¿Seremos pornógrafos? ¿Seremos terroristas? Algo de esto debemos de ser, o las dos cosas juntas, a juzgar por la leyenda que desde el 7 de marzo de 2003 aparece al pie de la ventana con que se encuentran los lectores de Pimienta negra cada vez que quieren acceder a nuestra publicación desde el proveedor de subdominios «cjb» (en la ya ex y de corta vida URL pimientanegra.cjb.net). Dice tal leyenda: «The web site you are trying to access either does not exist or has been terminated for violating our policies.» («El sitio web al que usted intenta acceder, o bien ya no existe, o bien ha sido suprimido por violar nuestras normas»). Y como las normas señalaban que esto último se haría en caso de que la página alojada ahí exhibiera contenidos pornográficos o hiciera la apología del terrorismo, no podemos más que concluir que, por ejemplo, hablar de Mr. Bush es hablar de terrorismo, o que hablar del brutal strip-tease de los EE.UU. en relación con Irak es pornografía. Gracias, «cjb», no lo sabíamos.
Así pues, en poco más de un mes, dos intentos de bajarnos de Internet a las catacumbas, buen récord para una publicación tan reciente como ésta. Primero, los amigos de Lycos. Ahora, los amigos de «cjb». Intentos que, junto a otros recientes («Yellow Times», de EE.UU., o «La Tapa», de Argentina), muestran claramente que la cyberwar y la netwar (diseñadas desde las altas instituciones de investigación del Sistema) ya han empezado, acompañando a la lucha terrorista «contra el terrorismo». En esta lucha, los fieles servidores del Bien (o del Rey) aportan lo suyo. Y lo suyo es hacerte «desaparecer», como en los viejos tiempos, sólo que ahora en versión electrónica.
No agregaremos nada más a lo ya dicho con ocasión de la primera caza al cyber-net «terrorista» de que fuimos objeto por los terroristas de la red (véase más abajo, II, nuestra información sobre la censura precedente). Sólo que, desde luego, seguimos aferrados a esta red, como Spiderman, por entre los seguros intersticios de nodo50 (www.nodo50.org/pimientanegra) y los evidentemente menos seguros de yahoo-geocities (www.geocities.com/pimientanegra2000), servidor este último que quizá nos depare todavía una relativa sorpresa. Todo dependerá de cómo avance la doble guerra: en el espacio virtual, con muertos chorreando sangre negra, del color de la tinta de las impresoras con que se nos imprime, y en el real (de momento Irak) con muchísimos muertos más, de sangre auténtica.
Al respecto, podríamos montarnos ya un juego multimillonario de pronósticos, al estilo de los que están empezando a circular por el Internet «oficial» (ese del que nunca te caes), respecto a la fecha en que sonará el tiro de salida para la masacre de Bagdad. ¿Será el 15, el 20 o el 30? Desde todo punto de vista (incluidos el de los fabricantes de armas de hoy y el de los «reconstructores» de Irak de mañana), las masacres son ruedas de la fortuna donde el que apostó con audacia gana oro. Es ésta una nueva veta de Internet que asegura a los que juegan con el terror de los demás –y que por ello no dejan de ser a su manera «terroristas»– un poco de beneficio, por un lado, y mucho más que ignominia por otro.
Deshojemos nosotros también la margarita: nuestro próximo «traspié», ¿será mañana, dentro de 15 días o el mes próximo? Estaría bien saberlo antes, para anunciarlo a nuestros lectores, pero el caso es que ni siquiera te avisan, como para que la villanía del método coincida con la del acto mismo. De repente te cortan la luz, pero, ¡ay!, tenemos una buena vela: www.nodo50.org/pimientanegra
Por favor, sujetadla bien: los cortes van y vienen; las cosas claras nunca han sido del agrado de la Inquisición –salvo el fuego–, la de ayer y la de hoy, con su lento pero creciente número de herejes chamuscados en la red, la nueva plaza pública donde arde la pira.
________________ Pimienta negra, censurada en Internet LOS FIELES SERVIDORES DEL REY (II) «La mayoría de los hombres no temen tanto a nada como la razón, cuando es la estupidez lo que debieran temer, si se dieran cuenta de lo que es verdaderamente nocivo...
Goethe, "Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister"
Si Pimienta negra hubiera tenido con el servidor Lycos España (ahora de Terra-Telefónica, de este mismo país) un contrato mercantil típico (o sea, mediando dinero), otro gallo hubiera cantado que el que cantó el miércoles 22 de enero de 2003, cuando a eso de las 3 de la tarde nuestro contador público dejó de sumar visitantes a nuestra página web, gracias a la censura puesta en práctica, sin decir siquiera agua va, por Lycos España, o sea, eliminándonos del servidor. No hay dinero; ergo, se puede borrar de un plumazo una publicación entera, con sus alrededor de 300 archivos que corresponden a otros tantos textos duramente trabajados y subidos a la red durante bastante más de un año, y sin medir los perjuicios ocasionados al «socio» (en su terminología) o «cliente», puesto ¿qué clase de socio o cliente es éste que no aporta metálico alguno? De donde se deduce que la moral burguesa, cuando existe, al único mandamiento y dios que obedece es al del vil metal. Y de donde se deduce igualmente –aunque, como axioma que es, no hace falta demostración, ni ésta ni ninguna– que la «libertad de expresión» de la vieja cháchara democrática sólo cuenta para los que pueden pagársela, como cualquier otra mercancía del «mercado».
Todo esto ya estaba previsto en los astutos «Términos y Condiciones Generales de Lycos» que hace unos meses tuvieron la gentileza de hacernos llegar, seguramente ya en su nueva fase de negocios made in Spain, y seguramente porque los «Términos y Condiciones» de la fase anterior no aseguraban lo suficiente ni la capacidad de perjudicar con total impunidad al «socio», ni la posibilidad de cargarse limpia, quirúrjicamente, la libertad de expresión. Decían ahí nuestros buenos amigos: «Lycos Europa tiene el derecho de rescindir el contrato con el socio en cualquier momento, sin demora y sin explicación de los motivos y de denegar el acceso a una parte del servicio o a todo el servicio...» Sin demora y sin explicación significa, por otro lado, y en buen romance, sin buenos modales, que es algo que indudablemente sobra cuando ya sobraron antes la responsabilidad moral y el vehemente amor proclamado –con emotivas lágrimas de cocodrilo– por la libertad de palabra universal traída, reforzada, garantizada y elevada a la enésima potencia por Internet, esa «maravillosa» era de la «sociedad de la información» ante cuya imagen suelen deshacerse ellos y otros como ellos en cánticos y loas al cielo, mientras que aquí, en la tierra, y detrás de la imagen (o de cualquier otra que nos venden, como de costumbre) la profanan un día sí y otro no.
Ya lo dijo Jarno, uno de los personajes del Wilhelm Meister, en el epígrafe citado: lo que en verdad se teme es la razón (y cada vez más, en la medida en que el sistema intensifica y exaspera su inherente irracionalidad), y ante ella el único «arma» que se encuentra a disposición es la propia estupidez y la ajena, estupidez cultivada amorosamente y que ahora no es dejada de fomentar en masa, entre otros recursos, a través de los contenidos «útiles» de Internet (los desechos que lo inundan en un 80%) a los que sí les es permitido alojarse eternamente en este como en otros servidores parecidos que, de tal modo, cumplen su verdadera función: la de obsecuentes «servidores» del Rey.
En cuanto a la estupidez misma de esta última clase de servidores afanosos y bien cumplimentados, no es necesario abundar. Bastan sus propios actos censores, que, como siempre, lo único que consiguen es lo contrario de lo que buscan: difundir aún más aquello que quieren prohibir. Con lo que ahora sí podemos completar los puntos suspensivos del epígrafe: «Como la razón les molesta [agregó Jarno], procuran combatirla y como la necedad no es más que perjudicial, no importa esperar sus consecuencias».
Y las consecuencias, en este caso, ya están a la vista: gracias a la solidaridad y al apoyo veloz e incondicional de nuestros lectores y lectoras, de distintas listas de correo y de otros medios alternativos por Internet, dentro de las 24 horas siguientes a la «muerte no anunciada» estamos de nuevo localizables, y dando la guerra, en la explosiva (a veces) red. Al menos, hasta la próxima «rescisión de contrato sin demora y sin explicación». Que será seguida, cuando se dé, por una nueva avalancha de voluntades deseosas de romper el cerco de silencio en el que nos quieren encerrar y domesticar, para mayor gloria de su Sistema y de su Rey.