Querido y admirado amigo: He visto tu firma con la de otros colegas también ilustres, al pie de un escrito en el que os habeis manifestado en torno a la situación actual, que dibujais como tétrica, en Euskal Herria. Teneis razón: es una situación tétrica. No teneis razón: es mucho más tétrica de lo que decís. No teneis ninguna razón: en este papel decís algunas mentiras, cosa impropia de intelectuales, y sí propia de extremistas y fanáticos. Me apena ver tu firma al pie de este escrito, tal como está redactado, y me temo que algunos de los firmantes habeis sido sorprendidos en vuestra buena fe; que -desconocedores de la situación real- habeis confiado en el talante moral e intelectual de quien lo haya hecho.
El documento, decíamos, tiene razón: la situación es terrible, es insoportable. Personas se ven amenazadas y algunas han perecido en atentados, y otras se ven en la necesidad de ser escoltadas por guardianes de sus espaldas y de sus vidas. Nada más indeseable que esto que sucede y que amenaza con seguir sucediendo.
El documento, decíamos, no tiene razón: la situación es más terrible, es más insoportable de lo que decís: Bajo el pretexto del terrorismo, del entramado del terrorismo, del entorno del entramado del terrorismo, personas que no tienen ninguna relación con la violencia subversiva son detenidas en la noche, sus domicilios son asaltados y las puertas hundidas a patadas. Personas son sometidas a incomunicaciones y torturas en los cuartelillos y en las comisarías. Diarios son cerrados. Formaciones políticas, sociales y culturales son ilegalizadas y sus dirigentes detenidos y encarcelados. Doscientas veinticinco candidaturas -avaladas por cerca de noventa mil ciudadanos y ciudadanas- para las próximas elecciones son anuladas. Ciertamente es muy inquietante la situación en la que se vive en este rincón de Europa.
Hubiera sido justo que en vuestra inquietud hubiera entrado todo este cúmulo de horrores antidemocráticos, a la hora de escribir vuestro papel, en el que además, para más inri, como dicen los castizos, hay verdaderas mentiras -vale esta paradoja?-, sólo explicables en función de un fanatismo antivasco, o, lo que es lo mismo, de un visceral nacionalismo español inconfesado, al que vosotros prestais ahora -hélas!- vuestros muy estimados nombres. Estas mentiras son, por lo menos, que los nacionalistas vascos sean cómplices de los atentados de ETA (cuyos militantes serán lo que sean pero, por cierto, no son unos meros "mercenarios", sino unos patriotas extremados e idealistas, de manera que si sus acciones son vituperables ello será porque su patriotismo los conduce a practicar esa indeseable violencia; y yo creo que la vocación de los intelectuales consiste en decir las cosas como son y sobre esa base decir lo que se piensa). La más obvia de vuestras mentiras reside en vuestra afirmación de que "los atentados se realizan y celebran en una penosa atmósfera de impunidad moral propiciada por las instituciones nacionalistas y por la jerarquía católica vasca".
La situación en Euskal Herria está pintada en ese papel -no me lo imagino tuyo ni de Günter Grass- con muy negras tintas, pero, como ves -no lo sabías?- la verdad es mucho peor que eso. Vuestros informadores os han engañado y vosotros habeis caído en el garlito como cándidas palomas, bajo la red de una ultraderecha ridícula y cada vez más agresiva, para la que, bajo la especie del "antiterrorismo", todo vale. En el orden mundial, y en este marco, entran ya episodios tan vergonzosos y decididamente inhumanos como el reciente ataque y la destrucción de Iraq.
Para terminar, yo pongo en duda que sea serio escribir sobre algo que se desconoce sin antes explorarlo, pues, siendo cierto que "en este rincón de Europa el miedo y la vergüenza oprimen a los ciudadanos", es de desear que unos intelectuales dignos de serlo traten de dibujar el cuadro en su totalidad. Al final, el autor del papel desvela su intención panfletaria convocando nada menos que a una declaración "de estado de indignación general" para el próximo día 25. Ojalá se produzca ese estado de indignación general y se oigan clamores contra las torturas y contra los rudos golpes que está sufriendo la democracia en este rincón de Europa, por lo demás tan entrañable y querido.
Es todo lo que te quería decir hoy, mi querido y admirado Juan Goytisolo.
Alfonso Sastre