23 de noviembre del 2003
Bush en Londres arropado por una multitud (de policías)
Cándido
Nunca en la historia del Reino Unido, la visita de un gobernante de Estados Unidos ha tenido un rechazo tan masivo y categórico como el que ha dispensado el pueblo británico a Bush. El visitante llegó en los peores momentos de su gobierno procurando salvar el pellejo de cara a su incierta reelección.
El fracaso militar y político de la guerra infame lanzada por los dos mayores mentirosos de los tiempos actuales, y la inevitable humillante retirada de los invasores, se intenta convertir en una prueba del genio estratégico de Bush, cuando «decide acelerar el traspaso del poder al pueblo iraquí». Simultáneamente con este anuncio el» estratega» lanza la operación martillo de hierro y bombardea los «reductos guerrilleros» montados por « los adictos a Sadam» en Tikrit, hace desfilar los tanques de guerra por las calles de la ciudad, extiende la represión a Bagdad, buscando intimidar a los iraquíes. Golpes de ciego y nuevas humillaciones a mujeres y niños que ven invadidos sus hogares en medio de la noche por una soldadesca prepotente y aterrorizada lo que los hace más brutales y peligrosos.
Los «vendedores» de la «nueva estrategia» subestiman la capacidad de la gente si creen que ésta traga la píldora. Lo que la gente sabe es que la «potencia más poderosa del planeta» ha perdido ya la guerra infame y antes que se convierta en una humillante desbandada, opta por «el cambio». Y ahora viene a Europa a pedir ayuda, dinero y carne de cañón, a conspirar contra ésta con su «aliado incondicional» y a «hacerse la foto» tomando el té con la anciana reina de un reino también en decadencia, para recuperar «puntos» entre sus cada vez más escépticos conciudadanos.
El hombre de los mandados, Colin Powell, fue enviado a Bruselas, donde otro bienmandado Javier Solana, no ocultaba su emoción al abrazar y palmotear al emisario imperial. Powell les hizo saber que desistan de cualquier plan de defensa propia, y les prometió considerar la desventurada suerte de los prisioneros de la más escandalosa agresión a los derechos humanos de nuestro tiempo, el encarcelamiento sin acusación y sin juicio desde hace dos años en la base que el imperio usurpa a Cuba, de más de 600 ciudadanos de origen musulmán. Es posible que libere a algunos de los 9 británicos para darle un poco de «aire» a su semiasfixiado Tony Blair, y si libera al sueco Mehdi-Muhammed Ghezalise, «el gesto» será, en la versión mediática una prueba de la «generosidad» y amistad de la superpotencia.
Después de haber despreciado y agraviado a Naciones Un idas y a Europa, ahora reconoce Powell que «en el mundo actual, ninguna nación puede resolver por sí sola los problemas». Además de Blair, su principal caballo de Troya para bloquear cualquier iniciativa de una Europa independiente y social, el imperio dispone de varios ponnys troyanos (que no tienen estatura de caballos), dispuestos a secundar los planes imperiales. Falta ver si entre los «estadistas» europeos hay alguno dispuesto a rechazar la intromisión imperial y a defender un proyecto de una Europa social e independiente que le aporte el apoyo popular del que hasta ahora ha estado huérfana.