3 de julio del 2003
Mentiras de Estado
Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
"Preferiría morir antes que proferir una inexactitud"
GEORGE WASHINGTON
Es la historia del ladrón que grita: "¡al ladrón!" ¿Cómo piensa usted que Mr. George W. Bush intituló el célebre informe de acusación contra Sadam Husein que presentó el 12 de septiembre de 2002 ante el Consejo de Seguridad de la ONU? : "Un decenio de mentiras y desafíos" (ver el documento). ¿Y qué afirmaba al ir desgranando sus 'pruebas'? : "¡Un rosario de mentiras! Irak", decía en sustancia, "mantiene vínculos estrechos con la red terrorista al-Qaeda y amenaza la seguridad de Estados Unidos porque posee 'armas de destrucción masiva' (ADM)" -una aterradora expresión acuñada por sus consejeros en comunicación.
Tres meses después de la victoria de las fuerzas estadounidenses (y de sus suplentes británicos) en Mesopotamia, sabemos que esas afirmaciones, cuya fundamentación nos había parecido dudosa (1), eran falsas. Es cada vez más evidente que la administración estadounidense manipuló las informaciones sobre las ADM. El equipo de 1.400 inspectores del Iraq Survey Group que dirige el general Dayton no ha encontrado todavía ni la sombra del inicio de una prueba. Y comenzamos a descubrir que en el instante mismo en el que Mr. Bush lanzaba semejantes acusaciones, había ya recibido informes de sus servicios de inteligencia demostrando que todo el asunto era falso (2) Según Jane Harman, representante demócrata de California, estaríamos en presencia de la "mayor maniobra de intoxicación de todos los tiempos" (3). Por la primera vez en su historia, EE.UU. se interroga sobre las verdaderas razones de una guerra, siendo que el conflicto ha terminado.
En esta gigantesca manipulación, una oficina secreta en el seno del Pentágono, la Oficina de Planes Especiales [OSP, por sus siglas en inglés], ha jugado un rol emponzoñador. Como revela Seymour M. Hersh en un artículo publicado por el New Yorker (4), el 6 de mayo de 2003, la OSP fue creada después del 11 de septiembre por Mr. Paul Wolfowitz, número dos del departamento de defensa. Dirigida por un "halcón" convencido, Mr. Abram Shulsky, esa Oficina tiene por misión seleccionar los datos recogidos por las diferencias agencias de servicios secretos (CIA, DIA, NSA), a fin de preparar síntesis y someterlas al gobierno. Basándose en testimonios de exiliados cercanos al Congreso Nacional Iraquí (organización financiada por el Pentágono) y de su presidente, el muy discutible Ahmed Chalabi, la OSP infló enormemente la amenaza de las armas de destrucción masiva así como los lazos entre Sadam Husein y al-Qaeda.
Escandalizado por esas manipulaciones y expresándose bajo el nombre de Veteran Intelligence Professionals for Sanity, [Profesionales Veteranos de la Inteligencia por la Cordura], un grupo anónimo de antiguos expertos de la CIA y del Departamento de Estado afirmó el 29 de mayo, en un memorando dirigido al presidente Bush, que ya en el pasado había sucedido que informes de los servicios secretos "habían sido falsificados por razones políticas, pero jamás de un modo tan sistemático a fin de engañar a los representantes elegidos para que se autorice una guerra" (5).
El propio Mr. Colin Powell fue manipulado. Él se juega a partir de ahora su futuro político. Habría resistido las presiones de la Casa Blanca y del Pentágono para que difundiera las informaciones más discutibles. Antes de su famoso discurso del 5 de febrero de 2003 ante el Consejo de Seguridad, Mr. Powell insistió en leer el borrador preparado por Mr. Lewis Libby, director del gabinete del vicepresidente Richard Cheney. Contenía informaciones tan dudosas que se dice que Mr. Powell se enfureció, lanzó al aire las hojas y declaró: "Yo no voy a leer eso. Es una m..... " (6). Finalmente, el secretario de Estado exigió que Mr. George Tener, el director de la CIA, estuviera sentado detrás de él, el 5 de febrero, y compartiera la responsabilidad por lo que se dijo.
En una entrevista con la revista Vanity Fair, publicada el 30 de mayo, Mr. Wolfowitz reconoció la mentira de Estado. Confesó que la decisión de poner en primer plano la amenaza de las ADM para justificar una guerra preventiva contra Irak, había sido adoptada "por razones burocráticas". "Nos decidimos por un punto, precisó, las armas de destrucción masiva, porque era el único argumento sobre el cual todos podían estar de acuerdo." (7)
El presidente de Estados Unidos, por lo tanto, mintió. A la busca desesperada de un casus belli para esquivar a la ONU y sumar a su proyecto de conquista de Irak a algunos cómplices (Reino Unido, España), Mr. Bush no vaciló en la fabricación de una de las mayores mentiras de estado.
Y no ha sido el único. Ante la Cámara de Comunes en Londres, el 24 de septiembre de 2002, su aliado Anthony Blair, primer ministro británico, afirmó: "Irak posee armas químicas y biológicas. (...) Sus misiles pueden estar dispuestos en 45 minutos". Por su parte, en su intervención ante el Consejo de Seguridad, Mr. Powell declaró: "Sadam Husein ha emprendido investigaciones sobre docenas de agentes biológicos que provocan enfermedades como la gangrena gaseosa, la peste, el tifus, el cólera, la viruela y la fiebre hemorrágica." "Creemos que Sadam Husein ha, en efecto, reconstituido armas nucleares", afirmaba, para terminar, el vicepresidente Cheney en marzo de 2003, en la víspera de la guerra. (8)
Durante innumerables declaraciones, el presidente Bush ha machacado las mismas acusaciones. En un discurso, transmitido a la nación el 8 de febrero de 2003, llegó a mencionar los falsos detalles siguientes: "Irak ha enviado expertos en explosivos y en la fabricación de papeles falsos a trabajar con al-Qaeda. También ha otorgado a al- Qaeda un entrenamiento en armas biológicas y químicas. Un agente de al-Qaeda ha sido enviado a Irak en varias ocasiones a fines de los años 90 para ayudar a Bagdad a adquirir venenos y gases".
Reproducidas y ampliadas por los grandes medios belicistas convertidos en órganos de propaganda, todas esas denuncias han sido repetidas ad nauseam por las cadenas de televisión Fox News, y MSNC, la cadena de radio Clear Channel (1 225 emisoras en EE.UU.) e incluso por prestigiosos periódicos como Washington Post y Wall Street Journal. En todo el mundo, esas acusaciones mentirosas han constituido el principal argumento de todos los partidarios de la guerra. En Francia, por ejemplo, fueron reproducidas sin vergüenza alguna por personalidades como Pierre Lelouche, Bernard Kouchner, Yves Roucaute, Pascal Bruckner, Guy Millière, André Glucksmann, Alain Finkielkraut, Pierre Rigoulot, etc. (9).
Las acusaciones fueron asimismo repetidas por todos los aliados de Mr. Bush. Para comenzar, por el más afanoso de todos, José María Aznar, presidente del gobierno español, que, en las Cortes de Madrid, el 5 de febrero de 2003, certificó que: "Todos sabemos que Sadam Husein posee armas de destrucción masiva. (...) Sabemos todos igualmente que tiene armas químicas" (10)" Algunos días antes, el 30 de enero, ejecutando un pedido formulado por Mr. Bush, el Sr. Aznar había redactado una declaración de apoyo a Estados Unidos, la "Carta de los Ocho", firmada, entre otros, por los señores Blair, Silvio Berlusconi y Vaclac Havel. Afirmaban que "el régimen iraquí y sus armas de destrucción masiva representan una amenaza para la seguridad mundial".
De esta manera, durante más de seis meses, para justificar una guerra preventiva que no era deseada por Naciones Unidas ni por la opinión mundial, una verdadera máquina de propaganda y de intoxicación piloteada por la secta doctrinaria que rodea a Mr. Bush ha difundido mentiras de Estado con un descaro propio de los regímenes más detestados del siglo XX.
Se agregan a una larga tradición de mentiras de Estado que jalona la historia de Estados Unidos. Una de las más cínicas concierne la destrucción del acorazado estadounidense Maine en la bahía de La Habana en 1898, que sirvió de pretexto a la entrada a la guerra de Estados Unidos contra España y a la anexión de Cuba, Puerto Rico, las Filipinas y la Isla de Guam.
En la noche del 15 de febrero de 1898, hacia las 21.40, el Maine fue, en efecto, víctima de una violenta explosión. El navío se hundió en la rada de La Haban y 260 hombres perecieron. Inmediatamente, la prensa popular acusó a los españoles de haber colocado una mina bajo el caso de la nave y denunció su barbarie, sus "campos de la muerte" e incluso su práctica de la antropofagia.
Dos señores de la prensa rivalizaron en la búsqueda de lo sensacional. Joseph Pulitzer, del World, y sobre todo William Randolph Hearst, del New York Journal . Esa campaña recibió el apoyo interesado de empresarios estadounidenses que tenían grandes inversiones en Cuba y soñaban con expulsar a España. Pero el público no mostraba ningún interés. Los periodistas tampoco. En marzo de 1898, el dibujante del New York Journal, Frederick Remington, escribió desde La Habana a su patrón: "No hay guerra aquí, pido que me llamen para que vuelva". Hearst respondió con un cable: "Quédese ahí. Suminístrenos los dibujos, yo le suministro la guerra". Y vino la explosión del Maine. Hearst montó una violenta campaña, como se ve en Citizen Kane, la película de Orson Welles (1941).
Durante varias semanas, día tras día, consagró varias páginas de sus periódicos al tema del Maine y exigió venganza, repitiendo incansablemente: "¡Recuerden el Maine!" "¡Al diablo con España!" Todos los demás periódicos le hicieron eco. La difusión del New York Journal pasó primero de 30.000 ejemplares a 400.000, después sobrepasó regularmente el millón de ejemplares. La opinión pública hacía sido calentada al rojo vivo. La atmósfera se volvió alucinante. Presionado por todos lados, el presidente William McKinley declaró la guerra a Madrid el 25 de abril de 1898. Trece años más tarde, en 1911, una comisión de investigación sobre la destrucción del Maine llegó a la conclusión de que hubo una explosión accidental en la sala de máquinas... (11)
Manipulación de los espíritus
En 1960, en plena Guerra Fría, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) difundió a algunos periodistas "documentos confidenciales" que demostraban que los soviéticos estaban ganando la carrera armamentista. Inmediatamente, los grandes medios comenzaron a presionar a los candidatos a la presidencia y a exigir a voz en grito un sustancial aumento de los créditos para la defensa. Acosado, John F. Kennedy prometió consagrar miles de millones de dólares al relance del programa de construcción de misiles balísticos crucero. Algo que deseaba no sólo la CIA, sino todo el complejo militar-industrial. Una vez elegido y aprobado el programa, Kennedy tuvo que descubrir que la superioridad militar de Estados Unidos sobre la Unión Soviética era abrumadora.
En 1964, dos destructores informaron que habían sido atacados en el golfo de Tonkin por torpedos norvietnamitas. De inmediato, la televisión y la prensa lo convirtieron en un problema nacional. Protestaban por la humillación sufrida. Reclamaban represalias. El presidente Lyndon B. Johnson utilizó como pretexto esos ataques para lanzar bombardeos de represalia contra Vietnam del Norte. Reclamó del Congreso una resolución que le permitió, en la práctica, involucrar al ejército estadounidense. Así comenzó la guerra de Vietnam, que no terminó -con una derrota- hasta 1975. Más tarde se supo, por la boca misma de la tripulación de los dos destructores, que el ataque en el golfo de Tonkin había sido pura invención.
La misma trama con el presidente Ronald Reagan. En 1985, decretó repentinamente la "urgencia nacional" con motivo de la "amenaza nicaragüense" que representarían los sandinistas en el poder en Managua, aunque fueron elegidos democráticamente en noviembre de 1984 y respectaban tanto las libertades políticas como la libertad de expresión. "Nicaragua, afirmó sin embargo Mr. Reagan, está a dos días en coche de Harlingen, Texas. ¡Estamos en peligro!" El Secretario de Estado George Schulz afirmó ante el Congreso: "Nicaragua es un cáncer que se insinúa en nuestro territorio, aplica las doctrinas de Mein Kampf y amenaza con tomar control de todo el hemisferio (12)...
" Esas mentiras van a justificar la masiva ayuda a la guerrilla antisandinista, la Contra, y culminan en el escándalo del Irangate.
No nos extenderemos sobre las mentiras de la guerra del Golfo en 1991, ampliamente analizadas (13) y conservadas en las memorias como paradigmas del moderno bourrage de crâne [relleno del cerebro con basura]. Informaciones constantemente repetidas -como "Irak, cuarto ejército del mundo", "el saqueo de las incubadoras de la maternidad de Kuwait", "la línea defensiva inexpugnable", los "ataques quirúrgicos", "la eficacia de los Patriot", etc. - resultaron ser totalmente falsas.
Desde la controvertida victoria de Mr. Bush en la elección presidencial de noviembre de 2000, la manipulación de la opinión pública se ha convertido en una preocupación central de la nueva administración. Después de los odiosos atentados del 11 de septiembre de 2001, se ha transformado en una verdadera obsesión. Mr. Michael K. Deaver, amigo de Mr. Rumsfeld y especialista de la "guerra psicológica, resume como sigue el nuevo objetivo: "La estrategia militar debe ser pensada en el futuro en función de la cobertura televisual [porque] si la opinión pública está de tu parte, nada se te puede resistir; sin ella, el poder es impotente".
Desde el comienzo de la guerra contra Afganistán, en coordinación con el gobierno británico, se crearon por lo tanto centros de información sobre la coalición en Islamabad, Londres y Washington. Auténticas oficinas de propaganda, fueron imaginadas por Karen Hugues, consejera mediática de Mr. Bush y sobre todo por Alistair Campbell, el poderosísimo gurú de Mr. Blair para todo lo que se relaciona con la imagen política. Un portavoz de la Casa Blanca explicó como sigue la función de esos centros: "Las cadenas en continuo difunden informaciones 24 horas al día y bien, esos centros les suministrarán informaciones 24 horas al día, todos los días (14)... "
El 20 de febrero de 2002, el New York Times reveló el más faraónico proyecto de manipulación de los espíritus. Para dirigir la "guerra de la información", el Pentágono, obedeciendo las órdenes de Mr. Rumsfeld y del subsecretario de estado para la defensa, Mr. Douglas Feith, había creado en secreto, bajo la dirección de un general de la fuerza aérea, Simon Worden, una tenebrosa Oficina de Influencia Estratégica (OIS), con la misión de difundir informaciones falsas que sirvieran la causa de Estados Unidos. La OIS estaba autorizada a practicar la desinformación, en particular ante los medios extranjeros. El cotidiano neoyorquino precisaba que la OIS había cerrado un contrato de 100.000 dólares por mes con un gabinete de comunicación, el Rendon Group, que ya había sido empleado en 1990 en la preparación de la guerra del Golfo y que había preparado la falsa declaración de la "enfermera" kuwaití que afirmaba haber visto a los soldados iraquíes saqueando la maternidad del hospital de Kuwait, "arrancando a los críos de las incubadoras y matándolos sin piedad arrojándolos por tierra" (15). Ese testimonio había sido decisivo para convencer a los miembros del Congreso de que votaran a favor de la guerra.
Oficialmente disuelta después de las revelaciones de la prensa, la OIS ha seguramente continuado su actividad. ¿Cómo explicar de otra manera algunas de las manipulaciones más groseras de la reciente guerra de Irak? En particular la inmensa mentira sobre la espectacular liberación de la soldado Jessica Lynch.
Se recordará que, a principios de abril de 2003, los grandes medios estadounidenses difundieron con un lujo impresionante de detalles su historia. Jessica Lynch formaba parte de un grupo de diez soldados estadounidenses capturados por las fuerzas iraquíes. Caída en una emboscada el 23 de marzo, había resistido hasta el fin, disparando contra sus atacantes hasta agotar sus municiones. Finalmente fue herida a bala, apuñalada, maniatada y llevada a un hospital en territorio enemigo, en Nassiriya. Allí, fue golpeada y maltratada por un oficial iraquí. Una semana más tarde, unidades de elite estadounidenses lograron liberarla durante una operación sorpresa. A pesar de la resistencia de los guardias iraquíes, los comandos lograron penetrar al hospital, apoderarse de Jessica y conducirla en helicóptero a Kuwait.
Esa misma noche, el presidente Bush anunció a la nación, desde la Casa Blanca, la liberación de Jessica Lynch. Ocho días más tarde, el Pentágono entregó a los medios una cinta vídeo grabada durante la hazaña con escenas dignas de las mejores películas de guerra.
Pero el conflicto de Irak terminó el 9 de abril y un cierto número de periodistas -en particular los de Los Angeles Times, de Toronto Star, de El País y de la cadena BBC World- se rindieron a Nassiriya para verificar la versión del Pentágono sobre la liberación de Jessica. Se les vino el cielo encima. Según su investigación con los médicos iraquíes habían cuidado a la joven -lo que fue confirmado por los médicos estadounidenses que la examinaron después de su liberación- las heridas de Jessica (una pierna y un brazo fracturados, un tobillo dislocado) no eran el resultado de disparos de armas de fuego, sino habían sido simplemente provocadas por el accidente del camión en el que viajaba. Tampoco había sido maltratada. Al contrario, los médicos habían hecho todo lo posible por cuidarla bien. "Había perdido mucha sangre, contó el doctor Saad Abdul Razak, y tuvimos que hacerle una transfusión. Felizmente, miembros de mi familia tienen el mismo grupo sanguíneo que ella: 0 positivo. Y pudimos obtener sangre en cantidad suficiente. Su pulso batía a 140 cuando llegó aquí. Pienso que le salvamos la vida". (16)
Tomando riesgos insensatos, esos médicos trataron de ponerse en contacto con el ejército estadounidense para devolverle a Jessica. Dos días antes de la intervención de los comandos especiales, habían incluso llevado en ambulancia su paciente a proximidad de las líneas estadounidenses. Pero los estadounidenses abrieron fuego sobre ellos y casi mataron a su propia heroína.
La llegada antes del alba del 2 de abril de los comandos especiales, equipados con una panoplia impresionante de armas sofisticadas, sorprendió al personal del hospital. Desde hace dos días, los médicos habían informado a las fuerzas estadounidenses que el ejército iraquí se había retirado y que Jessica los esperaba.
El doctor Anmar Ouday contó la escena a John Kampfner de la BBC : "Fue como en una película de Hollywood. No había ningún soldado iraquí, pero las fuerzas especiales hacían uso de sus armas. Tiraban balas de fogueo y se oían las explosiones. Gritaban "¡"Go! ¡Go! ¡Go!" El ataque contra el hospital fue una especie de show, o un film de acción con Sylvester Stallone". (17)
Las escenas fueron filmadas con una cámara de visión nocturna por un antiguo asistente de Ridley Scott en la película "La caída del Halcón Negro" (Black Hawk Down. EE.UU. 2001). Según Robert Scheer, del Los Angeles Times, esas imágenes fueron enviadas a continuación, para su montaje, al comando central del ejército de EE.UU., en Qatar, y una vez examinadas por el Pentágono, difundidas en el mundo entero. (18)
La historia de la liberación de Jessica Lynch quedará grabada en los anales de la propaganda de guerra. En Estados Unidos, será tal vez considerada como el momento más heroico de ese conflicto. Incluso si se ha probado que se trata de una invención tan falsa como las "armas de destrucción masiva" de Sadam Husein o los vínculos entre el antiguo régimen iraquí y al-Qaeda.
Ebrios de poder, Mr. Bush y su equipo han engañado a los ciudadanos estadounidenses y a la opinión pública mundial. Sus mentiras constituyen, según el profesor Paul Krugman, "el peor escándalo de la historia política de Estados Unidos, peor que Watergate, peor que Irangate". (19)
julio de 2003
IGNACIO RAMONET.