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Latinoamérica

30 de Septiembre del 2003

Médicos cubanos en Venezuela
Barrio y corazón adentro


Granma
Existe un "pequeño" detalle que nunca tiene en cuenta la oligarquía golpista venezolana: los cerros que rodean a la capital... En esa dirección no miran jamás los propietarios de los medios, apoderados de partidos tradicionales y estrategas de Washington. Y eso les ha costado, porque son sus habitantes -millones de pobres y desempleados- los que deciden a la hora de la pelea dura.

El doctor Carlos Calvis y Rodolfo Carrasquel, el amigo de los médicos cubanos, andan día y noche en función de Barrio Adentro.

Por estos días, la oposición echa "un vistazo" a los cerros, pero con malas intenciones: quieren arrebatarles a los médicos cubanos, los que subieron con el plan Barrio Adentro, y han llenado de esperanzas esas montañas de miserias, las miles de casuchas que sobreviven gracias a lo que los arquitectos llaman "estática milagrosa"; y a millones de pobres que ahora se sienten como seres humanos, solo porque un joven de bata blanca los visita en su casa, atiende a la familia y no cobra un solo centavo.

Carlos Calvis Cabrera, testigo de excepción de esta historia, es un médico cubano que coordina el Plan Barrio Adentro en Caucaguita, humilde comunidad de Sucre, sembrada en las laderas de una montaña, frente a la majestuosa cordillera de El Ávila: "Es torpe, dice, ponerse en contra de este noble proyecto. A quién se le puede ocurrir que va a convencer al pueblo de que es malo tener un médico de cabecera, o que es mala una medicina porque no tenemos que pagarla".

Como una guerrilla

Por Caucaguita nadie se creía lo de los médicos cubanos, a tal punto que el día de su llegada todavía no habían armado ni las camas. El doctor Calvis, quien había recorrido todo el barrio y se reunió con los consejos de vecinos, los convenció de que esta vez no sería por una semana: los médicos cubanos venían para quedarse el tiempo necesario, y nada los iba a detener o amedrentar...

El nombre de este humilde consultorio de Sucre lo dice todo: "Nuestro esfuerzo".

Calvis, quien sirvió durante dos años en Lempira, Honduras, no imaginó que encontraría tanta miseria en ese cordón de cerros que rodean el valle de la Gran Caracas. Pero ni él, ni ninguno de los 42 médicos que hoy trabajan en los 24 consultorios del barrio, dudaron en quedarse aquella tarde en que subieron la montaña y encontraron que había que inventarlo todo, desde la consulta hasta el lugar donde vivirían, junto a una comunidad integrada generalmente por inmigrantes indocumentados.

"Con la ayuda de la gente, cuenta Calvis, comenzamos a organizar nuestro sistema primario de salud. Una casa alquilada, un local prestado, un garaje, una casa deshabitada, un negocio..., así surgieron los consultorios, y el mobiliario salió de un almacén de trastos viejos en el Ministerio de Salud. Los vecinos nos ayudaron a traerlos y pintarlos. Y ahí está lo más lindo de Barrio Adentro, que es una obra colectiva, humana y en la que todos estamos poniendo el corazón. Ya estamos cerca de un médico por cada 250 familias, y cada uno de ellos está haciendo cerca de 5 700 consultas semanales, más lo que se atiende en el terreno".

Para Calvis, la mayor dificultad es el engranaje del Plan Barrio Adentro con la atención hospitalaria: "Esos centros, en su mayoría, están en manos de la oposición, y no hacen otra cosa que boicotear lo que hacemos en la atención primaria. También se necesita mejorar la atención a embarazadas y las consultas de ginecología. Ahora estamos dotando a los consultorios de material quirúrgico, porque la violencia genera en los cerros un elevado número de heridos, sobre todo los fines de semana".

"Que suban a buscarlos"

En el Progreso, un nombre que es toda una ironía en la punta de una loma, encontramos a Rodolfo Carrasquel. Todos lo conocen por el amigo de los médicos.

Con ellos pasa la mayor parte del tiempo, porque su vieja camioneta Ford, la que prestó desinteresadamente, es la que mueve medicamentos, mobiliarios y todo lo que se necesita Barrio Adentro Carrasquel, quien es hombre de pocas palabras, nos dice que cree en Chávez y en los médicos cubanos, no por él, sino por el futuro de sus hijos: "Esos doctores, afirma, son los únicos que han tenido el valor de vivir en estos cerros, y esos que quieren mandarlos de vuelta a Cuba van a tener que subir a buscarlos. Ya verán el susto que se van a llevar, porque la gente aquí arriba abrió los ojos para toda la vida".

Inocencia Alcázar, vecina de El Progreso, tiene seis hijos y la más pequeña es muy enfermiza: "Ya vivo tranquila, porque esos médicos son como nuestros guardianes; gente humana y chévere, no como esos doctores almidonados y aburguesados que te miran por encima de los espejuelos y no tienen nada en el corazón". Cuando le preguntamos qué es lo más urgente a resolver en el barrio, Rafael Palacio, típico hombre de los cerros, asegura: "Hace falta buscar mejor comodidad para los médicos cubanos. Nosotros ya tenemos salud en el barrio, qué más pedir".

El doctor Calvis, que los escucha con atención, disimula y seca una lágrima que se le escapa. Esa gente agradecida ignora que allá en la lejana Holguín, este médico tiene una pequeña que apenas conoce, y que su esposa Idania, también médico de la familia, espera su regreso y una oportunidad para servir en otros pueblos: "Es duro, confiesa Calvis, pero es lo menos que puede hacer un profesional formado por la Revolución. Darlo todo por el ser humano".