Angel Guerra cabrera La Jornada Sí, reitero el título con que otros colegas han encabezado sus colaboraciones sobre el Encuentro "En Defensa de la Humanidad" a iniciarse mañana en el Polyforum Siqueiros de la ciudad de México. La reiteración no es sólo válida, sino indispensable. Todos los datos científicos disponibles confirman que el sistema económico y social implantado a partir de la revolución industrial en Inglaterra ha llevado al género humano a una situación preapocalíptica, que es imperioso revertir y transformar radicalmente. Ese sistema ha condenado a la humanidad a sufrir penurias materiales y espirituales cada vez mayores, a la degradación de la condición de homo sapiens con el sólo objeto que unos pocos amasen obscenas fortunas que superan el PIB de decenas de países subdesarrollados.
Ya no es sólo la martirizada y saqueada Africa la excluida de los niveles más elementales de desarrollo. Existen vastas regiones del planeta y pueblos enteros en proceso de africanización. Se equivoca quien crea que el fin de la trata negrera eliminó el tráfico de esclavos; fuente, junto al saqueo y la rapiña, del enriquecimiento de las grandes potencias capitalistas que permitió el surgimiento de las sociedades de consumo. Hoy millones de seres humanos de los países pobres son arrancados como entonces de su medio familiar y cultural para servir como nuevos esclavos asalariados en sociedades cuya esencia es ajena por completo a las necesidades y los padecimientos humanos y se basa únicamente en el afán de lucro.
La conquista colonial, como la que desfachatadamente se lleva a cabo en Irak, Palestina y Afganistán o la que está en marcha en América Latina bajo nombres eufemísticos como Plan Colombia o ALCA es el medio con que la elite gobernante en Estados Unidos ha decidido saciar su sed infinita de energéticos y solucionar las graves disfuncionalidades de su sistema político y su economía de casino, minados de corrupción hasta el tuétano. El escándalo de Enron o el fraude electoral que llevó a la Casa Blanca a George W. Bush no son más que la punta del iceberg que anuncia nuevas quiebras fraudulentas a costa de pequeños accionistas y nuevas burlas a la voluntad popular. Con el pretexto de combatir el enemigo nebuloso e inasible del "terrorismo" más de sesenta países del mundo están en la lista de posibles blancos de Washington en las nuevas guerras coloniales inauguradas en la antigua Yugoslavia. Todo el que discrepe del orden dominante, todo el que sea distinto al molde ideológico y estético difundido por la máquina cultural-mediática de la democracia para millonarios y el libre mercado será tratado como terrorista.
En este cuadro, lo más amenazador es el daño irreparable que la irracionalidad consumista y el derroche de recursos han ocasionado y continúan ocasionando a los ecosistemas que aseguraron durante millones de años la reproducción de la vida sobre el planeta. La humanidad está literalmente amenazada de muerte por el sistema económico que alumbró al imperialismo moderno en el último cuarto del siglo XIX. Los horrores de la primera y la segunda guerra mundiales, la Gran Depresión de los años 30, el surgimiento del nazismo y el fascismo anunciaban nuevos horrores y crisis -como se demostró en Vietnam-, inherentes a un sistema que aumenta exponencialmente y sin pausa su capacidad de destrucción de todo lo existente en el planeta. Estamos asistiendo a la aplicación de una política internacional de guerra y esclavización universal bajo la batuta del grupo dominante en Washington, que desconoce la legislación internacional y todo derecho a los pueblos con la complicidad más o menos v! elada de las restantes "democracias industriales".
No es ética ni moralmente justificable cruzarse de brazos ante una situación como esta y es obligación de los más instruidos e informados, de los que crean obras de arte o pensamiento, de los que difunden ideas y noticias, hacer conciencia sobre esta tragedia en ciernes y hacer todo lo posible -y hasta lo imposible- por evitarla. Con frecuencia muchos intelectuales justifican su inacción, o su complicidad ante el sistema dominante, arguyendo falsedades como que no se han creado alternativas que permitan cambiar el injusto orden actual o sofismas como que la democracia al uso es imperfecta pero es "el menos malo de los sistemas conocidos". Una democracia que mereciera ese nombre alumbró la Comuna de París y, sin ir tan lejos, se construye en este mismo momento desde la base por los movimientos populares e indígenas desde el río Bravo a la Patagonia, como acabamos de ver en Bolivia.
Las alternativas siempre han surgido de la lucha de los pueblos y todo lo más que pueden hacer los pensadores que aspiren a un mundo distinto es estudiar sus tendencias, establecer regularidades o encontrar las causas de los hierros pasados para sugerir la manera de evitarlos en el futuro. Pero la condición para realizar esta tarea imprescindible es que los intelectuales tomen parte activa en los movimientos sociales y antibélicos, sin pretender por ello dictarles pautas de conducta.
El Encuentro "En Defensa de la Humanidad" es una invitación cordial, abierta y sin prejuicios a la organización de los hombres y mujeres de la pluma, la lira, el pincel o el celuloide para transformar este mundo en otro donde prevalezca la fraternidad y la solidaridad entre los seres humanos.