El nuevo muro de la vergüenza
MARIO SOARES (*)
La Republica
Recibió el apelativo, con toda justicia, del muro de la vergüenza" el que durante tantos años separó las dos Alemanias, dividiendo también Europa en dos bloques rivales. Recuerdo haber visitado, en 1960, la parte occidental cuando aún muy joven participé en un congreso de abogacía que se celebraba en Bonn. Funcionaba todavía el famoso "puente aéreo" a Berlín oeste, única manera de romper el bloqueo forzoso. Recuerdo de modo especial la terrible sensación de impotencia y desaliento que experimenté en presencia de aquel deprimente espectáculo de incapacidad de los políticos...
Transcurridos casi tres decenios, se derribó el muro en un impulso de alegría y esperanza. Cayó el telón de acero" con la naturalidad y la lógica de las cosas que han de suceder. El mundo suspiró aliviado y se dispuso a vivir mejor, sobre todo en la vieja Europa, marcada durante todo el siglo pasado por guerras, opresiones, desgracias y sufrimientos.
Es verdad que después de la caída del comunismo se habló simbólica y pertinentemente de otro muro que separaba y separa a los hombres de todos los continentes y a éstos entre sí: el "muro de la pobreza". El que en su país de origen Brasil el obrero y sindicalista Lula da Silva, elegido presidente de la República por 53 millones de votantes, quiere derribar democrática y pacíficamente: el "muro del hambre", que en un mundo globalizado y generador de tanta riqueza continúa segregando y excluyendo del "banquete de la vida" a más de dos mil millones de seres humanos.
La espiral de violencia que ha caracterizado el conflicto palestino-israelí desde que Ariel Sharon decidió aprovechar la onda de la "estrategia preventiva" contra el terrorismo y la consiguiente obsesión de Bush por la seguridad de tan deficientes resultados en todas partes, sin excluir la propia Norteamérica ha cristalizado ahora en la construcción de un nuevo e insólito "muro" que viene a destruir lo que resta de la Autoridad Nacional Palestina y trata de eliminar física y políticamente a Arafat. En esta línea, Israel, la patria de los perseguidos por el nazismo que tanta simpatía y esperanza suscitó en el mundo con ocasión de la creación del Estado en mayo de 1948 ha procedido en medio de la indignación general a la edificación de un nuevo "muro de la vergüenza" al objeto de dividir, controlar y, en última instancia, dominar mejor a los palestinos, como si fueran colonos (ciudadanos inferiores) sometidos a Israel.
¿Qué insensatez asuela el mundo como para que un proyecto tan perverso, de verdadero exterminio y "terrorismo de Estado", pueda generarse y enraizar en un país como Israel, con su historia de sufrimiento y persecución de que fue víctima, con su patrimonio tan rico de científicos, profesores universitarios, escritores y filósofos de suma excelencia?
Afortunadamente, en la sociedad civil tanto israelí como palestina subsisten aún fuerzas defensoras de la paz cuya labor puede calificarse de lúcida, valiente, discreta y constante en favor de las buenas relaciones entre las dos comunidades.
El llamamiento común que recientemente se ha publicado en la prensa internacional, suscrito por Yossi Beilin y Abraham Burg por parte israelí y Nabil Kassis y Yasser Abed Rabbo por parte palestina, representa un rayo de esperanza en un horizonte hosco que tanto la Unión Europea como todas las fuerzas progresistas se hallan en la obligación de apoyar. Se trata realmente de un proyecto representativo susceptible de convertirse en un auténtico "compromiso histórico" entre representantes altamente responsables y prestigiosos de los estados de Israel y de Palestina, basado en la convivencia pacífica y el reconocimiento recíproco de dos estados y en las resoluciones números 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU.
El objetivo es que el llamamiento se suscriba próximamente en Ginebra, en presencia de personalidades significativas de todo el mundo, de forma que pueda dar origen a un movimiento de la opinión pública mundial en favor de la paz.
Además, un compromiso de paz entre Israel y Palestina, basado en el reconocimiento mutuo y la convivencia de dos estados, puede ser una de las claves para encontrar un nuevo e inteligente equilibrio geoestratégico y pacífico en Oriente Medio. Sería, por añadidura, altamente estimulante para reforzar el papel de la ONU y el multilateralismo.
Es posible que los tiempos sean propicios a esta senda. Los intentos de instaurar la "pax americana" imperial en Iraq y en Afganistán se están revelando como un tremendo fracaso. Bush da la sensación de hallarse acorralado por la estrategia unilateral insensata de sus propios "halcones". Por otra parte, las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina e indudablemente condicionan. La moral de las tropas de ocupación deja que desear, factor que influye notablemente en la opinión pública norteamericana. El coste se está haciendo insostenible. Rumsfeld podría ser la próxima víctima de la prensa norteamericana, desatada contra la falta de planificación en la reconstrucción de Irak, la falta de coordinación de las empresas norteamericanas que operan en aquel país e incluso el hecho del favoritismo, la malversación y la corrupción se imponen a la reconstrucción...
La sociedad civil norteamericana, por fin, está reaccionando. La opinión pública europea sigue de cerca el curso de los acontecimientos. Las recetas neoliberales parecen haberse agotado. Se vislumbra un viraje. Viejos y obsoletos muros", inadmisibles en el sentir y la conciencia de las personas de buena voluntad, caerán. La esperanza nunca debe morir. *
(*) Ex primer ministro de Portugal. (IPS)