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Internacional

25 de agosto del 2003

El Reino de las Tinieblas a oscuras

Konstantin Kovaliov
Sovietskaya Rossia
Traducido para Rebelión por Josafat Sánchez Comín

En el Reino de las Tinieblas no hay ni puede haber Luz. Allí solo existe la luz eléctrica y la luz de la propaganda, de la instrucción de los habitantes de las Tinieblas con la ayuda de los medios de desinformación. Es cierto que se puede ver el sol en el cielo, que además provoca un fuerte calor, ya que El Reino de las Tinieblas se encuentra en las vastas llanuras del sur, pero a pesar de brillar, no acaba de atravesar la Tiniebla. Pero lo principal aquí no es el sol, sino la electricidad, gracias a la cual el Coloso de Acero con Pies de Barro, que dirige los destinos del Reino de la Tinieblas, se puede mover, mover todos sus miembros, escupiendo misiles y bombas, salpicaduras de acero voladoras, cargadas de muerte, que llegan a todos los confines del Blanco Mundo, y que incluso habla ingles con el acento de la tribu de los portaviones.

El sol brillaba en el Reino sobre la lóbrega Tiniebla, aunque a menudo lo ocultasen las nubes, parientes de la Tiniebla, especialmente las nubes oscuras, mientras la electricidad corría sin descanso de año en año, día y noche por los desnudos nervios de acero, colgados entre los altos puntos de apoyo, en el aire sobre el insensible cuerpo de la Civilización, desde la estación eléctrica del Niagara hasta las brillantemente iluminadas oscuras ciudades del Reino y las ciudades en penumbra del vecino y amistoso Oscurecido País. Luego la electricidad iba a parar a las subestaciones, de donde seguía camino hacia los rascacielos, casas y casitas, por sus aislados pequeños nervios de cobre hasta llegar a las fábricas y empresas, haciendo funcionar las máquinas, haciendo brillar las lámparas y bombillas, las sillas eléctricas en sus humanitarias cárceles, para freír a los condenados a muerte, a mayor gloria del Reino de las Tinieblas, para las freidoras de los McDonalds, para freír sus hamburguesas y Big Mac, para la pizza, principal sustento de las oscuras gentes del Reino de las tinieblas, haciendo funcionar miles de trenes, letreros luminosos, los faxes, para enviar y recibir mensajes, los teléfonos con sus contestadores, los equipos de música, los televisores , radiocasetes y como no, los ordenadores y demás artilugios electrónicos, las neveras y congeladores, que puedan conservar la comida de la parte biológica de los habitantes del Reino de las Tinieblas. Y a todo el Reino este sistema le parecía igual de eterno e indestructible, como se lo parece el Coloso de Acero con Pies de Barro, que dirige el capitalista Reino de las tinieblas.

Yo mismo hace tiempo me introduje en el Reino de las Tinieblas, aunque dentro de él continúo siendo una persona originaria de la Luz Blanca. Oficialmente El Reino de las Tinieblas recibe el nombre de Estados Unidos de América. El que en ellos reine la más absoluta y cegadora oscuridad, lo atestigua irrefutablemente el hecho, de que en la antorcha que sujeta en su erguida mano la gigante de piedra, estatua de la libertad de la tiniebla, no hay llama. Pero si nos fijamos bien, veremos que si que hay llama, pero no una llama que irradie una luz creadora, sino una llama de la que sale una invisible oscuridad.

Aquel jueves hasta casi las 4 de la tarde, hora de la Ciudad Imperial, como la llaman aquí orgullosamente, aunque oficialmente sea Nueva York, todo transcurría espléndidamente, porque la Oscuridad seguía brillando: nos azotaba desde las pantallas de los televisores, donde famosos, Oscuras Personalidades, de una manera comprensible, se afanaban en explicar a los Oscuros Telehabitantes, el porqué hay que ametrallar iraquíes en la otra punta el Blanco Mundo, mientras en los otros canales, Oscuros Terminators acababan con los enemigos de la Tiniebla, y los no menos Oscuros e incluso Negros Gladiadores se arreaban a golpes, lesionándose entre ellos, en rings e instalaciones deportivas. En ocasiones de la pantalla emergía el más tenebroso y estrafalario monstruo, que funciona claramente con baterías, recargables en la red, y al que todos llaman Presidente del Reino de las Tinieblas, y que es el favorito del Coloso de Acero sobre Pies de Barro. En pocas palabras, reinaba la formula: "El capitalismo es poder explotador + electrificación de todo el Reino de las Tinieblas".

Sobre este fondo, el capítulo doscientos y pico de una telenovela argentina en ruso, que a pesar de su oscuro título "Yago, oscura pasión" me parecía un rayo de luz en este Oscuro Reino, ya que los latinoamericanos, aunque distintos de los rusos en aspecto externo, son muy similares en cuanto a su espontaneidad, buen corazón y espiritualidad. Así que después de comprar casi dos kilos de helado y colocarlo en el congelador, esperaba con la familia el comienzo de este hermoso desvarío de novela a las seis de la tarde. Tras la ventana estaba cayendo sobre la Tiniebla un impasible y asfixiante sol de agosto, que calentaba el ambiente hasta los 35º, mientras yo permanecía fresquito gracias a mis 4 aparatos de aire acondicionado.

Faltaba bastante para que comenzase la telenovela y tenía a los chicos sentados frente al ordenador. Estaba escuchando como una electrificada y pelirroja cabeza desde Rusia informaba de los cortes de luz que se estaban produciendo en Siberia por culpa del pueblo. Y de repente la luz de la pantalla se fue apagando hasta quedar reducida a un punto, apretando la pelirroja cabeza hasta convertirla en la cabeza de un alfiler, que se veía arrastrada por una especie de embudo cual agujero negro. Por desgracia se trataba solo de una absorción virtual que la llevaba a una especie de Antigaláctica. Al mismo tiempo se produjo el quejido de mi hija, a la que se le había apagado la pantalla del ordenador mientras escribía un mensaje de correo a una amiga residente en la Luz Blanca. El aire acondicionado quedó en silencio. Mi chica pensó seguramente que había sido yo el que había apagado los plomos para hacer algún apaño. La carta inacabada se perdió. Pero esto no era nada comparado con lo que nos esperaba a nosotros y al Reino de las Tinieblas en adelante.

Miré en la escalera, y tampoco había luz. Del apartamento de enfrente se asomó un joven negro en calzoncillos, y yo en lugar de saludarle le dije que parecía que la luz se había ido en toda la casa. Al advertir que yo mismo iba en calzoncillos, en lugar de despedirme me escondí tras la puerta. Claro que aquí es normal ver a gente por la calle, jóvenes y no tan jóvenes en pantalones cortos, especialmente chicas. Bueno, pues mi familia y yo pensamos que no había de que preocuparse, que en dos o tres minutos volvería la luz como ya había ocurrido en alguna ocasión en el pasado. Pero la luz no volvía. Todavía estaba claro, y yo pensé que antes del comienzo de la telenovela arreglarían la avería.

Pero no, en lugar del teleserial comenzó una serie de desagradables acontecimientos. Comenzaba a sentirse la falta de los aires acondicionados. En la mayor parte del territorio de los EUA el calor no es simplemente calor igual que el frío no es solo frío. El aire en los EUA es terriblemente húmedo, y en Nueva York huele a agua de mar salada. Respirar este aire con este calor se hace muy duro, y para un corazón enfermo como el mío, casi imposible. Incluso a Rusia no me atrevo a ir en los meses calidos. La permanencia obligada bajo el calor por un espacio prolongado de tiempo, yo lo veo como una circunstancia peligrosa para mi vida.

Recordé como en mi infancia y adolescencia en la sureña ciudad de Rostov del Don todos sus habitantes (que no habían ni oído hablar del aire acondicionado) se llenaban la boca de agua para "pulverizarla" por los suelos del piso, y echaban agua en las repisas exteriores de las ventanas. Durante un tiempo esto creaba una sensación de frescor, ya que al evaporarse el agua la temperatura del aire se reduce. Así que me puse a aplicar este viejo método para sorpresa de mis hijos que no conocían este modo de lucha contra el calor y comenzaron a gritar al sentir las frías gotas de agua cayéndoles encima. Hubo que abrir las ventanas ante la falta de oxigeno. En los cuartos comenzó a penetrar un aire caliente aunque todavía fresco. La irrigación del suelo hubo que repetirla varias veces. Luego tuvimos que empezar a meternos regularmente bajo la ducha fría, para alejar por un momento el bochorno y facilitar el trabajo del corazón. De algo había de servir lo aprendido en el ejército.

Luego llegó mi mujer de la calle y nos contó que no había luz en todo Brooklyn. Al cabo de un rato mi hijo me preguntó si no tenía un transistor a pilas. Entonces me acordé de mi maravilloso transistor de bolsillo japonés (ahora que todo lo que nos venden es chino o de Malasia) con FM y AM y que yo nunca utilizo por la falta de interés de los programas de radio americanos, cargados de publicidad. Mi chaval se puso los cascos y comenzó a traducir al ruso todo lo que estaban diciendo. Resultó que se habían quedado sin electricidad toda la ciudad y el estado de Nueva York. Luego informaron que tampoco había en los vecinos estados del noreste: Nueva Jérsey, Connecticut, Pensilvania y Ohio. Dijeron que no habría luz en unas tres o cuatro horas. Y así fue, a las tres horas volvió a las casas de los millonarios en la parte central de Manhattan, los millonarios más pobres tuvieron que esperar una hora más. Adelantándome a los acontecimientos diré que al amanecer la luz volvió a las villas y mansiones de los miembros del Congreso de los EE.UU. y de la mafia, que para el caso es lo mismo. El resto, la clase media y el pueblo bajo tuvieron que esperar más de 24 horas. Poco antes de que volviesen a conectar, corrió el inquietante rumor de que no habría luz hasta el lunes. Devolver la electricidad a la "élite elegida", mediante la selección de clases y castas, es algo sencillo: los multimillonarios viven en su zona, los millonarios en la suya, y el resto también en sus barrios. Al día siguiente se supo que el 30 % de nuestro Brooklyn ya había recibido electricidad. Me interesé por saber a que zona correspondía ese 30 %. Resultó ser la zona de Bay Rich, coto de los más ricos mafiosos italianos y sus abogados. Luego conectaron Long Island, un hermoso lugar cubierto de verde, repleto de mansiones para sólidos ricachones. Más tarde mi mujer se acercó a ver a unos vecinos que viven a una manzana, en nuestra misma avenida, y golpeó la puerta. Le preguntaron que porqué golpeaba si había timbre. ¿Acaso tenéis electricidad? Preguntó. Le respondieron que desde por la mañana temprano. Al saberlo comprendí que desde esa manzana comenzaba el barrio de los mafiosos italianos y sus defensores legales. Y alrededor nuestro vive la caterva, la morralla, por mucho que haya casas de tres pisos valoradas en más de medio millón de $.

Pero esto era ya el día siguiente. Antes había que sobrevivir al jueves y la noche hasta el viernes. Me acordé entonces del helado y propuse a la familia ocuparnos de él, para refrescarnos, y para salvar el producto que ya empezaba a derretirse en el congelador. La carne continuaba dura como una piedra. Siguiendo las leyes de la bajeza, resultó que mi hijo no quería helado (aunque haya veces que se coma una libra entera de un tirón) y me preguntó que cual era la pena de que se perdiese un dólar con setenta que había costado cada barra familiar de helado. Mi mujer le explicó que en tiempos de la guerra en el 42 cuando vivíamos en Tbilisi mi madre iba al mercado para comprarme a mi, a su hijo de seis años, huevos corrientes, increíblemente caros, y me los freía en su pequeña sartén, un huevo al día para desayunar, mientras mis hermanos no paraban de mirarme tragando saliva. Ellos comían comida de adultos, de los tiempos de las cartillas de racionamiento al comienzo de la guerra. Luego mi hermano mayor marchó para el frente a los 17 años a comer la papilla que le daban a los soldados. Y murió en el 44 en la defensa de Sebastopol. Por eso vuestro padre conoce el verdadero valor de la comida, aclaró mi mujer a nuestro hijo. Pero mi hijo no acabó de darse por aludido. Tuvimos que comernos el helado, la mayor parte yo, par refrescar nuestro cuerpo y alma por un tiempo.

Comenzaba a oscurecer. Pegué un grito: ¿cómo vamos a pasar toda la tarde y toda la noche en completa oscuridad?

La mujer por suerte, en su estudio de pintura, cerca del apartamento, encontró media docenas de velas que tenía guardadas desde hacía tiempo. Fue corriendo a la tienda y compró más. Tuvo que hacer cola pues todo el mundo había tenido la misma idea. Mientras tanto mi hijo continuaba oyendo a los medios de información del Poder de las Tinieblas por el transistor. ¡Va a hablar Bush! Dijo con la sonrisa que aparece en la cara de la gente, que hablan de todos los tipos extravagantes conocidos como Zhirinovsky. ¿Qué dice? Pregunté yo. Nada especial solo repite lo mismo que están diciendo otros. Me puse los auriculares: Estaban informando que habían quedado sin electricidad 27 estados del Reino de las Tinieblas y dos provincias del vecino oscurecido país, que oficialmente llaman Canadá.

Los ricos mercenarios chachareros de la radio, estaban contando que millones de americanos no pierden el ánimo, y se están comportando de una manera solidaria, ayudándose, para pasar así esta prueba inesperada. Más tarde por otra emisora oí que decenas de miles de personas habían dejado abandonados sus coches y se dirigían a casa andando desde Manhattan, especialmente a través del famoso puente de Brooklyn. Un día más tarde supe que diariamente entran y salen de Manhattan millón y medio de personas, entre trabajadores, hombres de negocios y turistas. Una verdadera masa de gente, una vez y media la población de Rostov del Don, atrapada en la trampa de piedra de la Ciudad Imperial de las Tinieblas, de la que solo se podía salir a modo de estrechas acequias humanas, a través de los puentes, ya que Manhattan es una isla de piedra, bañada por ríos que desembocan en el océano.

Mucho peor se las vio la gente que había quedado atrapada en el terrible metro de Nueva York, en el que aún habiendo electricidad, flota un aire pesado, apestoso que recuerda el olor a gelatina podrida. Con el calor que hace aquí en verano y solo tienen aire acondicionado en los vagones con asientos rígidos (para que los civilizados mocosos no los rajen). Pero ahora las aparatos de aire han quedado parados en la mitad del país. He tenido suerte de siendo enfermo de corazón, no encontrarme en el metro en ese momento. La mayoría de los trenes quedaron parados en la mitad de los túneles, y no en las estaciones.

Las puertas no se abrían, no se sabe si por que no había electricidad o por que no querían que la gente marchase por las vías, aunque al no haber corriente no podían sufrir descargas. Por eso la gente en los vagones repletos se asfixiaba. Les tranquilizaban por la megafonía interna, pidiendo que no abandonasen los vagones. Claro que el que lo pedía dudo mucho que se encontrase con los pasajeros. Los enfermos y embarazadas comenzaron a sentirse mal. Entonces los jóvenes comenzaron a romper los cristales, para que entrase algo de aire, que aunque caliente tuviese más cantidad de oxígeno. Al cabo de una hora comenzaron a sacar a la gente de los vagones, la evacuación duró más de cuatro horas, debido a las dificultades propias del trazado del metro, muy lioso, con complicados trasbordos de línea y con estrechas escaleras. Incluso con electricidad en algunas estaciones del centro solo hay pequeñas escaleras mecánicas, como en algunos almacenes de Moscú, que solo funcionan hacia arriba. Especialmente complicado fue sacar a la gente que iba en silla de ruedas. El aire solo podía seguir funcionando en los autobuses, pero al poco se quedaron sin gente al tener que detenerse en los enormes atascos que se estaban formando en el centro.

La gente del Reino apartados en este día y medio de los televisores, la radio, los recreativos, los letreros luminosos, de los faxes y de la mayoría de los teléfonos, de los cajeros automáticos, sin darse cuenta, miraron a su alrededor y vieron que no estaban solos. Comenzaron a hablar entre ellos, a salir a la calle como si de una Italia, Odessa o Rostov se tratase. La gente comenzó a ayudarse unos a otros casi como los soviéticos durante la guerra; levantaron los ojos al cielo y vieron la luz, dispuesta a apartarlos de la Oscuridad, si así ellos lo quieren. Por primera vez vieron que viven en las Tinieblas, que les ciega la razón, haciéndose pasar por luz. Incluso en mi familia, mis hijos en un primer momento no sabían que hacer a la luz de unas cuantas velas. Nos vinieron muy bien los candelabros antiguos que colecciona mi mujer y en los que yo no veía ninguna utilidad aparte de la estética. Nos acomodamos todos juntos en el salón y nos pusimos a leer libros en voz alta, como se hacía antaño, y cuando se nos cansaron los ojos, nos pusimos a contar historias. Por un corto espacio de tiempo, aumentaron los bienes de la civilización y la gente se hizo más cercana. En otro tiempo incluso los miembros de una misma familia no saben quien tienen al lado, frente a las pantallas de televisores y ordenadores, viviendo una vida virtual, impuesta por la Oscuridad.

El alcalde de la ciudad, el odiado Blumberg, al que eligieron pensando que un judío se dedicaría a mejorar la situación económica de la ciudad y no a la charlatanería habitual de los políticos, "mejoró" la situación inundando de impuestos a todos. Está claro que no será reelegido. Tampoco lo necesita. No es un político, sino un hombre de negocios. Sin duda los capitalistas le sabrán recompensar por los servicios prestados, de manera que no tenga que preocuparse por su jubilación. Ahora Blumberg se dedicaba a echar las culpas a las compañías eléctricas y desplumar a la población. El gobernador Pataki declaró el estado de excepción en el estado de Nueva York. Desde la tarde del jueves toda la policía patrullaba las calles, velando por la propiedad de las Tinieblas. En el pasado ya había habido grandes apagones en los EE.UU., en los años 65 y 77, pero no tan largos como este. En aquel entonces, la gente pobre al caer la noche aprovechó para romper escaparates de las tiendas caras, llevándose sobretodo comida. En esta ocasión no ocurrió nada de esto, teniendo en cuenta que había policía armada en cada esquina.

Sin embargo al día siguiente, cuando los coches volvieron a circular por las calles, se produjo la arbitrariedad de los conductores, todos tenían prisa por abandonar las calles y carreteras y verse en casa. Por eso nadie respetaba las normas de circulación, se produjeron multitud de peleas, y se puso en riesgo la vida de los peatones, a los que no dejaban cruzar. La policía de tráfico, a pesar de ser un ejercito entero, brilló por su ausencia, por lo visto no querían estar bajo ese sol abrasador para poner orden en las calles. De todas formas no hubieran sabido, ya que en los EUA la policía de tráfico solo se dedica a poner multas y a meterse en broncas. Además es algo que no esconden, ya que en Nueva York los ingresos percibidos por las multas son una parte muy importante del presupuesto de la ciudad. Especialmente se ceban en los que aparcan en doble fila. De la regulación del tráfico solo se ocupan un pequeño cuerpo de urbanos entre la oscuridad de los rascacielos de Manhattan. La policía municipal a cada rato patrullaba en sus coches con aire acondicionado, de atrás para delante, vigilando que nadie del pueblo llano, aprovechase la situación para desvalijar alguna de las tiendas cerradas, oficina o la casa de algún ricachón. Nadie estaba pensando hacer nada de eso.

En los bancos al día siguiente, continuaba siendo imposible sacar dinero. Las tiendas y farmacias (¿que se supone que tenían que hacer los enfermos?) estaban cerradas al no funcionar las cajas registradoras. Se perdieron millones de dólares en mercancía. La dueña (judía de origen ruso) de una importante tienda de comidas preparadas, declaró al día siguiente por un canal de televisión en lengua rusa, como había sacado unas mesas frente a su tienda, donde colocó toda la comida que tenía preparada y la había repartido gratis entre la gente. Un detalle humano e inteligente (en nuestro barrio no vimos nada parecido). Ahora seguro que su establecimiento se hace más popular.

Bush y tras él Blumberg y todos los demás declararon que el motivo de la avería no estaba en un acto terrorista. ¡Gracias a dios! Significa que el Reino de las Tinieblas, según los cálculos del Coloso de Acero con Pies de Barro, inmerso como está en los países del Blanco Mundo ocupados por sus tropas: Irak y Afganistán, todavía no se ve con fuerzas para atacar a un nuevo país. De haber habido víctimas, hubieran sido encontrados los "terroristas" del país víctima, causantes de haber hecho volar o de incendiar las estaciones eléctricas, que fueron cayendo por el principio del dominó, haciendo caer la mayoría de las estaciones y subestaciones de más de la mitad del país, y de dos provincias del país vecino, el cual se enzarzó en una guerra de acusaciones mutuas con su hermano mayor, como dijo el corresponsal del canal en lengua rusa Yuri Rostov.

A propósito, como él mismo informó, durante la aparición del Padre de la Nación ante su pueblo, para compartir su pena, alguien, cuando llegó el turno de preguntas le gritó algo, como advirtió Rostov, no relacionado con el apagón, sino con Irak. Rostov claro, sabía de que se trataba, pero se hizo el perplejo con la esperanza de que los telespectadores más avispados le entendiesen. Yo por ejemplo, estoy seguro que aquel hombre le dijo a Bush que en lugar de dedicarse a invadir un país, destruyendo la red de energía eléctrica y de abastecimiento de agua de todo un pueblo, que vive en un país con elevadísimas temperaturas, condenándolo a indecibles penalidades, enfermedades y muerte, podría dedicar aunque fuese una parte de esos miles de millones destinados a la ocupación, para la modernización del abastecimiento eléctrico en su propio país. Pero este episodio los medios de información lo cubrieron al momento con una Impenetrable Tiniebla, pues la libertad de expresión significa no solo libertad para hablar, sino libertad para callar. Y por supuesto la libertad para el SILENCIAMIENTO de actos y expresiones ajenas no reflexionadas…

Los Pies de Barro del Coloso de Acero durante un tiempo estuvieron muertos, pero no se disolvieron y con los esfuerzos de todas las Fuerzas de la Sombra, volvieron a enderezarse. ¿Por mucho tiempo?

Ha aparecido toda la vulnerabilidad genética de la economía capitalista incluso en su etapa imperialista, llevada hasta la completa condensación de la Tiniebla, de su Poderío. Y lo que es más aleccionador, esta vulnerabilidad ha aparecido no en una país más del mundo capitalista, sino en el Reino de las Tinieblas, donde más que en ningún otro país capitalista, es mayor la parte de capital privado en la economía.

Sería lógico esperar que todas las estaciones eléctricas del país colaborasen, pero no aquí, donde no hay un dueño único de la energía eléctrica.

Algún que otro listillo propuso a cambio de enormes cantidades de dinero, reparar las estaciones que hubiesen dejado de dar servicio, enviando conjuntamente una parte de esa electricidad a los territorios que se hubiesen quedado sin ella. En la práctica resultó que la sobrecarga se estaba produciendo en todas las estaciones. ¿Cómo es posible esta falta de previsión? ¿Acaso son malos los ingenieros? No, simplemente construir en cada zona una estación de reserva, a los propietarios de las compañías no les resulta rentable. Y si no es rentable, ya puede arder todo un país, sumergido en la primitiva oscuridad de las cavernas…

Igual que con la caída de las dos torres gemelas, el Reino de las Tinieblas ha dado una vez más muestras de su completa incapacidad para la guerra de defensa, en la que las averías de las estaciones eléctricas pueden durar mucho tiempo, con fatales consecuencias para la población.

Por supuesto, a diferencia de la Rusia actual, donde los Chubais y demás lacayos pueden cortar la luz por falta de pago a estaciones enteras de misiles estratégicos, en el Reino de las Tinieblas todas las bases militares, incluidas claro está las de misiles, ni por un segundo se vieron privadas de energía eléctrica, al igual que los hospitales, tan necesarios en tiempos de guerra. Pero en caso de que comenzase una guerra, y una sola central se viese afectada, millones de ciudadanos se verían afectados. En esta ocasión sin electricidad se quedaron durante 27-28 horas unos 50 millones de personas. De ellas 10 millones en el mismo Nueva York. Al cabo de día y medio muchas zonas del mismo Manhattan continuaban sin luz. Sin embargo la Ciudadela de las Tinieblas, que tras la caída de las gemelas ha vuelto a ser el más alto rascacielos de la Ciudad Imperial, "Empire Building", al poco de comenzar los primeros trabajos para la recuperación de la normalidad, no solo se iluminó en todas sus ventanas, sino que la parte superior brilló con unas gigantescas guirnaldas. Había que hacer resaltar con una luz artificial la sólida e inquebrantable Ciudadela de las Sombras.