Por temor a protestas suspende Aznar la gala televisiva del Día Mundial del Teatro
"Reinventar la democracia", pide el Nobel al recibir doctorado de la Universidad Carlos III
Armando G. Tejeda Corresponsal
Madrid, 27 de marzo. José Saramago, el premio Nobel de Literatura portugués que se ha erigido en uno de los símbolos de la protesta global contra la agresión a Irak, señaló hoy que frente al "horror que nos toca vivir en estos días" lo que "busca la llamada opinión pública es el modo de cambiar la suerte del ser humano" y "la esencia" de nuestra historia: dejar de ser "lobos que se matan".
En una solemne y emotiva investidura de doctor honoris causa de la Universidad Carlos III de Madrid, reiteró que esta guerra "es injusta, ilegal y desproporcionada".
Saramago, que el 15 de marzo instó a mi-llones de personas a continuar las movilizaciones y las protestas contra el conflicto bélico en Irak, mantiene también ese espíritu crítico en todo acto en el que participa.
Así lo hizo también en su investidura por parte de la universidad madrileña, cuyo rector, Gregorio Peces-Barba, consideró que "Saramago eleva a rango de arte la lucha por lo obvio".
Y así lo hizo el Nobel durante su intervención, en un acto repleto de estudiantes y profesores incondicionales de la obra del autor de Ensayo sobre la ceguera, al señalar, una vez agradecido el simbólico título y vestido con el birrete azul, la medalla y el anillo que le da el grado de doctor, que "el horror que nos toca vivir en estos días a muchos, nos lleva a creer que el llamado orden público necesite de otras palabras, de una gran voluntad de cambio".
El novelista añadió en su discurso, que tituló Democracia y universidad y que leyó después de guardar un minuto de silencio por las víctimas de la guerra, que "vivimos, viven ellos, una guerra injusta, ilegal y desproporcionada, y nosotros, la llamada opinión pública, lo que estamos haciendo es buscar el modo de cambiar la suerte del ser humano y cambiar lo que hemos sido a lo largo de la historia: lobos que se matan entre ellos, ofendiendo incluso a la conciencia lupina, porque los lobos se respetan los unos a los otros, y los seres humanos no saben cómo hacerlo".
El también autor de El Evangelio según Jesucristo abundó en que frente a este terrible escenario "la opinión pública debe buscar el modo de cambiar esa suerte del ser humano y convertirnos en carcomas que destruyen los materiales viejos, y a partir de ahí comenzar otra vez", puesto que la actual democracia "se asemeja al paño solemne que cubre el ataúd donde ya se está pudriendo el cadáver".
Insistió en que hay "reinventar" la democracia y "arrancarla de la inmovilidad a la que está condenada por la rutina y la incredulidad de los diversos poderes políticos y económicos, a quienes conviene mantener la decorativa fachada del edificio democrático que nos está impidiendo verificar si por detrás de la misma existe realmente algo".
Demasiado tarde
Precisamente para llevar a cabo esta ingente labor de "reconstruir" las "decorativas" estructuras de la democracia actual, Saramago apeló a los "universitarios y a la libre enseñanza", pues es ahí donde se tiene que gestar este nuevo modelo "antes que sea demasiado tarde".
La universidad debería ser, "más que una institución dispensadora de conocimientos, el espacio de formación por excelencia de la persona educada en los valores de la solidaridad humana y el respeto por la paz, educada también para la libertad, el espíritu crítico y el debate responsable de las ideas", dijo el escritor, quien recibió un sonoro aplauso que derivó, casi de forma automática, en un unánime grito de "No a la guerra", compartido por profesores, estudiantes y autoridades educativas y municipales.
El rector de la Universidad Carlos III resaltó el "honor" de tener entre sus doctorados al premio Nobel, al tiempo que exaltó "su implacable denuncia de las situaciones injustas" y advirtió que "la democracia se-guirá adelante porque, como se está viendo en estos días, los universitarios están vigilantes en la defensa de los grandes valores de la democracia".
Mientras Saramago se mostraba preocupado por el destino de la democracia vigente, el Ejecutivo del gobierno español, el derechista José María Aznar, ordenó la suspensión de la gala televisiva con la que cada año se celebra el Día Mundial del Teatro, que según los actores se debió al temor de las autoridades de que se convirtiera en una nueva proclama contra la guerra y de crítica a la postura de Aznar en el conflicto.
Ante el anuncio, los actores españoles decidieron concentrarse frente a las puertas de la Secretaría de Estado de Cultura, el organismo desde el que partió la orden de suspensión, ante la que desplegaron una pancarta que decía "No a la guerra".
Los actores también explicaron al gobierno que "el teatro es un arte político, se hace ante una asamblea, convoca a la polis y dialoga con ella. Sólo en el encuentro de los actores con la ciudad, sólo entonces tiene lugar el teatro. No es posible hacer teatro y no hacer política, puesto que nació para interrogar a los dioses y para desenmascarar a los hombres que se disfrazan de dioses. Qué vicio tan viejo, el del gobernante que se cree Dios".