Rebelión
El boom de la Nueva Economía facilitó la incorporación al mercado laboral de jóvenes de escasa experiencia laboral previa. Si analizamos la composición de las plantillas de las empresas que protagonizaron el boom, veremos que, por el lado de la demanda de trabajo, la abundante oferta de empleo, la ausencia de perfiles definidos (arquitectos de la información, generadores de contenidos...) y los requisitos tecnológicos facilitaron la incorporación de empleados con "poco vuelo" laboral previo, con frecuencia desempeñando puestos intermedios, y ocasionalmente de máxima responsabilidad.
Por el lado de la oferta de fuerza de trabajo, quienes se incorporaron a este sector aportaban, a falta de experiencia, importantes niveles de formación, elevada alfabetización tecnológica y ciertos valores postmodernos: iniciativa, habilidades sociales, capacidad de autoorganización,...
Si las condiciones laborales son el punto de encuentro entre la oferta y la demanda de trabajo, éste se caracterizó, a grandes rasgos, por salarios relativamente elevados en relación a la experiencia aportada, horarios enormemente flexibles, y ambientes de innovación y creatividad que se tradujeron en cierto "orgullo de sector".
Llegó el pinchazo, y sus principales consecuencias, dentro de lo que es el ámbito laboral, las vamos observando hoy: empeoramiento generalizado de las condiciones, despidos y tendencia a la subcontratación (cuyo correlato "natural" es el autoempleo).
Y toda esta gente: ¿qué ideología tienen?
Quienes, con entre 26 y 40 años, protagonizaron esta explosión serán, están siendo ya, elementos centrales de la generación que marque la agenda política en los próximos quince años. Por tanto, puede ser interesante jugar a hipotetizar hacia donde orientarán las prioridades sociales. Por supuesto, no hemos hecho una encuesta a trabajadores del sector para saberlo; pero tampoco sería útil, pues las corrientes sociales difícilmente se averiguan con preguntas cerradas. Para pronosticar el posicionamiento ideológico de quienes trabajaron en la Nueva Economía recurriremos a aplicar los conceptos acerca de la nueva naturaleza del mercado de trabajo, del paso del fordismo al postfordismo.
Fordismo y postfordismo
El fordismo, sistema de organización de la producción, debe su nombre a H. Ford, creador de la marca de automóviles, y ha sido definido como el reinado del proceso fabril, estandarizado, centrado en la producción en lugar de centrarse en el cliente, orientado, por tanto, más al producto que al servicio. Su correlato, en la estructura social, fue la aparición del obrero masa, nítidamente diferenciado del patrón y los cuadros intermedios. En la acción política, la clase obrera encuentra una correspondencia relativamente ajustada con el partido y el sindicato de clase. En la organización del Estado, como modo de amortiguar el conflicto entre clases y facilitar que el consumo esté en condiciones de dar salida a toda la producción, nacerá el Estado benefactor o del bienestar (palabras en absoluto sinónimas), o Welfare State. Este sistema se encuentra actualmente desapareciendo, en un proceso que dura ya más de 20 años.
Sea cuál sea el origen de la crisis, este sistema es puesto en jaque en los años sesenta y principios de los 70. Y aunque se desmantelará por la derecha, la acometida inicial viene desde la izquierda. No desde Moscú, desde la izquierda sindicalizada, de partido y de fábrica, sino desde la izquierda estudiantil, cultural,... La Nueva Izquierda estadounidense, la autonomía operaria italiana, el 68 francés, se encuentran protagonizadas por intelectuales, estudiantes, jóvenes precarios del extrarradio de la producción industrial, encontrando en los partidos comunistas, que son quienes lideran la izquierda parlamentaria, una escasa comprensión. Escasa comprensión originada por el desajuste entre los objetivos centrales de las dos izquierdas: frente a centrarse en la producción, como era la tradición del movimiento obrero, se centran en la subjetividad y, poco a poco, en el consumo. Frente a una dictadura del proletariado, desconfianza hacia el Estado. Asambleas frente a jerarquías. En cierta manera, más individuo, frente a más Estado. Así, la izquierda oficial acostumbra a recalcar el anarquismo implícito en la Nueva Izquierda. En nuestro país, a modo de ejemplo, el declive de la histórica CNT se relaciona con el enfrentamiento entre los "obreristas" y los "subjetivistas": en el histórico mitin de Montjuich, en 1977, en lo que iba a ser una de las mayores exhibiciones de fuerza del anarcosindicalismo durante la Transición, los obreros fabriles cenetistas abuchean a los jóvenes anarquistas que realizan performances y se desnudan en el escenario.
Sabemos el fin de la historia: una década después, ni más Estado ni anarquismo.
Desmantelamiento del Estado de Bienestar, Reagan y Teatcher, capitalismo "popular" y acentuación de la brecha entre ricos y pobres. Tras el embate de la Nueva Izquierda, la contrarrevolución: con el mismo slogan que formuló Napoleón III tras la Comuna de París - enrichissez-vous-. El sector servicios se agiganta, se afianzan los grandes grupos de comunicación (el Finnivest de Berlusconni, la Prisa de Polanco), el textil postmoderno (Benetton y Zara) se sustenta en una producción totalmente orientada a la comercialización. En España, la inversión en publicidad crece 6 veces más que el PIB en el lapso que va de 1979 al 2000.
En el ámbito político, la pérdida de peso del sector fabril en el mundo progresado hace de la izquierda tradicional un lastre, que a duras penas plantea luchas defensivas. Lo que pudo ser la nueva izquierda se diluye, carente de modelos organizativos de referencia.
Trabajadores inmateriales: la nueva clase postfordista
Quienes trabajan alrededor de Internet, al igual que los publicistas o los investigadores de mercado, tienen un rasgo diferenciador: son trabajadores inmateriales, que operan sobre el conocimiento y la información, el conocimiento y el afecto, no sobre objetos tangibles. La naturaleza de su objeto de trabajo se acompaña de procesos diferenciados en la producción, propios del modelo postfordista:
- la deslocalización (por ejemplo, el trabajo a distancia)
- la fragmentación del tiempo de trabajo y no trabajo (la flexibilidad horaria, la escasa diferenciación entre tiempo de ocio y tiempo destinado a la remuneración)
- la sustitución de la cadena fabril por la empresa red, acompañada de una elevada tendencia hacia la subcontratación y el outsourcing,
- la orientación al cliente, en cuyo nombre se justifica la pérdida de derechos laborales ...
En la estructura social, nace entonces la clase social postfordista: la primera clase social que no cuenta con un partido propio desde la revolución industrial.
Y aquí se encuentran nuestros compañeros de trabajo. En esta clase social sin marcada orientación política. En los años 80, hubieran sido candidatos a encuadrar las filas de la Nueva Derecha liberal, que no puede analizarse simplemente como una respuesta al agotamiento del ímpetu revolucionario de finales de los 60 y principios de los 70. La derecha protagoniza una contrarrevolución: no se queda en tratar de restaurar el consenso previo a las revueltas de los años 60. Literalmente, plantea una revolución a la inversa: no se satisface con volver al estado anterior de las cosas, al "gran acuerdo" sobre el que se asienta el Estado del Bienestar, sino que avanza aprovechándose de las mismas tendencias que dieron lugar a la acción revolucionaria, dando otras respuestas a las mismas preguntas. Así, si la Nueva Izquierda plantea la prioridad del individuo frente a la masa, la contrarrevolución de Reagan y Teatcher apuesta por la exaltación del individualismo. La necesidad de diferenciarse personalmente se traduce en estrategias de marca, la reivindicación de identidades (minorías étnicas, culturales, sexuales,..) en objeto de consumo, la crisis de la democracia parlamentaria es solventada por varios grados más de cocción en la sociedad del espectáculo...
¿Dónde se encuentran los trabajadores inmateriales ahora mismo? No es fácil dar una respuesta. Sus condiciones materiales (por lo general, salarios elevados, status profesional, elevada formación, con bastante frecuencia, autoempleo), les orientarán hacia el liberalismo económico, que necesariamente acaba sazonándose con conservadurismo político. Por el contrario, su capacidad de autogestión y autoorganización, la insatisfactoria experiencia de proyectos especulativos, la subordinación final de su creatividad incluso en las empresas "más creativas", en fin, lo subjetivo, podría llevarles hacia lo libertario.