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Latinoamérica

Paro total en La Paz y El Alto, todos condenan la masacre

Redacción de Econoticiasbolivia.com

La Paz, octubre 14, 2003 (hrs. 13:10).- Un millón y medio de vecinos de las ciudades de La Paz y El Alto paralizaron todas las actividades públicas y privadas y en silencio condenaron la cruel masacre que ensangrentó al Altiplano y quebró el alma, aunque no el espíritu, del país más pobre y rebelde del Sur de América.
Calles desiertas, puertas y ventanas teñidas de negro, banderas a media asta y un dolor que penetra la carne, marcaron la media jornada de hoy. En los barrios populares se velaban los muertos. Olor a coca, olor a pobre, olor a guerra. En los barrios de clase media, pena infinita y llanto. En los barrios residenciales, tristeza y temor.
La huelga decretada por la Central Obrera Boliviana (COB) y la Federación de Juntas Vecinales de El Alto, es acatada espontáneamente por todos. Son apenas un par de miles los que se reúnen y marchan por la parte superior del centro de la ciudad de sede de Gobierno. Hay algunos mitines, gritos de condena y carajazos. Se levantan pequeñas barricadas. Un cortejo fúnebre grita su dolor por las calles. El grueso, sin embargo, está en sus casas y barrios, de luto por los 26 muertos de este lunes y por los otros 28 acribillados por la metralla y los francotiradores entre sábado y domingo.
En las radios suenan los nombres de los muertos y de cientos de heridos. A cuatro mil metros de altura, la vida no vale nada. Aunque no lo cree así el padrecito Guillermo: "la vida es un don de Dios, que hay que preservarla", dice a través de la red radial Erbol, que se escucha en todos los barrios, en los de arriba y los de abajo. Allí donde se respira a tregua, a tensa tregua.
"Es la tregua que precede a la batalla final", sostiene el analista Alvaro García, que cree que, tras la masacre de los pobres, solo quedan dos salida; una política, con la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, y la otra, la militar, la sangrienta, la de la masacre.
Desde el perímetro de la zona sur de La Paz, en el límite urbano-rural, los campesinos velan a sus muertos, pero hay mucha rabia. "Todos vamos a salir hasta que renuncie el gringo maldito", dicen y se alistan para reanudar el combate de las masas desarmadas contra el tanque y la metralla.
En los barrios de El Alto, en los más radicales, tampoco se descuidan, especialmente los jóvenes de la Universidad Pública, los comerciantes minoristas, los mineros y campesinos. Ellos aún aguardan el refuerzo de sus hermanos de la vecina Viacha, de los de Oruro, que cada vez están más cerca, de los de Achacachi y Potosí. Desde Yungas, un ampliado de colonizadores, campesinos y cocaleros ordena: todos a la ciudad de La Paz. El pueblo sabe que solo la multitud podrá derrotar la masacre.
En la residencia presidencial, Sánchez de Lozada también se reúne con sus colaboradores más cercanos. Nadie quiere hablar con la prensa sobre el tema militar, nadie dice nada. Desde Trinidad, en el extremo norte del país, casi en la frontera con el Brasil, llegan otros dos contingentes de conscriptos armados. Hay alerta total.
"Es la tregua que precede la batalla final", repite el analista. Desde Cochabamba, en el centro de Bolivia, se abre otro frente. Hay escaramuzas entre manifestantes civiles y policías en varios puntos en la tercera ciudad en importancia del país. Cunden los bloqueos, los cocaleros y campesinos ya se hacen sentir en el Chapare y en varias provincias. Hay corte de rutas, gases y balines.
En el oriente, en Santa Cruz, en la región económicamente más fuerte e importante del país, hay movilizaciones populares, aún pequeñas pero en aumento. Desde el norte, desde Yapacaní viene la marcha, hay bloqueos. En Potosí, en el extremo sur del occidente, hay movilización total. Las marchas se repiten y multiplican en cada pueblo donde hay campesinos y trabajadores, a todo lo ancho de la geografía nacional.
Todas estas acciones populares están mostrando que la población civil más pobre de Bolivia está haciendo un gigantesco esfuerzo para movilizarse en todo el país, tratando así de frenar la masacre que se avecina otra vez en el Altiplano. Es la gigantesca sublevación de la piedra y el palo, es la movilización de las masas contra los tanques. Hasta la una de la tarde seguía en pie la tregua y el silencio de los inocentes.