacio para bajar las tasas de interés y estimular la recuperación de la economía, esto no deberá significar, incluso, una ruptura con las orientaciones neoliberales. No es apenas la política de corto plazo que está en cuestión, sino toda la concepción de la política económica y un conjunto de valores y referencias. Es esto lo que que discute acá.

2. El paradigma neoliberal y las políticas económicas específicas

El uso generalizado de la palabra neoliberalismo trajo mas confusión que claridad al debate sobre la naturaleza de las políticas económicas recientes en América Latina. Vale la pena un esfuerzo para definir que es al final neoliberalismo y cuáles las políticas que lo caracterizan.

La definición mas precisa, ciertamente, no se puede apoyar en la caracterización de las políticas macroeconómicas. En los principales países de la región encontramos, por ejemplo, casi todos los tipos posibles de políticas cambiarias en los últimos años: cambio fluctuante con foco en cambio real y control de capitales de corto plazo en Chile, currency board rígido en Argentina de 1991 al 2001, cambio deslizante con desvalorizaciones prefijadas en Brasil de 1995 a 1998 y en México de 1988 a 1994, cambio fluctuante "sucio" en México a partir de 1995 y en Brasil a partir de 1999. En las políticas de estabilización, Brasil y Argentina implementaron programas anti-inflacionarios de choque, y México utilizó gradualismo con negociación de 1988 a 1994, mientras que Chile desde 1984, siguió políticas de reducción gradual sin choques, subordinadas a la estabilidad de la tasa de cambio real.

La cosas parecen mas claras cuando se trata de privatizaciones, por ejemplo, pero no se puede olvidar que la desestatitazión radical en Argentina convivió con el mantenimiento estatal del cobre en Chile, Codelco, cuyas ganancias apropiadas por el Estado sustentaron gran parte de las políticas de apoyo a las exportaciones, de privatización de la Previsión social, y de regulación macroeconómica anticíclica. Este intervencionismo activo en Chile convivió con la liberazación radical de las importaciones y viabilizó el apoyo firme de las exportaciones.

Cuando se analizan las políticas macroeconómicas, el neoliberalismo se revela un paradigma, un conjunto de valores generales para orientar las políticas económicas, y no un conjunto de articulación de políticas específicas. Es un paradigma lo bastante fuerte para establecer límites rígidos a las orientaciones básicas a realizarse, para establecer un campo de ideas difícil de romper y ser contestado, límites que no pueden ser discutidos. Es también un paradigma elástico y los bastante amplio para abrigar políticas específicas muy variadas e incluso dispares entre sí. Más allá de dar un amplio margen de maniobra para los gobiernos de cada país, esta flexibilidad permite a los defensores del neoliberalismo transferir responsabilidades y presentar las explicaciones ante sus fracasos estruendosos. Permite a ellos, por ejemplo, afirmar que el catastrófico colapso de la convertibilidad en Argentina, entre el 2000-20001, fue producto del cambio fijo y de la falta de ajuste fiscal riguroso, y no de las orientaciones liberalizantes. Les permite afirmar que el virtual estancamiento de la economía brasilera en los últimos años resultó de la política cambiaria "rígida" y "equivocada" entre 1995 y 1998, enfáticamente defendida por ellos en la época, y no por la subordinación de la política económica a una concepción equivocada de estabilización y defensa injustificada de intereses altos.

Este carácter difuso es invocado por algunos neoliberales hasta para decir que el neoliberalismo de hecho no existe, que es una invención de sus adversarios. Al final, no existe ningún credo neoliberal definido, que el cambio debe ser fijo o fluctuante, por ejemplo, y las políticas macroeconómicas adoptadas existenes hace mucho tiempo y pueden ser clarificadas por otros criterios.

Algunos autores resaltan la distancia entre orientaciones generales y políticas económicas específicas al analizar el llamado Consenso de Washington, tenido como la principal referencia neoliberal en América Latina. Escribiendo al comienzo de la década pasada, Fanelli, Frenkel y Rozenwurcel (1993) mostraron que el conjunto de las orientaciones sistematizadas por John Williamson eran un abordaje amplio para el cambio estructural en la economía, pero poco decía sobre la estabilización, cuestión macroeconómica candente en la época y que quedó a cargo del abordaje del FMI o de la creatividad de las autoridades de cada país. Años después, al analizar los débiles resultados de las políticas neoliberales, Stiglitz (1998) afirmó que el suceso del Consenso de Wahington se debió a su complicidad, a su carácter casi intuitivo, y que en sus diagnósticos y formulaciones faltaban elementos cruciales, como las fuentes de dinamismo para el crecimiento, las ligazones entre las políticas de corto y de mediano plazo, la sequencia ideal de las políticas, los riesgos de trayectorias explosivas, las relaciones entre ahorro e inversión.

La percepción correcta de este carácter vago y genérico del neoliberalismo y del Consenso de Washington, no debe oscurecer, sin embargo, su enorme influencia sobre las formulaciones de la política económica en el continente. Su capacidad de imponerse, se apoyó en este carácter impreciso, combinando ideas-fuerza muy nítidas, cuya aplicación dependía de flexibilidad y capacidad de adaptación a los problemas complejos y peculiares de cada economía latinoamericana.

Al contrario de las políticas específicas, estas ideas-fuerza son rígidas y conforman un paradigma poderoso, capaz de subordinar las políticas y orientar su sentido general. Un resumen de este paradigma su puede presentar así:

1. Prioridad absoluta para los derechos del capital:

- ampliación de los derechos de los acreedores: "respeto a los contratos", "reglas claras", "transparencia";
- ajuste fiscal para garantizar el pago puntual de las obligaciones del Estado con la deuda pública;
- estabilidad del valor de la moneda y del sistema financiero;
- libertad cambiaria (libre movimiento del capitales, convertibilidad)

2. Mistificación de las relaciones económicas y responsabilización del individuo frente al capital:

- exclusión de las relaciones de trabajo del debate público, colocadas como cuestión privada, "invisible";
- protección social tratada como cuestión individual, como decisión personal de prevenirse;
- derechos de los trabajadores tratados como privilegios, fruto del populismo y causa de insuficiencias;
- posibilidad de empleo como resultado de la calificación y las aptitudes del trabajador.

3. Despolitización de la política económica:

- "fin de la macroeconomía": políticas macroeconómicas presentadas como técnicas rígidas, divididas entre "responsables" o "populistas";
- transferencia de las preocupaciones con el crecimiento, el empleo, la distribución de la renta, la eficiencia y la productividad, hacia programas localizados "macroeconómicos";
- independencia y autonomía de las instancias públicas decisivas, en especial el Banco Central, de modo de dejarlo afuera del alcance de la sociedad y de los poderes electos por el voto;

4. Apertura de nuevos espacios para la valorización del capital:

- privatización generalizada del sector productivo;
- transferencia hacia el sector privado del área previsional, de la salud y de la educación;

5. Responsabilización de los países dependientes por los efectos del desorden financiero internacional:

- defensa de la libertad de circulación de capitales y de la libre convertibilidad de las monedas;
- responsabilización de factores dométicos por las crisis cambiarias: ausencia del "ajuste fiscal necesario", fallas de regulación de los sistemas financieros, políticas monetarias "flojas".

Más allá de poderoso y flexible, este paradigma es mistificador en su esencia. Transfiere todas las responsabilidades hacia el individuo aislado frente al capital, y hacia los países de la periferia respecto a los países centrales. Presenta la demandas contradictorias entre sí, como ajuste fiscal y libertad para el movimiento de capitales. Despolitiza la macroeconomía, a pretexto de existir técnicas inequívocas, pero convive con la enorme diversidad política. Se presenta como anti-estatal, pero depende de la iniciativa del Estado para ser implementado y gestionado. Es a este paradigma, que el gobierno Lula se ha adherido de forma amplia, general e irrestricta.

3. Mantener la política económica como opción estratégica

La política económica del inicio del gobierno Lula mantiene y profundiza las orientaciones básicas de la política económica del 2001-2002, la última fase de los ocho años de los dos mandatos de Fernando Henrique Cardoso y de Pedro Malan en el ministerio de Hacienda. El elemento más visible fue la elevación de las tasas básicas de intereses para el 26,5% al año y la intención de rabajarlas de manera expresiva en julio, incluso con un fuerte descenso de las tasas de inflación.

Con esto, el interés básico real, proyectado en base a las espectativas de la inflación, subió a la faja del 16% al año, algunos puntos portencuales por arriba de lo verificado en los últimos años. Como acostumbra a ocurrir en momentos así, los bancos elevaron todavía más las tasas cobradas por el crédito, restringido adicionalmente por los retrocesos compulsivos. La orientación contraccionista fue reforzada por la radicalización de la meta de superávit fiscal primario de 4,25% del PIB, lo que implicó cortes drásticos en los gastos públicos en las áreas sociales. Este conjunto de medidas profundizó la tendencia de enfriamiento de la actividad económica. El desempleo alcanzó niveles records, con 13% y más del 20% en el gran Sao Paulo. Mientras tanto, el ingreso real de los trabajadortes continuó la caída progresiva.

A pesar de este cuadro lamentable, diversas autoridades económicas del gobierno y el propio presidente se deshacen en elogios por los resultados obtenidos, con señales de deflación en diversos índices de precios y fuerte valorización del cambio. Paralelamente a estas medidas y orientaciones de corto plazo, el gobierno encaminó propuestas estratégicas, antes denunciadas como neoliberales, en especial los proyectos de la reforma de la Previdencia, de la reforma tributaria, y la alteración del artículo 12 de la Constitución para permitir la posterior "autonomía" del Banco Central (Paula, 2003). Mientras tanto, aumenta la ausencia de iniciativas para reducir las vulnerabilidad externa, como la movilidad de capitales, para recomponer las reservas del Banco Central y para revertit la fuerte valorización del cambio.

El principal argumento del equipo de Hacienda para justificar sus políticas, fue la gravedad del cuadro económico de finales del 2002, lo que exigía "calmar a los mercados" y "ganar credibilidad". En esta visión, sería indispensable hacer una transición difícil y desagradable en el corto plazo, sin la cual se inviabilizaría el programa de cambios, el "verdadero" programa del gobierno Lula. Es una evaluación equivocada.

Antes de asumir, figuras importantes del nuevo gobierno advertían contra los riesgos de producir en Brasil una crisis como la de Argentina, fantasma amenazador a ser exorcizado a cualquier precio. Fue una obra-maestra de mistificación, ya que el error básico de Fernando De la Rúa no fue el de correr riesgos, y si el de mantener a cualquier precio una política cambiaria insustentable e insistir en la desastrosa combinación de intereses altos y "ajustes fiscales" destructivos e impracticables.

El cuadro económico brasilero era realmente grave en el 2002 y cualquier camino escogido envolvería riesgos importantes. No se trataba de escoger entre opciones con o sin riesgo, pues todas envolvían riesgos y ofrecían ventajas, inmediatas y potenciales. Las elecciones hechas disminuirían los riegos de inestabilidad a corto plazo, pero a costa de reducir las posibilidades de implementar las políticas de cambio prometidas por el PT a lo largo de su historia.

Hay fuertes indicaciones de que estas medidas son parte de las opciones estratégicas de la política económica del gobierno del gobierno de Lula, con el apoyo firme del Presidente de la República y de la dirección del Partido de los Trabajadores (Carvalho, 2003). El análisis de docuemntos producidos por el Ministerio de Hacienda sugiere que la actual política no es una fase o una etapa, es la propia política estratégica, es parte esencial de aquello que entiende ser el camino para la viabilización de los objetivos mayores del gobierno. En la base de estos elementos de continuidad se encuentra una concepción fiscalista de los problemas económicos brasileros, enunciada con inédita claridad en el discurso de asunción del Ministro Antonio Palocci y detallada enseguida en el texto "Política Económica y Reformas Estructurales" (disponible en www.fazenda.gov.br)

Por su título, el documento parece dedicado a discutir las relaciones entre la política económica y las llamadas reformas estructurales. Debería haber, por lo tanto, un eneunciado de la política económica y de sus objetivos generales, en el corto y medio plazo, en el mismo documento o en otro. En la presentación del documento, con todo, sus autores prometen enunciar allí mismo, "las prioridades de la agenda económica del Ministerio de Hacienda para este año y apuntar como esas prioridades se insertan en el contexto de cambio del País". Por lo que se lee, las prioridades para este año y para los demás son las porpias reformas, elaboradas originalmente por el gobierno de FHC o por intelectuales e instituciones que siempre apoyaron, como la federación Brasilera de Asociaciones de Bancos, la Febraban, por instituciones internacionales como el FMI o el Banco Mundial y por centros de pensamiento norteamericanos.

En la sección "La Política Macroeconómica", se lee que "El gobierno tiene como primer compromiso de la política económica la resolución de los graves problemas fiscales que caracterizan nuestra historia económica, o sea, la promoción de un ajuste definitivo de las cuentas públicas". Y luego en seguida surge la sorprendente afirmación de que el esfuerzo para alcanzar el "equilibrio fiscal, con la fijación de una meta de superavit primario de 4,25% del PBI, sin contar con nuevos aumentos de impuestos", representa "un cambio estructural en relación al gobierno anterior".

Nada se dice sobre la vulnerabilidad externa, balanza de pagos, políticas de cambio. Los problemas del Brasil se concentran en "desequilibrio presupuestario". Es el triunfo completod ela visión neoliberal: los problemas de los países de la periferia del capitalismo no transcurre de un orden internacional injusto, ni de problemas estructurales internos, y sí del desequilibrio presupuestario! Es increíble que un gobiernod e izqueirda, en América Latina, pueda sustentar semejante disparate. El fiscalismo es inaceptable, aún más por ser un fiscalismo tacaño. Para el equipo de gobiernod e Lula, los problemas fiscales nada tienen que ver con la vulnerabilidad externa, con los efectos de la crisis cambiaria generada por el Plan Real.

Las reformas estructurales prometidas en el documento no van más allá de hacer de modo definitivo lo que FHC no hizo, por su error de haber perseguido el "equilibrio fiscal" por medio de aumento de impuestos, y no del corte de gastos. El cambio estructural del gobiernod e Lula, por lo tanto, es hacer "el ajuste fiscal" sin aumentar impuestos. Para la Hacienda, la reforma tributaria para reducir la desigualdad social, para reducir el carácter concentrador de los ingresos de la actual estructura impositiva.

El documento de Hacienda reconoce que la estructura de recaudación y transferencias federales no tiene la progresividad deseada en lo que atañe a la distribución de la renta, lo que contrasta con lo observado en otros países, donde el diseño fiscal contibuye para reducir la desigualdad de la renta". Después de este reconocimiento, con todo, no s epropone ninguna medida para aumentar la receta del impuestod e renta, en especial el impuesto sobre la renta de las personas más ricas, como s everifica en los países desarrollados y como siemrpe fue defendido por las corrientes democráticas y por la izqueirda. No hay ninguna mención al hecho escandaloso de que la cuota máxima de 27,5% vigente en Brasil es una de las más bajas del mundo, claro indicador de que el impuesto en este país no es para los ricos.

El tratamiento dado al desempleo es escandaloso. Hacienda no dice nada sobre lo que hará el gobierno para combatir el desemple ahora. El problema es anotado como dramático, pero no como algo urgente, algo que merezca acciones inmediatas del gobierno. Se olvidó el discurso de la campaña y todo lo que el PT dijo durante los últimos dos años. En el documento de Hacienda el problema del desempleo y de la desigualdad de la renta son desplazados para la formación y cualificación del trabajador y para "incentivos de las empresas, como si el empleo dependiera de la oferta de trabajo más calificado y de la reducción del costo de contratación formal de trabajadores.

En ningún momento se considera que las empresas contratan trabajadores sin registro para pagar menos a los trabajadores, tanto en salarios como en encargos, el viejo interés de pagar menos a los trabajadores para aumentar los lucros.

El documento trata a los empresarios como "agentes neutros", casi como víctimas de una legislación inadecuada. Las empresas no son tratadas como agentes activos de la precarización dle trabajo. Los derechos de los trabajadores no son tratados como normas legales que deben ser cumplidas, cono contratos que deben ser honrados.

El tratamiento dado a los bancos es increíble. La Hacienda pretende aumentar el crédito ampliando los derechos de los bancos sobre los deudores El documento trata a los bancos como "víctimas" de los cobradores de impuestos, estimulados a atrasar los pagos por las dificultades de los bancos de ejecutar las garantías. Los deudores actúan de mala fe, por lo tanto, pero los bancos, no.

Ninguna palabra más sobre la conducta de los bancos, sobre las prácticas oligopólicas de manipulación de la competencia, sobre acuerdos de caballeros entre sí para perjudicar los tomadores de crédito y del Tesoro Nacional. Los banqueros aparecen como buenos empresarios, neutros, dispuestos a actuar correctamente, desde que sus clientes no sean estimulados a actuar de mala fe contra ellos. Es la copia casi literal de los documentos de defensa de los intereses de los banqueros presentados anos atrás por la Federación Brasilera de Asociaciones de Bancos, la Febraban.

En lo que se refiere al corazón mismo de la política económica, la gestión de la moneda, de los intereses de cambio, el documento se orienta por un fiscalismo neoliberal pocas veces expresado con tanta claridad en el Brasil. Como vemos, los desequilibrios y crisis de los últimos años son atribuídos a desequilibrios presupuestales, y no por la vulnerabilidad externa y por la inestabilidad de los flujos e capitales. Estos problemas, desnudados por la gestión FHC-Malan, fueron anotados por la antigua oposición como la causa mayor de los desequilibrios macroeconómicos que condujeron a la situación desastrosa del 2001-2002. La experiencia de la década de 1990 mostró crisis cambiarias gravísimas en países con situación fiscal equilibrada, como la de Corea del Sur en 1997, y la de México en 1994. Gran parte del desajuste fiscal brasilero en 1997 - 1998 transcurrió de las políticas adoptadas para amortiguar los efectos de la crisis cambiaria por encima de las empresas y los bancos, en especial la emisión de títulos públicos con corrección monetaria. Con la mayor parte de estos papeles en poder de empresas y bancos, las pérdidas generadas por la desvalorización del real fueron transferidas de inmediato para el Tesoro y generaron lucros monumentales para estos mismos bancos y grandes empresas.

4. Valores neoliberales dominan la retórica y la imagen del gobierno

Más allá de la política económica de los primeros meses y de las orientaciones generales del Ministerio de Hacienda, la retórica y la imagen pública del gobierno de Lula se encuadran cada vez más en los valores básicos del neoliberalismo.

El mejor ejemplo es el de Hambre Cero, el principal programa de gobierno petista. El slogan "el Brasil que come ayudando al Brasil que no tiene qué coemer" retira el derecho de comer y de tener una vida digna del campo de las responsabilidades y de las obligaciones del Estado, del núcleo que debería orientar las políticas económicas. Estos derechos fundamentales pasan para el campo de la caridad, del auxilio mutuo entre las personas. No se habla más de derechos y obligaciones, la retórica y de asociaciones y cooperación con el sector privado y las organizaciones de la sociedad. El desempleo debe ser enfrentado por el desarrollo local y por la educación, y no por políticas específicas para eso.

Desaparecieron de las conversaciones del gobierno los temas tradicionales de la izquierda, especialmente la disputa entre el capital y el trabajo. El gobierno enfatiza siempre el compromiso con la "defensa de los contratos", para tranquilizar a los inversores extranjeros y los aceedores del estado, pero en esta defensa no se incluye jamás el contrato del trabajo. El aumento de la informalidad en la economía y la falta de respeto a la legislación del trabajo no tiene nada que ver con el compromiso reiterado de respeto a los contratos. Los derechos de los trabajadores no configuran contratos a respetar, ni obligaciones a cumplir. En este campo el capital puede hacer lo que quiera. La falta de respeto a estos contratos se justifica por ser un problema "económico", una triste imposición de los hechos objetivos, o de la globalización, o de lo que sea.

La penetración de los valores neoliberales vienen apareciendo en curiosos actos -hechos y en omisiones muy reveladoras. En los priemros meses del gobierno, el declínio de la inflación, de la tasa de cambio y del "riesgo país" en los mercados internacionales fueron felicitados por el gobierno como indicadores de la corrección de sus elecciones en la política económica. El Presidente d ela República conmemoró más de una vez que "todos los indicadores económicos están mejorando", al mismo tiempo en que sucedían los indicadores de aumento del desempleo, caída contínua de la renta real de los trabajadores y des-aceleración de la economía. Los indicadores de empleo, renta real y de producción dejaron de ser relevantes para las autoridades económicas. Cuentan sólo las señales de los mercados financieros.

Otros disparates vinieron de las declaraciones descuidadas del ministerio de Trabajo, antiguo sindicalista de la CUT. Luego de que comenzó el gobierno, el ministro "ofreció" a los empresarios la sustitución de la multa de 40% sobre las destituciones, introducida en la constitución de 1998 con un contrapunto a la libertad de destitución instituída en Brasil por la dictadura, en 1965, preservada hasta hoy por la recusación de los sucesivos gobiernos brasileros a firmar las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo sobre el tema. Después de nuevos "ofrecimientos" de derechos de los trabajadores que podrían ser suprimidos para estimular a pequeñas y medianas empresas a ofrecer empleos con contrato, el ministro produjo la insólita declaración de que su disposición tenía límites y que no deberían contar con él para "restablecer la esclavitud". Sería hilarante (provoca risa), si no fuese asustador.

Este ofrecimiento de ventajas al capital sin pedir nada a cambio incluye hasta los bancos, campeones de rentabilidad, de lucros abusivos de falta de respeto a los ciudadanos en el Brasil. Frente a los gritos en contra de las elevadas margenes de intermediación cobradas por los bancos en sus préstamos, el gobierno anunció que estudiaba promover cambios en la legislación para permitir el descuento de las parcelas de operaciones de crédito directamente de los salarios de los trabajadores, en acuerdo con las empresas. Este escandaloso retroceso en los derechos de los ciudadanos contra el capital tendría como objetivo dar mayor seguridad a los banqueros para "permitir" la cobranza de los intereses más bajos, o sea, el gobierno no exigiría nada a cambio, sólo el "compromiso" de los banqueros a reducir los intereses en estos préstamos.

La campaña electoral prefiguró lo que viene haciendo el gobierno de Lula hasta aquí, más aún se creía que eran solo expedientes para vencer en las elecciones. La campaña fue despolitizada. Estuvieron ausentes los temas tradicionales de la izqueirda y hasta cuestiones candentes, como la corrupción. El PT tuvo cuidado de retirarse de la organización del Plebiscito sobre la adhesión del país al ALCA, por ejemplo, y de la CUT desapareció del informativo. La campaña se concentró en denuncias genéricas, sin ser cristalino, en las críticas al gobierno de FHC y a sus efectos en un discurso genérico de "cambios". Las promesas no incluían nada muy diferente de lo prometido por los demás candidatos: crear empleos, retomar el crecimiento, distribuir la renta, pero sin detalles concretos de comos e harían tales cosas.

El objetivo era deshacer la imagend el conflicto, atraer los votos del centro y sumar con todos los descontentos, fueran los que fueran. La estrategia funcionó bien, en especial al aprovechar las dificultades de la candidatura gobernista de José Serra, envuelta en disputas con corrientes de derecha que habían apoyado al gobierno de FHC. La dureza de las actitudes de Serra y su propia personalidad y trayectoria acabaron generando inseguridad en diversos segmentos de las élites que resolvieron adherirse a Magalhaes y José Sarney, la candidatura Lula contó con el apoyo ostensivo de la Red o Globo, el imperio de las telecomunicaciones que ayudó a sustentar la dictadura de todas las articulaciones y políticas de derecha desde la re- democratización del país en los años de 1980.

Al inicio del mes de agosto murió el presidente de la Globo, Roberto Marinho, enemigo jurado de las izqueirdas y responsable directo por los episodios vergonzosos de manipulación electoral contra el propio Lula en elecciones anteriores. El país asistió la vergonzosa y desmoralizante contradicción de los dirigentes del PT, de Lula y de siete ministros de Estado alrededor de su ataúd, lamentando la muerte de "un gran brasilero", presentado ahora como un gran demócrata.

La escena sonó como alianza estratégica para el presidente y para el futuro, y no sólo como gratitud por la campaña del 2002. Había por qué agradecer, por cierto: la Red Globo fue decisiva para consolidar la imagen del entonces candidato como "Luliña Paz y Amor", expresión irónica y conveniente para indicar cuanto había cambiado el ex-sindicalista y líder de las izqueirdas. El marketinero de la campaña explicó después que esa imagen quedaría bien con el color rojo tradicional del partido, ampliamente utilizada en la campaña. Se quedó el color, cambió el contenido.

5. Buscar explicaciones, redefinir identidades, repensar la política

En el último debate de la campaña presidencial de 1989, cuando Lula fue derrotado en el segundo turno por el candidato de derecha, el aventurero Fernando Collor de Melho, este acusó al candidato petista de pretender confiscar los cuadernos de ahorro, las aplicaciones financieras más populares de la época. Cuando el propio Collor anunció el bloqueo de los cuadernos al día siguiente a su asunción, se popularizó la broma de que los candidatos venían cambiando las carpetas azules, idénticas, que los dos habían utilizado en el debate. Ahora mucha gente se pregunta si el gobierno de Serra no habría sido más duro con el gran capital y con la derecha, hasta porque, si derrotado, no le restaría otro camino al PT además de permanecer en la izquierda, donde siempre dice estar desde que fue fundado, 23 años atrás.

Las cuestiones analizadas en las dos secciones anteriores sugieren una adhesión profunda de Lula y del PT a los principios básicos de la ideología neoliberal. Aunque vengan a ser alteradas las políticas económicas en el corto o medio plazo, las posiciones estratégicas y los valores que orientan el gobierno están de acuerdo con el paradigma neoliberal y lo refuerzan sustancialmente en el debate político brasilero. Economistas de izquierda que permanecieron en las mismas posiciones críticas al neoliberalismo son hoy objeto de críticas aún más ácidas y de corrupción pública. Al final, son los propios líderes de la izqueirda que hoy validan de público aquello que nosotros criticábamos.

La guiñada brusca del PT y de Lula y de sua dhesión al campo neoliberal complican sustancialemnte la posición de la izquierda brasilera y exigen la rediscusión de las posiciones a asumir por la lucha política. Al mismo tiempo, estimulan ña reflexión crítica sobre lo que ocurrió con un partido de izquierda tan fuerte, por los criterios brasileros, capaz de construir una unidad tenida como ejemplar, presentado como un partido libre de los vicios acumulados por las organizaciones de izqueirda, y que ahora se balancea para el otro lado con enorme facilidad, sin grandes rupturas, sin grandes conflictos. Ojalá no sea así, ojalá Lula y el PT desmientan estos vaticinios amargos.

* Economista, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, fue coordinador del Programa de Gobierno de la candidatura presidencial del PT en 1989. El artículo en portugués se puede leer en Outro Brasil: www.lpp- uerj.net/outrobrasil/
Traducción de Ernesto Herrera para Correspondencia de Prensa



Referencias bibliográficas

Carvalho, Carlos E. (2003) "La política económica al inicio del gobierno de Lula: Imposición irrecusable, elección equivocada u opción estratégica" En: Paula Joao A. (2003) La Economía Política del Cambio. Desafíos y equívocos del inicio del gobierno de Lula. Belo Horizonte, Auténtica Editora, p. 53 - 64.

Fanelli, José M., Frenkel, Roberto y Rozenwurcel, Guillermo (1993) "Crecimiento y reforma estructural en América Latina: ¿Dónde estamos? En: Zini, Alvaro (org.) El Mercado y el Estado en el Desarrollo Económico de los años Noventa.Brasilia, Série IPEA 137, jun.,p.229 -289.