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Latinoamérica

16 de enero del 2003

El desafío de la salida democrática

Pa’lante

"Sólo la política crea la posibilidad de la maniobra y del movimiento".
Antonio Gramsci

"Nos preguntaremos entonces qué es una decisión y quién decide. Y si una decisión es como se nos dice, activa, libre consciente y voluntaria. ¿Qué pasaría si guardásemos esta palabra y ese concepto, pero cambiaríamos estas últimas determinaciones? Y nos preguntaremos también quién dicta aquí el derecho y quien funda el derecho a la vida. Nos preguntaremos quién da o impone al derecho todas sus distinciones, a todas las prevenciones, a todas las sanciones que aquellas autorizan".
Jacques Derrida
Asistimos a la precipitación de una serie de desafíos. Un período de agudas tensiones nos interpela. Malestares, conmociones, duras confrontaciones y puntos de ruptura de la vida en común, establecen la premura, la inmediatez de las urgencias. Un profundo desencuentro (entre campos sociales y proyectos políticos contrapuestos) nos dice de las serias dificultades para negociar o pactar determinados compromisos. Este período critico puede encontrar su legítima superación en el diálogo y la salida democrática. Nosotros decimos: producida la ruptura, por la eficacia de los hechos, hay que delimitar el sentido de la sociedad donde podamos visualizarnos.
A veces las querellas adquieren vida propia y definen áreas de opacidad social...Cuando la envestidura de una sociedad, ha sido puesta en duda absoluta y el conflicto se apropia de la vida social, no es suficiente con apelar al Estado, (a esa entidad percibida como "garante de la paz social y usufructuaria del uso legitimo de la fuerza) ; porque el poder, una vez más, se nos presenta como una relación de fuerzas, como el resultado de posiciones estratégicas. La sociedad venezolana está allí, en ese borde, exceso, tope, en esa precisa expresión de la omnipresencia del poder estamos ubicados. No podemos eludir la apertura de nuevas vías de paso, ensanchar los caminos, aferrarnos a la política, en tanto herramienta de conformación de la cuestión social y echar pa'lante. Es imprescindible que reafirmemos nuestra esperanza y fijar los espacios tentativos que nos posibiliten vivir y sentir juntos.
La "salida democrática" es presentada (por tirios y troyanos, intermediarios y mediadores, facilitadores y obstruccionistas) como la alternativa para inaugurar, para algunos reestablecer, un período de paz y convivencia social. La lucha por construir esa opción se ha tornado engorrosa, difícil y compleja; las líneas de encuentros no se concretan, y debemos preguntarnos: ¿por qué?
La salida democrática y el bloque opositor: de las estrategias de la oposición y el conflicto
La salida democrática es efectiva y legítima, si los factores sociales y políticos confrontados envían señales inequívocas, incuestionables que de posiciones democráticas se trata. Los factores políticos en disputa y las respectivas visiones de la alternativa enunciada presentan un conjunto de características o propiedades que ameritan ser revisadas: la apuesta por la democracia requiere un esfuerzo por colocar, a la luz del sol, las argumentaciones que intentan validarla. En las líneas que siguen calaremos el repertorio de lineamientos políticos que la oposición ha formulado, con la finalidad de imprimirle una orientación específica al conflicto y definir la calidad y naturaleza del mismo. Y presentaremos, desde el movimiento popular y el espacio de la revolución, una perspectiva democrática y constitucional para asumir la crisis y el conflicto El esquema de desmontaje de gobiernos dictatoriales: "las transiciones democráticas" El esquema político de la oposición obedece a la metódica, a la lógica programática que modeló el desmontaje de los regímenes dictatoriales de América Latina, con base a la dicotomía o disyuntiva dictadura o democracia, y el expediente de elecciones y gobiernos democráticos.
Este guión, en el caso de la sociedad venezolana, exigía ser puesto a tono, dada las evidentes, diversas y hondas diferencias con el período dictatorial de Chile, Uruguay, Argentina y otros países del Continente. Ha sido y es necesario realizar un significativo esfuerzo (político y mediático) para eludir tan disímiles escenarios. El primer paso de la oposición, en función de perfilar la coherencia de su política, es fabricar, mediante una estrategia de presentación negativa del otro, la figura de "Chávez autoritario" (imagen y semejanza de un dictador o tirano cualquiera). Sin esa representación de Chávez y de su gobierno como dictatorial, la política fundamentada en la "transición democrática" es! insostenible. La jugada política en cuestión, que parecía una operación sencilla, trabajo de los medios de comunicación por delante, (se asumió como suficiente diseñar el personaje, publicitarlo, venderlo a un vasto y ávido mercado, posicionarlo...para que recojan "su gallo muerto"), ha significado un derroche imparable de tiempo, energía y recursos, para la oligarquía y sus creativos, plumíferos y operadores políticos. Los magros resultados no pueden ocultarse.
La postulación y búsqueda del "chavismo sin Chávez" es patética demostración de cómo la oposición intenta resolver su desaguisado.
La configuración de Chávez como dictador está aliñada por una curiosa propiedad. A Chávez no se le compara con Pinochet o Videla; se le asimila al comunismo (o castro comunismo) o una versión similar, como es el caso de la caracterización de "neocomunismo" que propone Aníbal Romero. Y hay que sacarlo o renunciarlo por ese doble pecado, dictador y filocomunista. Este giro, en absoluto inocente, posibilita, a la salida democrática de la oposición, excluir un factor político y social del conflicto, al chavismo. Con esta maniobra el bloque opositor produce una situación política difícil de gestionar, peligrosa de conducir: se distancia abismalmente, distanciamiento que en momentos se aproxima a la negación, de sus adversarios; multiplica y exacerba sus contradicciones; y margina a un significativo sector de la sociedad (en relación a lo se llama el "chavismo duro", es dar la espalda, hasta el desprecio, a un amplísimo sector de la población venezolana) .
¿ Cómo dialogar democráticamente con un rival de talante autoritario, con un criminal o tirano que promociona, financia y dirige "grupos de terror" ? ¿Cómo se resuelve este dilema? El esquema político de la oposición, en especial sus versiones radicalizadas, sólo ha conducido a construir callejones sin salidas y "puentes rotos". En ese espacio no hay diálogo o negociación posible, sólo existe lugar para el "revolcón" absoluto del otro. En gran medida, la salida democrática legítima, una conducción política del conflicto que excluya la guerra y la violencia, depende del revés político de tan nefasta opción y conducción política. Y de la aceptación del diálogo (o de la negociación) entre pares democráticos que defienden (claro está democráticamente) proyectos políticos divergentes o contradictorios. Los actores sociales democráticos no pueden eludir está condición sine qua non. Los impedimentos que emanan de una formulación equivocada del problema, por parte de la! oposición, exigen ser asumidos y colocar las cosas en su justo lugar.
La línea de trabajo, de la oposición exhibe un éxito limitado, tanto en el plano nacional como internacional: no ha incidido en aumento o crecimiento sustantivo de la fuerza política, social y militar del bloque opositor y menos aún, ha posibilitado canalizar apoyos decisivos, de la magnitud necesaria para renunciar o tumbar a Chávez ( sobre todo, la tan añorada intervención militar extranjera). A estos exiguos resultados, se sobreponen un conjunto de obstáculos que mediatizan los planes del bloque opositor, obstáculos que constituyen (en especial, el efecto "boomerang" comienza a descomponer su base social y producir el inicio de desafiliación por sectores políticos y organizaciones sociales que circulan en el radio de influencia de la oligarquía y la oposición) una compleja tarea para los gestores y operadores políticos del esquema de desmontaje de gobiernos dictatoriales.
La salida democrática y el afianzamiento de una estrategia de poder

Las exigentes demandas políticas de "Elecciones Ya", "Presidente, vamos a contarnos", "Presidente cuéntese", tienen por objetivo la reafirmación o constitución de una posición de fuerza que posibilite ubicar al adversario (¿al enemigo?), en una posición vulnerable y derrotarlo.
Se persigue posicionar las condiciones políticas que potencien la eficacia de la presión opositora y alcanzar el punto de ebullición, que según Luis Miquelena, garantiza el derrocamiento de Chávez. La carga de violencia presente en los partes diarios de "los Carlos"; el carácter belicistas de sus actos políticos ("La Gran Batalla"; "Ahora el objetivo es Miraflores"; "El Trancazo", "Vamos a bajarle los brequers al país"...); el terror mediático; la desobediencia tributaria; el sabotaje petrolero, el llamado a paralizar la educación y el cierre de los bancos, son suficientes evidencias que no se trata, simplemente, de contarse o de votos; sino de establecer las condiciones para una eventual victo! ria política previa o un escenario (por ejemplo imponer el referendo consultivo y la inaceptable gestión de buscar financiamiento externo para su realización) que permita "meter más presión", la presión indispensable para doblegar el chavismo y "tumbar o renunciar a Chávez" Por lo tanto, la cosa no es tan sencilla, tan ligera, como la pinta la oposición: Chávez y los chavistas no quieren contarse el 02 de febrero y no quieren elecciones porque son antidemocráticos. El pulso es que sector impone la agenda política, que la beligerancia opositora busca la posibilidad de ser más agresiva, de tener mayor contundencia o más "punch". Por eso, no firman la declaración contra la violencia; defienden rabiosamente el control de la Policía Metropolitana por de Alfredo Peña; y llevan hasta el paroxismo el terror mediático y el papel político de los medios de comunicación ... Por eso eluden la salida constitucional del referendo revocatorio o de la enmienda constitucional; y prefieren el camino de los atajos, las brechas y veredas, y buscan desesperadamente a Dios por las orillas. La oposición desea una "consulta electoral" carente de reglas o con sus reglas y en ausencia de un clima adecuado, (clima que depende de medidas que garanticen la partic! ipación fiable de los medios, la depuración y actualización del Registro Electoral Permanente, la verificación, supervisión y control de las firmas que apoyen el o los referendos, etc.); sin un Consejo Nacional Electoral idóneo e ilegítimo; sin el acatamiento a disposiciones constitucionales; y particularmente en un ambiente de chantaje y terror. ¿En que consiste la democracia de su salida? La belicosidad del bloque opositor (al punto de no eludir la alternativa de "tomar las armas si es necesario") deja en el aire o en suspenso a los elementos o problemas de legitimación democrática de la Venezuela actual. La oposición tiene que decidir entre una gestión pacífica del conflicto y una estrategia de poder suficientemente aliñada por la violencia, entre una relacionalidad altamente polarizada y exageradamente dispersante y las condiciones de relaciones entre pares democráticos. De ello depende su rol activo en la construcción de la Venezuela del futuro.
La salida democrática: ¿ una opción o la opción ?

El bloque opositor percibe la salida democrática como una propuesta opcional; más allá de las diferencias en su espacio, no la concibe como la opción, sino como una opción. El planteamiento de la "salida de Chávez por las buenas o por las malas" define su orientación en el conflicto. Para dejar claro de que se trata, Salas Röemer le pone nombre y apellido a "las malas". Este "jefe de la oposición", en declaraciones al diario El Universal, afirmó que: "si es necesario recurriremos a las armas... y que no se debe dudar en tomar la decisión de retornar la nación a los años cuarenta del siglo pasado, si ese es el precio a pagar para "tumbar a Chávez".
¿Sorpresa? Salas Röemer nos habla de la existencia, en Venezuela, de cierta especie democrática, de demócratas que están prestos a una confrontación armada. Parece que los hinchas de la violencia no se espantan, a la hora de profundizar y dilatar la conflictividad que lacera nuestra sociedad.
Enunciar una lógica de guerra y asumir las medidas correspondientes significa aceptar la incapacidad social y cultural de gestionar políticamente la conflictividad, la rutina colmada de desavenencias, la cotidianidad de las divergencias. El planteamiento de "por las buenas o por las malas" resume una toma de decisión, la internalización de una posición política divorciada de la cultura democrática y de paz; exactamente se trata una imposición autoritaria, terrorista que define e impone lo aceptable y conveniente. Y esto es fascismo puro, ni más ni menos. Para quienes han optado por el choque de trenes, por el descarrilamiento absoluto del país (el saboteo petrolero, lamentable ejemplo de hasta donde pueden llegar), la salida democrática es una opción sí ellos imponen la modalidad de consulta, y sólo si se aseguran de antemano que serían ganadores. Este tipo de actuación política, nada tiene que ver forma alguna de democracia. Frente a regulaciones sociales que producen! antagonismos y polarización, los actores sociales de desempeño democrático no pueden ignorar la demanda de formas de regulación que posibiliten una socialidad inspirada en el sentimiento de la mayoría de los venezolanos, mayoría que desea "paz y justicia en nuestro bendito país, sentimiento que descarta nuestra inhabilitación, pasividad o inercia frente a los planes de avasallamiento de los golpistas y los sectores fascistas.
La salida democrática: una diferencia radical. Gobernabilidad y profundización de la democracia El programa de "transición democrática" ( o de democratización) que se desarrolla en América Latina América Latina se sostiene en dos supuestos: era (o es) suficiente con el desempeño de una dinámica de elecciones libres e instalar gobiernos democráticos. Esta concepción de la "transición democrática" (adoptada por la oposición venezolana) percibe como un hecho marginal de nuestras sociedades, los serios problemas relacionados con la legitimación democrática y la profundización de la democracia; y se formula, como el gran problema, el verdadero problema, la institucionalización de determinada modalidad de gobernabilidad.
El aspecto sustantivo, del "esquema de transición", estipula que los gobiernos resultantes tienen que estar dotados de la capacidad y aptitud apara diseñar y ejecutar planes de control de conmociones sociales (el caracazo, ni más ni menos) causadas por la aplicación de "medidas de ajuste económico", también conocidas como políticas tipo shock y "paquetazos". Una operación de esa magnitud conlleva otra exigencia, un Estado adecuado a las demandas de las políticas económicas de ajuste estructural . De acuerdo, con tales requerimientos, la gobernabilidad que se recomienda y se impone, tiene por finalidad el logro del control político y social de la población; y se fundamenta en un andamiaje institucional para garantizar la estabilidad y el orden, en el contexto de un modelo de administración de la sociedad, de una idea de la sociedad que polariza los campos sociales por la generación de niveles crecientes de inequidad y desigualdad social. La gobernabilidad,! afín a ese modelo (repetimos: que extrema la polarización y fragmenta peligrosamente las sociedades), de ninguna manera es una gobernabilidad democrática. No es indispensable abundar en casos concretos, en la actualidad, es por demás evidente que: la direccionalidad de la gobernabilidad (al estilo del Consenso de Washington y el Banco Mundial...) sepultó la direccionalidad de la democracia.
El estilo y contenido de esta particular gobernabilidad, establece un derrotero que excluye la democracia política, la promoción y consolidación de una cultura política democrática: la ausencia de democracia en el manejo de la cosa pública; la eficacia de factores (de diversa índole) que inciden en la persistente inestabilidad de la democracia; la eficacia en la vida política real (también en la cotidiana) de formas y relaciones de dominación; la no democratización del poder; los serios problemas antidemocráticos que emanan de la conducción estatal de tipo populista o tecnocrático; la vigencia del excesivo poder de las élites (económicas, políticas.
culturales, sociales, tecnocráticas y militares); la vida no democrática de los partidos políticos ( entre nosotros es común decir que: no tiene un partido político, posee una franquicia política); las desigualdades de género...constituyen un registro demostrativo de lo que la transición democrática y la gobernabilidad neo! liberal dejaron de lado. Y en este terreno, el de la democracia política, entre todo el bloque opositor y el chavismo, entre el pueblo y la oligarquía, existe una radical diferencia.
Reducir la gobernabilidad, a un problema gerencial de la crisis del modelo de representatividad política y del Estado populista o desarrollista, y a mecanismos de control y orden, es asumir un horizonte estrecho y apocado: La cosa pública, la gestión del Estado y la participación del "común", "del hombre o mujer de a pie", en ese ámbito, reclama de mecanismos e instituciones que posibiliten, en el caso de nuestra sociedad, la superación del esquema reactivo-populista (característico de los gobiernos puntofijistas) y del neoliberal-tecnocrático: A partir de la pulsión clientelar y electoralista, el Estado reacciona, ante demandas sociales específicas, sin planes ni concierto, sin visión estratégica ni criterios de eficiencia y eficacia. Y ante la inviabilidad financiera, social y política de ese modelo, la gestión populista se vino a pique, hizo aguas. Los períodos presidenciales de Jaime Lusinchi y Luis Herrera Campíns quedaron como testimonio del fin de la gobernabilidad p! opulista y clientelar. El modelo neoliberal-tecnocrático (el de los que sabían hacer las cosas bien) dio un salto en el vacío, primero Carlos Andrés Pérez (con su Gran Viraje) y luego Rafael Caldera (con su Agenda Venezuela), ante la imposibilidad fáctica de gobernar sin "beneficiar" a la gente, o, peor aún, gobernando contra ella. En los tiempos que corren, , la gente aspira que el ejercicio del gobierno incluya, como dato prioritario, alternativas que den cuenta de los problemas causantes de la exclusión social, el desempleo masivo y la injusticia social. Poco a poco, se ha ido conformando un perfil de exigencias en torno a la calidad de vida y la participación ciudadana y comunitaria que rechaza las opciones de sociedad del tipo "mientras sale el sol, el roció carcomerá los ojos" y las formas de democracia a mitad de camino. Estos elementos constituyen los desafíos más trascendentes del mundo contemporáneo y claro está, de Venezuela y su gobernabilidad.
La Constitución Bolivariana descarta el achicamiento de la vida democrática; y en nuestro texto constitucional, las elecciones en sí misma no definen la vida democrática de la nación. Los procesos electorales y consultas populares constituyen elementos que están articulados a otras determinaciones, y conforman una unidad que rebasa los límites estrechos de la democracia representativa. La oligarquía opositora (prisionera de la democracia procedimental) no pasa de proponer "Elecciones Ya". Y esa propuesta es insuficiente: la salida democrática (para que sea tal) es una oportunidad para debatir y tomar decisiones sobre el presente y el futuro de la nación. Reducir el horizonte a "la destitución o renuncia de Chávez, y luego vemos que carajo hacemos con el país", es una propuesta inaceptable, ya que significa la negación a profundizar la democracia, de las representaciones sociales que son el resultado de la participación comunitaria y ciudadana en "todo poder explicito exi! stente en la sociedad".
Siete puntualizaciones indispensables para la salida democrática

1. Legitimidad del gobierno o de la idea de sociedad: "in extremís" lo que está en juego, con verdadero dramatismo, es la legitimidad de las diferentes visiones de sociedad que postulan y defienden los campos sociales y políticos confrontados. ¿Qué tipo de sociedad queremos construir?

2. Vigencia de la Constitución Bolivariana: nada es permitido si la Constitución no lo establece; todo es posible si la Constitución lo contempla.
3. Diálogo o negociación entre pares democráticos: la disyuntiva sector dictatorial o sector democrático hace inviable la salida democrática.
4. La salida democrática excluye a los sectores sociales, grupos de presión, organizaciones políticas que persisten en planes golpistas o conspiradores, y en el uso del chantaje, el terror y la violencia.
5. El pueblo venezolano tiene la última palabra: los compromisos que se pauten entre las partes del conflicto se encuentran sometidas a diversas formas de consultas populares. No hay acuerdos posibles a espaldas del pueblo, no existe legitimidad para pactos palaciegos.
6. Establecimiento de un clima, afincado en los valores y principios de una cultura democrática y de paz, que promocione y garantice el diálogo o las negociaciones: las amenazas, el chantaje, el terror mediático, y la insistencia en planes golpistas, conspiran contra la salida democrática.
7. Fin de la impunidad: el saboteo económico y la paralización de los servicios públicos no puede quedar impune. Los responsables de destruir activos de la nación y de daños causados a la población tienen que ser castigados.
No hace mucho, en ese período cercano de la borrachera neoliberal, se nos decía, con cinismo y descaro:" de que sirve la formulación correcta de teorías económicas y el correspondiente desarrollo de las políticas económicas, si la gente no funciona".En la actualidad se nos quiere imponer una lógica de guerra y nosotros hemos optado por una política democrática y de paz, no se trata de obviar un posible desenlace del conflicto y de la crisis. A la lógica de guerra hay que oponerle una lógica política: "Solo la política crea la posibilidad de la maniobra y el movimiento".
La lucha por la salida democrática, la configuración de esa opción, tiene sentido, si la asumimos en la perspectiva de estructurar un amplio campo de fuerzas sociales que imposibilite el avance de la fragmentación social en nuestra nación, mediante la dinámica o el desarrollo de procesos que regulen positivamente las articulaciones entre democracia y conflictos sociales: el tránsito que está planteado no es el recorrido de un régimen dictatorial o autoritario hacia un gobierno democrático. Lo que nos urge es como cristalizar un modelo sociedad que apueste por la institucionalización de procesos democráticos que, a contrapelo de las relaciones sociales de dominación, consolide una voluntad colectiva, nacional asentada en principios de igualdad y equidad social: la respuesta a la pregunta ¿qué une la sociedad venezolana?, no puede ser obviada El consenso social del liberalismo político ( y su variante dura, el neoliberalismo), de la democracia procedimental ( la de las libertades negativas) ha estallado. Los intentos por representar y construir un mundo sin conflictos (sustentado en la idea del fin del "salvacionismo social" y sin la política (clausurada por la omnipotencia de la economía) no pasaron la prueba exigente de la vida. "La sociedad de la tolerancia" (pluralista, si lo es, hasta vaciar de contenido su significado) , la de las perennes relaciones sociales armónicas (instrumentada mediante un pacto acerca de principios abstractos de justicia) es impugnada por el desempleo masivo, la exclusión social, la miseria, la pobreza y el encogimiento de la vida democrática. Lo que tanto se nos ha pedido, exigido e implorado, el abandono de "sofisticadas fantasías", ha sido y es desoído. Los deseos de bienestar común, la visión de la existencia social como "un juego de insumisión" y la idea de democracia como u! n espacio abierto y de rebelión... reclaman otro sentido del mundo y de nuestras sociedades particulares



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