Latinoamérica
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6 de octubre del 2003
Entrevista a Frei Betto, asesor especial del presidente brasileño
"Soy socialista y sé que llegaremos a una nueva sociedad a través de conquistas graduales"
Francesc Relea
El País
Este fraile de 59 años de edad, amigo personal de Lula, se trasladó del convento de São Paulo a Brasilia para estar con el presidente. Ahora tiene dos secretarias, pero no ordenador porque redacta las notas a mano. Tiene una larga biografía revolucionaria y sigue pensando que "la gran utopía política es el socialismo". Es un hombre de apariencia discreta y tímida, menudo, de pelo blanco y expresión afable. Defensor de la utopía, el asesor del presidente acumula una larga trayectoria de lucha política en la que contribuyó a la formación de las comunidades eclesiásticas de base y al desarrollo del movimiento sindical.
Pregunta. ¿Militó en el Partido de los Trabajadores (PT), que llevó a la presidencia de Brasil a Lula?
Respuesta. Nunca. A pesar de que he estado muy próximo al PT, diría incluso que ayudé a la formación del partido, pero nunca me afilié al partido.
P. Desde aquella izquierda latinoamericana de los años sesenta y setenta que usted conoció de cerca hasta la de hoy día ha llovido mucho.
R. Sí. Afortunadamente ha cambiado mucho. En los años sesenta conocí una izquierda que era muy dogmática y doctrinaria, que apenas tenía raíces populares. Pertenezco a una generación de cristianos que ayudó a construir una izquierda con raíces populares. Cuando cayó el muro de Berlín, la única izquierda que no se sintió cuestionada fue la que tenía vínculos populares y era menos académica. La izquierda académica sin raíces populares entró en una crisis profunda. La idea de que primero hay que hacer la revolución para llegar más tarde a la estructura del Estado se modificó a lo largo de estos años. La elección de Lula es la prueba de que es posible llegar a la estructura del Estado para hacer cambios. Hoy, la revolución en América Latina sólo interesa a dos sectores: los fabricantes de armas y la extrema derecha. Lula y el PT representan una experiencia de acumulación progresiva de fuerzas.
P. ¿Qué significó el fracaso de la revolución sandinista en Nicaragua?
R. Fue un shock muy grande, pero no el único. Para mí ha habido tres grandes choques: la muerte de Salvador Allende en el golpe militar en Chile, el asesinato de Maurice Bishop en Granada y la derrota de la revolución sandinista. Fueron un retroceso muy grande. Hoy, los que estamos en el Gobierno brasileño hemos sacado muchas enseñanzas de todo eso: sabemos que si queremos hacer un cambio profundo en Brasil tenemos que actuar con cautela.
P. ¿Cuál es el objetivo a largo plazo del Gobierno brasileño?
R. El objetivo final es acabar con la injusticia en Brasil a través de una reducción drástica de la desigualdad. Por eso Lula ha señalado como prioridad de su Gobierno la erradicación del hambre, que afecta a 44 millones de ciudadanos. Personalmente, sigo pensando que la gran utopía política es el socialismo, a pesar de la caída del muro. No porque hubo Inquisición dejé de creer en el cristianismo. Por una razón aritmética, o la humanidad comparte los pocos medios de que dispone, o iremos directos a la barbarie.
P. ¿Cuál es la sociedad de sus sueños?
R. No me importa el nombre. Me defino como hombre socialista, porque además ya vivo en una microsociedad socialista que es la religiosa, donde comparto mis bienes, no tengo propiedad ni acumulación. Soy un socialista convencido porque creo que es inviable un mundo en el que cuatro ciudadanos norteamericanos -Bill Gates [fundador de Microsoft], Warren Buffet [Berkshire Hathaway, seguros], Lawrence Ellison y Paul Allen- tienen una fortuna equivalente a la suma del PIB de 42 naciones con 600 millones de habitantes. Califico este modelo de globalización como globocolonización. Sí, soy socialista y sé que llegaremos a una nueva sociedad a través de conquistas graduales.
P. ¿Los asesores especiales del presidente como usted conforman una especie de gobierno en la sombra?
R. No, en absoluto. Somos personas que cumplimos misiones determinadas directamente por el presidente y que tenemos una larga historia de amistad con él. Cada uno tiene una tarea específica. La mía consiste, junto a Oded Grajew, en la movilización social de la campaña Hambre Cero; es decir, vincular la sociedad civil organizada con la erradicación del hambre. Me ocupo de las relaciones con el mundo político, las empresas públicas, las congregaciones religiosas, el mundo sindical...
P. ¿Cómo funcionan los distintos programas sociales que ha puesto en marcha el Gobierno?
R. El programa Hambre Cero es un programa no asistencialista, de inclusión social. ¿Y cómo se sabe si es o no asistencialista? Respondiendo a la pregunta: ¿si el proveedor desaparece, el beneficiario avanza o retrocede? Está todo pensado para que no sea una gincana de distribución de alimentos, sino de distribución de renta. Ayer alcanzamos la cifra de un millón de familias con cartilla de alimentación. Eran familias con una renta per cápita inferior a 90 reales, es decir, de un dólar al día. Pasaban hambre sobre todo en los Estados del noreste, una zona de Minas Gerais y la Amazonia. En otros Estados llevamos a cabo acciones puntuales, porque además de ocuparnos de los municipios más pobres damos prioridad a los asentamientos y campamentos rurales que están diseminados por todo Brasil, los quilombolas (comunidades descendientes de los esclavos), y aldeas indígenas en estado de subnutrición. Nuestros programas provocan una reactivación de la economía local, porque hay al menos 500 familias en cada ciudad con crédito, que equivalen a 25.000 reales, y eso reactiva mucho la economía local. No compramos alimentos para la cesta básica en las tiendas o los grandes mayoristas, sino que compramos en la agricultura familiar local. El programa crea nuevas reglas de convivencia y ya muestra los primeros resultados. Por ejemplo, en el municipio de Guaribas (al sur de Piauí), donde comenzó el programa Hambre Cero, hasta enero pasado fallecían 59,9 niños de cada 1.000 nacimientos. Desde el mes de abril no muere un niño en Guaribas. Es un ejemplo de lo que está ocurriendo en muchos municipios: una reducción drástica de la mortalidad infantil y un aumento de la calidad de vida.
P. ¿El resultado en nueve meses de gobierno del PT es esperanzador?
R. Muy sorprendente y muy bueno. En Brasil, el hambre tiene características distintas de otros países, especialmente de África. Por razones genéticas, es un hambre endémica, que no produce cuerpos esqueléticos. Aquí muere un gran número de obesos y que son muy pobres. Hay familias que comen el año entero un solo producto: frijol o mandioca, por ejemplo. El programa que está en marcha permite una dieta alimenticia más equilibrada.
P. ¿Con qué financiación cuentan?
R. La cartilla alimenticia viene del Gobierno federal. Es un gasto que se considera inversión. La cifra invertida es de 600 millones de dólares. La iniciativa privada ha empezado a hacer aportaciones. La federación de bancos contribuye con la construcción este año de 6.000 cisternas para la recogida de agua de lluvia y combatir la sequía. Otras empresas están firmando convenios de cooperación con los ayuntamientos en diversos aspectos del proyecto.
P. ¿Por qué una empresa ayuda a la campaña Hambre Cero? ¿Para desgravar impuestos?
R. No. En Brasil está tomando cuerpo el tema de la responsabilidad social. Muchas empresas participan en el programa porque están motivadas. Pero ninguna de ellas ha pedido privilegios, es decir, exención de impuestos. El ministro de Hacienda ha otorgado exenciones de algunos impuestos a aquellas empresas que han donado alimentos para acciones de emergencia del programa Hambre Cero.
P. Usted era una persona que cuidaba el anonimato y que hasta hace poco tenía escasa presencia en los medios de comunicación. Ahora es una persona pública.
R. Me han obligado. Nunca había salido en televisión hasta que llegué al Gobierno, a pesar de haber recibido muchas invitaciones. Tengo muchas vanidades, pero no la de ser conocido en público.
P. ¿Por qué no es ministro?
R. En primer lugar, porque creo que eso nunca pasó por la cabeza del presidente. Ni por la mía. Y porque es un cargo que no aceptaría. Estoy en una función ideal, no aspiro a otra ni tengo ningún apego al cargo. No me gusta la vida del funcionario público. Estoy aquí más por deber que por placer.
P. Usted asesora y da consejos al presidente.
R. No, no doy consejos. Eso es un mito. Soy amigo del presidente, amigo fraterno. Como dos amigos que hablan de todo, converso con el presidente de lo que me parece bien y de lo que me parece mal. Intercambiamos muchas ideas. El presidente me da muchos consejos, muchas lecciones, y también muchas broncas cuando no le gusta alguna declaración que he hecho.
P. A usted no le gustó, al parecer, el nombramiento de Gilberto Gil como ministro de Cultura.
R. No fue exactamente así. Yo estaba durmiendo en el convento cuando de buena mañana me llamaron de una emisora de radio. Me preguntaron sobre varios nombres que sonaban como posibles ministros. Di mi opinión. Me preguntaron qué me parecía Gilberto Gil para Cultura. Contesté que era un gran compositor y cantante, pero quizá no el mejor candidato a ministro. Pensaba en otros nombres del PT que reunían mejores condiciones. Cuando salí de mi habitación y fui a tomar café vi en el periódico que Lula ya había convocado a Gilberto Gil. Yo no sabía nada, pensaba que era una pura especulación del periodista.
P. Usted acompañó al presidente Lula en el reciente viaje a Cuba. ¿Estuvo en las reuniones que mantuvo con Fidel Castro?
R. En casi todas. Sólo hubo dos momentos en los que no estuve: la conversación de la llegada y en la hora y media que pasaron a solas al final de la visita.
P. ¿El presidente Lula habló de los fusilamientos en Cuba?
R. Lo que puedo decir es que el presidente habló de todo lo que creía que tenía que hablar, porque tiene muy buena relación con Fidel Castro. Como amigos que se respetan, hablaron de todo. No estoy autorizado a entrar en el contenido de aquellas conversaciones. El presidente recibió al cardenal de La Habana, Jaime Ortega, de quien escuchó un relato sobre lo que acontece en Cuba. Fue un viaje muy provechoso, del que pronto se verán sus frutos. El presidente Lula reafirmó la soberanía de Brasil, que no somete sus relaciones exteriores a ningún tipo de dirigismo. Somos independientes.
P. ¿Qué siente cuando destacados intelectuales europeos, no precisamente de derecha, critican a Lula por no aludir a las violaciones de derechos humanos en Cuba en su reciente viaje a la isla?
R. Nosotros tenemos una visión de Cuba que tal vez no sea la misma que la que tienen en Europa. En Brasil tenemos un refrán en la educación popular que dice que la cabeza piensa donde los pies pisan. Ver el mundo desde la óptica de Europa y desde la óptica de América Latina es diferente. Desgraciadamente, hoy la palabra utopía es una palabra inadecuada y políticamente incorrecta en Europa. Aquí no, es una palabra bien dicha y bienaventurada. Nosotros miramos a Cuba con mucho respeto y admiración por las conquistas sociales.
P. ¿Cree usted que en Cuba hay violaciones de derechos humanos?
R. Cuando hablamos de derechos humanos, nosotros estamos hablando del derecho a la alimentación, la salud, la educación... Desde este punto de vista, ningún país de América Latina asegura tantos derechos al conjunto de su población como Cuba. En Brasil todavía estamos muy lejos de conquistas de derechos humanos, tenemos que conquistar derechos animales. El programa Hambre Cero es un ejemplo. Comer es cosa de animales. Un tercio de la población de mi país no tiene eso asegurado. Ninguno de nosotros puede imaginar una base militar cubana en California, pero ¿dónde están esos intelectuales europeos protestando contra la base de Guantánamo, en Cuba? Es muy fácil hablar de derechos humanos en Cuba. Como hombre de izquierdas, socialista y cristiano no quiero para el futuro de Cuba el presente de Haití o incluso el presente del noreste brasileño.
P. En estos nueve meses, ¿el Gobierno de Lula ha caminado más lentamente de lo que esperaba?
R. Personalmente tenía la expectativa de que el ritmo fuera más ágil hasta que comprendí lo compleja y pesada que es la maquinaria del Estado. El PT podía haber apostado por una opción revolucionaria cuando nació en plena dictadura, y en cambió optó por esa democracia burguesa, con todas sus limitaciones. Por eso Lula compitió en cuatro elecciones y esperó 13 años para llegar al Gobierno. Vista la experiencia de Allende en Chile y de la Nicaragua sandinista, no hay que precipitarse. Se necesita agilidad para negociar con el Congreso y tener una buena base parlamentaria. He descubierto que el Ejecutivo puede mucho menos de lo que mucha gente cree. Puede mucho, pero a largo plazo, no inmediatamente. Creo que éste es un Gobierno que está haciendo reformas que el Gobierno anterior no hizo en ocho años, que da prioridad a la política social; que está elaborando un plan nacional de reforma agraria, sin demagogia, para realizar aquello que se ha propuesto históricamente.
P. ¿Cuáles son los mayores desafíos del primer año del Gobierno de Lula?
R. Creo que las mayores conquistas que ha logrado son estabilidad económica, creando una nueva confianza en los mercados internacionales; el Hambre Cero, en pocos meses hemos hecho una gran distribución de renta -un millón de familias-, y las reformas fiscal y de la Seguridad Social que el Gobierno ha conseguido llevar al Congreso. A partir de aquí estimo que los grandes desafíos serán la reducción del desempleo, la violencia y la reforma agraria.
P. Algunas voces críticas al actual Gobierno sostienen que las reformas que está a punto de aprobar el Congreso no fueron posibles en el pasado porque el PT, que estaba en la oposición, votaba en contra.
R. Eso es muy extraño, porque el PT apenas tenía 50 diputados, y el Gobierno, más de 400. La base parlamentaria de Cardoso era muy superior a la que tiene Lula. Si el Gobierno anterior hubiera querido, habría logrado aprobar las reformas.
P. ¿El poder transforma a quien lo ejerce?
R. No hay duda de que el poder tiene una fuerza seductora de cooptación que es muy peligrosa. Desde el primer día me di cuenta de que no tengo el menor apego al cargo. El día que salga de aquí será muy feliz, porque volveré a hacer lo que más me gusta: escribir. Ahora apenas tengo tiempo para escribir mis artículos, y eso es un sacrificio. Quien no tiene otros campos de actuación corre un riesgo muy grande de aferrarse al poder.
P. ¿Ese riesgo podría afectar al presidente Lula?
R. No, porque el presidente tiene algunas características interesantes: en primer lugar, viene de la miseria. En toda la historia republicana hubo un solo presidente que venía de la pobreza, Nilo Peçanha, que gobernó Brasil en 1909. Lula está marcado profundamente por su origen: hijo de padres analfabetos, sufrió mucho con la muerte de su esposa y de su hijo, el dedo que perdió... Tuvo muchas oportunidades de aburguesarse y no lo hizo. Hasta llegar al palacio presidencial, Lula nunca tuvo empleada doméstica. Cuando va a su casa de São Bernardo do Campo, algún fin de semana, vuelve a ser el de siempre.
P. ¿Usted contribuyó a moldear, elección tras elección, la figura de Lula como candidato a la presidencia?
R. No. Me considero su amigo, que participó en muchas actividades de su vida, y que siempre opinó. Pero nunca tuve este papel.
P. Influencia, ¿tal vez?
R. En todo caso, diría que hay una influencia mutua.
P. ¿Lula ganó finalmente las elecciones por su perseverancia o porque Brasil ha cambiado y ya no le asusta un presidente del Partido de los Trabajadores?
R. Ganó Lula porque este país se fortaleció mucho con movimientos sociales en los últimos 40 años. Si hay una persona que contribuyó a la victoria de Lula es el profesor Paulo Freire. Gracias a su pedagogía, muchos movimientos populares se fortalecieron en Brasil: las comunidades eclesiásticas de base, el sindicalismo, el Movimiento de los Sin Tierra, las mujeres, los negros, los indígenas. Lula es el resultado de este proceso. Por eso ganó. No es producto de la mercadotecnia o del dinero, sino que es la expresión de un poder popular.
P. ¿Han cambiado las élites, que hace un año denostaban a Lula por su origen humilde y su supuesta falta de preparación para ser presidente, y ahora le aplauden y elogian su carisma?
R. Al menos lo respetan. Creo que las élites también han madurado y de alguna manera han cambiado. Han visto que todos aquellos fantasmas que la extrema derecha intentó inocular en su cabeza eran fantasmas improcedentes. Como aquellos mensajes que advertían que si Lula ganaba expropiaría a quien tuviera dos gallinas u obligaría a todo el mundo a convertirse al ateísmo. Afortunadamente, las élites reconocen la importancia del trabajo, la autoridad y la representatividad internacional de Lula. Este último aspecto ha sorprendido a muchos, al convertirse en portavoz de América del Sur. Lula es hoy un estadista de articulación internacional.
P. En el Gobierno brasileño conviven veteranos compañeros de la lucha política con empresarios y representantes de los poderes económicos. ¿Funciona esa heterogeneidad?
R. Es un Gobierno heterogéneo. En este sentido representa bien a la sociedad brasileña. Funciona gracias a la batuta de un maestro muy celoso de su competencia, su talento y sus objetivos. El presidente no quiso hacer un Gobierno del PT con un único matiz ideológico, sino que formó un Gobierno más amplio, con lo mejor de la sociedad brasileña.
Entre las celdas de la cárcel y del convento dominico
FREI BETTO NACIÓ en Belo Horizonte (Minas Gerais), en el seno de una familia de clase media. Hijo de un juez y de una autora de varios libros de cocina mineira de su Estado natal, conoció las cárceles de la dictadura en dos ocasiones.
A los 20 años fue detenido y torturado durante 15 días (1964). Posteriormente pasó cuatro años en prisión (1969-1973). Era colaborador de la organización guerrillera Acción Libertadora Nacional (ALN), que dirigía el mítico Carlos Marighella, e integró un grupo de apoyo a los perseguidos políticos junto a otros padres dominicos. No participó en ninguna acción violenta, pero dio cobertura a quienes empuñaron armas.
Era estudiante de la Facultad de Periodismo cuando decidió ingresar en la orden de los dominicos, a los 20 años. Hasta hoy. "Mi relación con la jerarquía eclesiástica es absolutamente normal". ¿También con el Vaticano? "Sí. No sé si Roma sabe de mi existencia. Nunca he tenido problemas con la Iglesia. Cuando estuve preso, hubo cardenales que me apoyaron y otros que no". Al recuperar la libertad estuvo en una favela cinco años en la ciudad de Vitoria. En 1979 se trasladó a São Paulo, concretamente al cinturón industrial de la gran urbe, donde conoció a Lula.
En los años ochenta empezó a asesorar a algunos "países socialistas" sobre las relaciones Iglesia-Estado. Estuvo en Nicaragua, Cuba, China, la Unión Soviética, Polonia, Checoslovaquia. Además de periodismo estudió teología, filosofía y antropología.
Sigue vinculado al convento de los dominicos de São Paulo, en el que conserva su celda. Participa en los retiros que promueve la orden y ejerce de alguna manera la actividad pastoral. "Considero mi actividad de gobierno una actividad pastoral. El proyecto Hambre Cero es la versión de la multiplicación de los panes de Jesús. Nada es más evangélico que la función que ejerzo aquí dentro".
Autor de 48 libros publicados, Frei Betto ha tenido que aparcar momentáneamente su pasión por la literatura. "Mis libros circulan por las librerías, pero no he podido trabajar en nuevos proyectos de creación". Escribió una biografía no autorizada de Cristo, Entre todos los hombres, que fue bien acogida por la cúpula de la Iglesia católica. "Es mi visión de Jesús y mi declaración de amor a Jesús", declara.