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La vieja Europa

12 de septiembre del 2003

La corrupción en los países enriquecidos del Norte

Xavier Caño
Centro de Colaboraciones Solidarias
A principios de julio estalló el mayor escándalo que haya afectado a la Unión Europea. Eurostat, el servicio de estadística de la UE, ha actuado durante años como empresa mafiosa.

Doble contabilidad, contratos falsos más otros difíciles de explicar; aumento contable de costes para desviar los excedentes resultantes y aceptación de ofertas ficticias; también, utilización de fondos secretos, ocultación de información a auditores y, según fuentes del Parlamento Europeo, movimiento oscuro de docenas de millones de dólares. En el invierno de 1998 se avisó a la Comisión de que en Eurostat ocurrían cosas irregulares, pero no se hizo nada. Algunos de los comisarios (a modo de ministros de la UE) dicen que no se reaccionó porque "no había pruebas". De hecho, no se ha reaccionado hasta mayo, cuando los medios informativos han denunciado la situación. Afortunadamente estaba la prensa europea.

Sin embargo, desde la Comisión (ejecutivo de la UE) no se ha hablado de corrupción. Veamos.

Cuando hablamos de corrupción hablamos de soborno, también de distribución arbitraria, e injusta de beneficios, o nos referimos a comisiones ocultas pagadas a funcionarios o políticos que influyen en la adquisición de bienes y servicios para el Estado. Hay corrupción cuando funcionarios o políticos se apropian de fondos públicos y existe corrupción cuando los encargados de administrar recursos o capitales públicos los desvían a cuentas propias o de familiares, allegados o correligionarios. Y hay corrupción cuando se manipulan o distorsionan en beneficio propio o de allegados datos e informaciones, necesarios para concursos, inversiones o negocios públicos. Lo ocurrido en Eurostat merece más de una de esas acotaciones de corrupción.

Contra la idea generalizada de que la corrupción es propia de países empobrecidos (Latinoamérica, África, Asia), el escándalo de Eurostat en la UE y los de Enron, World Com y otras grandes compañías en EEUU el año pasado muestran que la corrupción es un tumor maligno del neoliberalismo económico vigente. La corrupción también está instalada en los países ricos. Desde hace años, en el arrogante Norte, hay políticos, funcionarios y altos empleados que introducen la mano en la caja pública y se enriquecen ilícitamente. No solo Eurostat. En EEUU incluso el presidente Bush y el vicepresidente Cheney han estado bajo sospecha por conductas empresariales nada claras antes de llegar a la Casa Blanca. En Europa, en Italia, el Primer Ministro utiliza su mayoría parlamentaria para aprobar leyes de inmunidad que le permiten escapar de posibles condenas por diversas formas de corrupción; y, años atrás, asuntos turbios de comisiones corruptas y considerables apropiaciones indebidas ensuciaron los últimos años de gobierno del español Felipe González.

La corrupción en Eurostat estalla cuando los ministros de Economía de la UE van a quebrantar (¡por fin!) un dogma ultraliberal que la Comisión ha impuesto, ciegamente fiel al nefasto Consenso de Washington: la reducción a ultranza y sin ninguna otra consideración del déficit público. La vieja Europa resopla al andar, se fatiga y no consigue crecer económicamente:

volvamos, pues, a invertir en obras públicas, dicen los ministros económicos, aunque incrementemos el déficit. Menos mal.

Esos ministros europeos han tenido que ver las orejas al lobo de la recesión para apearse del burro del dogma neoliberal. Sin embargo, no han resuelto situaciones que lastran de forma severa el crecimiento económico. Tras seis años de negociaciones no han sido capaces de acabar con el secreto bancario, alimentador de corrupciones varias. Continúan intocables el secreto bancario y la libertad absoluta para el movimiento de capitales, colaboradores necesarios de la corrupción. En última instancia hay que cambiar algo para que nada cambie de verdad, pero a los dueños del capital, ni rozarlos. Falla el sistema.

¿Qué tiene que ver la corrupción de Eurostat con la teología neoliberal de la economía? Todo.

Si uno de sus dogmas es la desregulación (ausencia de normas y filtros para los movimientos de capital), ¿no habrá corrupción cuando el beneficio es el único motor y el camino, la ausencia de controles? No es casualidad que el gendarme mayor del dogma ultraliberal, el Fondo Monetario Internacional, sea cómplice de hecho de las grandes situaciones de corrupción en Rusia y Argentina. Desde 1992 el FMI prestó a Rusia más de 20 billones de dólares, sin controlar el destino de ese capital. Parece probado, por ejemplo, que un hombre fuerte del entonces presidente Yeltsin (gran esperanza del neoliberal Norte) desvió hasta 500 millones de dólares destinados a Aeroflot (líneas aéreas oficiales rusas) a destinos desconocidos, pero presumibles. Y, en Argentina, para otorgar los préstamos solicitados, el FMI impuso derogar la Ley contra la Subversión Económica que castigaba a los corruptos, evasores de capitales y acaparadores, cuando es sabido que la causa principal de la crisis argentina ha sido el saqueo del erario público. El FMI pidió impunidad para los corruptos.

Neoliberalismo económico es secreto bancario, paraísos fiscales y falta de control de capitales.

Y eso es servir la corrupción en bandeja. ¿Todo es corrupción? ¿Incluso en la vieja Europa? En absoluto. A pesar del escándalo Eurostat, es de Europa de donde surge también la respuesta: la acción decidida de entidades y organizaciones cívicas que apuestan por un mundo posible más justo y decente en el que las personas y no los beneficios sean lo primordial. Ahí están Transparency International, con sede en Berlín, contra la corrupción en el mundo; ATTAC, frente a la visión neoliberal del capitalismo y por una tasa de movimientos financieros que proporcione fondos para acabar con el subdesarrollo; el Foro Social Europeo y tantas otras. Una vez más, los ciudadanos.

La vieja Europa alberga mucha historia de apuestas por la libertad y los derechos para perder la batalla de la corrupción de unos pocos sinvergüenzas.