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Latinoamérica

31 de octubre del 2003

Bolivia: La Involución del MNR
De la mística del 9 de abril al estigma del Octubre Rojo

Erick Fajardo Pozo

Una Bolivia que aún pelea por la soberanía de sus recursos y por la desfeudalización de la tierra es testigo de una involución en los protagonistas de la Revolución de 1952: De la rebelión a la represión, de la fundación del Estado-nación a la creación del Estado neoliberal, de la nacionalización de los recursos estratégicos a la expropiación del patrimonio hidrocarburífero y de la reforma agraria a la refeudalización de la tierra.

El pasado 12 de octubre el Movimiento Nacionalista Revolucionario concluyó un ciclo histórico. A 50 años de haber sido protagonista de la revolución popular que condujo a Bolivia de la Era republicana al Estado-nacional, quiso la historia que el partido que vanguardizó la revolución nacional fuese nuevamente protagonista de otra coyuntura histórica de iguales características, pero esta vez en inversión de roles; en defensa del orden establecido y reprimiendo a las masas insurrectas. Incomprensible por haber sido su militante actitud de rescatar el patrimonio estatal de los intereses transnacionales y su firmeza en la expropiación de tierras a la oligarquía latifundista lo que le proporcionó al MNR la mística que le llevó al poder más veces que ninguna otra organización política en Bolivia.

Esta es una crónica analítica sobre lo que pudo sucederle a un partido medular en la historia de Bolivia, para que desplace su praxis política "del lado de las masas" a "frente a las masas" y para que, de la estatalización del patrimonio nacional y de la reforma agraria, haya llevado al país a la privatización de los recursos y el territorio. Agreste peregrinar de una ambigua y dual estructura política a quien hace medio siglo Guillermo Lora había sentenciado vaticinicamente: "...Uds. que pregonan la liberación nacional van a quedar a los pies de los norteamericanos por su contenido de clase y terminarán traicionando al movimiento social" (Lora, Guillermo: 1995).

A pocos días del Octubre rojo nos parece menester analizar las razones de la intransigente defensa de la exportación de gas sin industrializar que realizó el gobierno del MNR antes de su caída y la singular disputa entre el Movimiento Campesino Sin Tierra y las familias de políticos tradicionalmente emenerristas por la ocupación de grandes extensiones de tierras ociosas e improductivas en propiedad de estos últimos. Comprender qué tanto se ha alejado el MNR de sus principios fundacionales pasa por un análisis histórico-comparativo de la posición del MNR - del 52 al presente -, respecto a la soberanía de los recursos energéticos y sobre la feudalización de grandes extensiones de tierras agrarias. Sólo la discusión de ambos temas podrá evidenciar la magnitud de la mutación (¿o continuidad?) en los principios, los objetivos políticos y la identidad de clase de este partido.

Los principios históricos del nacionalismo

Lejos del mito ultrapatriótico, el nacionalismo revolucionario fue una corriente doctrinaria que "sintetizó dos corrientes políticas dialécticas, pero imperantes en la época de su fundación: La ideología de Estado nacional, inspirado en el mito de la nación romántica alemana, y la doctrina social marxista, inspirada en el emergente movimiento socialista europeo. Hay que decir con absoluta franqueza que la fórmula con que el MNR funda el proyecto nacionalista boliviano, un 7 de junio de 1942, es exactamente la del nacionalsocialismo alemán, un proceso fundacional basado en la exacerbación de los valores de etnicidad y en un imaginario de comunidad política mítico y heroicista. (Velasco Canelas: 2001).

Es quizá por esto que una elite nacional castiza, forjada al calor de la literatura social darwiniana y obcecada con la idea de una nación purista y "sin indios", respalda, por lo menos en una parte, al naciente partido de Víctor Paz Estenssoro en su pretensión de llegar a la presidencia en las elecciones generales de 1951.

Sin embargo, ya antes del 51, la caída del modelo nacionalista alemán, a apenas tres años de la fundación del MNR, obliga a Paz Estenssoro a aproximar el guión político de su partido a la matriz marxista de un socialismo de creciente influencia en el continente y en la clase obrera nacional. Esto le acerca sin duda a las clases populares - que terminan siendo su verdadero respaldo para el ascenso al poder - y le aleja de las simpatías de la elite, pero no evitan que la composición partidaria de la cúpula emenerrista tenga una identidad de casta oligárquica y una raíz ideológica anclada en el ultranacionalismo alemán.

El MNR: Del lado de las masas al apoyo a las dictaduras

Aún hasta hoy, una población boliviana mayoritariamente indígena adolece de limitaciones comprensivas sobre los procesos políticos de un estado occidentalizado y peor aún era la situación en el tiempo de la génesis del MNR. Es la educación elemental campesina, puesta en práctica por el gobierno de Víctor Paz Estenssoro, lo que le permite a las generaciones de indios posteriores al 52 una aproximación comprensiva al Estado nación.

A diferencia de sus eventuales "rivales" electorales, nadie como el MNR supo instrumentalizar los aparatos ideológicos de estado. Sus ideólogos diseñaron un imaginario histórico y utilizaron la educación estatal para difundirlo. Sus ideólogos, lejos de una teoría social, escribieron una epopeya literaria que vertía elegías sobre el proceso e inmortalizaba a sus actores. La inclusión de la vanguardia literaria de la época y un histórico pacto social con el clero, le garantizó el respaldo y legitimación divina hasta el último momento que fue esto posible sin comprometer a la iglesia en la represión. (Chávez: Octubre de 2003).

Pero la historia de la revolución nacional fue matizada y maquillada como una epopeya fundacional del pueblo boliviano, cuando en los hechos fue un proceso histórico con claroscuros y entretelones palaciegos que los cantares de gesta nacionalistas ocultan detrás de la literaturalización de los hechos. Nadie retrata como Julio Díaz Arguedas, con sinceridad no exenta de riesgos, la presencia permanente del MNR en los procesos políticos del país desde 1940. Esta presencia lo ligará en las décadas sucesivas a su fundación, y aún después de la revolución de abril del 52, a todos los gobiernos militares del país y sus actos, desde la toma del poder del mismo Villarroel (Arguedas Díaz: 1947).

El MNR: Del mito literario a la imagen mediática

Al estilo de los populismos latinoamericanos del siglo XX, el MNR supo articular con maestría los recursos de difusión ideológica, haciendo de la literatura nacional el soporte teórico de su primera época y de la mass media su mecanismo tecnológico de amplificación - negación de las realidades durante su última época.

La carencia de medios técnicos, el aislamiento geográfico del escenario urbano y su exclusión política del escenario del Estado, no le permitieron a un ciudadano boliviano, 80% indígena, conocer el recorrido histórico del MNR sino por la historia oficial, esa historia que los ideólogos y biógrafos del nacionalismo construyeron y que sus eventuales gobernantes supieron deslizar dentro el circuito de la educación pública básica.

Nunca sabremos hasta donde los ideólogos de la revolución nacional estuvieron conscientes de estar construyendo también el soporte ideológico sobre el que el "movimientismo" consagraría su hegemonía en el imaginario social. Escuela, literatura e historia consolidaron - so pretexto forjar una identidad nacional - la imagen de un MNR ligado indisolublemente al tejido de la historia boliviana. La internalización de los valores nacionales, estaba tan estrechamente ligada al discurso nacionalista, que la educación pública hizo que cuatro generaciones de bolivianos respondieran electoralmente, a lo largo de 50 años, con la ecuación siguiente: "Si el MNR fundó la nación, sólo el MNR la conoce como para salvarla".

Con esta sugestión diseñada por la literatura, construida por la escuela, legitimada por la iglesia oficial y difundida por la media, en 1986 el mítico Víctor Paz Estenssoro, en su tercer mandato constitucional, hipoteca la mística histórica de la revolución nacional para desarticular la minería, privatizar la explotación estatal de recursos y liberalizar la economía boliviana.

Todavía una década tuvo que pasar para que el imaginario nacionalista de varias generaciones de bolivianos asumiera que el artífice de la nacionalización de las minas había entregado la soberanía del país, en un dudoso paso para "remolcar a Bolivia finalmente al siglo XX".

Debemos rescatar la aguda crítica histórica de quien siendo el más insigne ideólogo del nacionalismo terminó su vida como el más duro epígono del MNR: René Zavaleta Mercado. Sólo de él podrá considerarse esta crítica en todo su valor cuando explica hasta dónde el 52 representó una ruptura y hasta donde fue la coyuntura para que las élites se reorganizaran, adaptaran su discurso y consiguieran reapropiarse del estado popular.

La estrategia discursiva: descalificación y difusión sesgada

A la luz de la verdad que empieza a traslucir detrás de la cortina de humo histórica y mediática levantada por el gobierno, el epílogo de Sánchez de Lozada parece haber sido la masacre en Huarisata e Ilabaya. Las declaraciones de turistas y comunarios nos permiten ver ahora lo que la historia oficial y la elegización de lo superfluo quizá oculten después: El gobierno del MNR desató la masacre en el altiplano buscando justificar el sofocamiento violento de la subversión en una supuesta "primera piedra" lanzada por los comunarios aymarás.

Ante lo acontecido cabe preguntarnos ¿hasta donde el gobierno tuvo necesidad de legitimar el uso de la violencia? No encontraremos otra respuesta que: hasta arriesgar deliberada e innecesariamente la vida de un centenar de turistas en una operación de rescate que parecía más un intento de inmolar ciudadanos extranjeros para conseguir el respaldo de la comunidad internacional y descalificar la insurgencia en Bolivia como un vulgar acto secuestro y terrorismo.

Por supuesto esta "versión de los hechos" era necesaria para que el respaldo y el apoyo norteamericano al gobierno del MNR fuese legítimo a los ojos de la comunidad internacional, por eso la prensa gubernamental, los oligopolios mediáticos nacionales y el aparato de la prensa transnacional volcaron los cañones de sus cámaras y micrófonos al altiplano boliviano. Sin embargo poco podrían hacer los medios de comunicación sin la hábil estrategia de prensa desplegada por los asesores de comunicación del gobierno y por Mauricio Antezana que estuvo siempre detrás del diseño del discurso gubernamental que en palabras simples es la munición con que funciona el aparato de la mass media.

La estrategia de la relativización de los hechos

La logomaquia gubernamental transformó en una cuestión de semántica la masacre. Bastaba que la cobertura de la prensa internacional se centrara unívocamente en las versiones de Antezana para que la masacre se transformara en "rescate", una ciudad insurrecta se convirtiera en "unos cuantos enemigos de la democracia" y una demanda nacional de soberanía se conviertiese en el discurso de "anarcos" y "narcosindicalistas".

Quizá ahora corresponda preguntarnos ¿Hasta donde su contenido de clase ha corrompido a los herederos del nacionalismo? ¿Hasta usar el poder del estado para sofocar la protesta social? ¿Hasta embargar la soberanía marítima y energética de esta nación que el pueblo boliviano recuperó con sangre? ¿Hasta revertir a favor de los latifundistas la propiedad de la tierra que la revolución devolvió a los campesinos? La historia no carece de un irónico y - por que no - cruel sentido del humor:

En Warisata, a mediados de octubre y pretextos políticos de por medio, el MNR cerró la normal campesina que fue emblema de su política del derecho universal a la educación. En esa misma población que el 52 el MNR armó para la subversión contra el orden establecido, masacró a los comunarios bajo el epíteto de subversivos.

En ciudad de La Paz el levantamiento de la policía nacional contra el gobierno del MNR, esa misma policía que había respaldado su revuelta de abril de 1952, marcó la ruptura histórica definitiva entre el movimientismo y el interés popular.

Finalmente, para la anécdota histórica, el ejército nacional reprime a plan de balas y gases el intento del Movimiento Campesino Sin Tierra de expropiar la hacienda "Angel de la Muerte", propiedad de Carlos Sánchez Berzaín, ex Ministro de gobierno y Secretario ejecutivo del MNR, partido que en el 52 expropió la tierra a los latifundistas para devolverle su propiedad a los indios. Desde la caída del gobierno de Sánchez de Lozada en La Paz, Santa Cruz y Tarija comunarios de este movimiento ocuparon 450 hectáreas de tierras agrícolas sin labrar, distribuidas en tan solo cuatro haciendas todas de propiedad de familiares del ex presidente y sus ministros y que - en palabras del mismo Ministro de Asuntos Campesinos - en muchos casos no tienen papeles en orden.

La historia no está desprovista de un irónico sentido del humor.

(*) El autor es periodista de La Voz y miembro de la Fundación Magna Causa en Cochabamba, Bolivia.




Notas

Chávez, Walter. "Intelectuales talla PNUD". En El Juguete Rabioso.

6 de octubre de 2003.

Diaz Arguedas, Julio. "El derrumbe de una tiranía. La revolución de julio de 1946". La Paz: Ediciones Isla, 1947.

Vargas, Rubén. "Un diálogo con Javier Sanjinés: Los movimientos sociales han puesto al mestizaje de cabeza". En Pulso: 24 de octubre de 2003.

Velasco Canelas, Raquel. "La invención Nacionalista Indigenista como proyecto de una comunidad política imaginada". En Búsqueda: agosto de 2001