Cóctel explosivo que se agita: gas: salida al mar y demandas sociales
Gonzalo Sánchez de Lozada juega sus horas decisivas
JAIME PADILLA (30 sept 2003).-
El presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada, se encuentra frente a la prueba más dificil de su mandato. Hasta diciembre debe más que decidir; elegir el puerto por la cual Bolivia exportará su gas hacia Estados Unidos y México.
El paro nacional convocado por la máxima organización sindical; Central Obrera Boliviana (COB), la masificación de bloqueos, el incremento de huelguistas y los mercados desabastecidos, tienden a agravar la situación social de Bolivia desde el lunes, cuando comienzan otras medidas en defensa del gas.
Si el Estado boliviano fuera el propietario de las reservas de este energético, -coinciden en sostener distintos sectores- fácilmente el país podría salir de sus agudos problemas. Pero no. Su suerte parecería estar codenada a la dependencia económica de las transnacionales.
El actual mandatario boliviano en su primera gestión presidencial (1993-98), impulsó con celeridad su política de privatizaciones y así es que hoy las empresas extranjeras controlan la mayor parte de las reservas bolivianas: Petrobras, Total, Maxus y Repsol, que en conjunto tienen la propiedad y el derecho de explotación sobre el 80 por ciento de las reservas. Las empresas Chaco y Andina, dirigidas por las transnacionales Amoco, British Petroleum y Repsol YPF y en las que hay participación accionaria minoritaria de ciudadanos bolivianos, controlan el 15 por ciento de las reservas. Chaco y Andina han sido constituidas sobre la base de la privatización parcial de la ex empresa estatal del petróleo (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos YPFB), y ahora que el pueblo se ha levantado reclamando su renacionalización (recuperación), y su respectiva industrialización en el país, el gobierno no sabe cómo salir de este enredo que tiene un alcance internacional. Existen acuerdos firmados con el consorcio Pacific LNG —conformado por la hispano argentina Repsol YPF y las británicas British Gas y British Petroleum—que han prometido una inversión de 6 000 millones de dólares, con la condición que el gas pase por Chile.
Pero en la población boliviana surgió otro elemento. No sólo hay un rechazo al proyecto de exportación del gas a Estados Unidos y México, se opone también que esta salga por Chile.
La negativa para Chile tiene fundamentos históricos y políticos, más de la mitad de la población boliviana cree que debe salir por Perú. Los puertos chilenos de Mejillones y Patillos, y el peruano de Ilo compiten para que se exporte por sus puertos el gas boliviano a Estados Unidos.
La crisis social en Bolivia en estos momentos ha cobrado una acelerada dinámica, podría adelantarse con un cúmulo de imprevisibles hechos y aplastar los infructuosos esfuerzos que desarrolla hoy la Iglesia Católica por viabilizar una pronta salida al conflicto. Pues esta guerra del gas no es un recurso más del discurso político de la oposición, es un cóctel explosivo que se agita: gas, salida al mar y demandas sociales y son diversos los medios de prensa que se hacen eco de la movilización campesina contra un proyecto de exportación de gas a Estados Unidos y México, a través de un puerto de Chile. Es el sentimiento antichileno que hoy cohesiona las heterogéneas demandas bolivianas.
Uno de los temas que más aprendemos y más escuchamos desde niños es la posibilidad de tener una salida al Pacifico. Claro, a quien no le gustaría tener una playa para nuestra patria, es más la justicia internacional piensa que debe ser así. ¿Sacar el gas por Chile? ¡Jamás!, responden a coro los participantes en una de las tantas manifestaciones callejeras realizadas esta semana en ciudades bolivianas.
Y el primero en asumir este sentimiento antichileno es el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, porque las organizaciones campesinas lideradas por Felipe Quispe, Evo Morales y la Central Obrera Boliviana, han desatado su persecución. Las masas pretenden obligarle a abandonar la presidencia.
Cabe preguntarse si las medidas actuales de presión surtirán su efecto. ¿Habrá una sucesión Constitucional? O se ¿desataría un otro enfrentamiento entre cocaleros y aymaras para probar cual de sus líderes ingresa al palacio Quemado?
Creo por ese temor Gonzalo Sánchez de Lozada desplejó su última estrategia, en una especie de estudiado contragolpe que consistió en potenciar en los medios, el discurso pronunciado en Nueva York el 24 de Septiembre reciente, por el vicepresidente de la República, Carlos Mesa Gisbert, que pidió al pueblo chileno, ante el pleno de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, reparar "un daño histórico que nos tiene anclados en el siglo antepasado".
El Segundo Mandatario de la nación reafirmó que «Bolivia no renunciará a su justa reivindicación de un acceso soberano al Océano Pacífico, dado que nacimos como República independiente con litoral marítimo". Fue un discurso más como tantas.
Han sido los gobernantes de turno de ambas naciones que durante siglo y medio no supieron superar semejante trauma histórica. Bolivia y Chile no tienen relaciones diplomáticas desde 1978.
El 20 de Septiembre de 1904, Chile y Bolivia firman un tratado de límites que pone fin definitivamente a las diferencias territoriales que se venían arrastrando desde 1842 y que fueron causales de la Guerra del Pacífico en 1879.
A raíz del diferendo por el Río Lauca en 1962, se suspendieron las relaciones diplomáticas entre ambas naciones. En 1974 ante los anuncios del régimen de Hugo Bánzer Suárez de pretender relaciones con Chile y el slogan que propiciaba el gobierno de «mar a como dé lugar» sin respetar los compromisos con Perú y las Resoluciones adoptadas por la OEA, respecto a que Chile debía dialogar con Bolivia y solucionar el problema marítimo, la población boliviana se opuso al abrazo de Charaña, entre Augusto Pinochet Ugarte y Hugo Bánzer Suárez, esa determinación sirvió de pretexto al dictador para instruir que se silencie a quien se oponía con argumentos y pruebas, al abrazo que no solucionaría el problema marítimo. Pero el «Abrazo de Charaña» quedó en sólo eso, un abrazo, porque cuando se trató de profundizar en lo de la franja territorial con o sin compensación, surgió el gran escollo. El problema mayor es que se estaba hablando de territorios que pertenecieron a Perú y según el infame Tratado de 1904, cualquier acuerdo sobre el particular debe ser tripartito.
Durante el segundo mandato de Bánzer Suárez (antes de caer gravemente enfermo de cáncer), este se reunió con el primer mandatario de Chile, Ricardo Lagos, en el marco de la Segunda Cumbre de las Américas (Santiago abril 1998), y volvió a fracasar en su intento de sentar las bases de un acercamiento que culmine en la reanudación de relaciones diplomáticas.
Lamentablemente ambos países no han sabido curar este trauma histórica, sus gobernantes no han sido capaces de encontrar una fórmula distinta de lo que se ha planteado hasta ahora. Bolivia y Chile, siguen viviendo todavía de espaldas el siglo pasado.