Mark Engler
Rebeli�n
El �xito de la reforma de la asistencia social es una propuesta basada
en la fe en Washington, D.C. Este mes, mientras los legisladores debaten la
reautorizaci�n de la legislaci�n de asistencia social, los conservadores en
el Capitolio ofrecer�n su serm�n habitual acerca de las virtudes de la "responsabilidad
personal", ignorando la hemorragia constante de puestos de trabajo en la econom�a.
Y como la reforma de la asistencia social fue un importante enfoque legislativo
de los "nuevos dem�cratas" del Presidente Clinton, no es probable que el otro
lado del pasillo cuestione la creencia subyacente de que "terminar con la asistencia
social tal como la conocimos" represente un triunfo en pol�tica social.
Sin embargo, en el mundo real la recuperaci�n sin puestos de trabajo y protecciones
sociales debilitadas van el encuentro una de la otra a velocidad creciente.
Los legisladores locales deben enfrentares a una fea verdad acerca de sus sistemas
"reformados" de asistencia social: si los cr�ticos dijeron que la disminuci�n
de la asistencia tuvo impactos da�inos en los pr�speros 90, el verdadero alcance
del da�o apenas est� emergiendo como consecuencia de la recesi�n de Bush.
"S�, hay muchos puestos de trabajo disponibles", dec�a un chiste acerca de la
fuerza de trabajo en la era de Clinton. "Yo tengo tres". Desde entonces, el
salario real no ha mejorado ostensiblemente y el trabajo extra es dif�cil de
conseguir. El empleo de n�mina no relacionado con la agricultura ha deca�do
constantemente desde noviembre de 2001; hasta ahora en este a�o se han perdido
579 000 puestos de trabajo.
La reforma de la asistencia social de Clinton sustituy� la Ayuda para Familias
con Hijos Dependientes (AFDC), que se basaba en entrega de dinero, con la Ayuda
Temporal a Familias Necesitadas (TANF). Las investigaciones sugieren que en
el contexto de la econom�a vacilante, las personas que en otra oportunidad recib�an
AFDC tienen m�s probabilidad de encontrarse atrincherada en la pobreza que obtener
trabajo que les permita vivir. Las madres solteras se encuentran en una situaci�n
realmente desesperada, seg�n un nuevo informe dado a conocer por el Fondo de
Defensa de los Ni�os. "El n�mero de madres solteras que no reciben asistencia
social aument� en 188 000 en un a�o, lo que llega a un r�cord de tres cuartas
partes de todas las madres solteras sin asistencia social y causa un s�bito
aumento de la extrema pobreza infantil", dice el informe. "Los padres y madres
solteros llegaron a la recesi�n del 2001 con menos protecci�n ante una econom�a
en descenso que cualquier otra recesi�n en los �ltimos 20 a�os".
Los detalles de esta debacle se complican. Bajo la TANF, los estados individuales
reciben subvenciones en bloque que les permiten dise�ar sus sistemas de asistencia
social. (Como dijo la te�rica social Teresa Brennan, hay ahora "50 Formas de
Abandonar Sus Beneficios de Asistencia Social".) Pero el programa estrella W-2
de Wisconsin brinda un ejemplo revelador. El programa, que ayud� al ex gobernador
Tommy Thompson a obtener trabajo como Secretario de Salud y Servicios Humanos
de Bush, es generalmente alabado como un �xito por reducir en la mitad el n�mero
de familias que recib�an asistencia en dinero. Los verdaderos resultados son,
al menos, dudosos.
Una noticia casi inadvertida de AP en mayo mostraba que el W-2 era considerablemente
m�s caro para Wisconsin que el viejo programa de asistencia. Aunque el estado
se encargaba de menos personas, el sistema de asistencia social costaba $276,9
millones de d�lares m�s en el �ltimo per�odo presupuestario que durante el �ltimo
a�o de AFDC.
�Qu� pas� entonces con "el fin del gobierno grande"? Wisconsin comprendi� que
si se va a forzar a las madres a entrar al mercado de trabajo en vez de quedarse
en casa para cuidar a sus hijos, hay que tomar medidas para el cuidado de los
ni�os. Bajo el TANF en Wisconsin la demanda para el cuidado de ni�os ha aumentado
160 por ciento. (Ir�nicamente, muchas mujeres que entran a la fuerza de trabajo
en la escala m�s baja de salarios terminan cuidando los hijos de otras personas
recibiendo un pago por hora que hace lucir generoso a McDonald's; y no est�
sacando a nadie de su situaci�n.) Ni tampoco es barato el entrenamiento para
el trabajo. Como ha se�alado el propio Tommy Thompson, si se quiere crear un
programa "de la asistencia social al trabajo" que signifique algo m�s que ret�rica,
hay que estar dispuesto a pagar por �l.
Incluso con los gastos extras la creaci�n de Thompson no es algo para enorgullecerse.
Cocinas populares, refugios de emergencia para los sin casa y hospitales de
caridad vieron que la demanda por sus servicios aument� considerablemente entre
1997 y 2000, seg�n grupos como la Conferencia Entre Religiones del Gran Milwaukee,
el Centro para el Desarrollo Econ�mico de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee
y el Instituto para el Futuro de Milwaukee. En el mismo per�odo los desalojos
forzosos en Milwaukee se incrementaron en m�s de 200 por ciento. Y cuando el
Departamento de Desarrollo de Fuerza de Trabajo del estado encuest� a varios
ex receptores de AFDC, descubrieron que 68 por ciento de los que hab�an encontrado
trabajo dijeron que "apenas pod�an subsistir de un d�a a otro".
Ese es el balance de los a�os de auge de la administraci�n Clinton.
El problema real es que la mayor�a de los estados ni siquiera est�n a la altura
de Wisconsin, ya que no hicieron las mismas inversiones. En vez de recibir asistencia
en dinero, muchas familias simplemente no reciben nada. Es m�s, el porcentaje
de familias elegibles que realmente reciben beneficios de asistencia social
cayeron de 84 por ciento en 1995 a 52 por ciento en 1999, seg�n el Fondo NOW
de Defensa Legal y Educaci�n.
Michael New, del Instituto Cato, escribe que "los estados con las m�s fuertes
sanciones y los m�s bajos niveles de asistencia tuvieron el mayor �xito en reducir
el n�mero de casos". Tiene raz�n. Pero reducir el n�mero de receptores de asistencia
no es lo mismo que disminuir la pobreza. El sistema actual recompensa a los
estados que hacen lo primero.
La reforma de la asistencia social en la pr�ctica significa que en tiempos econ�micos
m�s duros -precisamente el momento en que m�s se necesita de la asistencia social
- el gobierno tiene poco que ofrecer a los pobres y a los desempleados. Los
que son bastante ricos como para que les toque una de las enormes reducciones
de impuestos del Presidente Bush no se est�n quejando. Ni tampoco las corporaciones,
que pueden escoger de entre una fuerza de trabajadores de bajo salario. Pero
el resto de nosotros, que encontramos que nuestros puestos de trabajo cada vez
son menos seguros y los recursos comunales disminuyen, somos los que pagamos
por la pobreza.
* Mark Engler, escritor que vive en la ciudad de Nueva York, puede ser contactado
por medio del sitio web http://www.DemocracyUprising.com. Katie Griffiths brind�
asistencia en la investigaci�n.
Traducido por Progreso Semanal