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La vieja Europa

14 de noviembre del 2003

Otro Prestige es posible

José Santamarta
Un año después del Prestige, por nuestras costas siguen circulando petroleros tan viejos y obsoletos, y el gobierno no ha dotado al litoral de más barcos y barreras para combatir otras catástrofes. Un año después sabemos que otro Prestige es posible. El PP no ha hecho ninguna autocrítica, pero salió bien librado en las pasadas elecciones municipales y autonómicas. Parte del fuel sigue en los fondos marinos (unas 13.200 toneladas), contaminando los pescados y moluscos, a pesar de los informes tranquilizadores, y el Prestige aún alberga 13.800 toneladas de fuel.

Tampoco ha habido ningún cambio en la política energética, y la dependencia del petróleo es igual o mayor, y gracias a la ocupación de Irak el abastecimiento a precios bajos está asegurado. Todo sigue igual, hasta la próxima catástrofe.

El Prestige, un viejo petrolero monocasco construido en 1976, iba cargado con 76.973 toneladas de fuel oil del tipo M-100, procedente de Rusia y Letonia, cuando el día 13 de noviembre comenzó a escorarse a 28 millas de Finesterre. El Prestige, como tantos otros buques, llevaba bandera de conveniencia (Bahamas) y una tripulación mal pagada y preparada, formada en su mayoría por filipinos. El 19 de noviembre el barco se partió en dos y se hundió a 250 kilómetros de Galicia. Los restos, con cerca de 14.000 toneladas de fuel, reposan a 3.600 metros de profundidad, el 94,5% en la proa.

La empresa gestora era la Universe Maritime (Grecia), y la carga pertenecía a Crown Resources, con sede en Suiza, integrada en el consorcio ruso Alfa Group, perteneciente a un grupo de oligarcas rusos, favorecidos por el caótico proceso de privatización que siguió a la implosión de la Unión Soviética.

La catástrofe ecológica, social y económica provocada por el barco Prestige recuerda a la del petrolero griego Aegean Sea (Mar Egeo) el 3 de diciembre de 1992, pero esta fue más grave, aún mayor que la que siguió al naufragio del Urquiola en 1976.

La irresponsabilidad y la insensibilidad del PP ante la catástrofe del Prestige se puso de manifiesto sólo con ver la actuación de sus principales responsables en los momentos culminantes de la crisis, que en vez de afrontar el problema, se dedicaron a cazar, primero, y luego a insultar a la oposición y a los movimientos sociales como Nunca Mais. Manuel Fraga, presidente de la Xunta, se fue tan tranquilo de cacería los días 16 y 17 de noviembre, y su consejero y delfín se dedicó a vender trajes y palas hasta que fue cesado tras conocerse el negocio por la prensa. Mientras, Jaume Matas, por entonces ministro de Medio Ambiente y hoy presidente autonómico en Baleares, descansaba en Doñana y pasaba los días siguientes en plena campaña electoral, y Álvarez-Cascos, responsable del destino del petrolero, también estaba de cacería en el Pirineo de Lleida, y el fin de semana siguiente lo pasó esquiando en Sierra Nevada. Aznar ni siquiera se dignó aparecer por Galicia en las primeras semanas, y cuando lo hizo fue en una visita de apenas tres horas a un centro de control de A Coruña. Cañete, ministro de Agricultura y también de Pesca, minimizaba la catástrofe.

Para el gobierno no había marea negra. Semanas después Álvarez-Cascos la comparaba con Chernóbil. Mariano Rajoy, vicepresidente primero y hoy candidato a la presidencia, declaró que del buque hundido sólo salían "unos hilillos" y que el gobierno actuó de la mejor de las maneras posibles, a pesar de los errores monumentales como alejar el barco, las evidencias de total incompetencia, falta de medios, descoordinación y confusión, que han terminado por ocasionar una de las mayores catástrofes que ha sufrido nuestro país. Sus hilillos se convirtieron en una de las peores mareas negras de la historia.

El gobierno impidió cualquier investigación, tanto en el Congreso de los Diputados como en el Parlamento de Galicia, y lanzó una política de acoso y derribo contra la plataforma Nunca Mais, por sus supuestas conexiones con el BNG, y puso en marcha toda su artillería contra la oposición, y en especial el PSOE, olvidando su comportamiento demagógico y marrullero cuando eran el principal partido de la oposición.

Las repercusiones ambientales Si bien el Urquiola transportaba 100.000 toneladas y el Aegean Sea 80.000, la dispersión del fuel y la marea negra causada por el petrolero griego Prestige ocasionó más daños en todo el litoral gallego, e incluso en Asturias, Cantabria y País Vasco, y aún en Francia, a causa del tipo de combustible (fuel-oil pesado con un alto contenido de azufre) y la mayor dispersión. La cantidad del fuel vertido ascendió a 63.200 toneladas, aunque el gobierno en las primeras semanas habló de sólo 11.000 toneladas. Cada tonelada de petróleo derramado puede extenderse por una superficie de hasta 12 kilómetros cuadrados. El accidente del Prestige fue una de las mayores catástrofes ecológicas marinas, sino la mayor, de la historia de España.

La marea negra afectó a la pesca y al marisqueo, y a varios miles de aves, como gaviotas, cormorán moñudo, pardelas, araos, limícolas en general y ciertas anátidas. Entre los mamíferos marinos a los que alcanzó el vertido están las marsopas y cetáceos. La mayoría de las aves embadurnadas de petróleo no sobrevivieron, a pesar del esfuerzo de los voluntarios. Si la catástrofe no fue mayor es por la ejemplar acción de los pescadores y mariscadores gallegos, y los miles de voluntarios, que incluso con sus propias manos, frenaron la marea negra.

La capa de petróleo impidió desde el principio la oxigenación de las aguas e imposibilitó la captación de la energía solar por los organismos vegetales que realizan la fotosíntesis. El fitoplancton, las algas y las praderas fanerógamas perecieron por falta de luz o por la toxicidad del crudo, afectando a toda la cadena trófica. El fuel es muy tóxico, y pudo afectar tanto a los voluntarios como al medio ambiente en general, pues contiene un 46,4% de hidrocarburos aromáticos, tóxicos y persistentes, que tienden a acumularse en los tejidos grasos y algunos pueden ser cancerígenos (benzoapireno, benzofluorantenos e indeno pireno, entre otros), un 19% de hidrocarburos saturados, y un 34,7% de resinas y asfaltenos

Una vez evaporadas las partes volátiles, el crudo se transformó en una emulsión mezcla de petróleo y agua, con una densidad parecida a la del agua. El petróleo intoxica, provoca alteraciones genéticas e incluso mata a los peces, moluscos y crustáceos. Sus efectos durarán varios años, bastantes más de los cinco años que se citan, causando una pérdida irreversible de diversidad biológica. A corto y medio plazo la pesca de bajura se vio seriamente afectada, al igual que el marisqueo y la producción de mejillones.

Un total de 786 playas del total de 1.064 que tienen las comunidades de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco fueron afectadas por el vertido del Prestige en las primeras semanas, así como más de un millón y medio de metros cuadrados de rocas. La provincia de A Coruña fue la más perjudicada. En cuanto el fuel recogido, la cantidad total ascendió a unas 46.000 toneladas, que con la arena impregnada y el agua totalizaron cerca de 130.000 toneladas de residuos.

Los daños económicos y los perjuicios causados a la pesca y al turismo, unido a los costes de limpieza, no bajarán de 2.000 millones de euros. Ya se han certificado daños por 800 millones de euros. A título de ejemplo conviene recordar que el coste de la limpieza de la marea negra causada por el Exxon Valdez el 24 de marzo de 1989, con una carga de 36.000 toneladas de crudo, la mitad que la del Prestige, llegó a 2.000 millones de dólares, en una zona menos poblada y menos productiva, tanto en términos de pesca como de turismo. El gobierno destinó más de 1.000 millones de euros en los Presupuestos Generales del Estado para el año 2003.

Seguridad marítima

Cuando en abril de 1991 el buque chipriota Haven se hundió con 100.000 toneladas de petróleo frente a la costa de Génova, las administraciones de los países de la Unión Europea adoptaron algunas medidas, pronto olvidadas, al igual que sucedió tras cada marea negra posterior, como la del Erika frente a las costas francesas, y lo mismo ha sucedido ahora con el Prestige. Los gobiernos sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena.

El Aegean Sea, al igual que el Prestige, era un barco obsoleto construido en Japón en 1973, con varios accidentes en su historia, que después de estar esperando durante tres días en la ría de Ares, a las 2 de la madrugada del 3 de diciembre de 1992 se le ordena dirigirse al puerto de A Coruña, sin que el práctico esté presente y en una noche oscura de temporal. Una hora más tarde el petrolero encalla en los bajos de la Torre de Hércules. Las responsabilidades no sólo fueron del capitán Stavridis, ni de un práctico poco respetuoso con un reglamento que raras veces se lleva a rajatabla, meras cabezas de turco de una larga historia de desastres anunciados. Entonces, como ahora, la responsabilidad última era y es de quienes podrían haber impedido esta catástrofe.

El gobierno de Aznar decidió alejar el buque de la costa (había que mandarlo al "quinto pino" según el inefable Ministro de Fomento), decisión que fue tremendamente errónea y agravó la catástrofe. El petrolero probablemente debería haber sido llevado al Puerto de San Ciprián, en la provincia de Lugo, que cuenta con un calado suficiente y una estrecha bocana, con un canal de entrada de apenas 200 metros de anchura, en lugar de forzarle a realizar una larga travesía de 243 millas (437 kilómetros) dejando una estela de fuel, hasta que se rompió en dos y se hundió. Lo que podría haber sido una catástrofe localizada con efectos en 5 kilómetros de costa acabó afectando a más de 700 kilómetros de playas y acantilados.

El gobierno tampoco ha hecho prácticamente nada para controlar el tráfico marítimo de productos tóxicos y peligrosos por nuestras aguas jurisdiccionales y, lejos de afrontar sus muchas responsabilidades, sólo hizo el ridículo, minimizando la marea negra, negando su propia existencia. La falta de medios para combatir la marea negra, en un país con miles de kilómetros de costa, donde se genera el 15% del PIB entre pesca y turismo, muestra bien a las claras lo que no puede ocultar la demagogia de un gobierno sin ninguna sensibilidad por el medio ambiente.

Un total de 7.230 petroleros, con 350 millones de toneladas de registro bruto, surcan los mares transportando todos los años más de 1.200 millones de toneladas de crudo y productos refinados. Sólo 2.077 tienen doble casco, y los otros 5.243 son monocascos. Desde 1970 a 2002 más de mil quinientos petroleros sufrieron accidentes, habiendo derramado cerca de cinco millones de toneladas.

La contratación de tripulantes sin la formación adecuada, la mayoría procedente del Tercer Mundo, y el empleo de buques obsoletos, es uno de los medios empleados para reducir los costes y maximizar los beneficios. No es de recibo que la mayoría de los marineros del Prestige fuesen filipinos mal pagados, los armadores griegos y la bandera de conveniencia. La misma historia que en otros muchos hundimientos anteriores.

La catástrofe del Prestige, con ser muy grave, supone sólo una pequeña parte del petróleo vertido al mar todos los años, unos tres millones y medio de toneladas anuales. El petróleo ocasiona mareas negras, contamina el aire que respiramos, contribuye al cambio climático y es un factor de guerra e inestabilidad política en muchas regiones del mundo, como el Golfo Pérsico.

Nunca más

ˇNunca más! gritaban miles de manifestantes en Santiago y en otras ciudades gallegas, tras el quinto gran accidente de un petrolero frente a las costas gallegas. Pero para ello se requieren medidas, unas inmediatas y otras de más largo alcance.

En cuanto a la seguridad marítima no cabe dudas: prohibir la navegación de petroleros de un solo casco, y no sólo para fuel o alquitrán, alejar el corredor marítimo de las costas gallegas y pólizas de seguros que cubran todos los riesgos. Pero igualmente se debe acabar con las banderas de conveniencia, y un sistema de fletes que, en aras de minimizar los costes, promueve la inseguridad, con barcos obsoletos, mal mantenidos y con tripulaciones mal formadas y peor pagadas.

En última instancia se trata de aplicar el principio de "el que contamina, paga", tan reiterado y nunca aplicado, con normas de seguridad marítima que con toda seguridad van a encarecer el coste de los fletes, y los precios de los derivados petrolíferos a todos los consumidores finales.

El principio de "el que contamina, paga" implica internalizar los costes de las externalidades como las mareas negras, las lluvias ácidas, la contaminación atmosférica local, el ozono troposférico, el cambio climático y los impactos ambientales y sociales de las prospecciones y la extracción de petróleo. Ello supone aumentar de forma drástica la fiscalidad sobre la energía, tanto para internalizar los costes como para reducir el consumo de productos petrolíferos (gasolinas, gasóleos, queroseno, GLP, naftas o fueloil), pues a fin de cuentas la actual marea negra es sólo una de las muchas consecuencias de un modelo energético dependiente de los combustibles fósiles, que se importan desde los países productores, un modelo de dependencia del petróleo que ya ha ocasionado varias guerras y ha convertido a Oriente Próximo y al Golfo Pérsico en una de las zonas más inestables y conflictivas. La guerra en Irak carecería de sentido de no ser por el petróleo que ambiciona el gobierno de Bush.

El gobierno de Bush invadió Irak, no por las armas de destrucción masiva, sino para apoderarse de su petróleo, pues las reservas de Estados Unidos son mínimas, y con el 4,7% de la población mundial consume el 25% del petróleo. Bush no quiere promover otro modelo energético más sostenible, basado en las energías renovables, y en sus planes está seguir dependiendo del petróleo importado, y para ello Estados Unidos debe controlar de forma férrea a los países productores, como Irak y Arabia Saudí.

Si el petróleo, como el carbón y la energía nuclear, tuviera que repercutir en los precios finales todas las externalidades, perdería competitividad al encarecerse, aumentaría la eficiencia y el ahorro, y se desarrollarían rápidamente las fuentes alternativas y renovables, como la energía eólica, la solar y la biomasa.

Una política energética sostenible debería ir encaminada a producir toda la energía de forma eficiente a partir de energías renovables, como la solar, eólica y biomasa, en un plazo que no debería ser superior a 50 años, por razones de equidad, de termodinámica (el segundo principio, que habría que recordar un día sí y otro también) y por que no podemos seguir así, con mareas negras, la amenaza cada vez más evidente del cambio climático, la proliferación nuclear (India, Pakistán, Corea del Norte...) y guerras como la de Irak.

Lo barato es caro, como demuestra la marea negra, que a fin de cuentas es sólo una metáfora del actual modelo energético, tan obsoleto y contaminante como el Prestige.
José Santamarta Flórez
es director de World Watch y
pasó las navidades de 2002 recogiendo chapapote como voluntario.
worldwatch@nodo50.org http://www.nodo50.org/worldwatch