Crisis general y militarización del imperio yanqui
Myrna Donahoe, Raúl Fernández y Gilbert González.
Profesores universitarios, Los Angeles, California.
La situación económica mundial se caracteriza por una crisis económica generalizada que incluye a todos los grandes países capitalistas y de la cual no se sustrae el más poderoso: Estados Unidos. Este último trata de salir de ella por todos los medios, utilizando los métodos pacíficos cuando puede y la agresión brutal cuando la requiere. Su despiadado ataque contra el pueblo afgano, perpetrado en nombre de la lucha contra el terrorismo, comienza a atascarse en medio de la creciente oposición popular, mientras los jerarcas del imperio yanqui se aprestan a abalanzarse sobre otro pueblo postrado, el irakí. La fraseología sobre el libre comercio comienza a convertirse en algo del pasado, a medida que la Casa Blanca aprueba descaradas medidas proteccionistas. La lucha por el control del petróleo se destaca como el punto crítico de las contradicciones entre Estados Unidos, por un lado, y la Unión Europea, Rusia y Japón, por el otro. La resistencia contra las políticas del imperio norteamericano continúa aumentando y la arrogancia, prepotencia y militarismo norteamericanos promueven una creciente marea de descontento por todo el planeta. Deslinde
La crisis económica ha adquirido proporciones mundiales
Cuando comienza una segunda década del proceso de dominación de Estados Unidos denominado "globalización", todos los grandes poderes económicos del mundo atraviesan una seria crisis económica. El mundo entero se encuentra en recesión, sin que se vislumbre en el horizonte la posibilidad de un cambio de dirección en el futuro cercano.
Japón se encuentra en medio de su cuarto periodo recesivo en menos de diez años, con un sistema financiero en situación precaria debido al peligroso endeudamiento de sus principales bancos. En la Unión Europea, su principal economía -la germana- ha declinado durante todo el año, con un sector manufacturero que entró en recesión en el mes de julio, mientras el desempleo alcanzó niveles récord de más de cuatro millones en el mes de agosto. La producción industrial está en declive en las otras dos principales economías: Francia e Italia. Otro tanto ocurre en el Reino Unido, donde la producción industrial también atraviesa una profunda recesión. Por otra parte, las economías de los otrora venerados "tigres" asiáticos -Indonesia, Malasia, Tailandia, Filipinas, Taiwán y Corea del Sur- no han podido salir de la crisis que asoló la región a fines del siglo; todas encaran un grave problema de endeudamiento externo, con numerosos bancos al borde de la quiebra.
En América Latina, la crisis afecta profundamente a sus principales economías. Argentina, el modelo neoliberal por excelencia de la última década, se debate en la más seria debacle económica de su historia, con la mitad de su población sumida en la pobreza. Brasil se tambalea en la cuerda floja, víctima de la especulación financiera internacional, lo cual ejerce su poder para desestabilizar de antemano a cualquier gobierno que se le ocurra modificar la dependencia gaucha con respecto a la banca internacional. A consecuencia del Tratado de Libre Comercio, TLC, en México los niveles de empleo y el PIB per cápita ni siquiera se acercan a los obtenidos antes de l994; la agricultura mexicana desaparece rápidamente ante el embate de las importaciones provenientes de la subsidiada agricultura estadounidense. Otras regiones del mundo, como África y Centroamérica, se encuentran apabulladas por una abrumadora miseria. En contraste, en China y Vietnam -naciones donde el proceso de crisis económica aún no toca fondo- todavía persiste un cierto nivel de control estatal sobre el sistema bancario y los flujos de capital, así como alguna protección, en rápido proceso de desaparición, de los mercados domésticos. O sea que sólo donde el modelo neoliberal no se ha aplicado a ultranza es donde la crisis no alcanza sus proporciones máximas.
Estados Unidos, centro de la crisis
La crisis mundial incluye a Estados Unidos, cuya economía se debilita desde finales de 2000. Esto hace que por primera vez desde l974 se encuentren simultáneamente en recesión todas las economías de los países capitalistas más avanzados.
La economía estadounidense comenzó a dar señales negativas en los últimos meses del año 2000 y entró en franca recesión por tres trimestres consecutivos en 2001. Durante el último trimestre de ese año presentó un ligero repunte que aparentaba afianzarse en el primer trimestre de 2002, cuando la economía aumentó al ritmo de 5%. Pero ya para el segundo trimestre se restableció la corriente descendente del Producto Nacional Bruto, cosa que continúa hasta la actualidad. El breve crecimiento económico de Estados Unidos se debió a tres factores transitorios que ya han dejado de tener efecto: primero, después de nueve meses seguidos de contracción económica y de más de un año de declive en la producción manufacturera, los inventarios de productos industriales desaparecieron casi por completo. El momentáneo aumento de la producción se debió a la necesidad de reemplazar los desaparecidos stocks de productos manufacturados, sin que se produjeran nuevas inversiones en plantas de producción y sin que siquiera se presentara un aumento generalizado de la economía a causa del alza en el consumo, el cual creció poco o nada durante el periodo en cuestión. Una segunda causa fue la política monetaria puesta en práctica durante todo 2001 y que continúa en 2002, mediante la cual la Reserva Federal redujo las tasas de interés con el propósito de abaratar los costos del dinero y promover el consumo y la inversión. En tercer lugar, y a raíz de los atentados terroristas de septiembre de 2001, el gobierno federal puso en acción una serie de medidas tendientes a apuntalar la economía nacional, a saber: una reducción impositiva enfocada hacia los grandes monopolios y los sectores más ricos del país; generosos subsidios de cientos de millones de dólares para las compañías de aviación afectadas por la reducción en el transporte aéreo y el turismo; y un aumento de los gastos de defensa: al enorme presupuesto militar de 396 mil millones de dólares, que representa un 36% de los gastos militares del mundo entero, se le añadieron 32 mil millones de dólares.
Con todo, la economía ha vuelto a caer por segunda vez, fenómeno bautizado por algunos economistas como recesión de "doble bajón". Una serie de factores ha hecho que el segundo "bajón" sea más difícil de superar que el primero. La lista comienza con el destape de una serie de escándalos financieros en los que están involucradas algunas de las mayores compañías norteamericanas: Enron, Global Crossings, Worldcom, Xerox y otras. Lo que se ha descubierto es que estos monopolios venían engañando a sus socios e inversionistas, utilizando todo tipo de trucos contables para esconder pérdidas y presentar ganancias falsas. Desde hace años la aparente prosperidad y crecimiento de estas grandes corporaciones, y por ende de la economía norteamericana, constituía un fraude mayúsculo. El resultado ha sido una serie de quiebras de estos enormes monopolios y las mayores bancarrotas en la historia de Estados Unidos. La tabla que sigue incluye la fecha oficial de quiebra y el monto de la bancarrota, en millones de dólares, desde diciembre de 2001:
Tabla 1: Quiebras de algunas multinacionales estadounidenses
Empresa Fecha Monto
Enron 21/12/01 63,400
Kmart 22/1/02 17,000
Global Crossing 28/1/02 25,500
NTL 8/5/02 16,800
Adelphia 25/6/02 24,400
Worldcom 22/7/02 103,800
Los escándalos y las quiebras tuvieron funestas consecuencias para sus trabajadores, quienes perdieron sus empleos y pensiones; y para los accionistas, que vieron desaparecer sus inversiones bursátiles. Es importante hacer notar que, por una parte, los 'maquillajes' contables de estas compañías contaron en todo momento con la aquiescencia tácita de grandes bancos prestamistas como Citicorp, en el caso de Enron, y la complicidad de las grandes firmas de contabilidad; y, por otra, sufrieron grandes pérdidas firmas de Wall Street que manejan enormes fondos de inversión, incluyendo los fondos de pensiones. Se trata entonces de una competencia a muerte entre grandes monopolios inversionistas.
Los escándalos, quiebras y enormes pérdidas de los accionistas han provocado el continuo y vertiginoso descenso del valor en las bolsas de todo el mundo. Se estima que entre enero y julio de este año desaparecieron más de siete mil millones de dólares en valores bursátiles en Estados Unidos. El índice de Wall Street perdió más del 30% en lo que va del año, con similares descensos en las bolsas de Tokio, Londres, París y Francfort. Estas gigantescas pérdidas han ocasionado la restricción del gasto de los consumidores norteamericanos, cosa que no había sucedido durante el primer "bajón".
El desempleo estadounidense ni siquiera disminuyó durante el efímero periodo de recuperación ocurrido a principios de año, llegando a niveles de 5.9%, no vistos en más de diez años. Vale la pena recalcar que buena parte de los pocos nuevos empleos creados en los últimos meses se generaron en el sector estatal, a consecuencia del incremento en los gastos militares destinados a operaciones en el extranjero y a la seguridad interna contra un posible terrorismo. Asimismo, las únicas grandes empresas cuyas acciones han subido en los últimos meses son las que reciben contratos para la producción bélica, como Boeing, General Dynamics y Northrup Grumman.
Una segunda razón que ha hecho más difícil de manejar la crisis es que las tasas de interés se encuentran a un nivel tan bajo que su manipulación por parte del Banco Central dejó de tener efecto. En vez de motivar a las empresas a aumentar sus inversiones, cualquier recorte adicional podría llevarlas a reducirlas, por miedo a una peor situación. Es decir, si los inversionistas no invierten no es porque el costo del dinero sea muy alto, es porque no están dispuestos a invertir aunque les regalen el dinero. Como ha dicho Bradford DeLong, economista de la Universidad de California, en Berkeley: "En 2002 Estados Unidos se unió a Japón en una 'trampa de liquidez', como suelen llamar los economistas a una situación en la cual las tasas de interés son tan bajas y tienen tan poco que ver con el nivel de la demanda total, que de nada valdría reducirlas aún más para combatir una recesión". Esto significa que la única acción que el gobierno podría tomar para incidir sobre la situación sería modificar su política fiscal, gastando más (y aumentando para ello las tasas impositivas) para modificar la demanda total, cosa que en el clima político e ideológico del modelo neoliberal sería muy difícil de implementar actualmente en Estados Unidos. Tomaría años, una suprema agudización de la crisis y un repunte de la luchas obreras internas antes de que los monopolios yanquis accedieran a regresar a un modelo keynesiano de manejo fiscal de la economía. El economista DeLong comenta al respecto que en este momento Estados Unidos se encuentra "sin herramientas eficaces de manejo macroeconómico. Así de sencillo". Pero como veremos más abajo, el imperialismo se propone usar otros mecanismos para tratar de solventar el vendaval económico.
La pequeña intervención económica estatal a través de subsidios a las compañías aéreas trajo resultados mínimos. Actualmente varias de ellas, como United y American Airlines, se encuentran en serias dificultades económicas. El gobierno estadounidense ha enredado sus políticas internas en la llamada "guerra contra el terrorismo". Por una parte, mantiene al público en una zozobra constante con alertas sobre posibles ataques terroristas, lo que ahuyenta a los turistas y, en particular, difunde el pánico a volar; por otra, trata de que la economía recupere su cauce normal. La "guerra contra el terrorismo" tampoco facilita el flujo de mercancías en el mercado de importación y exportación, sino que frena los flujos comerciales. La combinación usada por Bush: aumentar los gastos militares y de seguridad interna y recortar simultáneamente los impuestos a las grandes corporaciones, ha tenido otro resultado negativo: la aparición de un creciente déficit fiscal, el primero en cinco años.
En términos generales, vale enfatizar que el milagro de la "alta tecnología", la panacea para la economía norteamericana de los años noventas, se ha venido estruendosamente abajo. Las acciones de la mayoría de las compañías de alta tecnología, como la de telecomunicaciones, se han derrumbado en los últimos tres años. Algunas emblemáticas, como Worldcom, mantuvieron su imagen mediante el fraude desfachatado y el maquillaje contable. Actualmente no existe ninguna solución "tecnológica", por ejemplo un nuevo gran invento, que conceda un respiro a la crisis monopolista de acumulación e inversión. En resumen, ni hay soluciones internas macroeconómicas ni existen milagros tecnológicos en el horizonte.
El gigantesco gobierno norteamericano sufre además un tremendo anquilosamiento burocrático en las llamadas agencias de inteligencia, que no previeron los ataques terroristas del 11 de septiembre y, de paso, revelaron la vulnerabilidad militar del Imperio. Aunque no se ha efectuado una investigación sobre las fallas de los servicios de inteligencia, a través de la prensa se ha sabido que durante el verano de 2001 habían llegado a oídos de FBI y la CIA numerosos indicios sobre actos terroristas masivos en marcha, pero que la ineficiencia y la competencia entre varias agencias hicieron que se desentendieran del problema que se venía encima. A lo cual se suma la ineficacia militar que se viene demostrando nuevamente en la fallida aventura militar afgana. La económica y la política norteamericanas apuntan hacia una intensificación de la lucha por los recursos y el poder, dentro y fuera de Estados Unidos, entre los poderosos monopolios estadounidenses. En los últimos tres años el mundo fue testigo atónito del intento de deponer al presidente Clinton, dizque por tener relaciones sexuales con una asistente de veinte años; de unas elecciones más o menos robadas por el partido republicano, que eligió un presidente con la minoría del voto popular y, por último, de la instalación de un Presidente en apariencia sumamente inepto, George W. Bush, quien instaló un gabinete compuesto por ex generales, ministros de Defensa y ejecutivos de multinacionales para dirigir al país en servicio directo del capital monopólico. Tanto Bush como su vicepresidente Cheney, provienen de la industria petrolera y ambos estuvieron involucrados en negocios turbios, tipo Enron, en los que hicieron pingües ganancias antes de arribar al poder.
Dada la ausencia de soluciones políticas internas o tecnológicas y dado el cariz político cuasi-criminal de la camarilla dirigente que proviene del corazón del capital financiero, nos encontramos ante una gravísima situación en la cual Estados Unidos buscará remedios a sus males drástica y agresivamente, ora chantajeando, ora amenazando o simplemente echando a un lado a los aliados y amigos de ayer.
Ante la crisis, todo vale
Estados Unidos se propone utilizar todos los medios necesarios para salvarse de la crisis económica, lanzar ataques preventivos contra enemigos económicos y políticos, y mantener y afianzar su dominio sobre sus esferas de influencia, aliados y adversarios en todo el mundo. Incluso los métodos que podrían describirse como pacíficos, se basan en el chantaje, la presión y la manipulación.
En el último período se ha destapado la furia proteccionista norteamericana. El 14 de mayo, el presidente Bush refrendó la Ley Agrícola que regirá la política agropecuaria norteamericana durante los próximos diez años, consagrando enormes subsidios directos de aproximadamente 18 mil millones de dólares anuales para la que ya es la agricultura más protegida del mundo. Dichos subsidios serán utilizados en su mayoría por los productores de trigo, maíz, soya, algodón y maní, rubros en los cuales Estados Unidos mantiene un papel preponderante como exportador. La nueva ley restablece un precio básico o de sustentación, que había sido eliminado anteriormente para algunos sectores, como la producción de lana, e incrementa el precio básico de otros productos, principalmente en el sector granos, con el propósito de garantizarle un ingreso mínimo por tonelada a las compañías agrícolas. Para dar una idea del monto de los precios de sustentación, se estima que en los próximos años los productores de soya recibirán cuatro mil millones de dólares anuales por este concepto, para mantener sus ingresos al nivel que el gobierno considera aceptable. Esta nueva medida contradice todos los pronunciamientos estadounidenses sobre el libre comercio y fue denunciada decididamente por otros países productores agrícolas, como Canadá, Alemania, Argentina y Brasil.
En el mismo mes de mayo, Washington anunció un incremento hasta de 30% en las tarifas del acero importado, lo que llevó el tema de la "guerra comercial" a las primeras páginas de la prensa europea; impuso tarifas contra las maderas importadas del Canadá y se negó a eliminar una exención de impuestos que permite a grandes multinacionales gringas no pagar ningún tributo sobre las utilidades obtenidas en sus operaciones fuera de Estados Unidos, ocasionando otra pelea con Europa en el seno de la Organización Mundial del Comercio.
La tabla que sigue nos ilustra sobre la cantidad de dinero que en la última década se han embolsillado las grandes monopolios por medio de esta exención:
Tabla 2: Beneficiarios de exención 1991-2000
Beneficiario Millones de US$
Boeing 1,207
General Electric 1,155
Motorola 551
Caterpillar 433
Monsanto 199
Los acuerdos de Doha del año pasado, no han tenido efecto alguno. Desde antes de la reunión de Seattle en 1999, ya no parecía factible una apertura mayor del comercio mundial a través de una nueva ronda de negociaciones. El zafarrancho retórico de los años pasados en pro de la liberalización comercial, no sólo está desapareciendo de la gran prensa estadounidense y de otros países capitalistas, sino que la práctica confirma su endeblez. En el año 2001, además de las políticas norteamericanas antes descritas, al menos otros veinte países impusieron medidas "anti-dumping" con el fin de proteger su propia producción, para un total de 348 medidas proteccionistas, con Estados Unidos como líder con 79 leyes anti-dumping, seguido de cerca por la Unión Europea y Canadá.
Mientras que Estados Unidos ofrece proteccionismo y tarifas cuando le conviene, todavía mantiene las exigencias de libre comercio en América Latina. En ese sentido, continúa insistiendo en establecer el ALCA, lo que no sería más que extender el TLC a toda América Latina. La estrategia del ALCA acabaría con lo poco que queda de agricultura e industria nacionales en América Latina. Así, no sólo México sino todo el continente se convertiría en una gran colonia del Coloso del Norte. Incluso en los tiempos de la colonia española, América Latina podía producir, si no su propias manufacturas, por lo menos la comida para alimentar a sus pueblos. Pero ni eso será posible bajo el nuevo régimen colonial. Al igual que el TLC, el ALCA tampoco es un tratado de libre comercio, sino un tratado de protección de la inversión norteamericana, que permite la libre inversión yanqui en todos los países y en todos los ramos, a la vez que busca mantener fuera de la contienda a sus competidores económicos mundiales, como la Unión Europea.
(Si usted desea terminar de leer inmediatamente este artículo, pulse en el siguiente vínculo: Crisis general y militarización del imperio yanqui. Myrna Donahoe, Raúl Fernández y Gilbert González. Si no, espere mañana la segunda y última parte.)