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Internacional

La verdad, nada más que la verdad

Antonio Maira
Cádiz Rebelde

La manipulación de la opinión pública
La publicación de la existencia de un plan de propaganda del Pentágono –tendría que llamarse de corrupción, soborno y extorsión- que organiza la degradación, el envilecimiento, el chantaje en su caso, y la compra de intelectuales, expertos de comunicación, creadores de opinión de todo tipo y periodistas, para que actúen divulgando exclusivamente la "información" y la "opinión" de fuente pentagonal, y defiendan la política mundial de los EEUU, nos da una idea de hasta dónde va a llegar el proceso de fabricación de la "opinión pública".
Sin duda los intelectuales "ganados" por Washington tratarán de enmascarar lo que es una política de dominación y expoliación, de una brutalidad escandalosa, con la creación de una "realidad" justificativa. Se esforzarán también en el arte de embellecer las acciones de conquista y de humillación –incluidas las ya habituales masacres de intensidad programada y totalmente impunes- con la apelación a la necesidad de extender la democracia y de expandir los derechos humanos por el mundo. No hay nada nuevo, sin embargo, en ambos lados, el de los EEUU y el de los intelectuales a su servicio, la escuela viene de atrás y la actividad no se ha interrumpido nunca.

Planeamiento más riguroso
El asunto no es más que la puesta en marcha de un planeamiento mucho más meticuloso que el ya se estaba llevando y que el que –como se ha puesto de manifiesto con los pocos documentos desclasificados y a pesar de los todavía protegidos y de las mutilaciones- ha llevado a cabo la CIA en los tiempos de la guerra fría. De que la actividad de compra-venta o de chantaje-doblegamiento en todas sus variantes, expresa o tácita, directa o indirecta, ha continuado después, dan cuenta los procesos informativos cotidianos. No hay que exagerar, sin embargo. En la inmensa mayoría de los casos no es necesaria la compra, la promoción profesional contratada o la amenaza de chantaje. El sistema global de los medios de comunicación –Falsimedia- está organizado para que una aceptación conveniente de la política de los EEUU alimente razonablemente las expectativas de éxito profesional, mientras que una actitud crítica aboque al ostracismo.
Todo este tráfico con la apología del Imperio quedará documentado, hasta cierto punto, en las futuras y lejanas desclasificaciones y publicaciones documentales. Las normas de confidencialidad de decisiones y documentos actúan para encubrir los desmanes actuales permitiendo la investigación de los crímenes pasados. Sin duda que esa llegada demorada de una parte de la verdad con la desclasificación de documentos de la secretaría de Estado, de la CIA o del propio Pentágono, produce una imagen de contraste, entre un pasado bochornoso y un presente saneado, totalmente irreal. Es como si la desclasificación de documentos de los años 60 o 70 del siglo pasado "demostrase", sin más, modos de funcionamiento completamente distintos a los contemporáneos. En realidad el proceso es el contrario. La desclasificación, el mea culpa demorado, diluye siempre las responsabilidades personales o institucionales, bloqueando estas últimas dentro de las organizaciones estatales –como la CIA- en las que todo es niebla y lo "irregular" es norma aceptada de conducta. El mal ejemplo pasado, en realidad, confirma la impunidad absoluta a los delincuentes de ahora.

El segundo frente
Además de esa pequeña distribución del botín cuantioso que representa la conquista del mundo para el capitalismo salvaje, entre los dueños, directores y profesionales de los grandes medios de comunicación -los que alardean de garantizar la libertad de información en los "países democráticos"- la planificación del Pentágono tiene un segundo frente del que no han hablado los medios. Los EEUU se esforzarán en bloquear la información que manifieste la disconformidad y aliente la resistencia a su política. El segundo frente del plan de soborno será el de la criminalización global de la disidencia, es decir, la persecución de la verdad.
La verdadera importancia de la noticia sobre la compra de "profesionales de la libertad de información", por parte del gobierno de los EEUU, viene de ese segundo frente represivo –al que se apuntarán con entusiasmo aliados fieles como Blair o Aznar- y de cuestiones relativas al reforzamiento de los mecanismos de control y a su planificación. Parece ser que los EEUU encuentran que el dominio que ejercen sobre estos medios actuales, que asumen con entusiasmo la política de Washington o que en la crítica nunca van más allá de las etapas preliminares de las operaciones imperiales, no es suficiente en una fase en la que se ha definido una estrategia acelerada de conquista del mundo.
Lo que asombra realmente es que, dada la universal complicidad y hasta complacencia de los intelectuales con tribuna en los medios con la política de los EEUU, el Pentágono considere necesaria la puesta en marcha de un programa de este tipo.
Podemos imaginar la que se nos viene encima.