25 de julio del 2003
Los chicanos de allí y de aquí
Juan Francisco Martín Seco
Los devotos de la sociedad americana han repetido a menudo, no sin cierta admiración, que el sistema político de Estados Unidos no tolera las mentiras del presidente. Nixon con el Watergate y Clinton con la becaria sirven de ilustración.
No está tan claro que sea ése el principio general. Hay mentiras y mentiras. Parece ser que sí, que la sociedad americana da mucha importancia a las falsedades en materia de alcoba o de cama -en este caso, de despacho-. No por casualidad, en bastantes Estados de la Unión continuaban aún siendo delitos la homosexualidad, el sexo oral y el anal hasta que hace menos de un mes el Tribunal Supremo declaró inconstitucionales tales normas.
Cosa bien distinta ocurre cuando se trata de las atrocidades cometidas en las invasiones de otros países. Todas las guerras emprendidas por los Estados Unidos han ido acompañadas de todo tipo de falsedades sin que jamás se hayan pedido responsabilidades por ellas.
Terminada la invasión de Irak, afloran de forma bastante evidente las mentiras utilizadas con el afán de precipitar la guerra y justificarla ante la opinión pública. Ni armas de destrucción masiva ni uranio ni amenaza internacional. Pero nada indica que esas mentiras presidenciales vayan a acarrear la destitución de Bush. Es verdad que su popularidad va reduciéndose, pero la razón hay que buscarla más bien en el desgaste y en las dificultades que los soldados americanos se están encontrando en la ocupación. Bush olvidó, y la sociedad americana parece que también, que una cosa es invadir un país y otra muy distinta conquistarlo. Es mucho más difícil lo segundo que lo primero, y las posguerras son a menudo más complicadas que las propias guerras.
Ello nos conduce a un antiguo problema: la responsabilidad de los pueblos en las acciones de sus gobernantes. Tema candente tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Hasta qué punto no era cómplice Alemania de los crímenes cometidos por el régimen nazi? Hoy son muchos los que al criticar la política de Estados Unidos se esfuerzan por distinguir y separar a Bush y al partido republicano de la nación norteamericana. Pero alguna responsabilidad tendrá la sociedad de EEUU en los bombardeos y atrocidades cometidos en la invasión de Irak, cuando la apoyó de forma mayoritaria. Las víctimas inocentes iraquíes y las noticias de horror y destrucción que provenían de la contienda no privaron de popularidad al presidente. Todo lo contrario, la victoria llenó de orgullo a la mayoría del pueblo americano. Sólo ahora, cuando van tomando conciencia de que tal vez se hayan metido en un avispero de difícil salida comienzan a aparecer las críticas. Es como si únicamente los muertos y los heridos de un lado tuviesen trascendencia.
Alguna responsabilidad tendrá la sociedad española en el hecho de que nuestro Gobierno apoyase de forma incondicional la guerra. Las encuestas arrojaban que el 90% de la sociedad estaba en contra de la contienda, pero tal posición debía de tener mucho de simple prurito estético al carecer apenas posteriormente de traducción electoral. Es decir, que a la hora de la verdad los españolitos hemos votado por la opción que cada uno consideraba preferible para sus intereses y nos hemos olvidado de la sangre y el sufrimiento del pueblo iraquí. Por eso, el Gobierno puede mandar ahora 1.300 soldados como fuerza ocupante a ese país, sin riesgo político aparente.
Ni siquiera en el caso altamente probable de que se produzcan bajas españolas es previsible que la conmoción sea importante. Nos hemos cuidado antes, en un exceso de progresismo, de transformar el ejército en profesional. No hay peligro de que los caídos sean hijos de las clases altas o medias, pertenecerán en su mayoría a los grupos sociales de ingresos bajos, marginados, pobres sin empleo que han visto en el alistamiento su única salida, incluso emigrantes latinoamericanos. Con razón dice Aznar que la lengua servirá para unir nuestras tropas con las americanas. Los chicanos de allí y de aquí se juntarán en Irak como ejército de ocupación. Mientras tanto las grandes empresas de allí y de aquí obtendrán también en Irak pingües beneficios.