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Latinoamérica

22 de enero del 2003

Brasil, 2003: ¿los inicios de un nuevo ciclo histórico?

Atilio A. Boron
OSAL

I. Significado de una victoria.

E
l triunfo del Partido de los Trabajadores en la elección presidencial de 2002 en el Brasil es, en sí mismo, un acontecimiento de extraordinaria importancia. Si el desempeño del nuevo gobierno se ajusta a las expectativas populares y logra sortear los numerosos obstáculos que se le interpondrán en su camino, la elección de Luiz Inacio Lula da Silva representaría los comienzos del ciclo histórico posneoliberal en América Latina. Y esto por tres razones. Primero: llega a la presidencia del país más gravitante de la región un hombre surgido de las entrañas del Brasil profundo. Obrero metalúrgico, combativo dirigente sindical, líder y fundador del más grande partido de izquierda de Occidente, Lula da Silva es uno de los principales políticos que, a nivel mundial, hizo de la crítica al neoliberalismo una de sus banderas preferidas. A lo anterior habría que añadir una segunda consideración: la victoria de Lula no es un accidente electoral sino la expresión de una paciente y formidable construcción política "desde abajo", la del PT, más allá de cualquier polémica que pueda legítimamente plantearse al respecto, y de las movilizaciones populares que cobraron un extraordinario impulso en los últimos años en Brasil, y del cual el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) es su más brillante -si bien no el único- exponente. En tercer lugar, por la naturaleza de los enemigos que fue cosechando Lula a lo largo de su jornada hacia el Planalto. Él fue precisamente el hombre a quien "los mercados" -léase: la clase dominante, los oligopolios y los tahúres que controlan el casino financiero internacional- atacaron sin piedad desde siempre, generalmente bajo la sutil orquestación de Washington. Lula desairó, con una avalancha de votos, la arrogante advertencia de George Soros cuando aconsejó a los brasileños no preocuparse por las elecciones porque de todos modos quienes irían a elegir al futuro presidente serían los mercados y no el pueblo. Lula demostró que se puede triunfar en las elecciones sin "el voto" de los mercados; ahora deberá demostrar que también se puede gobernar sin él.
Por lo anterior, la victoria de Lula constituye un hecho histórico sólo comparable, en el último medio siglo, con el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959; con el de Salvador Allende en Chile, en septiembre de 1970; con la victoria insurreccional -infelizmente malograda después- de los sandinistas en julio de 1979 y con la irrupción del zapatismo en México en enero de 1994. Pero por ardua que haya sido la ruta hacia la victoria recorrida por el PT, sus dimensiones casi épicas empalidecen cuando se repara en la magnitud de los desafíos que deberán encararse de inmediato. Era fundamental ganar las elecciones y acceder al gobierno, pero más importante aún será construir el poder político suficiente como para "gobernar bien," entendiéndose por esto honrar el mandato popular que exige poner fin a la pesadilla neoliberal implementando políticas que promuevan el bienestar material y espiritual de las grandes mayorías nacionales..
El PT es el primer partido que debe hacerse cargo del gobierno después del rotundo fracaso de las políticas inspiradas en el Consenso de Washington, En Argentina, siempre pionera en materia de infortunios, el derrumbe del neoliberalismo ya fue consumado, pero su alternativa política aún no está a la vista. La bancarrota de las políticas neoliberales es también evidente en Perú, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Paraguay, y mismo en Chile -el último ejemplo "exitoso" que enarbolan los teóricos del "pensamiento único"- el panorama económico de corto y mediano plazo presenta amenazantes nubarrones. En Brasil, tres de cada cuatro electores rechazaron en las urnas la continuidad de tan nefasta política. La voz del pueblo exigía un cambio, y Lula lo ratificó en su primer discurso público como presidente al sentenciar que, para su gobierno, "la palabra clave es cambio." .
¿Podrá Lula satisfacer el mandato popular? No será tarea fácil, pero tampoco es imposible. La misión será ardua porque la famosa "destrucción creadora" del capitalismo -tan exaltada en la obra de Joseph Schumpeter- ya ocurrió, y es preciso abocarse a una ciclópea tarea de reconstrucción económica y social..

II. El imperialismo y las condicionantes internacionales .

El triunfo del PT se produce en una coyuntura crítica del sistema internacional, en la cual se verifica una dramática reducción de los espacios para llevar adelante políticas progresistas y reformistas en la periferia. Los acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001 aceleraron y profundizaron un proceso de restructuración imperialista que ya estaba en curso y que se expresaba de muchas maneras. En primer lugar, en la inestabilidad y los conflictos que agitan a la alianza dominante en el centro del sistema, en donde la pugna por la hegemonía prosigue sin pausas atizando los focos de conflictos ya existentes y creando otros nuevos; segundo, en la creciente resistencia y rechazo a las políticas neoliberales no sólo de las masas empobrecidas del Sur sino de importantes sectores y grupos sociales de los capitalismos avanzados, todo lo cual exacerba la ya aludida crisis "en las alturas"; por último, en la pertinaz inclinación de las clases dominantes metropolitanas a responder ante los desafíos de la coyuntura apelando a la fuerza, a la criminalización de la protesta y de los movimientos sociales, a la militarización de la política y al reforzamiento de los componentes más despóticos del viejo orden..
Vista desde una perspectiva latinoamericana, el ALCA es una de las piezas fundamentales de la restructuración imperial y, en cuanto tal, será uno de los obstáculos más fuertes que deberá enfrentar el nuevo gobierno brasileño. Para comprender al ALCA y sus gravísimas consecuencias para nuestra región hay que situar esta iniciativa en el marco de las prioridades globales de los Estados Unidos en materia estratégica. Sería minimizar su significado suponer que el ALCA se promueve tan sólo por las ventajas económicas que arroja para los Estados Unidos. Ninguna iniciativa de tamaña envergadura es adoptada por Washington en base a exclusivas consideraciones de orden comercial o financiero de corto plazo, o con el solo objeto de favorecer a algunas firmas cercanas a la Casa Blanca o al Capitolio. Pese a la penosa rusticidad que exhibe gran parte de la clase política norteamericana no hay que olvidar que, por debajo del tinglado electoral existe un sofisticado y complejo entramado de instituciones y agencias que reclutan a algunos de los intelectuales y expertos más destacados de ese país. Son ellos y no los ocasionales ocupantes de la Casa Blanca quienes producen las visiones estratégicas de largo plazo que orientan la conducta de los primeros..
Así, en un trabajo reciente que tuvo gran repercusión en Washington, uno de los más influyentes asesores de George W. Bush y académico de la Hoover Institution, Robert Kagan, sostenía que los Estados Unidos deben ejercer su poder "en un mundo anárquico y hobbesiano, en el cual las leyes y normativas internacionales son inseguras e inciertas, y la verdadera seguridad, defensa y promoción de un orden liberal todavía dependen de la posesión y uso de la fuerza militar" (2002). Según Kagan los Estados Unidos deben con frecuencia actuar como un verdadero "sheriff internacional," lo que provoca la irritación de algunos aliados europeos. Lo notable es que pese a arrogarse esta condición la intervención "justiciera" de la superpotencia es recibida con beneplácito por la comunidad internacional, porque está animada por el propósito de imponer la paz y la justicia en un mundo anarquizado1. En tal escenario, los que están fuera de la ley deben ser neutralizados o destruidos. Siguiendo con esta alegoría del lejano Oeste, Kagan sostiene que Europa, en cambio, no desempeña el papel del sheriff sino el del cantinero, a quien sólo le importa que los malhechores consuman sus licores y gasten el dinero obtenido de sus fechorías en su local. Nuestro autor remata su argumentación apelando a un trabajo de un experto británico, Robert Cooper, quien alega que al tratar con el mundo exterior a Europa "debemos regresar a los métodos más brutales de antaño -la fuerza, el ataque preventivo, el engaño y cualquier cosa que sea necesaria. ... Entre nosotros mantenemos la ley, pero cuando operamos en la jungla debemos también utilizar las leyes de la jungla". La jungla es, obviamente, todo el resto del planeta que se encuentra fuera del Atlántico Norte. La "guerra preventiva" encuentra aquí plena justificación..
Esta visión de Kagan y Cooper ya había sido anticipada, unos años antes, por un trabajo de otro notable intelectual orgánico del establishment norteamericano: Samuel P. Huntington quien, a diferencia de muchos teóricos "posmodernos" no alberga la menor duda acerca del carácter imperialista del actual orden mundial. Su preocupación es, en cambio, la debilidad de los Estados Unidos en su condición de "sheriff solitario". Según este autor, la especificidad de la actual coyuntura internacional y los imperativos de la seguridad norteamericana obligan a Washington a ejercer el poder internacional de forma despótica e inconsulta, promoviendo "los intereses empresariales norteamericanos bajo los slogans del comercio libre y mercados abiertos y modelando las políticas del FMI y el BM para servir a esos mismos intereses [forzando a terceros países] a … adoptar políticas sociales y económicas que beneficien a los intereses económicos norteamericanos" (Huntington, 1999). De esto se trata precisamente con el ALCA, pues como lo recordaba el Secretario de Estado Colin Powell, "nuestro objetivo es garantizar para las empresas norteamericanas el control de un territorio que se extiende desde el Ártico hasta la Antártica y el libre acceso sin ninguna clase de obstáculo de nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales por todo el hemisferio"..
Los diagnósticos precedentes son ratificados en la obra de otro de los mandarines del imperio, como Zbigniew Brzezinski, antiguo Jefe del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (1998). Debe notarse que en el prolijo examen de los puntos candentes del tablero político internacional Brzezinski ignora por completo a la América Latina y el Caribe. La razón salta a la vista de la lectura de su libro: atento a esta caracterización, lo que aquí ocurra no cae en el terreno de las relaciones internacionales sino que se define, más bien, en el marco de la política doméstica. La "presunción hegemónica," como se decía en una época, es una premisa silenciosa del pensamiento imperialista que ocasionalmente habla a los gritos. Este es el marco estratégico que organiza la política exterior norteamericana, y frente al cual deberá moverse el nuevo gobierno brasileño o cualquier otro de la región que se decida avanzar por el sendero del posneoliberalismo..

III. Oportunidades, desafíos y amenazas .

Los medios de comunicación de masas, que hasta hace pocos meses habían satanizado la figura de Lula, se esmeran ahora por transmitir la impresión de que se ha producido una reconciliación entre el líder metalúrgico y sus detractores de clase. Hasta qué punto se trata de un acercamiento real de posiciones es algo que sólo podrá responderse a partir de los resultados prácticos de su gobierno. De lo que sí podemos estar seguros es que si ha habido la mencionada reconciliación ésta no se produjo a causa de un acercamiento de los sectores del capital a las posturas socialistas o reformistas del PT, o de un viraje de los dueños del dinero hacia esa entelequia tan cara a los políticos latinoamericanos, "el centro", sino quizás porque, deslumbrados por el "posibilismo", el PT o sus máximos referentes habrían emprendido un viaje suicida y sin retorno hacia las sórdidas regiones de la derecha. La burguesía, en cambio, jamás vacila, y si exhibe algunos gestos que parecerían indicar tal cosa en realidad se trata de movidas tácticas de una clase "leninista por excelencia", que sabe muy bien que a veces para avanzar es necesario primero dar un paso atrás..
La derecha brasileña y el capital internacional están aparentemente ofreciendo el ramo de olivo de la paz al PT y a Lula. La estrategia que preside esta movida es simple pero efectiva: se trata de "domesticar" a la fiera, dulcificando el trato que tradicionalmente le brindaban sus amos. Hay que mostrar que el imperialismo no existe, sino que lo que hay son legítimos intereses que se cruzan en un mundo globalizado; que las causas del atraso brasileño obedecen a falencias endógenas; que la irresponsabilidad fiscal de los políticos y gobernantes del pasado es el factor fundamental de la crisis; que la situación internacional obliga a declarar una guerra sin cuartel contra el terrorismo y el narcotráfico, y que en toda guerra hay "daños colaterales" que cobran vidas de inocentes; y que es preciso actuar con sensatez y responsabilidad, admitiendo la realidad de los mercados que, con su anonimato e inconmensurabilidad, imponen rígidas limitaciones a los gobiernos, incluyendo al de los Estados Unidos. Por lo tanto, como dijera Margaret Thatcher, there is no alternative o, como luego diría el Presidente Fernando H. Cardoso, "fuera de la globalización no hay salvación, dentro de la globalización no hay alternativas". En una palabra, se busca persuadir a los idealistas que fuera del "pensamiento único" sólo existe el error y la locura..
Lula y el PT se encuentran sometidos, ya desde hace un tiempo, a esta tremenda campaña destinada a tornarlos "razonables y realistas". Estos cantos de sirena de la burguesía pueden ser aún más letales que los que acechaban el viaje de Ulises, y hacer que toda una dirigencia comprometida a poner fin a la escandalosa situación social del Brasil termine sucumbiendo ante los encantos del discurso "sensato" y "prudente" de los responsables de este mundo insensato e imprudente. Para escapar a tan infausto desenlace, el nuevo presidente del Brasil podría adoptar el mismo recurso utilizado exitosamente por Ulises: si éste tapó con cera los oídos de sus marineros, para evitar el seguro naufragio al que lo conducían las dulces melodías de las sirenas, ¿por qué no hacer lo propio con los oídos de quienes aún siguen embelesados por el Consenso de Washington? .
Porque, en un mundo como el de hoy y en un país como el Brasil de comienzos de siglo, sólo actúa con sensatez quien esté dispuesto a poner en marcha un programa audazmente reformista, un reformismo radical, capaz de modificar de manera estable, y ojalá que irreversible, la correlación de fuerzas sociales causantes de tanta miseria y degradación. En ese sentido, para un gobierno como el de Lula será crucial dejar resueltamente de lado toda metafísica del poder, tanto en sus versiones de derecha que burdamente asimilan el poder con el gobierno, como en sus variantes de izquierda, a la Holloway , que plantean la total inutilidad e improductividad del poder2. Ambas versiones, en el fondo, se hermanan al partir de una concepción teleológica e instrumentalista del poder que lo concibe como un punto de llegada y un seguro instrumento de gestión de lo social. Donde la derecha lo defiende la izquierda lo ataca, pero ambas están equivocadas porque el poder es una construcción social que, en ciertas ocasiones, se cristaliza en lo que Gramsci llamaba "las superestructuras complejas" de la sociedad capitalista. Una de tales cristalizaciones institucionales es el estado y su gobierno..
Ahora bien, para resistir a las inmensas presiones desestabilizadoras que ya se están ejerciendo contra su gobierno Lula puede, y debe, afianzar el proceso de construcción política "desde abajo" iniciado por el PT hace más de veinte años y que ahora requiere del urgente concurso de otras organizaciones populares brasileñas, como por ejemplo el MST. Pero para que dicha construcción sea posible deberá impulsar con toda su fuerza un programa radical de reformas sociales -¿"hambre cero" y la reforma agraria?- pues de lo contrario esa acumulación de poder social se le escurrirá como agua entre las manos ante la estrategia disolvente de sus adversarios, maestros consumados en el arte de combinar "la zanahoria con el palo", como decía Roosevelt, o la seductora gira de estudios por las universidades norteamericanas con el asesinato de Chico Mendes..
Al avanzar en un programa radical de reformas sociales el gobierno de Lula verá cómo se evapora la "luna de miel" establecida a finales del año pasado, la irrefrenable tendencia de la burguesía a destruir gobiernos potencialmente adversarios una vez fracasada la estrategia de la seducción y la intolerancia de la administración Bush ante cualquier gobierno animado por un espíritu reformista. Si en los años sesentas, y como respuesta al formidable desafío lanzado por la Revolución Cubana, Washington auspició gobiernos tibiamente reformistas, como el de Eduardo Frei en Chile y Luis Muñoz Marín en Puerto Rico, en la coyuntura actual la postura de la Casa Blanca es exactamente la contraria. Cualquier política reformista se transforma en un abierto desafío a los "esfuerzos" norteamericanos en pos de la paz y la seguridad internacionales amenazados por un terrorismo sin rostro ni patria, y allí está la nueva doctrina estratégica de la guerra preventiva para justificar una "solución militar" cuando sea necesario. Un gesto bien significativo lo constituyó el hecho de que Bush hubiera enviado como su representante ante la asunción del mando de Lula a un personaje de la segunda o tercera línea de la administración, como Robert Zoellick, precisamente el encargado de "negociar" el ALCA en el hemisferio y con quien Lula tuviera más de un áspero intercambio de palabras durante la campaña electoral. En estos tiempos conservadores la reforma social, lejos de ser la sustituta de la revolución, pareciera convertirse ante los ojos del imperialismo en su inexorable catalizadora. Y Brasilia, como cualquier otro país que emprenda este camino, tendrá que enfrentarse con esta dura realidad..

IV El reformismo y la fatal atracción del "posibilismo" .

Ante la imposibilidad objetiva y subjetiva de la revolución, rasgo que caracteriza al momento actual no sólo de Brasil sino a escala mundial, una mal entendida cordura podría tentar a gobiernos reformistas a adoptar una política contemporizadora. El único problema con esa estrategia es que la historia demuestra que hay un tránsito imparable desde el posibilismo al inmovilismo y, luego, a una catastrófica derrota. Por eso tiene razón Max Weber cuando escribía que tal como "lo prueba la historia … en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez" (1982). Proponerse que todos los brasileños coman tres veces por día, ¿no es una forma de intentar lo imposible y, por eso mismo, una forma de lograr lo posible? Sólo la historia podrá decirlo..
El dramático alegato de Weber a favor de la utopía es tanto más importante en un continente como el nuestro, en donde las enseñanzas de la historia también demuestran, (a) que se necesitaron verdaderas revoluciones para que pudieran promoverse algunas reformas en las estructuras sociales de la región más injusta del planeta; y (b) que sin una utopía política movilizadora de los impulsos reformistas, los agentes del cambio terminan en la decepcionante administración de las rutinas cotidianas y, por eso mismo, capitulando ante sus rivales..
La esperanza de que el nuevo gobierno de Lula transite por el camino de un audaz reformismo no descalifica las advertencias de Rosa Luxemburgo, cuando decía que las reformas sociales, por genuinas y profundas que sean, no cambian la naturaleza de la sociedad preexistente. Lo que ocurre es que al no estar la revolución en la agenda de las grandes masas de América Latina la reforma social se convierte en una "segunda mejor" alternativa. Pero la reforma, decía Rosa Luxemburgo, no es una revolución que avanza lentamente o por etapas. Un siglo de reformismo socialdemócrata en Occidente demostró irrefutablemente que no fue suficiente para "superar" el capitalismo3. Produjo cambios, importantes y necesarios, "dentro" del sistema, pero sin cambiar el sistema. Esos cambios son urgentes e imprescindibles en el Brasil de hoy, y sólo un irresponsable milenarismo podría anatermizarlos como "mero reformismo". Pero no hay que caer en el error de muchos reformistas que se instalan en la complacencia y confunden necesidad con virtud. Aún cuando en el momento actual las reformas sean lo único que pueda hacerse, ellas no son suficientes para la construcción de una sociedad post-capitalista o socialista como anhela el PT. Pueden, si se dan bajo una cierta forma -democrática, auto-gestionaria, participativa- constituir un aporte invalorable para avanzar en dirección a una nueva sociedad, pero no son su materialización histórica..

V Lula, el gobierno PT en Brasil y el futuro de América Latina .

El análisis precedente pretendió comprender las razones por las cuales el nuevo gobierno del Brasil se enfrenta a un dilema que, esquemáticamente, podríamos reducir a esta fórmula: reforma o derrota. Si el presidente Lula vacila en implementar su programa de reformas sociales, anunciadas en su campaña y ratificadas en su discurso inaugural, sus perspectivas políticas serán sombrías, provocando un retroceso fenomenal que será igualmente sentido en toda América Latina. Las llamadas "fuerzas del mercado" se cobrarán su revancha y darán un escarmiento a quienes tuvieron la osadía de desafiarlas. Si por el contrario, tal como lo esperamos, avanza resueltamente por el rumbo del posneoliberalismo, el futuro del Brasil y de toda la región podría pintarse con nuevos y más optimistas colores..
Hay tres razones por las cuales se puede ser moderadamente optimista. Primero, por el peso que tiene la propia biografía de Lula, que habla de un hombre íntegro y coherente, líder de genuino origen y raigambre popular cuya vida fue dedicada por entero a la construcción de una nueva sociedad. Estamos seguros que Lula no habrá de deshonrar su propia historia, ni que para hacerlo tenga que llegar a los extremos de Salvador Allende en Chile..
En segundo lugar, porque si el gobierno de Lula no ceja en su celo reformista podrá contar con el apoyo de uno de los más importantes partidos de izquierda del mundo, el PT, aparte del apoyo que le brindarían el MST, la CUT y el grueso de las organizaciones populares del Brasil..
Tercero, porque la estructura económica del Brasil, la importancia de sus empresas públicas, su diversificación económica, su enorme extensión geográfica, el tamaño de su población, la calidad de su liderazgo, de sus intelectuales y técnicos, y su gravitación internacional hacen posible la adopción de políticas reformistas a pesar de la muy fuerte oposición que seguramente desencadenarán. Por eso, un presidente reformista instalado en Brasilia cuenta con un margen de maniobras incomparablemente superior al de cualquier otro de la región. En este sentido podemos hablar de una "excepcionalidad brasileña": un país que puede hacer cosas que ningún otro de la región, ni siquiera México, podría soñar con hacer. Esto implica una responsabilidad también especial del gobierno del PT, a quien se le pedirán cuentas que ni remotamente se le presentarían a un gobierno reformista en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina o Uruguay. Brasil si quiere puede; no ocurre lo mismo con los demás países..
* Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Profesor de Teoría Política y Social en la Universidad de Buenos Aires.
Artículo publica en OSAL (Buenos Aires: CLACSO), Nº 9, Enero 2003.


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Bibliografía .
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Boron, Atilio 2002[b] "Imperio: dos tesis equivocadas", en OSAL (Buenos Aires) Nº 7, Junio..
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Brzezinski, Zbigniew 1998 El Gran Tablero Mundial (Buenos Aires: Paidós), p.40..
Hardt, Michael y Antonio Negri 2002 Imperio (Buenos Aires: Paidós), p. 173..
Holloway, John 2002 Cómo cambiar el mundo sin tomar el poder (Buenos Aires: Herramientas)..
Holloway, John 2001[a] "El zapatismo y las ciencias sociales en América Latina", en OSAL (Buenos Aires), Nº 4, Junio..
Holloway, John 2001[b] "La asimetría de la lucha de clases", en OSAL (Buenos Aires), Nº 4, Junio..
Huntington, Samuel P. 1999 "The lonely superpower", en Foreign Affairs, Vol..
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Kagan, Robert 2002 "Power and Weakness", en Hoover Institution Papers (Stanford: California), pp. 1, 10-11..
Weber, Max 1982 Escritos políticos (México: Folios) Tomo II, pp. 363-364..

Notas .
1 Nótese el significativo "aire de familia" que tiene este argumento del teórico conservador con la formulación que proponen, desde posturas supuestamente contestatarias, Michael Hardt y Antonio Negri cuando dicen que "(E)n todos los conflictos regionales de finales del siglo XX, desde Haití hasta el Golfo Pérsico y desde Somalia hasta Bosnia, los Estados Unidos fueron convocados a intervenir militarmente y estamos hablando de pedidos reales y sustanciales, no de meros trucos publicitarios destinados a calmar el disentimiento público estadounidense". Ante estas afinidades, ¿ cómo evitar referirse a los extravíos de la izquierda en las metrópolis capitalistas? Cf. Michael Hardt y Antonio Negri, 2002. Para una crítica sistemática a las erróneas tesis de Michael Hardt y Antonio Negri desarrolladas en Imperio, ver Boron, 2002[a]; [b]..
2 Ver Holloway, 2002; 2001[a]; [b]. Para una crítica a tales concepciones, ver Boron, 2001..
3 Hemos examinado in extenso este tema en nuestro Estado, Capitalismo y Democracia en América Latina (Boron, 2003).