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Latinoamérica

Ecuador Gutiérrez:

¿hundimiento o resurrección?

René Báez* ALAI-AMLATINA

A la sombra de la globalización corporativa y la guerra mundial del "bien contra el mal" declarada por Estados Unidos -el G-1, según I. Ramonet- como corolario del ll-S del 200l, el Ecuador dio trámite a los primeros comicios presidenciales del siglo XXI.
A la ronda inicial para elegir al sucesor de Gustavo Noboa Bejarano se presentaron once candidatos: Lucio Gutiérrez Borbúa (Sociedad Patriótica y Movimiento de Unidad Plurinacional- Pachacutik), Alvaro Noboa Pontón (Partido Renovador Institucional Acción Nacional), León Roldós (Movimiento de Ciudadanos y Partido Socialista), Rodrigo Borja (Izquierda Democrática), Xavier Neira (Partido Social Cristiano), Jacobo Bucaram (Partido Roldosista Ecuatoriano) y cinco postulantes "menores", conforme al dictamen de las urnas.
La campaña giró sobre las propuestas para aliviar la recesión, el desempleo y la inseguridad, identificados por los expertos en marketing como las calamidades mayores del país en este tornasiglo. La reactivación económica mediante el concurso de inversiones externas, a partir de la creación de un "clima" de estabilidad política e institucional, así como la instrumentación de programas de corte desarrollista y asistencial, constituyeron la tónica de las recetas publicitadas por los aspirantes a la silla de Carondelet.
Problemas nacionales de fondo como la agudizada desvertebración de la economía, la decadencia del Estado blanco-mestizo, el fracaso continental y local del liberalismo esquizofrénico, la mutilación de la soberanía por la dolarización, la acumulación rentista, la implosión del aparato productivo, el descalabro fiscal y de las empresas públicas, los desequilibrios de las cuentas externas, la moratoria en ciernes, la miniaturización del mercado interno, la desindustrialización, la terciarización hipertrófica, la catástrofe demográfica y ambiental, la fuga de la mano de obra, la exclusión, la lumpenización, la pérdida de la autoestima, la ola de suicidios. apenas fueron objeto de pálidas alusiones. Similar actitud adoptaron los presidenciales frente a cuestiones tan cruciales para el futuro ecuatoriano como la amenaza neocolonialista del ALCA y la Iniciativa Regional Andina, cándidamente interpretada como una cruzada contra el narcotráfico.
Los discursos de los "outsiders" No obstante ese denominador común de las plataformas, la primera vuelta permitió a la ciudadanía establecer dos "cortes" diferenciadores. El primero, relacionado con la génesis partidaria, dividió a los candidatos en representantes de las tiendas políticas "tradicionales" -responsabilizadas en la conciencia colectiva por los recurrentes ajustes liberales- y en exponentes de "opciones de cambio". Un segundo corte utilizó como parteaguas las trayectorias previas de los aspirantes y algunas de sus promesas específicas.
Una amalgama de ambas disecciones terminó por favorecer al coronel (r) Lucio Gutiérrez y al magnate bananero Alvaro Noboa, que derrotaron en las primarias a conocidas figuras del autista establecimiento político como Xavier Neira, auspiciado por el poderoso PSC; Rodrigo Borja, ex presidente y líder histórico de la ID; León Roldós, ex vicepresidente y socialista "light", y Osvaldo Hurtado, ex mandatario y principal panegirista en estas latitudes del Consenso de Washington.
El triunfo de Gutiérrez en las primarias del 20 de octubre del 2002, refrendado en la vuelta definitiva del 24 de noviembre, se explica porque logró extrapolar el protagonismo que alcanzara en las jornadas contestatarias del 2l de enero del 2000, cuando lideró a una fracción de oficiales jóvenes del Ejército que adhirió a un levantamiento indígena y popular que dio al traste con el abyecto régimen de Jamil Mahuad, instalando en su lugar a una Junta de Salvación Nacional - integrada por el traidor general Carlos Mendoza, el dirigente indio Antonio Vargas y el ex magistrado Carlos Solórzano- que no pudo resistir las presiones de la derecha más recalcitrante, los arraigados prejuicios racistas y las amenazas del Comando Sur del Pentágono. El episodio, etiquetado por los historiadores como la Nueva Juliana y la Revolución del Arco Iris, proveyó a la candidatura del militar rebelde de una aureola nacionalista y antioligárquica que fue complementada con el lema de "guerra a muerte a la corrupción". Consigna que caló hondo en una sociedad humillada por una "clase política" y por cúpulas empresariales que habían colocado al Ecuador en los primeros sitios en el ranking de los países más venales del continente. Su compromiso con el rescate moral de la República lució tanto más atractivo cuanto que de él infirió fórmulas económicas para enjugar el complejo cuadro clínico de la nación. Asimismo, anunció una reforma política e institucional -despartidización de tribunales, reestructuración de la función Legislativa, recorte de prebendas de la burocracia dorada- largamente acariciada por la sociedad civil.
Estas propuestas, erróneamente tipificadas como "populistas", le significaron al fundador del PSP adhesiones de heteróclitos contingentes humanos: mestizos, negros, cholos, mulatos, montubios, cristianos de base, marxistas, proletarios, pequeños empresarios, cuentapropistas, damnificados del "corralito" de l999, desempleados, familiares de los emigrantes, activistas de los derechos humanos, ecologistas, jóvenes, jubilados, madres solteras. Y sobre todo de la masa campesino-indígena en ascenso desde el levantamiento del Inti Raymi (l990), organizada por la Conaie y su brazo político Pachacutik, que le aportó la base electoral y la identidad política. Para los sufragios definitorios, el coronel captó la mayoría de votos centroizquierdistas e izquierdistas que, en la primera baza, salvo el Movimiento Popular Democrático, habían respaldado proyectos más funcionales al statu quo.
El éxito de Alvaro Noboa -el "outsider" de la derecha- es imputable a razones del siguiente tenor: logró "vender" su imagen de hombre del jet set internacional, intensificó una publicidad mediática mantenida desde l998 cuando fue finalista con Mahuad, repartió dádivas a granel entre los menesterosos del campo y la ciudad, ofreció gigantes planes de empleo y vivienda, obtuvo el apoyo de caciques provinciales y grandes empresarios, capitalizó el individualismo clasemediero y la desesperación de amplios segmentos castigados por el neoliberalismo... La propuesta del "Berlusconi ecuatoriano" se alimentó de planteamientos ultraliberales como la conversión del Ecuador en un "paraíso fiscal" y en una inmensa maquiladora, el desmantelamiento del Estado intervencionista, la eliminación de la legislación laboral, la defensa de las inversiones incluso con el concurso de tropas norteamericanas.
Las denuncias de Human Rights Watch sobre tratos denigrantes a los trabajadores de sus plantaciones no hicieron mella en la candidatura del pintoresco multimillonario. Sin embargo, los casi tres millones de votos depositados por Gutiérrez en la vuelta definitiva, provenientes caudalosamente de la Sierra y el Oriente, terminaron por bloquear las aspiraciones del candidato del Prian.
La noche de la victoria, el líder de la Revolución del Arco Iris, vistiendo un intencional traje safari, anticipó un gobierno salvacionista basado en el diálogo y la concertación.
El sorpresivo desenlace cerró la "década infame" que inaugurara en el Ecuador la Nueva Derecha con el triunfo de la fórmula conformada por Sixto Durán Ballén y el actualmente prófugo Alberto Dahik. El suceso fue juzgado por la prensa internacional como un logro de "los de abajo" y como el inicio de la incorporación del país a un eje sudamericano proclive a la "otra globalización", eje conformado previa y tácitamente por la Revolución Bolivariana del coronel Hugo Chávez en Venezuela y por el Brasil de Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores. ¿Realidad o espejismo? El viejo-nuevo tablero Tres escenarios se perfilan para la administración de Gutiérrez Borbúa. El primero, la continuidad del proceso de reestructuración subordinada por el que transita la sociedad ecuatoriana desde hace varios lustros, lo cual significaría la profundización de las reformas y ajustes liberales que han extendido la pobreza y la indigencia a los tres cuartos de la población. Este rumbo se inscribe en lo que Darcy Ribeiro identifica como movimiento de "modernización refleja" ("la globalización" a secas, según la jerga de los turiferarios del capital monopolista). A fechas recientes, y en el propio caso ecuatoriano, esta estrategia ha recibido el potente espaldarazo de la dolarización decidida por Jamil Mahuad e instrumentada por Gustavo Noboa. El poder del Leviatán moderno, la servidumbre de la deuda externa-interna, el intocado poder de la oligarquía criolla y, en fin, la propia crisis totalizante que agobia a nuestra atribulada nación apuntalarían ese camino y extremarían sus consecuencias.
Una segunda alternativa previsible surge de ciertos "retoques" a la estrategia anterior y correspondería a una suerte de "desarrollismo democrático" (Heinz Dieterich), a sustentarse en acciones de estilo Gatopardo -cambios para que todo siga igual- como las siguientes: reformas institucionales epidérmicas, combate legalista antes que sistémico a la corrupción, políticas de fomento de los sectores productivos, régimen de joint ventures para el funcionamiento de las empresas estatales, tardíos y superficiales impulsos a la productividad y la competitividad, programas ambientalistas, focalización de subsidios, extensión del bono de la pobreza. Acciones que, en su conjunto, buscarían disimular los efectos más devastadores de la desregulación, la apertura y los ajustes fondomonetaristas. Teóricamente, esta estrategia -asimilable también a la "modernización refleja"- correspondería a una recuperación de los planteamientos keynesianos y de la CEPAL de los años 50 y 60. O, para ubicarla en términos de una experiencia reciente, habría que asociarla a la "tercera vía" que ensayara Fernando de la Rúa en la Argentina y que, en el contexto del cambio fijo y el éxodo de capitales especulativos, no pudo evitar el desmoronamiento del país gaucho. Los desdibujados partidos de la centroizquierda ecuatoriana se constituirían en el soporte natural del reseñado modelo.
El tercer escenario resulta más difícil de configurar tanto porque no se dispone de referentes históricos equiparables como porque su viabilidad concreta está en función de la forma cómo evolucione la totalidad de factores "externos" e "internos".
¿A qué aludimos? Esencialmente a la resolución de un "choque" político e ideológico que, en el límite, confrontaría a la hegemónica racionalidad del mercado con la racionalidad multifacética de la economía solidaria, que, respaldada por hábitos consuetudinarios de democracia directa, ha permitido la sobrevivencia "subterránea" de las comunidades indígenas andinas a lo largo del Reich de los 500 años (N. Chomsky).
Por supuesto que no se trata de una contradicción ilusoria. La oposición de Pachacutik a que el régimen de Gutiérrez acuerde con el FMI en los conocidos términos de que los salarios financien la salida del foso, preserve al dólar como patrón monetario, continúe "honrando" la impagable deuda externa- interna o inscriba al país en el ALCA conforme a las condiciones que viene presionando la administración de George W. Bush dan cuenta del fondo y del espesor del desafío que los náufragos del neoliberalismo en estas tierras han lanzado con su voto por el proyecto nacionalista y popular que Lucio Gutiérrez "barruntara" en sus discursos especialmente de la primera vuelta.
Cruciales interrogaciones flotan en el ambiente después del imprevisto e inédito resultado de Comicios 2002. ¿Cuáles son las expectativas máximas de los justicieros descendientes de los mitayos y los guandos? ¿La teología del mercado seguirá derrotando al holístico saber de los shamanes? Los grupos de poder, atrincherados en el Congreso, los bancos y las cámaras patronales, ¿estarán dispuestos a admitir su fracaso y anacronismo históricos y en capacidad de comprender que ha llegado la hora de la generosidad y el altruismo? ¿Por donde comenzar las cirugías al paciente canceroso? ¿Cuáles son las nuevas fronteras de la soberanía? ¿La "destrucción creativa" del capitalismo es el verdadero valor sobre el planeta? ¿O es el otro rostro del terrorismo? ¿A dónde se inclinará finalmente la realpolitik del Presidente electo y de su "partido militar"? * René Baez, Facultad de Economía de la PUCE