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Latinoamérica

2 de octubre del 2003

México: Fuera de juego

Leon Bendesky
La Jornada
México se está convirtiendo en un país pequeño. Esto ocurre tanto en el campo de los asuntos internos como en el de las relaciones internacionales. Adentro es cada vez más evidente la inoperancia de un sistema político que, en el marco propio de las diferencias programáticas e ideológicas entre partidos políticos, contribuya al fortalecimiento de las condiciones sociales, a la definición de un estilo de desarrollo que genere mayor crecimiento productivo, con más empleo e ingresos para la población, y a la ampliación del horizonte de las expectativas de la gente, que hoy es sumamente corto. Afuera es patente la pérdida de presencia de los representantes del gobierno en los foros mundiales, sea el Presidente o los secretarios, y con ello la expresión de posiciones políticas y diplomáticas que exhiban un proyecto reconocible para el país. Esto mismo lo ha marginado no sólo del escenario de los debates, sino de los acuerdos que establecen otras naciones, que están definiendo rupturas y apuntan a posibles nuevas formas de negociación en los organismos internacionales.

La política económica sigue poniendo de manifiesto una de las características más notorias del modo de funcionamiento del sistema global. Esta corresponde a la separación que existe entre las medidas que se aplican para estabilizar las variables financieras y aquellas otras que deberían provocar el crecimiento de la producción. Mientras el énfasis se pone en los medios que enmarcan a las corrientes de las inversiones y el control monetario, que incluye al tipo de cambio, estos mismos medios restringen la gestión macroeconómica en cuanto a su efectividad para generar mayor producto. En términos agregados no podríamos ser más felices, pero como partes de ese todo, la situación es muy distinta para la mayoría de las familias y de las empresas.

Así, el campo de la administración de los asuntos públicos se hace cada vez más estrecho. Al tiempo que somos, otra vez, un ejemplo favorito del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial por la manera en que se maneja la economía, se reducen los márgenes de maniobra. Como ya sabemos, esto ha puesto al gobierno en un estado de parálisis en tanto espera que, finalmente, sobrevenga la recuperación del sector manufacturero en Estados Unidos. No hay signos de que ocurra pronto, pero la situación se complica todavía más por los desequilibrios financieros que se están profundizando en ese país, por el déficit fiscal y en las relaciones de comercio y financiamiento con el exterior.

El efecto negativo sobre el comportamiento de los mercados mundiales, que puede generar lo que se denomina los "déficit gemelos", fue uno de los asuntos a los que se dio mayor atención en la reunión de los organismos financieros internacionales que se realizó en Dubai la semana pasada. Por ello la posibilidad de una recuperación de la economía mexicana está marcada por la incertidumbre y, frente a ella, la falta de acciones de política y de planteamientos decisivos de negociación que fortalezcan a la economía y su posición externa contribuye a mantener la situación actual de estancamiento.

En este sentido se advierte hoy una diferencia notoria con las posturas que ha ido adoptando el gobierno del presidente Lula de Brasil. Un ámbito en el que se expresan corresponde a las reformas internas que ha propuesto y comienza a consolidar. Otro es el que mostró en la reunión ministerial de la OMC, en Cancún, hace un par de semanas, con respecto a la liberalización efectiva del comercio agrícola, en especial en lo que concierne a los subsidios que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea. Y en días pasados en la reunión conjunta del FMI y el Banco Mundial promovió nuevas formas de financiamiento para el desarrollo. Por último, está la búsqueda para su país de un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La política interna de Brasil es la que hace posible un protagonismo más positivo en el terreno de las relaciones económicas internacionales. Esto no es una loa; sólo digo que frente a ese comportamiento destaca el bajo perfil mexicano y la aceptación explícita del alto grado de dependencia y sumisión al gobierno estadunidense.

La muy limitada capacidad de actuar internamente y la contraparte que ello representa en la presencia internacional del gobierno está haciendo de éste un país pequeño. México está fuera del juego, no constituye la referencia que debía corresponder al tamaño de su territorio, población y producto que genera. Se ha empequeñecido por el impacto adverso que ha tenido la forma en que se abrió la economía: se liberalizaron los mercados y se privatizó buena parte de las empresas públicas. La ventaja que debió haber representado el TLCAN se ha convertido en una debilidad en el sector agrícola y en una fuerte dependencia en las manufacturas. Sostener esta situación sólo fomentará mayor fragilidad social. Para ese caso la referencia también puede encontrarse en este subcontinente y es Argentina.