VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

5 de enero de 2003

Venezuela: información y propaganda, un problema no resuelto por la Revolución

Israel Sotillo
Rebelión

En Venezuela todavía no se ha comenzado a discutir, seriamente, el problema de la información y la propa­ganda en la Revolución Bolivariana, ni siquiera porque esa pelea comunicacional no se está dando: hace rato nuestro país es mostrado en las noticias como una causa de "creciente preocupación" por su pobreza, dictadura y anarquía; es decir, que la etapa de ablandamiento de la opinión pública, en la visión de Otto, ya está consumada y produciendo sus secuelas al interior y al exterior del país.
Precisamente, ese dato nos obliga a discutir junto con la dirigencia revolucionaria y los sectores progresistas cuál es el rol que le corresponde a la información y a la propaganda en la etapa presente y subsiguiente, o sea, el de la justificación de una necesaria intervención.
Y primordialmente, nos exige precisar con celeridad los métodos correctos para materializar una práctica comunicacional, a todos los niveles, y en todos los campos políticos, ideológicos y de organización, que contrarreste la ofensiva mediática. En ese sentido, se requiere un amplio intercambio de experiencias sobre la forma en que estas situaciones inéditas y los problemas surgidos en todo el país serán enfrentados y resueltos. Sólo así podremos examinar y defi­nir con claridad las relaciones entre la información, la propaganda y el avance vertiginoso de la revolución en el actual contexto histórico de nuestra nación.
El siguiente, es ese contexto histórico:
a] El pueblo venezolano, después de la insurrección popular del 87, de los levantamientos de militares patriotas en 1992 y del ascenso de los bolivarianos al gobierno en 1999 por vía electoral, logró instaurar un nuevo modelo de democracia participativa, y con ella, el nacimiento de la República Bolivariana de Venezuela.
b] El pueblo venezolano, bajo la dirección de los bolivarianos, está empeñado en la tarea de consolidar la soberanía y su independencia política, extender el poder popular democrático a todo el país e intensificar las actividades de refundación de la patria.
c] Las fuerzas reaccionarias preocupadas y hasta desesperadas con el progreso de nuestra revolución, tratan por todos los medios, dentro y fuera del país, de socavar nuestro desarrollo, para lo cual intentan dar un nuevo golpe de Estado, ya que fueron derrotados inmediatamente en su primera tentativa de abril de 2002. Sin embargo, ahora lo están probando mediante acciones de sabotajes contra la principal industria de la nación, es decir, Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA); para ello, cuentan con la ventaja de tener a su disposición los grandes megáfonos de la comunicación de masas, además de haber penetrado todos los niveles de las estructuras del Estado.
Pero en esta oportunidad, la iniciativa golpista, le ha correspondido, en mayor medida y directamente a los ricos propietarios de las televisoras, las radios y los periódicos, quienes se valen de una sistemática campaña de información y de propaganda elaborada en laboratorios de guerra sucia, y con la asesoría del imperialismo norteamericano, "amen" de los trabajos de inteligencia y de espionaje que realizan en nuestro territorio.
Son estas las principales particularidades de la nueva etapa que vivimos en Venezuela. Es necesario, enton­ces, puntualizar cuál es el papel que la información y la propaganda deben librar en este contexto actual, es decir, qué papel deben desempeñar la información y la propaganda en la realización de los objetivos de la Revolución Bolivariana, para responder a las exigencias de la presente etapa de nuestro proceso revolucionario.
Luego de los sucesos de abril el gobierno bolivariano entendió la necesidad de erigir un ministerio que tuviera como tarea fundamental "movilizar a nuestro pueblo y a la opinión pública internacional" en apoyo a la lucha popular que liberamos los venezolanos; un organismo especialmente dedicado a establecer y mantener vinculaciones entre todos los centros del movimiento revolucionario, a transmitir informaciones completas y oportunas.
Este objetivo, si bien es cierto que intenta satisfacer esa insuficiencia de la Revolución, aún no logra alcanzar el propósito estratégico que se formuló, el cual depende, indudablemente, de la realidad concreta venezolana.
La realidad actual se caracteriza por un altísimo porcen­taje de personas que aun respaldando la revolución, son asiduos receptores de los mensajes de Venevisión, Televén, Radio Caracas Televisión y a Globovisión, propiedad, todos ellos, de la oligarquía informadora convertida en élite. De otro lado, hay una carencia bastante preocupante de cuadros de la información. Asimismo, se aprecia la inexistencia de una política comunicacional revolucionaria y bolivariana, que de acuerdo a nuestro modo de ver la realidad, se debe, fundamentalmente, a que todavía no se constituido un partido de la revolución. Y esta circunstancia impide que se pueda dar un contenido claro y correcto a la información y a la propaganda revolucionaria.
La experiencia de información y propaganda de la Revolución Bolivariana, hasta ahora, no ha conseguido diseñar una estrategia exitosa, a pesar de los esfuerzos: la publicación de un diario de circulación nacional, "El Correo del Presidente", que pretendió emular al "Correo del Orinoco", periódico fundado por el Libertador Simón Bolívar, pero fue un verdadero fracaso; es decir, que la Revolución aún no cuenta con un que cumpla esa función básica de agitador colectivo, propagandista y organizador; existen sí, decenas de publicaciones que circulan semanal o quincenalmente, pero cada una con una línea editorial autónoma, lo que, evidentemente, dispersa, tanto recursos, como esfuerzos.
En cambio, sí se cuenta con un canal de televisión cuya señal abarca todo el territorio venezolano, y que junto con la Radio Nacional, han sido las herramientas puntales con que se ha enfrentado a la conspiración mediática. Pero, lamentablemente, sin menospreciar su aporte, todavía no logran optimizar la nitidez de su cobertura y elaborar una programación más dinámica, con un ritmo adecuado al tiempo presente, no tanto que supere, sino que por lo menos, recupere la audiencia propia y potencial, que por tedio se asoma a los canales de televisión de la burguesía. De allí, que resulta inaplazable la dotación de las microondas necesarias y de los equipos humanos capaces (tanto el canal de televisión como la radio) de contrarrestar la penetrante propa­ganda neocolonialista. Lo mismo en cuanto al exterior: se pierde un enorme respaldo internacional, porque no somos capaces de hacer llegar, en muchos casos, las noticias sobre nuestra lucha a las fuentes de apoyo eventual.
Existe, además, una agencia de noticias heredada de la cuarta república, VENPRES, donde aún impera la burocratización de la información; lo que produce esta agencia, no justifica el presupuesto asignado por el gobierno revolucionario, con esos recursos los compañeros cubanos harían milagros; está infiltrada por concepciones capitalistas o totalmente desarraigadas de las realidades. Mucha de esa información y propaganda que producen VENPRES, Venezolana de Televisión y Radio Nacional de Venezuela no le interesa al pueblo ni a la revolución.
Pero lo más grave, es que todo el sec­tor de la prensa revolucionaria venezolana, todavía está ligado consciente o inconscientemente al sistema capitalista, donde los periódicos son propiedades privadas, un instrumento de ganancia, para ofrecer informaciones a los ricos sobre asuntos que sólo interesan a la burguesía, un instrumento de engaño y embrutecimiento de las masas trabajadoras: bolsa de valores, loterías, astrólogos, videntes, béisbol comercial, carreras de caballos, etcétera. También, principalmente, en todo lo que se refiere a actitu­des que van de la confusión ideológica al oportunismo más desvergonzado, y que dan origen a posturas de radicalismo pequeño burgués, que nada tienen que ver con la realidad concreta de nuestro pueblo y de nuestra revolución. Reflexiva o involuntariamente tomado, esto proporciona o abre el camino a maniobras reaccionarias, al propagar la desorganización y la agitación en algunos sectores del pueblo venezolano.
Sin embargo, nuevas perspectivas, nuevas posibilida­des se prefiguran en nuestra realidad: y precisamente éstas son las posibilidades que nosotros tenemos que descubrir o crear.
El punto de partida sigue siendo el mismo: como en todo proceso revolucionario, la información y la propaganda conservan la misma importancia. Porque, para la refundación de nuestra patria, tenemos que movilizar todos nuestros recursos, y entre estos recursos, el más im­portante es, sin duda alguna, el ser humano, su determinación, su voluntad, su capacidad. Pero la movilización del hombre requiere un trabajo adecuado de información y propaganda. La construcción del poder popular demo­crático exige como condición que el pueblo sea consciente de sus derechos y deberes, de las tareas que debe realizar, orgulloso de su cultura y de su personalidad, co­nocedor de su soberanía. Y esto también se logra a través de la información y la propaganda que, en esta perspectiva debería informar y formar políticamente, educar, contri­buir a las transformaciones en curso. Además del mismo punto de partida, nuestros objeti­vos y principios siguen siendo los mismos. Así, la infor­mación y la propaganda deben destinarse a servir al pueblo.
Las aseveraciones anteriores todos las repetimos, sin inquietarnos, por lo general, por saber cómo materializarlas en la práctica.
Fortalecer y consolidar nuestra independencia y unidad, extender el poder popular, intensificar la reconstrucción nacional, denunciar las maniobras del enemigo dentro y fuera del país y persistir en el internacionalismo militante contra el capitalismo, el neocolonialismo y el imperialismo, si­guen siendo objetivos y principios de toda revolución popular; y por lo tanto, de la Revolución Bolivariana. Para asumirlo conscientemente, tendremos que eliminar por completo las reminiscencias de las ideas capitalistas y burguesas del neocolonialismo. Muchas son evidentes; otras, no. Su destrucción sólo será posible a través de un trabajo persistente, a través de nuestra integración total en la revo­lución. Para nosotros, los periódicos deben ser un instru­mento de información, educación, movilización y organización del pueblo. Y éste es otro aspecto importante: es al pueblo donde debemos ir a buscar la información, porque es en él donde encontramos la experiencia y el conocimiento y es para él que escribimos.
De lo que se trata, entonces, es acabar con el prejuicio de que sólo algunos son los que saben y pueden escribir para los pe­riódicos, eliminar el complejo de que es preciso ser ins­truido o tener cualidades especiales para escribir. Debe­mos crear la posibilidad de que todos puedan escribir, porque todos tienen algo que decir: es a través de la crea­ción de una gran red de corresponsales como seremos ca­paces de cubrir todo el país y convertir a nuestros órganos de información en una expresión de las aspiraciones de nuestro pueblo.
El periodista profesional, por otra parte, como elemento de los órganos de información que es, tiene que subordinarse a la disciplina y orientación de la Revolución Bolivariana, ya sea en cuanto al contenido como en cuanto a la forma. Lo que se difunda en la televisión, en nuestros periódicos o en la radio no puede nunca estar desvinculado de la causa de la revolución. Recordemos aquí el argumento del Ché Guevara:"no habrá periodistas de gran autoridad que, a su vez, no tengan una gran autoridad revolucionaria"; Taufic, por su parte, aprecia que "los periodistas revolucionarios no tienen inconveniente alguno en proclamar su compromiso con los pobres de la Tierra".
Obviamente, esta exigencia no tiene un carácter opre­sivo. Aquí no se trata de aniquilar la iniciativa personal, la vocación, la fantasía del cronista, pero es necesario que lo que se publique se encuadre en la línea de orientación de la Revolución. Y no se piense que de esta manera está sien­do negada la libertad de prensa. Por el contrario, donde esa libertad no existe es en los regímenes capitalistas, donde el periodista sólo puede escribir lo que le es im­puesto por el editor dueño del periódico, o lo que le dicta el gusto decadente del público burgués, especialmente te­mas como la pornografía y la violencia gratuita, los úni­cos que "producen dividendos". La prensa sólo es libre cuando se li­bera de la distorsión impuesta por la competencia ca­pitalista, cuando es de las masas, por las masas y para las masas populares.
¿Qué escribir? Nosotros tenemos una fuente inagota­ble de experiencias, que es la lucha gloriosa pasada y pre­sente. Se trata, por lo tanto, de divulgar estas experiencias a todo el pueblo, de convertirlas en patrimonio de las masas, para hacerlas capaces de asumir y realizar me­jor sus tareas. Escribir sobre nuestra vida cotidiana, nuestras realiza­ciones, nuestras dificultades, hechos y realidades. Utili­zar los ejemplos y modelos vivos, concretos. Pero para eso es preciso ir al pueblo, es preciso venir del pueblo.
En este momento, en Venezuela, hay una acción descoordinada en el sector del trabajo de información y propaganda, resultado de la falta de planificación, de directrices y de estructuras partidistas. Y para resolver esos problemas y estar a la altura de producir lo que se espera de nosotros, tene­mos que abocarnos profundamente a los diversos puntos de la agenda revolucionaria.
De acuerdo a esta óptica es inaplazable elaboración e instrumentación de una política comunicacional de la revolución, la cual debe ser el producto de grandes discusiones entre todos los revolucionarios a lo largo y ancho del país.
Desde luego, abarca también, las estructuras. La falta de una estructu­ra política a nivel nacional es la gran responsable de nuestras fallas. Una estructura que cubra la totalidad de la geografía venezolana y permi­ta canalizar todas las situaciones, dentro de los princi­pios y del esquema del centralismo democrático. Una estructura simple, operativa, que nos permita al mismo tiempo acceder a todos los órganos de información.
Las ideas erróneas, el individualismo, el estilo estereotipado, el elitismo, la demagogia, tienen que desaparecer para siempre de nuestros órganos de información. Comprender y conocer profundamente los anhelos, aspiraciones, dificultades y victorias de las masas trabajadoras de nuestro país es el camino a seguir y, por lo tanto, la primera tarea del comunicador social. El conocimiento concreto de la realidad sólo es posible mediante su fusión con el pueblo, sobre quién y para quién se escri­be. Al escribir, el periodista tendrá que partir de la reali­dad y del análisis de los hechos y no solamente de las definiciones. In­formar y contribuir a formar a las masas significa, prime­ramente, informarse y formarse con las masas. Digamos, también, que esto deberá ser preocupación no sólo del periodista, sino de todos los responsables de la informa­ción y la propaganda a todos las niveles de la estructura del partido y en todo el país.
Tenemos que analizar en detalle cada uno de los órganos de información existentes, su situación, su eficiencia, la ade­cuación o no de su actividad a la línea política de la Revolución Bolivariana. Cómo hacer para que la Revolución Bolivariana esté presente en la radio, en el cine, en las librerías y bibliotecas. No existe hoy ningún programa del Comando de la Revolución Bolivariana en la Radio Nacional o en Venezolana de Televisión, con consignas o comentarios. Se trata de un retroceso en re­lación a la época en que los partidos, incluidos los de izquierda, tenían programas en la radio y la televisión.
El cine está huérfano en nuestro país: por una parte, la distribución y las salas son un verdadero monopolio de ricos empresarios, pertenecientes siempre a castas familiares; los filmes más re­pugnantes son traídos a Venezuela por esos exhibidores sin escrúpulos, cuya única preocupación es obtener ganancias a costa de la enajenación y corrupción de nuestra juventud; y por otro lado, el financiamiento de películas aún no anima al gobierno bolivariano, siendo que nuestra realidad produce cada día suficientes temas y argumentos para confeccionar un nuevo cine venezolano, un cine revolucionario.
El libro no desempeña su función: los que son traídos son libros ajenos a nuestros principios, igualmente enaje­nantes, pero no solamente eso, sino que los precios son prohibitivos para las grandes mayorías. Los libreros siguen siendo meros comerciantes: "Se asiste a la exhibición indiscriminada de libros de autorrealización, de sexo, de política made in usa, de violencia y de publicaciones que exaltan la vida de los estadounidenses; se ven por todos lados periódicos y revistas que sólo satisfacen el deseo de una mi­noría, además de propagar principios imperialistas". Lo mismo se dice en cuanto a los discos compactos: "Los editores de dis­cos continúan funcionando como si no tuvieran responsa­bilidades frente al país y continúan, inconmovibles y serenos, produciendo la discografía que Venezuela no necesita, aquellos de los que se puede prescindir por ser perniciosos a la forma­ción del "Hombre Bolivariano" y por tanto "Nuevo" que se pretende implantar en Venezuela.
Pero el cine, el libro, la prensa, no son todavía verda­deros instrumentos de la información de masas en nues­tro país; la Internet, tampoco está siendo utilizada con ese objetivo, aunque no manejamos estadísticas, tienen gran acogida las páginas de sexo. El cartel, el dibujo, la descripción oral, la carica­tura y, principalmente, el periódico mural, son medios que nuestras dificultades presentes deben transformar en otras tantas formas de información, formación y movilización política. Su utilización, la intensificación de su uso a todos los niveles, gozando ahora de la experiencia colectiva de todo el país, deberá ocupar una parte importante de nuestras discusiones y debates en todos los rincones de Venezuela. Tendremos en cuenta, al hacerlo, que también en la información y la propaganda deberemos estar dispuestos a contar con nuestras propias fuerzas y que no hay obstáculos insalva­bles para el proceso revolucionario en marcha.
Es ésta, a grandes rasgos, la situación en nuestro país. Es un cuadro poco resplandeciente, pero que puede y debe ser resueltamente mejorado. Es ésa, precisamente, nuestra ta­rea, la cual se inicia con este trabajo periodístico. Un nuevo año, 2003 se está iniciando. Vamos, pues, a comenzar a trabajar en ese sentido, conscientes de que nuestra responsabilidad es grande.