Una de las trampas más viejas del imperialismo norteamericano ha sido el argumento de la democracia y del llamado mundo libre. No es novedad que se insista en ambos conceptos como justificación para intervenir en otros países, aunque ahora sea más persistente este discurso (avalado, por cierto, por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y hasta por la Unión Europea al exigir democracia interna a los países aspirantes a formar parte de ella). Después de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos lanzó una gran e intensa campaña, acompañada de acciones (documentadas) de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) en contra de los llamados entonces sindicatos rojos. Su consigna era convertir éstos en sindicatos "libres" o formar, como alternativa, sindicatos pro estadunidenses, es decir "libres y democráticos". Se creó, contra la Federación Sindical Mundial (roja), la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), cuya rama latinoamericana es la ORIT (Organización Regional Interamericana de Trabajadores). Se crearon igualmente tres sedes del Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (en México, Honduras y Uruguay) cuyos directores fueron siempre de la CIA. Estos institutos se fundaron (con la aceptación de los gobiernos de cada país) para formar líderes sindicales pro Estados Unidos. (Sería bueno saber por qué la CIOSL es parte del Consejo Internacional del Foro Social Mundial que se ha llevado a cabo en Porto Alegre en los últimos tres años. ¿Será que nadie recuerda su papel y el de la CIA, de consuno, contra las organizaciones sindicales pro socialistas y contra gobiernos que, aun siendo liberales, no quisieron alinearse con Estados Unidos? ¿Nadie recuerda el papel de la CIOSL y de la CIA en los golpes de Estado en Brasil y Chile, en 1964 y en 1973 respectivamente?) Desde mediados de los años 80 del siglo pasado, después de que Estados Unidos promoviera golpes de Estado y dictaduras militares en buena parte de la región latinoamericana, se puso de moda la transición a la democracia. Guillermo O’Donnell y Phillipe C. Schmitter publicaron en 1986 (traducido al español en 1991) su Transiciones desde un gobierno autoritario, y en 1991 (traducido al español en 1994) Samuel P. Huntington publicó su también famoso libro La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX. Muchos textos sobre el tema se han escrito desde entonces en varios idiomas, y la mayoría de esos textos fue para apoyar la idea de la democratización del mundo. En la actualidad hay alrededor de 125 países en el planeta que son considerados democráticos porque hay más de un partido político y alternancia en el poder. Esto es, las transiciones a la democracia han servido para generalizar sistemas multipartidistas como sinónimo de democracias. Pero al mismo tiempo las desigualdades económicas y sociales han aumentado en todo el mundo (y no sólo en los países periféricos), y el desempleo y la miseria también han aumentado, incluso en los países del Grupo de los 8. ¿No nos dice nada esta correlación? Todos los 125 países ahora democráticos son capitalistas, y en ninguno de ellos, salvo en los escandinavos (y cada vez menos), se perciben tendencias al igualitarismo, es decir a la disminución de las enormes desigualdades sociales y del desempleo. ¿Qué diferencia existe entre los países llamados democráticos y los que no caben en este esquema, por cuanto a la tendencia hacia el igualitarismo? En general, ninguna. Tan de derecha es el presidente de Estados Unidos (donde hay partidos competitivos) como el rey de Arabia Saudita o el sultán de Omán (donde no hay partidos políticos) o, la dictadura militar en Brasil y el gobierno "democrático" de Collor de Mello que, de acuerdo con Chossudovsky (en Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial), aseguró "a las elites económicas […] lo que los regímenes militares nacionalistas no fueron capaces de lograr plenamente." El "mundo libre" y la democracia formal (es decir electoral) han sido pretextos de los gobiernos de Estados Unidos, sin excepción en los últimos 60 años, para inmiscuirse en otros países soberanos, incluso para agredirlos militarmente. Que se exilie Saddam Hussein, ha dicho Bush, "impondremos la democracia en Irak" ha reiterado. Una vez más el argumento de la democracia. Con el mismo pretexto el país imperial ha bloqueado económicamente a Cuba desde hace 40 años. Con el mismo pretexto agredió a Nicaragua. Igual ha intentado que Chávez deje el gobierno de Venezuela. La democracia no es negativa, de hecho es más soportable la pobreza con democracia que sin ésta. Pero nadie en todo el mundo, salvo Aznar, Berlusconi y Blair, ha autorizado implícita o explícitamente a Estados Unidos para imponer la democracia, ni mucho menos a gobernantes serviles (que es lo que quiere). Para mi es claro que es mejor la democracia que la dictadura o el totalitarismo, pero la democracia impuesta huele mal y, por lo mismo, milita en contra de sí misma.