Information Clearing House Traducido para Rebelión por Marina Trillo
La investigación de 1994 hecha por Lord Justice Scott sobre el escándalo del suministro británico ilegal de armas a Saddam Hussein produjo momentos memorables. Estaba la descripción detallada de Mark Higson de "una cultura de mentir" en el Ministerio de Asuntos Exteriores, donde era Oficial Asistente para Irak. Y estaba el anhelado momento en que pareció que Margaret Thatcher podría irse. "Lady Thatcher," dijo Su Señoría, "intentaremos molestarla con los menos papeles posibles."
La investigación Scott produjo un informe ingente y conclusiones opacas. Ningún político fue procesado; unas cuantas reputaciones quedaron tocadas. El establecimiento Inglés es experto en esto. Tim Laxton, un auditor que examinó los libros de dos empresas de armamento británicas, cree que si hubiera habido una investigación completa y abierta, "cientos" habrían tenido que enfrentarse a un procesamiento criminal. "Entre ellos estarían," dijo, "dos prominentes figuras políticas, funcionarios muy destacados de todo Whitehall: el Ministerio de Asuntos Exteriores, el Ministerio de Defensa, el Ministerio de Comercio e Industria... los altos cargos del gobierno."
La investigación Hutton sobre las circunstancias de la muerte del Dr David Kelly tiene sus momentos memorables, también. La advertencia de Jonathan Powell, el Jefe de Personal del Primer Ministro, no para "declarar que tenemos pruebas de que [Saddam] es una amenaza," apunta directamente a las mentiras de Blair. Sin embargo, eso fue excepcional. Lo que está aflorando es un modelo de proteger a Blair, que sutilmente está siendo aludido como una influencia moderadora, un pacificador, incluso un guardián del Dr Kelly. Un abuso criminal de poder no está en ningún pliego de cargo: no está en el informe Hutton, pero los Británicos y la memoria de miles de vidas inocentes truncadas en Irak no merecen nada menos.
Investigación creíble muestra que hasta 10.000 civiles fueron matados en el ataque a Irak, a los que hay que añadir quizás 30.000 soldados iraquíes, muchos de ellos reclutas adolescentes. Una matanza. Esta gente fue matada con armas diseñadas para reducir los seres humanos a carbón o para fragmentarlos. El Ejército británico sembró áreas urbanas con bombas de racimo, mientras los americanos hacían lo mismo y en mayor cantidad, añadiendo municiones recubiertas de uranio, cuyo veneno radiactivo es ingerido con el polvo de desierto.
En mi experiencia, las muertes invisibles son mucho más numerosas. Hoy, niños desnutridos están muriendo de sed y gastroenteritis porque la máquina militar más grande del mundo, incluyendo a los británicos, falla en restaurar el poder y el agua corriente limpia como exigen sus obligaciones más básicas.
Esta carnicería, forjada con un ilegal asalto no provocado sobre un país soberano, es un crimen bajo cualquier ley internacional: sea la Carta de Naciones Unidas o las convenciones de Ginebra. El "crimen supremo internacional," según dictaminaron los jueces de Nuremberg, era el de la agresión no provocada, porque contiene en sí mismo "la depravación acumulada" de todos los crímenes de guerra.
Blair ha cometido este crimen. Comparte la responsabilidad de causar muerte violenta y sufrimiento a una escala enorme, que la red de engaño puesta en funcionamiento por sus cortesanos ha frustrado justificar. Sus co-conspiradores en Washington no se preocupan nada por esto; sólo les importa su poder creciente. En sus campos de concentración, en Bahía de Guantánamo, Bagram en Afganistán y en el aeropuerto de Bagdad, no existen ni derechos humanos, ni ninguna ley reconocible, ni ninguna justicia. En este mundo Kafkiano, hay gente que "desaparece" mientras otros, acusados de nada, suplican por sus vidas. Entretanto, en las calles de la Bagdad conquistada, una unidad de élite estadounidense actúa como escuadrón de la muerte, disparando contra la gente que pasa en coche.
En Washington el otro día, pregunté a John Bolton, Subsecretario para la Seguridad Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores, el más abierto de los "neoconservadores" acerca del Presidente Bush, acerca de las muertes de civiles en Irak. Me referí al estudio que las estimó en 10.000 víctimas. Contestó: "Bien, pienso que es bastante baja si usted mira el tamaño de la operación militar que se emprendió."
Bastante baja en 10.000. Perplejo de que se le sometiera a semejante tipo de preguntas, dijo con una risa: "Usted debe ser miembro del Partido Comunista."
Norman Mailer recientemente rompió el gran silencio sobre la verdadera dirección de la América de Bush cuando se preguntó si su país habría entrado en una "atmósfera pre fascista." En Washington, planteé esto a Ray McGovern, un antiguo alto oficial de la CIA, distinguido como especialista soviético y frío guerrero, un hombre que se considera amigo personal de George Bush, el padre del presidente, quien dijo: "Espero que [Mailer] tenga razón, porque hay otros que dicen ya estamos en modo fascista ... cuando se mira como está siendo dirigida esta guerra [contra el terror]."
Blair se ha hecho parte de esto. Es la hoja de higuera para lo que el vicepresidente Cheney ha especulado podría ser una guerra que durará "50 años o más," incluyendo un ataque a Corea del Norte, que tiene armas nucleares. Los Coreanos, dijo Blair al Parlamento, podrían ser los "siguientes". Observándole aceptar 18 coreografiadas ovaciones en pié en el Congreso, rojo e impaciente y agradecido, era como observar a un títere estalinista convocado a Moscú. Gran Bretaña no es aún la América de Bush. El miedo y los juramentos de lealtad no son moneda aquí. Dos millones de personas llenaron las calles de Londres en febrero, el mayor espectáculo de disensión en este país, los Británicos en su mejor punto. Una inteligencia pública crítica, negada durante mucho tiempo en la mayor parte de los medios de comunicación, entiende lo que Blair y su séquito han hecho y a donde conduce el rastro de sangre: a que haya entregado a AlQaeda y otros grupos jihadis un regalo en el Irak devastado y humillado y, al hacerlo así, nos ha puesto en peligro a todos.
¿Por qué, entonces, tenemos que aceptar simplemente una investigación Hutton? La tragedia de David Kelly merecía una investigación pública; pero también la merecen la épica, innecesaria, tragedia de los miles de iraquíes cuyas vidas ayudó Blair a terminar o a dejar marcadas.
Esto no es solo retórica. Robert Jackson, el fiscal estadounidense en Nuremberg en 1946, dijo: "Si ciertos actos de violación de tratados son crímenes, son crímenes tanto si los comete Estados Unidos como si los comete Alemania, y no estamos preparados para establecer una regla de conducta criminal contra otros si no estuvieramos dispuestos a haberla invocado en nuestra contra ..."
Es el momento de que el asunto de "nuestra" criminalidad entre en la arena pública - antes de que unos medios de comunicación dotados de respetabilidad establezcan la ocupación de Irak. "Nunca ha habido un tiempo," dijo Blair en su obsequioso discurso al Congreso, "en el que el poder de América fuera tan necesario o tan incomprendido o en el que, excepto en el sentido más general, un estudio de la historia nos proporcione tan poca enseñanza para nuestros días."
Mayores demagogos que Blair han dicho lo mismo acerca de la historia; Richard Nixon fue uno de ellos. En Washington durante el escándalo del Watergate, lo indecible sobre Nixon fue que era un criminal. Después, a medida que cada mentira fue saliendo a la luz, cada cortesano quedó expuesto y con cada caída caía un tipo, lo indecible fue por fin dicho, y se marchó. Esto llevó casi dos años. ¿Podemos nosotros, y un mundo amante de la paz, permitirnos esperar tanto tiempo?