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Internacional

3 de junio del 2003

¿Nadie para la "ambición imperial"?
Los negocios de Estados Unidos y los paisitos de mierda

Doug Henwood
Masiosare
La agenda de los halcones de Washington anuncia al mundo un estado de guerra permanente, que podría durar décadas. El autor examina los factores que minarían el proyecto de este "equipo gris" de la Casa Blanca: la administración del petróleo iraquí, la crisis económica en Estados Unidos, un eventual eje conformado por la Unión Europea y Rusia, la disminución de la popularidad George W. Bush y el fortalecimiento de las posturas pacifistas. Cada 10 años, mas o menos, Estados Unidos siente la necesidad de levantar algún paisito de mierda y arrojarlo contra la pared, nomás para demostrar que hablamos en serio cuando se trata de negocios. Michael Ledeen, quien ocupa el "Puesto de la Libertad" dentro del Instituto de la Empresa Estadunidense (AEI, por sus siglas en inglés).

EN REALIDAD, ESTADOS UNIDOS ha estado azotando la cabeza de Irak contra la pared durante 12 años con sanciones y bombardeos. Sólo las sanciones han matado a más de un millón de iraquíes; muchos más de los que han muerto a lo largo de la historia de las armas de destrucción masiva. Pero el señalamiento indiscreto de Michael Ledeen, pronunciado en una conferencia de la AEI y consignado por Jonah Goldberg en National Review Online, captura algo del verdadero sentido de la guerra contra Irak.

¿Y cuáles son estos "negocios" de los que habló Ladeen? Petróleo, desde luego, lo que no significa cualquier cosa en cuanto a contratos de construcción para Bechtel. Pero es más que eso; nada menos que el deseo, que se expresó a menudo sin empachos ni eufemismos, de controlar el mundo. ¿Acaso hay algo nuevo en ello?

La respuesta, por supuesto, es sí y no. En un artículo incluido, de manera inusual, en la publicación literaria London Review of Books, Perry Anderson se preguntaba abiertamente por qué la guerra estadunidense contra Irak había provocado una oposición sin precedentes a escala mundial, que se extendió a amplios sectores de Estados Unidos, siendo que anteriores episodios de violencia imperialista no provocaron reacción alguna.

Anderson, quien durante años fue editor de New Left Review, y tiene apenas nexos con políticos reales, atribuyó esta extraña explosión, no a un repentino estallido popular de antiimperialismo, sino a una antipatía cultural hacia la administración de Bush.

Presumiblemente, esa antipatía pertenece al reino de lo "puramente cultural" y no tiene gran significado político para Anderson. Aunque debería. Durante mucho tiempo, la cultura de Estados Unidos se ha visto afectada por una versión brutalmente reaccionaria y llena de pretensiones de superioridad moral del fundamentalismo cristiano, pero esto nunca tuvo tanta influencia sobre el Estado.

El presidente está convencido de que se encuentra en una misión que le fue encomendada por Dios; la oficina del procurador general John Ashcroft comienza la jornada laboral con una reunión de oración para los funcionarios; y la idea que tuvo el Pentágono para celebrar el Viernes Santo fue invitar a Franklin Graham -quien aseguró que el Islam era una "perversa y malvada religión"- a oficiar una misa en la que prometió que Jesús regresaría pronto. Para el ala derechista más dura, la guerra en Irak es un signo de que la era actual está por terminar, y que, en la nueva, ellos estarán al mando.

Muchas personas, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, se han dado cuenta de esto y están muy alarmadas. Muchas también reconocen que el régimen de Bush representa la intensificación de una ambición imperial. Si bien la administración de Bush ha tratado de ser discreta, muchos de sus intelectuales del sector privado han utilizado en sus conversaciones, abiertamente y con gran regocijo, términos como "imperialismo" e "imperio". No todas las personas que se sumaron a los millones que marcharon contra la guerra en los meses previos a la intervención eran conscientemente antiimperialistas, pero todas sentían que dicha intención se intensificaba y eso las alarmó.

Aunque la administración de Bush se esfuerza por evitar la difícil palabra "imperio", queda muy claro cuáles son sus objetivos de largo plazo. Según la estrategia de seguridad nacional y los documentos publicados por el Proyecto para el Nuevo Siglo Estadunidense (que fungió como modelo para una administración en la sombra durante la gestión de William Clinton), el objetivo es garantizar el dominio estadunidense y prevenir que emerjan poderes rivales. El primer paso de la agenda es reconfigurar el Medio Oriente, y están muy abiertos a que eso suceda.

Todos sabemos qué países están en la lista; el único asunto pendiente es el orden y la estrategia que habrá de seguirse. Pero esa no es toda la agenda. Esencialmente se está prometiendo un estado de guerra permanente, con aspectos evidentes, además de aspectos ocultos, pero que podría durar décadas.

***

¿Retorno al imperialismo? ¿Por qué? La respuesta no es obvia. Desde luego, la guerra contra Irak tuvo poco que ver con las justificaciones públicas del conflicto. Irak, claramente, no era una amenaza para nadie, y es un hecho que el asunto de las armas de destrucción masiva es muy escurridizo. La guerra no hizo nada en la lucha contra el terrorismo. Sólo los ideólogos que creen que Bagdad tiene algo que ver con Al Qaeda. Y si la administración de Bush estuviera en realidad preocupada por la "seguridad nacional", estaría invirtiendo fondos en la creación de una red de defensa para puertos, reactores nucleares y plantas químicas, en lugar de iniciar guerras imperialistas que enajenan a miles de millones de personas.

El enredo petrolero

Claro, el régimen de Saddam Hussein era monstruoso -y esa fue la razón por la que Washington lo apoyó hasta la invasión de Kuwait, porque al partido Baas le encantaba matar comunistas- y la relación de la CIA con el dictador se remonta a 1959.

Irak tiene mucho petróleo y existen pocas dudas de que ésta fue la razón por la cual se convirtió en el primer integrante del eje del mal al que se atacó (Irán también tiene petróleo, pero es un hueso mucho más duro de roer; es un país cuatro veces más grande y no está debilitado por la guerra ni las sanciones). Ahora parece muy seguro que Estados Unidos, de alguna forma, reclamará una parte muy importante del petróleo iraquí.

Pero será necesario adecuar algunos detalles. Aclarar la situación legal puede ser muy complicado dada la naturaleza rampantemente ilegal que ha tenido el cambio de régimen. Reconstruir la industria petrolera iraquí será muy costoso y podría tomar años. A la larga habrá cuantiosas ganancias para las grandes compañías petroleras, miles de millones de dólares al año, si bien los mayores beneficios económicos que disfrutará Estados Unidos aún no están claros.

Un Irak dominado por Estados Unidos poseería una reserva tan grande que podría socavar a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), pero si el precio del crudo baja demasiado se corre el riesgo de arruinar la industria petrolera estadunidense, algo que preocuparía mucho a la pandilla de George W. Bush. Y México podría ser llevado a la penuria, lo que implicaría una nueva crisis de endeudamiento y un incremento del tráfico humano hacia el norte del río Bravo. La reducción de los precios del petróleo sería de gran ayuda para la mayoría de las economías de los paises industrializados, pero no le daría a Estados Unidos una ventaja especial sobre sus principales rivales económicos.

Se ha dicho que un dominio estadunidense sobre Medio Oriente pondría en manos de Washington las reservas petroleras de Europa y Japón. Pero, ¿cómo funcionaría eso? Poner trabas a la producción y el alza de precios dañaría a todos. Crear restricciones a la venta de crudo para ciertas naciones sería algo equivalente a actos de guerra, y si Estados Unidos está dispuesto a seguir ese camino sería mucho más efectivo un bloqueo. El mercado petrolero mundial es gigantesco y complejo, y no queda claro que cuando se cierra un grifo en Kirkuk, el bombeo del combustible se interrumpe para Kioto o Milán.

Escritores como David Harvey argumentan que Estados Unidos está tratando de compensar su erosionado poderío económico afirmando su dominio militar. Tal vez. Desde luego que es fascinante el hecho de que el unilateralismo de Bush ha sido financiado por fuertes dosis de dinero extranjero, y que si logra imponer recortes de impuestos tendrá a su disposición dosis aún mayores de dinero.

Pero es difícil ver qué rival amenaza económicamente a Estados Unidos, en momentos en que ni la Unión Europea ni Japón están en épocas florecientes. Tampoco hay evidencia alguna de que la administración de Bush esté pensando seriamente en una política económica, nacional o internacional, o que, en principio, esté pensando. Su equipo económico es gris y marginal. Lo único que realmente parece emocionar a esta pandilla de supuestos conservadores es el ejercicio de un Estado de poder puro.

Rivales envidiosos

Y mientras Bush intenta prevenir que emerjan rivales imperiales, probablemente lo único que está logrando es fomentarlos. Claro, Estados Unidos está, de por sí, seriamente dividido, y ya le es bastante difícil elegir un banco central, ya no digamos acordar una política exterior común. El canciller alemán Gergard Schroeder ya está medio disculpándose con Bush por haber empleado un lenguaje severo al criticar la guerra. No es por eso que Bush ya le tome las llamadas al gobernante alemán. Pero a largo plazo, algún tipo de unificación política es la única esperanza que tiene Europa de convertirse en algo que parezca una potencia mundial remotamente creíble.

Es muy tentador interpretar que las objeciones francesas y alemanas a la guerra contra Irak no eran una cuestión de principios, sino la manifestación del narcisismo herido de dos poderes imperialistas marginados por el poder estadunidense. Por separado, es posible atribuir algo así a ambos países. Pero una Europa políticamente unida podría, con el tiempo, desafiar al poder de Estados Unidos de la misma forma en que el euro está empezando a parecer como un rival creíble del dólar.

(Hablando del euro, en Internet circula la teoría de que Estados Unidos lanzó la guerra porque Irak pretendía fijar los precios de su petróleo en euros y no en dólares. Esa es una especulación muy exagerada.)

El factor ruso

Un escenario de rivalidad aún más interesante tendría que ver con una alianza entre la Unión Europea y Rusia. Rusia ya no es la ruina que fue durante la mayor parte de los noventa. Su economía ha estado creciendo y el ligeramente autoritario Vladimir Putin ha logrado imponer la estabilidad política. Rusia, país que tiene intereses petroleros importantes en Irak, que están siendo amenazados por Estados Unidos, se opuso firmemente a la guerra. Tanto, que algunas facciones de las agencias rusas de inteligencia habrían filtrado información desfavorable contra Estados Unidos a páginas de Internet opuestas a la guerra.

Existen muchas circunstancias que hacen recomendable que la Unión Europea y Rusia se alíen: Europa podría aportar tecnología y financiamiento, mientras que Rusia contaría con importantes recursos energéticos. Ambas entidades constituirían al menos un contrapeso, aunque sea embrionario, del poderío estadunidense.

Así, Estados Unidos podría no obtener lo que esperaba el gobierno con la guerra contra Irak.

La democracia que EU no quiere

Es un hecho que Washington no desea la democratización de Irak ni del resto de la región, pues las votaciones libres tendrían como resultado que los gobiernos islámicos y nacionalistas no vean a Exxon Mobil como el ente divino que Bush sí percibe.

Un artículo de The New York Times celebraba el surgimiento de la democracia en Basora, y al mismo tiempo anunciaba que el nuevo alcalde de la ciudad es un ex almirante iraquí nombrado por los británicos. Con toda probabilidad, quienes redacten la nueva constitución serán profesores estadunidenses de derecho, puesto que los iraquíes, claro, no están a la altura de dicha labor.

Por supuesto, es increíblemente elocuente el nombramiento del teniente general (retirado) Jay M. Garner -uno de los pocos militares multicondecorados que no disfrutaba de una posición como consultor en alguna de las principales televisoras- como el principal "funcionario civil" a cargo de la reconstrucción del Irak de la posguerra [luego fue sustituido por el civil John Sawer en esa labor, N. de la R.]. Un general retirado es apenas un civil, y el más reciente empleo de Garner fue el de presidente de la empresa SY Technology, un contratista militar que trabajó con la seguridad israelí en el desarrollo del sistema antimisiles Arrow.

A él le encantan los sistemas antimisiles. Después de la Guerra del Golfo elogió con gran entusiasmo el desempeño de los proyectiles Patriot, en aseveraciones que, después se comprobó, eran tonterías.

Ha ensalzado públicamente la manera en que Israel ha manejado la intifada. Si ese es su modelo de cómo debe enfrentarse a poblaciones descontentas, se avecinan muchos problemas.

La pandilla de Bush ni siquiera trató de conservar las apariencias cuando empezó a otorgar contratos para la reconstrucción de Irak a empresas estadunidenses, antes de que los tiroteos terminaran, de la misma forma en que sólo resguardó a los ministerios del Interior y del Petróleo de los saqueadores de Bagdad.

Si Washington se sale con la suya, Irak será reconstruido de acuerdo con los sueños largamente acariciados del personal de la Heritage Foundation, con un sistema educativo recreado por un contratista estadunidense, con el Pentágono programando la televisión, los puertos quedarían en manos de alguna empresa ferozmente antisindical, la jefatura de la policía sería encabezada por una contratista militar con sede en Texas y el petróleo sería apropiadamente desestatizado y privatizado.

Así es como quieren que sea, pero el tránsito podría no ser tan suave. Parece que los iraquíes están percibiendo a los estadunidenses como ocupadores y no como liberadores. Ya va a ser suficientemente difícil reconstruir Irak, por eso es prematuro ponerse a pensar en invadir Irán o Siria. Claro, eso no significa que no vayamos a intentarlo. Es un lugar común de las negociaciones comerciales decir que la liberalización es como andar en bicicleta: hay que seguir avanzando, pues de lo contrario te caes.

Lo mismo puede decirse de una agenda imperialista: si lo que quiere es reconfigurar el mundo, o a buena parte de él, hay poco tiempo para hacer una pausa o tomar un respiro, pues las dudas o la oposición pueden aprovechar ese momento para ganar la delantera. Esto hace que alimentar a dicha oposición se haya vuelto más urgente que nunca.

Perderlo todo

Existe una sensación generalizada de que Bush es ahora políticamente invulnerable. Desde luego, impera una atmósfera del más coercitivo patriotismo. Ese ánimo fue ilustrado maravillosamente por un incidente ocurrido en Houston, a mediados de marzo pasado. Un adolescente que asistía a un rodeo no se puso de pie, como sí lo hizo el resto del público, cuando se tocó Orgulloso de ser estadunidense, de Lee Greenwood, una espantosa canción country que se ha convertido en una suerte de himno nacional en el sector privado, en una porra demográfica, gracias a un truculento patrioterismo no pensante.

Un patriota que estaba parado detrás del adolescente desafiante comenzó a increparlo, al tiempo que le jalaba la oreja como provocación adicional. Ambos se liaron a golpes y terminaron arrestados.

Ciertamente, episodios como éste están ocurriendo con frecuencia. Susan Sarandon y Tim Robbins son desinvitados de actos; páginas de Internet denuncian a "traidores" y exigen que sean sometidos a un juicio militar, mientras conductores de programas convocan a destrucciones públicas de discos compactos.

Un análisis cuidadoso de la canción de Greenwood podría sugerir que el argumento principal se encuentra contenido en el famoso estribillo: "Estoy orgulloso de ser estadunidense / donde al menos sé que soy libre". Pero el principio de la canción, que a menudo es pasado por alto, afirma: "Si mañana todas las cosas, todo por lo que he trabajado toda la vida..." Aún así, el autor seguiría siendo un patriota agradecido.

Esa es precisamente la situación en la que se encuentran muchos estadunidenses. Más de 2 millones de empleos se han perdido en los dos años recientes. Millones de estadunidenses han visto cómo su ahorro para el retiro ha sido desaparecido y un millón más se declaró en bancarrota el año pasado.

La mayoría de los estados y ciudades está pasando por la peor crisis fiscal desde los años treinta, con fuertes recortes en los servicios públicos y despidos masivos. En la canción, estas pérdidas no importan, pero la realidad por lo general es menos sumisa que las canciones.

El índice de popularidad de Bush es muy inferior al que gozaba su padre al final de la primera Guerra del Golfo, y su índice de desaprobación es mucho mayor. Gastar miles de millones de dólares para destruir, y después reconstruir, Irak, mientras en casa las clínicas públicas se cierran y los maestros trabajan sin pago, es potencialmente incendiario.

Las aventuras en el extranjero nunca han sido muy populares para el público estadunidense (para angustia de la elite gobernante). Por ello, un movimiento pacifista que pudiera demostrar algo a los guerreristas, los partidarios de la austeridad doméstica y de la represión, tiene un enorme potencial.

Hace uno o dos meses, cientos de miles marcharon por las calles de Estados Unidos para protestar contra la guerra. A pesar de que ese movimiento parecía algo desmotivado y desmovilizado, es improbable que esa clase de energía desaparezca simplemente en el aire.




La "ligereza" de Rummy

Durante los primeros días de la guerra, cuando las cosas no iban muy bien para la "coalición", se dijo que las fuerzas armadas eran demasiado ligeras. Pero después de que se levantó una tormenta de arena y que fueron arrasados los francotiradores, la supuesta ligereza se convirtió en una virtud ampliamente elogiada. Pero esa fuerza era "ligera" sólo de acuerdo con los estándares estadunidenses: 300 mil hombres, una lluvia incesante de misiles Tomahwks y demás naves artilladas, miles de vehículos, desde Humvees hasta tanques Abrams, cientos de aviones, desde Apaches hasta B-1, varias flotillas de apoyo naval, así como enormes cantidades de productos derivados del petróleo.

Sólo poner en marcha un tanque Abrams requiere de más de 25 litros de combustible; después de eso, un galón por cada milla. Llenar el tanque no es barato. A pesar de que el ejército compra combustible a precio de mayorista, a 84 centavos el galón, todos los gastos que implica la transportación de ese combustible al frente hace que su costo final sea de 150 dólares por galón. Esto fue una ganga en comparación con los gastos por este concepto que se hicieron en Afganistán, donde el hidrocarburo llegaba por helicóptero, lo que disparaba el costo de cada galón a 600 dólares.

La "ligereza" de Rummy (Donal Rumsfeld, secretario de Defensa estadunidense) es del estilo que sólo puede costearse mediante una economía que genera una riqueza de 10 mil billones de dólares.

Traducción: Gabriela Fonseca
Tomado de Left Business Observer