9 de diciembre del 2003
Superman desconcertado
Por Julio Carreras (h)
Superman volteaba "bandidos" de a cuatro hasta que se topaba con algún negrito "malo" con un pedazo de kriptonita en la mano. Repentinamente comenzaba a sentirse débil, desconcertado. Bajaba los brazos y caía, presa de un mareo ingobernable, un enervamiento que lo dejaba totalmente a merced de sus enemigos. En una historieta es muy fácil salvar a Superman, un par de cuadritos después. En las callejas de Bagdad, no. Un sentimiento muy íntimo de impotencia y depresión golpea a los invasores norteamericanos, desde sus oficiales hasta el último soldado, cuando grupos comando derriban sus helicópteros como si fuesen pajaritos (con diez o doce soldados dentro). O de pronto se detiene un carrito tirado por mulas, alguien acciona un conmutador desde la distancia, y salen cuatro misiles contra sus cuarteles, causándoles más dolorosas víctimas.
Es innegable la amarga sensación de inseguridad constante que padecen hoy los estadounidenses y sus aliados, no sólo en el frente de batalla sino en cualquier lugar del mundo, incluyendo (y esto es lo peor) su propio territorio nacional. La "kriptonita" desencadenante de tan incómoda sensación fue, sin lugar a dudas, el 11 de septiembre. "Su" 11 de septiembre: pues en otro lugar del mundo, fuerzas criminales vestidas con uniforme habían desencadenado ya el terror social en esa misma fecha, pero 28 años antes. Santiago ensangrentado sería si no el peor el más impresionante ejercicio de impunidad imperial que mostraría el siglo XX. Allende era un presidente inobjetable, desde las reglas democráticas que los Estados Unidos dicen defender. Fue asesinado de la manera más vil sin que a las Naciones Unidas ni la OEA se les moviese un pelo para salir en su defensa. Después del 11 de septiembre de 2003, en cambio, los norteamericanos comenzaron a probar lo que sienten aquellos pueblos como los de Vietnam, Nicaragua, Panamá, cuando son atacados por sus marines. "En África, en la región del mundo en la que más saben de odios, rencillas y conflictos -escribió un periodista poco después del 11/S03-, donde la prosperidad es un sueño lejano, saben, desde tiempos inmemoriales, algo que en Estados Unidos no han aprendido hasta esta semana. Que un escorpión puede derribar a un elefante.
El asombroso descubrimiento ha sacudido la sensación de mastodóntica invulnerabilidad de los americanos, les ha mostrado que el mundo era un lugar más peligroso y complejo de lo que imaginaban, ha introducido en su psique colectiva una sensación de precariedad y un elemento de miedo que antes no existían. Por eso no hace falta ser historiador, ni astrólogo para predecir que los increíbles acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 marcarán un antes y un después en la vida americana. Ni la política estadounidense, ni la visión que tienen del resto del mundo y cómo relacionarse con él, ni sus actitudes y valores, volverán a ser jamás los mismos." (1)
Una red muy eficaz
Luego del terrible ataque a la delegación de la ONU en Bagdad los jefes militares norteamericanos dijeron que no tenían responsabilidad sobre la custodia del edificio. Según ellos, el área donde lograron penetrar los combatientes de la resistencia iraquí quedaba bajo el exclusivo control de la ONU, por expreso mandato de sus autoridades. Intentaban restar magnitud a una acción guerrillera de un valor estratégico extraordinario.
La capacidad de golpear en el corazón del Occidente Simbólico (Naciones Unidas), en el mismísimo centro neurálgico de un país ocupado, y abrumadoramente "controlado" por el mayor ejército occidental (y del mundo entero) resultó demoledor, tanto para las fuerzas de ocupación como para la política triunfalista de los ocupantes. Un estremecimiento depresivo recorrió las venas de los occidentales. No sólo de quienes están comprometidos directamente con la invasión a Iraq, sino también los millones de televidentes norteamericanos, españoles, australianos, ingleses, alemanes, latinoamericanos, rusos, japoneses, italianos, que pudieron ver la impresionante escena del edificio de la ONU en Bagdad cayendo ominosamente sobre los diplomáticos internacionales (una clase a la cual se consideraban asépticamente aislada de los peligros por las tecnologizadas fuerzas militares que las custodian). El hecho de que la segunda autoridad mundial de la ONU y sucesor de Koffi Annan resultara muerto agigantó el éxito de la resistencia iraquí. Pese a que los grandes monopolios mediáticos hicieron lo imposible para difuminar su significado, inundando inmediatamente las pantallas con semblanzas y todo tipo de información que mostraba a esta especie de playboy brasileño en acción, como si todavía anduviese recorriendo las naciones en conflicto con "invulnerabilidad" asegurada por impresionantes efectivos occidentales.
Para los pobladores de los países musulmanes fue, por el contrario, un estímulo extraordinario y la confirmación de que la gran batalla "contra satán" no ha hecho otra cosa que comenzar. Aunque no se alude a esta circunstancia en los medios occidentales, la mayor parte de los países orientales ve a la ONU "como uno de los esbirros más implacables de Washington. Supervisó las sanciones que, según las cifras de UNICEF, fueron directamente responsables de la muerte de medio millón de niños iraquíes y de un terrible aumento en la tasa de mortandad. Dos funcionarios superiores de la ONU, Denis Halliday y Hans von Sponeck, renunciaron en señal de protesta contra esa política, explicando que la ONU no había cumplido con su deber hacia el pueblo de Irak". (2)
Los iraquíes, por su parte no podrán olvidar nunca que EE.UU. y Gran Bretaña lanzaron a partir de 1992, con aprobación de la ONU, cientos de toneladas de bombas y miles de misiles sobre Irak y, en 1999, funcionarios de EE.UU. informaron tranquilamente al Wall Street Journal que se les habían acabado los objetivos. En 2001, el bombardeo de Irak había durado más que la invasión de Vietnam por EE.UU. La reciente decisión del Consejo de Seguridad de aprobar retrospectivamente la invasión, violando directamente la Carta de la ONU, alentó una sensación de rechazo visceral hacia el organismo, preparando un clima que los combatientes de la resistencia supieron aprovechar.
Hoy es ya muy evidente que:
a) Los combatientes iraquíes contra la ocupación tienen una conducción estratégica con refinadísima percepción política, y comprenden perfectamente las concepciones ideológicas que deben atacar para sembrar desmoralización entre sus enemigos.
b) Han logrado estructurar una red de contraespionaje temible, lo cual les ha permitido detectar incluso a los agentes encubiertos del enemigo -como ocurrió con los españoles, coreanos y japoneses muertos- convirtiendo con esto a sus ataques en temibles armas de propaganda subliminal. El mensaje que emana es "los tenemos a todos vigilados: tarde o temprano caerán".
· El portal del escorpión
Ya el 11 de Septiembre norteamericano creó una sensación tan depresiva en la población estadounidense que los poderosos equipos gubernamentales no podían ocultar su incertidumbre sobre los pasos a seguir para revertir la derrota. Poco después de ocurridos los sucesos, un intelectual mexicano describía con lucidez esta sensación: "...lo que es irreversible por primera vez en la historia de los Estados Unidos (desde la simbólica "invasión" del imperio por Pancho Villa), es la pérdida de la presunta invulnerabilidad de ese país, tal y como lo propagandizaban todos los días sus medios de información y comunicación, así como todo el aparato de seguridad e inteligencia y que tenían expresión mediática sobre todo en la TV y en el marketing cinematográfico de Hollywood: los rambos venciendo a las "fuerzas del mal", el héroe Bruce Willis (Duro de Matar, que protagoniza al personaje John McLane "...dotado de una rara fuerza física, una sonrisa serena, un corazón divorciado y testarudez que roza la locura, éste es un hombre que puede enfrentar -mejor dicho: tiene que enfrentar- verdaderos ejércitos de terroristas con puro ingenio y resistencia...") alcanzando corriendo y trepando en pleno vuelo a un Boeing para desactivar bombas y vencer a los terroristas en un edificio sitiado por ellos. Personajes invencibles como el Superman gringo o el Batman surcando los cielos de New York ("ciudad gótica") y de los Estados Unidos para vigilar y castigar y vencer a los "malosos", etcétera. Todas estas figuras mitológicas construidas ad hoc por el imperio yanqui encaminadas a mostrar su invulnerabilidad, que ni siquiera en las películas resultaba violada." (3)
La invasiones a Afganistán e Iraq fueron orquestadas, entonces, sobre la necesidad de recobrar esta invulnerabilidad perdida. Así, las campañas fueron emprendidas no sólo con un descomunal despliegue militar, sino con el agregado de un equivalente ejército mediático "incrustado" en las fuerzas vengadoras, de tal manera que los millones de televidentes del mundo fueran siguiendo paso a paso la extraordinaria eficacia destructiva ("justiciera") del agresor. Cuando se vio caer la estatua de Saddam Hussein en el centro de Bagdad, y bastó una simple ráfaga de metralla para "escarmentar" a los periodistas que se habían atrevido a informar de un modo independiente (matando a un camarógrafo español), la talla del dios americano parecía haber recuperado su carácter de inalcanzable.
Pero ahora que multitudinarias manifestaciones en Londres han volteado la estatua de Bush frente a sus propias narices -a semejanza simbólica de lo ocurrido con la de Saddam-, y en Iraq no pasa día en que no muera alguno o varios miembros del ejército de ocupación, otra vez un terror insidioso ha comenzado a recorrer las venas de los norteamericanos. Y, como se sabe, el miedo es un portal que, una vez abierto, resulta casi imposible de obturar. Por allí suelen colarse, además, los escorpiones que con frecuencia terminan derribando a los elefantes.
Notas:
(1) John Carlin, "El fin de una era", El País, Madrid, 20 de septiembre de 2001.
(2) Tarik Ali, "Irak ocupado jamás conocerá la paz" CounterPunch (Traducido para Rebelión por Germán Leyens) 30 de agosto del 2003.
(3) Adrián Sotelo Valencia. "Dos torres, un terrorismo: Crisis de hegemonía del imperio norteamericano". Edición del autor en Internet. México. UNAM. 26 de septiembre de 2001.
Julio Carreras (h)
Escritor. Periodista.
Coordinador General de SOLIDARIDAD,
Asociación para la defensa de los Derechos Humanos, el Consumidor y los Trabajadores.